Archivos

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ISSN 1668 4737
Archivos
Departamento
de Antropología Cultural
XII - 2014
CIAFIC
ediciones
Centro de Investigaciones en Antropología Filosófica y Cultural
de la Asociación Argentina de Cultura
Archivos, Vol. XII - 2014
ISSN 1668 4737
Directora:
Dra Ruth Corcuera
Miembros del Consejo Editorial:
Dr. Eduardo Crivelli - Universidad de Buenos Aires, Argentina
Dr. John Palmer - Brookes University, Oxford, Inglaterra
Dr. Tadashi Yanai - Universidad de Tenri, Nara, Japón
Dra. María Cristina Dasso - Universidad de Buenos Aires, Argentina
Archivos es la publicación periódica del Departamento de Antropología
Cultural del Centro de Investigaciones en Antropología Filosófica y Cultural (CIAFIC), que por este medio busca servir a la tarea del conocimiento y la reflexión sobre las culturas. Con esta finalidad, tiene como
cometido difundir las investigaciones del Departamento, publicar colaboraciones que versen sobre antropología cultural y rescatar trabajos cuyo
valor se considera meritorio para la disciplina.
8 2014 CIAFIC Ediciones
Centro de Investigaciones en Antropología Filosófica y Cultural
Asociación Argentina de Cultura
CONICET
Federico Lacroze 2100 - (1426) Buenos Aires
www.ciafic.edu.ar
e-mail: [email protected]
Dirección: Lila Blanca Archideo
Impreso en Argentina
Printed in Argentina
Carlos J. Lettner
Instituto de Lingüística de la Universidad de Viena
Institute of Linguistics of the Vienna University
Sobre el lenguaje
y la articulación integral del objeto antropológico:
Alteridad, designación
y principio lingüístico de relatividad
Buenos Aires
CIAFIC
Centro de Investigaciones en Antropología Filosófica y Cultural
2014
Edición corregida y aumentada*
* Título del texto original de base: “Sur le langage, l’ethnolinguistique et l’articulation intégrale de
l’objet symbolique: De l’altérité au principe linguistique de relativité”, in Oltre Saussure / Beyond
Saussure: L’eredità scientifica di Eugenio Coseriu / Eugenio Coseriu’s Scientific Legacy, 1er-2 octobre 2013. Údine, Dipartimento di Studi Umanistici dell’ Universidad degli Studi di Udine, 2013 Florencia, Casa Editrice Cesati, 2015. Traducido, ampliado y adaptado por el autor
Resumen
Sobre el lenguaje y la articulación integral del objeto antropológico
Alteridad, designación y principio lingüístico de relatividad
A partir del objeto “lenguaje” -considerado desde un punto de vista integral y fenomenológico, i. e. descriptivo-funcional, no genético y no hermenéutico-, se delimita su género
próximo y su diferencia específica: cf. lengua-habla, forma-sustancia, tiempo-espacialidad
(F. de Saussure, E. Coseriu); se explicitan sus dos dimensiones, a saber, la dimensión originaria y la dimensión fundamental (W. von Humboldt, L. Bloomfield, cf. E. Coseriu, E.
Husserl); se estudia su carácter de instrumento, “de intermediario que ha sido forjado,
según es sabido de antiguo” (K. Bühler, cf. Aristóteles), por lo tanto, su función de ‘término medio’ que articula la cosa -un tono, un sonido- y la subjetividad (Hegel), con lo cual
se discuten las 4 tesis de la “hipótesis de Sapir-Whorf” (E. Coseriu, G. Mounin) y el problema de la naturaleza de la relación language-thought-reality.
Résumé
Sur le langage et l’articulation intégrale de l’objet anthropologique
Altérité, désignation et principe linguistique de relativité
En partant de l’objet «langage» -considéré d’un point de vue intégral et phénoménologique, i. e. descriptif et fonctionnel, non-génétique et non-herméneutique-, on en précise
le genre prochain et la différence spécifique: cf. langue-parole, forme-substance, tempsspacialité (F. de Saussure, E. Coseriu); on en explicite les deux dimensions, à savoir l’originaire et la fondamentale (W. von Humboldt, L. Bloomfield, cf. E. Coseriu, E. Husserl);
on en traite le caractère d’instrument, «d’intermédiare qui a été forgé, bien connu despuis
très longtemps» (K. Bühler, cf. Aristoteles), donc la fonction en tant que ‹moyen-terme›
rationnel qui articule la chose -un ton, un son- et la subjectivité (Hegel), avec quoi on discute les 4 thèses de l’«hypothèse de Sapir-Whorf» (E. Coseriu, G. Mounin) et le problème
de la nature de la relation language-thought-reality.
Abstract
On Language and the Integral Articulation of the Anthropological Object
Alterity, designation and linguistic principle of relativity
Based on the object “language” -considered from an integral and phenomenological perspective, i. e. from a descriptive-functional point of view, and not from a genetical or a
hermeneutical one, we determinate its genus proximum and its differentia specifica: cf.
langue-parole, language-speech, form-substance, time-spatiality (F. de Saussure, E.
Coseriu); we explain its two dimensions, namely, the original one and the fundamental one
(W. von Humboldt, L. Bloomfield, cf. E. Coseriu, E. Husserl); we set forth it as a tool, a
“mediator that has been forged, as known from ancient” (K. Bühler); therefore we consider
its function as a ‘middle-term’ that articulates the thing -a ton, a sound-, and the subjectivity (Hegel)-, whereby we discuss the 4 theses of the “Sapir-Whorf-Hypothesis” (E.
Coseriu, G. Mounin) and the problem of the nature of the relation language-thoughtreality.
“Es que toda lengua tiene en sí una historia que se desarrolla perpetuamente, que está hecha de una sucesión de acontecimientos lingüísticos, <los cuales> no han tenido repercusión externa alguna y
no han sido jamás registrados por el célebre buril de la historia [...],
pues si existen los principios de la continuidad y de la divergencia
de una lengua en el espacio, existen también aquellos de la continuidad y de la transformación en el tiempo. El primer aspecto bajo
el cual hay que considerar la idea de Historia cuando se trata de una
lengua, es el hecho fundamental de su continuidad en el tiempo o
de su ininterrupción forzada, que <es la primera ley de> la transmisión del hablar humano [...]. Una lengua no puede [por lo tanto]
morirse en paz y naturalmente, el único medio de que dispone para
dejar de ser, es verse suprimida por la fuerza, por una causa totalmente ajena a los hechos de lenguaje. Por lo tanto, sentamos como
absoluto el principio de la transformación incesante de las lenguas.
El caso de un idioma que se encontrase en estado de inmovilidad y
de reposo no se da” (F. de Saussure).
Pues ‘Instrumento y lenguaje pertenecen, como es sabido de antiguo, a lo más humano del hombre: el homo faber utiliza cosas elegidas y transformadas como instrumento, y el zoon politikón
introduce el lenguaje en el trato con sus semejantes. […]. El lenguaje es afín al instrumento; también pertenece a los utensilios de
la vida, es un órganon como el utensilio real, la cosa intermedia
material ajena al cuerpo: el lenguaje es, como el instrumento, un
intermediario que ha sido forjado […]’ (Karl Bühler).
CIAFIC - Buenos Aires
University of Vienna
Institute of Linguistics of the Vienna University
0.
LA CUESTIÓN DEL LENGUAJE
Si, “por lo tanto, el nombre es <ciertamente> el principio <decisivo, el único>, no de la invención de los seres mitológicos -¿pues
quién podría escrutar los fundamentos de esto?- sino del instante
en el cual los seres se vuelven puramente mitológicos, y rompen
su último vínculo con la tierra para <ir a> poblar el Olimpo”1, se
puede demostrar que afirmar simultáneamente, primero, que el lenguaje -fenómeno al cual le es inherente pertenecer a la vez a la naturaleza y a la conciencia- posee propiedades cognitivas y que, por
lo tanto, da lugar también a operaciones simbólicas; y de inmediato,
en segundo lugar, que el mismo es necesariamente un “producto”,
un fenómeno cuyo uso es social, puede conducir, por un lado, a
considerar el instrumento lingüístico sólo desde el punto de vista de
sus posibilidades de utilización práctica para la expresión y para la
comunicación, así como para la coordinación de las actividades de
los miembros de una comunidad (que es, no obstante, una comunidad ya determinada por un hablar, una comunidad idiomática), es
decir, a considerarlo sólo como “sustancia” y a confundir, en consecuencia, lo que el útil es con lo que el útil hace, a saber, con lo que
hace por intermediación de un encadenamiento instrumental de categorías significativas que corresponden a categorías de objetos explicitadas como palabras o símbolos2; y, por otro lado, a concluir
que esta capacidad instrumental sólo se limita a la manifestación
de unidades o de enunciados glotológicos cuya materia -la forma
expresiva- remite a formas de contenido mentales o, con otras paF. DE SAUSSURE, Notes sur la linguistique générale, p. 25, 5-10.
Pero el signo es siempre un aliquid pro aliquo -una cosa que está por otra-,
como tal, no “presenta” la cosa o el proceso mismo sino que los “representa”: cf.
el elefante de Humboldt en su obra Sobre la lengua kavi, pp. CXI-CXII, o el Napoleón de Husserl en las Investigaciones lógicas, I, pp. 339-340, y sus distintas
denominaciones: en sánscrito, el primero es “el que bebe dos veces”, “el que
posee una mano”, etc. -un mismo objeto se nombra con dos o más conceptos-, y
el segundo es “el vencedor de Iena” o “el vencido de Waterloo” -un mismo objeto
se nombra con palabras de acepción opuesta-, lo que supone una diferenciación
entre ‘forma lingüística interior’ y ‘objeto’, esto es, entre significado o contenido
de un signo y designación o referencia a cosas y procesos extralingüísticos (cf.
1
2
9
labras, a concluir que el fin (la función) del lenguaje puede ser tanto
la comunicación como la expresión del pensamiento3. Sin embargo,
aunque se pueda admitir que el lenguaje en tanto fenómeno se verifica en los “actos verbales”, y que éstos son actos en los que se
emplean signos cuyo objetivo es la comunicación, no es menos
cierto que los signos son objetos formados por la combinación de
E. COSERIU, “Significado y designación”, pp. 187-188, y v. infra, § 2, n. 54);
y de aquí que todo hecho cultural debe darse como una “palabra” que expresa un
contenido de conciencia proveniente del acto de denominar (cf. M. BÓRMIDA,
El método fenomenológico en Etnología, p. 27, y v. id., “Ergon y Mito”, pp. 910 y 55-58).
3
La concepción instrumental del lenguaje plantea el problema de la determinación de su función, es decir, de si la misma es más bien la comunicación o más
bien la representación. Si en la epistemología estructuralista se tiende a subrayar
el aspecto comunicativo de la lengua dado que metodológicamente se puede observar que el mismo se fundamenta en criterios glotológicos formales: la capacidad distintiva de fonemas y monemas, “verificada por la conmutación, es decir,
por el comportamiento en la comunicación” (G. MOUNIN, “Les fonctions du
langage”, p. 403), hay que señalar que la comunicación, condición fundamental
para que haya lenguaje, es la realización de la representación, exigencia originaria
para que se dé el hablar. Pues, en efecto, ya la “tradición aristotélica” sugiere caracterizar el lenguaje “tanto por su meta (ya sea la expresión del pensamiento, ya
sea la comunicación) como por su medio (un sistema de signos)” (G. MOUNIN,
“Linguistique”, p. 1409); y, además no sería posible negar la tesis de Sapir según
la cual ‘es una ilusión creer que se puede pensar e, incluso, razonar sin necesidad
de palabras’ (id., Introduction à la sémiologie, p. 39; cf. E. SAPIR, Language, p.
15), porque “el lenguaje, en cuanto estructura, constituye en su cara interior el
molde del pensamiento” (id., ib., p. 22). Además -dado que la función puede ser
también considerada como “[...] lo que enlaza las unidades lingüísticas que le
corresponden a los elementos en las cuales ha sido necesario analizar la totalidad
de la experiencia para poder comunicarla” (A. MARTINET, “La notion de fonction en linguistique”, p. 7, n. s; v. P. GUIRAUD, La grammaire, p. 51)-, se puede
distinguir, en el instrumento “lenguaje”, por una parte, una propiedad cognitiva
(la “función interna”, que clasifica simbólicamente la experiencia como mundo
de la cultura) y, por otra, una propiedad técnica (que organiza esta clasificación
como ‘discurso’ o ‘textos’): siendo el signo un aliquid pro aliquo, y dado que la
“función de significación” o “de simbolización” da lugar a la estructuración y articulación de unidades lingüísticas, se podría decir que el lenguaje es el instrumento de la representación -del conocimiento- y, por tanto, de la comunicación,
pues es la “potencia” de esta última.
10
un elemento de expresión (signans) con un elemento de contenido
(signatum); además, dado que la cognición está vinculada a la expresión lingüística4, se ve claramente que, si bien entre las actividades con las cuales el lenguaje se halla en relación se cuenta el
pensamiento -del cual es la ‘realidad inmediata’ (y que, por lo
demás, es uno de los fenómenos donde se pone directamente de
manifiesto la esencia humana)-, sería legítimo sostener, sin embargo, que considerar el útil lingüístico sólo como instrumento de
la razón cuyo fin es, eventualmente, la expresión del pensamiento,
contiene una reducción, tal como lo prueban, por ejemplo, las contradicciones íntimas de concepciones filosófico-científicas opuestas, como lo son la de la logística o la del positivismo lógico5, así
como la de la teoría llamada “de la relatividad lingüística”6.
La instrumentalidad del lenguaje está en relación con la significación y la designación; los símbolos son formas cuyo contenido es un conocimiento que puede
ser, también, una idea; las lenguas presentan una “forma interior” o estructura semántica que les es propia, y hay “categorías” que, sin duda, se hallan en conformidad con la lógica y la gramática (y en el cuadro de un razonamiento de tipo
formalista se puede postular “a «representational» function of language”: cf. P.
ALBERTELLI, “Some Propositions Concerning General Linguistics”, § 30).
5
La idea básica de R. Carnap, por ejemplo, es de constituir una teoría del razonamiento inductivo que sea una lógica a priori del uso del cálculo de probabilidades (cf. G.-G. GRANGER, Le probable, le possible et le virtuel, pp. 215-217).
6
Estas concepciones constan de sistemas de ideas que llevan a considerar la lengua ya sea como un sistema universal de signos pura y simplemente conceptuales,
ya sea a suponer que la lengua puede identificarse con una gramática cuyo sistema de normas y de categorías arbitrarias o convencionales le es inherente y
que, por lo tanto, no se puede comparar con ninguna otra: si la última busca asimilar el lenguaje al pensamiento intuitivo (v. supra, § 5), la primera supone que,
puesto que los “lenguajes naturales” son imperfectos, hay que asimilarnos al lenguaje de tipo técnico: como dice B. RUSSELL, por el estudio de los principios
del simbolismo es posible sustraerse de la influencia inconsciente del lenguaje y
“evitar de ese modo una multitud de nociones erróneas” (“Vagueness”, p. 84),
pues hay una “falacia del verbalismo” “que consiste en tomar las propiedades de
las palabras por las propiedades de las cosas” (ib., p. 85), dado que “La vaguedad
y la precisión son características que sólo pueden pertenecer a la representación,
de la cual el lenguaje es un ejemplo” (ib.), y que “Tienen que ver con la relación
entre una representación y aquello que ésta representa; fuera de la representación
[...], no puede haber cosa tal como vaguedad o precisión; las cosas son lo que son,
4
11
Con todo, la confusión procedente de una reducción
sustancialista en el análisis lingüístico puede ser superada si se
y esto es todo” (ib.); de ahí que este autor diga que no se puede determinar cuál
de las dos formas de expresión humana, el habla o la escritura, es la más antigua
(cf. An Outline of Philosophy, pp. 46-47). Por ello, las tendencias logicistas eliminan, habitualmente, las consideraciones extraglotológicas en el estudio del
lenguaje (que se reduce, de este modo, a su relación de alteridad, subsumido, a
su vez, al análisis del significado) y generalizan, simultáneamente, la noción de
‘lenguaje’; el álgebra -simbólica o moderna-, en efecto, se ocupa únicamente de
determinadas “relaciones” que se dan entre símbolos (lattices, “redes”) que podrán, entonces, ser aplicadas a diversos conjuntos de entidades -materia- que verifiquen “leyes dadas en una determinada estructura -forma-, como, por ejemplo,
la “lengua natural”.
Igualmente, las tendencias logicistas relacionadas con el simbolismo en general
y que intentan, consecuentemente, reducir los conceptos fundamentales de lo lógico a categorías lingüísticas, aseveran, por un lado, que categorías muy generales -como oración, símbolo y significado- y las relaciones entre las mismas
forman un conjunto de signos y reglas tales que permiten el manejo de esos signos, con lo cual la lógica simbólica misma es más bien tenida por un ‘lenguaje’
que por una teoría, i. e., más bien considerada un sistema de signos y reglas para
realizar operaciones con los mismos que un ‘sistema de proposiciones’ -elementos del habla- referentes a los objetos y procesos (v. A. ASTI VERA, Fundamentos de la filosofía de la ciencia, pp. 106-107; cf. W. HAAS, “General Categories
of Language”, pp. 151-161); y de ahí que, por otro lado, este sistema o conjunto
resulta ser ‘más que un lenguaje, un esquema o «esqueleto de lenguaje»’ (R.
CARNAP, Introduction to Symbolic Logic, p. 1; cf. A. ASTI VERA, George
Boole, pp. 70-73 y notas 74 y 78; G. BOOLE, An Investigation of the Laws of
Thought, II, §§ 1-4). El lenguaje, entonces, sería un objeto semiótico compuesto
de signos (v. R. CARNAP, Foundations of Logic and Mathematics, p. 3), obtenido por un proceso deductivo y que “la sintaxis lógica trata como un cálculo”
(cf. id., Logische Syntax der Sprache, pp. 1-9), de lo cual se sigue que la significación de las palabras, así como la relación de palabras y expresiones con las representaciones y las acciones son objeto de ciencias específicas (la pragmática,
la semántica y la sintaxis) (cf. id., Logische Syntax..., pp. 4-5, y cf. L. HJELMSLEV, Omkring sproteoriens grundlæggelse, pp. 70 y 72).
En la lingüística esta posición filosófica (que se puede calificar de “platonisante”:
v. infra, nota 9), está representada por la glosemática, cuyo objeto se debe definir
exactamente, a la manera del álgebra, con ayuda de axiomas, con lo cual se tiene
que, puesto que el lenguaje “es forma, no sustancia” (cf. F. DE SAUSSURE,
Curso de lingüística general, p. 193), la sustancia en la cual éste se manifiesta
es indiferente (v. L. HJELMSLEV, op. cit., pp. 71 y 15, 48-52 y 91-96).
12
procura caracterizar el lenguaje, un producto cultural, ante todo
como uno de los fenómenos que operan la mediación entre la
conciencia y la naturaleza (es decir, ante todo más bien como
“función” que como mero objeto); con otros términos, si, en lugar
de categorizarlo, primeramente, a partir de lo que el instrumento
“es” -y de lo que es para la observación experimental-, se lo
caracteriza, antes que nada, a partir de su finalidad interna (incluida
la intención de significación y de representación), es decir, a partir
de lo que el instrumento “hace” o a partir de aquello para lo cual ha
sido hecho (la esencia del martillo se manifiesta en el martillar, la
esencia del lenguaje, en el hablar): la tarea del lenguaje, así como
la de las “lenguas”, consiste, por consiguiente, en estructurar la
experiencia humana, en categorizarla y en jerarquizarla, con la
ayuda de “formas” o “signos simbólicos” -que todo idioma produce
o articula en el “pensamiento”, “caótico por naturaleza”-, de
entidades que pueden transmitir informaciones (comunicar algo)
acerca de la realidad exterior al propio mecanismo de la lengua.
Pero si la función del lenguaje consiste, entonces, en organizar, o en
articular, la “sustancia del contenido” con la ayuda de verba mentis
-de términos mentales que representan los seres por medio de
conceptos y formas simbólicas- que, a su vez, se actualizan como
cadenas sonoras articuladas de verba oris -de “palabras”
organizadas, sustitutos materiales de los conceptos o términos
mentales ya articulados-7, se constata que, tanto desde el punto de
vista de sus propiedades técnicas como desde el punto de vista de
sus propiedades cognoscitivas, el lenguaje muestra siempre “algo
doble”: el sonido glotológico es lo que hace posible el pasaje hacia
la existencia fenoménica, exterior y perceptible, en el hablar, del
contenido semiológico de la conciencia; pero la expresión sonora
puede existir siempre y cuando sea la expresión de un contenido
“mental”, delimitado por operaciones estructurantes producidas por
Cf. E. DANN OBREGÓN, Lógica, pp. 42 y 57-58.
Si el lenguaje constituye, sin duda, un útil del conocimiento, el mismo es el instrumento en virtud del cual una ‘sustancia «mental» de contenido’ (que se estructura, a partir de la articulación de unidades distinguidas de contenido, en
7
8
13
la lengua8. Por este motivo, y teniendo siempre en cuenta esta
indeterminación del lenguaje, hay que aceptar, ante todo, que el
mismo, cuyas dualidades y oposiciones perciben tanto la
experiencia antepredicativa o precientífica como la observación
filosófico-científica, constituye una de las “nociones originarias”
que es posible seleccionar en la multiplicidad de conceptos
acumulados por la investigación que proviene, a su vez, del hecho
que, desde este punto de vista, también el lenguaje es un “objeto
inicial”, es decir, una cosa u objeto ya dado o ya existente9.
Dicho de otra manera, la tarea de las ciencias del lenguaje
consiste en estudiar el lenguaje ya sea como instrumento, ya sea
como fenómeno, lo que equivale a decir que habría que aceptar no
sólo que el “círculo del lenguaje” es irreductible sino, asimismo,
que el lenguaje en cuanto tal se caracteriza por ser “algo doble”: si
en principio no se debe, por un lado, salir de ese círculo, por otro
lado, entonces, no sería lícito reducir la multiplicidad (manifestada
como dualidades) bajo la cual se presenta este objeto. Ahora bien;
si el saber precientífico o intuitivo que poseen los sujetos de una
comunidad lingüística dada no pone en duda este “círculo del lentanto formas o categorías simbólicas) se transforma en vox, i. e. en una sustancia
de expresión fónica que constituye el hablar discursivo y cuyas unidades, aptas
para la comunicación, se desarrollan, en forma de cadena, en el tiempo, “en el
aire”.
9
Si, desde un punto de vista de la metodología de la investigación, el significado
puede ser reducido o “puesto entre paréntesis”, el acto de habla o “expresión” no
puede serlo, tampoco el oído ni, en consecuencia, la deixis: existe tanto una serie
biológica normal, “Estímulo → Respuesta”, como un acto de habla, “r……..e”
(i. e. S → r……..s → R, esp. E → r……..e → R), y, además, ‘una «forma» fonética que posee significado, meaning, es una forma lingüística’ (cf. L. BLOOMFIELD, Linguistic Aspects of Science, pp. 15 y 17-19, y “A Set of Postulates”,
p. 155, definiciones 5 y 6; v. K. TOGEBY, “Qu’est-ce qu’un mot?”, pp. 104105): si la lingüística general tuviera que excluir de su campo de investigaciones
toda consideración extra-glotológica y debiera reducirse al estudio del significado, ello sería equivalente a decir que la misma tendría que ocuparse del “lenguaje generalizado” del positivismo, “un cálculo” de tipo algébrico -es decir, de
algo que no es más un medio constituido por signos y símbolos o elementos analíticos (‘palabras’) que representan objetos y conceptos (logoides), asociaciones
14
guaje” ni, pragmáticamente, tiene por qué hacerlo10, ese mismo
saber práctico distingue ya en el lenguaje al menos entre los aspectos o momentos técnicos que permiten darle forma a la expresión el sistema gramatical- y la realización concreta de esta expresión o
de este sistema: la lengua, o el lenguaje, del hablar; por consiy emociones en la mente perceptora de la dimensión de alteridad (cf. G. BOOLE,
An Investigation..., p. 25), sino una “red”, ‘lattice’, simbólica y relacional-, con
lo cual nos hallaríamos frente a un hecho semiótico obtenido por medio de un razonamiento inductivo, es decir, obtenido con la ayuda de un procedimiento lógico
discursivo, que parte de lo particular ya dado para llegar a una afirmación universal.
Este proceder, que consiste en la atribución de una existencia de cosas a los objetos ideales y en tratar los objetos ideales como cosas, y que, en el ámbito de las
ciencias del lenguaje, no busca cómo llegar desde la observación del ‘hecho’ al
concepto o ‘dato’, sino que va de la noción general o “idea” del lenguaje a las lenguas “naturales”, se denomina platonismo o, en la lingüística, schleicherismo (al
respecto v. C.-J. LETTNER, Sur la détermination de l’objet de la linguistique,
n. 50; E. COSERIU, Teoría del lenguaje, pp. 211-213 y p. 217, n. 371; cf. R.
MONDOLFO, El pensamiento antiguo, II, pp. 290 y 283-286; A. FOUILLÉE,
“Rapports des idées au langage”, pp. 283-295) (actitud que se puede observar, por
ejemplo, en autores como P. GORDON, “Numerical Cognition Without Words”,
o L. BORODITSKY, “How Language Shapes Thought”, quienes, por postularde facto- que la lengua es una “cosa”, la consideran susceptible de experimentación y de mensurabilidad estadístico-matemática, lo que lleva a plantearse la legitimidad de las experiencias de laboratorio llevadas a cabo para investigar las
relaciones entre lenguaje, pensamiento y realidad: si el lenguaje es mera cosa, se
suspende o anula una dimensión esencial de su posibilidad de existir, a saber, la
deixidad o actividad de designar procesos y objetos, y, simultáneamente, se lo reduce a su dimensión sujeto-sujeto o relación de alteridad).
Señalemos que, por otra parte, esta actitud difiere del “idealismo”, para el cual
todo lo que existe o lo cognoscible debe ser de tipo mental, es decir, “que sólo
ve en lo que existe o, en todo caso, en todo aquello cuya existencia se conoce, una
concepción de la mente, una idea” (B. RUSSELL; The Problem of Philosophy,
p. 58), pues, según Platón, tanto el principio de la existencia como el del las cosas
se encuentran en la Idea; es decir, la esencia es algo universal, está en tanto tal
separada de los objetos, y es exterior a estos últimos (con otras palabras, la idea
es trascendente).
10
Todo hablante sabe explícitamente que “hablar es siempre hablar una lengua”
y también, al menos implícitamente, que “la lengua o el lenguaje sólo se da en
el hablar de los individuos”.
15
guiente, hay que plantearse, prioritariamente, no sólo el interrogante
sobre cuál aspecto o momento técnico de este fenómeno complejo
-dual y opositivo- que es el lenguaje tiene que ser considerado como
el objeto inmediato de la investigación lingüística, sino que hay que
plantearse, también, el problema de si es posible obtener, por medio
da la observación de este objeto, una “estructura general” propia de
la ciencia del lenguaje, es decir, hay que preguntarse cuál es el
“hecho” lingüístico que se pueda reconocer y admitir como “dato”
epistemológico. Si metodológicamente se tiene en cuenta, en primer
lugar, el plano sublunar o aristotélico del ser, en el cual todo objeto
y todo proceso se presenta a la observación inmediata; y si se
acepta, además, que no hay otra fuente de saber que lo existente en
la experiencia -por lo cual no es posible dar una explicación genética acerca de las cosas sino únicamente una de tipo descriptivofuncional11-, se sigue que, fenomenológicamente, lo que existe o
“lo dado” no son puros hechos, sino que estos hechos se presentan
encuadrados en esencias, sin lo cual la inteligencia no podría comprenderlos12; y ello es así porque, no siendo el hecho ni un ‘simple
hecho’ ni una mera cosa, sino una visión -o concepto- de cosas, para
la mente humana las cosas de la experiencia no existen como tales
si no las vemos enmarcadas en sus respectivos conceptos; lo cual
significa, a su vez, que, si no hay conocimiento sin experiencia, la
Para el caso, que concierne al cómo pancrónico del significar, hay que atenerse
al funcionamiento del signo, no al origen del mismo ni tampoco al nacimiento de
la palabra: ‘El personaje conocido por Cratilo sostiene que los nombres tienen
una verdad inherente, intrínseca, y, en fin, tal que la significación no puede ser
cambiada por la voluntad de los hombres [...]. Platón, o Sócrates, investiga primero y expone todas las razones que fundamenten este sistema, para luego combatirlo y mostrar la insuficiencia del mismo; y, en definitiva, condena el peligroso
sistema que tiende a substituir el estudio de las cosas por el estudio de los nombres’ (J.-J. ROUSSEAU, Essai sur l’origine des langues, p. 499a, nota **, firmada “G. P.”): “Contentémonos con recordar que no hay que partir de los
nombres, sino que hay que informarse e investigar partiendo de las cosas mismas,
mucho más que de los nombres” (PLATÓN, Cratilo, 439b, y cf. la digresión filosófica de la Epistola VII, 442b-344d).
12
Cf. J. L. CASSANI y A. P. PÉREZ AMUCHÁSTEGUI, Del epos a la historia
científica, p. 201.
11
16
experiencia, en cambio, necesita del inteligir consciente, inteligir
que se alcanza por la propiedad de la conciencia que consiste en la
“intencionalidad”, vale decir, en la inteligibilidad del ‘sentido’ de
los hechos13.
Por una parte, lo anterior significa que, en el campo de
fenómenos semióticos como el lenguaje, cuando el ‘mero hecho’
biológico-natural pasa a ser -por medio de una operación lingüística
de expresión y de actualización-, una realidad, ese hecho se
transforma en un ‘dato’ que se denomina “forma simbólica”, un
“A mérito de ello, el hombre puede ‹distanciarse› de los hechos, logrando concebirlos en su sentido” (id., ib.): “La conciencia no ‹es algo›, pues su ser consiste
en ‹saber› algo; esta propiedad de la conciencia es la inteligibilidad” (id., ib.), cf.
E HUSSERL, La filosofía como ciencia estricta, p. 22, e id., “Philophie als
strenge Wissenschaft”, p. 301: “Cada especie de objeto [de cosa] que puede ser
objeto de un discurso racional, de un conocimiento precientífico y luego científico, tiene que manifestarse en el conocimiento, por lo tanto en la conciencia
misma y, de acuerdo al sentido de todo conocimiento, ha de poder transformarse
en dato. Todos los modos de conciencia [...] tienen que ser estudiados en su conexión esencial y en su relación recurrente con formas anteriores de la conciencia
del dato”.
Observemos que lo descripto corresponde a la actitud de K. Bühler, quien propone un proyecto de tipo formal a partir de cuatro axiomas que no son arbitrarios
sino que el autor ha “recogido” de la experiencia lingüística, es decir de los hechos lingüísticos (v. Teoría del lenguaje, pp. 96-99 y 99 sqq.; id., Die Axiomatik
der Sprachwissenschaften, pp. 19-2): v. infra, § 1.
Según A. ASTI VERA, “[...] hay lógicos que han intentado reducir conceptos
fundamentales de la lógica a categorías lingüísticas, como Carnap, y, al mismo
tiempo, existen lingüistas que tratan de reducir las categorías lingüísticas a leyes
lógicas” (Fundamentos..., p. 107): “Ambos están equivocados porque las categorías lingüísticas se derivan de hechos lingüísticos y nada tienen que ver con cuestiones psicológicas ni lógicas” (ib.); y, además, “La diferencia fundamental entre
ambas actitudes es que si bien los procesos que se verifican en el hablante y en
el oyente son temas legítimos de estudio psicológico, lo que interesa al lingüista
no es el proceso sino el resultado (el producto), no la génesis sino la estructura
de la oración [...]” (ib.); consecuentemente, es legítimo suponer que “I will define
‹language› as a «tautegorical object», and the latter as «(a) purely being synthetic
(synthetikós), negative and generative». I am aware that ‹object› is not a satisfactory term, and, furthermore, that lengthy terminological discussion is possible”
(P. ALBERTELLI, “Some Propositions…”, § 12).
13
17
dato que, a la vez, es designado por la praxis sociocultural, una
actividad o proceso que delimita y consecuentemente estructura,
organiza y articula lo fáctico, con lo cual el mero hecho se
transforma en un dato científico14. Es decir que, si se tiene, en
general, que “saber es sacar la ciencia por sí mismo y de sí
mismo”15; y si, además, todo hecho cultural es un contenido de
conciencia, un “hecho” de vida que debe consignarse en un “dato”,
dado que “el primer uso de los signos es civil, y el segundo
filosófico”16, se puede afirmar que el punto de partida metodológico
inicial de las ciencias del lenguaje está constituido por el primer
uso mencionado, el uso civil, el que se refiere a la utilización de las
palabras como ‘«signos para...» los otros’, y que tiene lugar cuando
se procura aplicar “preceptos generales para usarlos en la vida”17,
“en la conversación”18, una actividad conformada por un “saber
social”, ”claro-confuso”, seguro pero no de inmediato justificable
Vid. en M. BÓRMIDA, El método fenomenológico en Etnología, § E, pp. 2930, las tres características del “hecho” o fenómeno cultural; y v. en id., “Presentación”, p. 5, los pasos metodológicos que llevan de este hecho al dato.
15
PLATÓN, Menón, 85d 3-4; cf. A. FOUILLÉE, Aristóteles y su polémica contra
Platón, pp. 21-22, y v. C.-J. LETTNER, Sur la détermination..., n. 65.
Según ARISTÓTELES, como la esencia escapa al silogismo, son necesarios procedimientos analíticos -como la división o deducción- para poder desarrollar una
idea, elucidarla y hacerla distinta o clara, i. e. para hacer convertir en acto (en ‘recuerdo claro de la Idea’, según Platón) lo que una noción contenía en potencia;
pues “intelligentia est actus”, el pensamiento es acto, y ‘la potencia procede del
acto, y es por ello que conocemos las cosas cuando las hacemos -el pensamiento
únicamente piensa lo que lleva al acto-: sólo se sabe haciendo, y saber, es hacer’
(cf. Metafísica, Θ, 9, esp. 30-33); y sólo se puede conocer llevando al acto, mediante la división, únicamente lo que estaba en potencia en la totalidad del objeto,
y realizando en la misma, de esta manera, términos medios (v. la Metafísica, Θ,
9, 1051a 21-30; 1050a 21-23 y 30-36; cf. A. FOUILLÉE, Aristote, et sa polémique contre Platon, pp. 120-122, y véase G. VICO, De antiquissima Italorum sapientia, Cap. I, I; Cap. II, § 7, y Cap. III, e id., Principj di Scienza Nuova, IX-XIII
y §§ 10-13).
16
G. W. LEIBNIZ, “Des mots”, p. 326.
17
Id., ib.
18
Id., ib.
14
18
racionalmente, y “distinto-inadecuado”, esto es, sólo justificable
parcialmente19, y que resulta en una sapiencia “symbolica vel
intuitiva” que, por ser “clara” y “fehaciente”, se resuelve, a partir de
la observación, en el “uso filosófico [de la comunicación], que es
aquel que se debe hacer de las palabras para lograr nociones
precisas y para expresar verdades ciertas en forma de proposiciones
generales”20, un “uso filosófico” obtenido, entonces, a partir del
examen del uso cotidiano de cosas simbólicas y que no es más que
la extensión científica de la conciencia lingüística originaria21.
Y, por otra parte, lo antedicho nos muestra también que la teoría positivista en su variante “nominalista-conductivista”, al pensar
que el vínculo entre verba oris y verba mentis se puede desligar por
medio de tres ‘decisiones’ o “actos prácticos”, a saber, por medio de
a) la identificación de la ciencia con la descripción, b) la restricción
de la descripción al mero objeto como tal y c) la limitación de este
objeto a lo físicamente comprobable, ‘a lo que se puede ver’, equiparando así el lenguaje -que es estudiado por la lingüística- con los
enunciados considerados como cosas22 -todo o cual se basa en la
premisa de que no podemos referirnos a “un factor no físico”
(mente, espíritu, conciencia) en el estudio de ‘hechos físicos de conducta’ (por ejemplo, el lenguaje)23-, puede conducir al cientificismo,
una doctrina que supone que, en el dominio de las ciencias sociales,
Cf. E. COSERIU, Sincronía, diacronía e historia, pp. 58-60, y G. W. LEIBNIZ,
“Meditationes De cognitione”, pp. 537-538.
20
G. W. LEIBNIZ, “Des mots”, p. 326, y v. H.-J- POS, “Phénoménologie et linguistique”, esp. pp. 356-359; cf. J. XIRAO, La filosofía de Husserl, pp. 57-63:
“Percepción, representación, mención”.
21
Cf. H.-J. POS, op. cit., pp. 356-357; J.-M. GUIRAO, “Contribution à la constitution d’une grammaire de Husserl”, pp. 151-152 y 162-163.
22
Cf. E. COSERIU, Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje, pp. 15-16:
La primera decisión es una convención semántica (ciencia = descripción); la segunda, una elección metodológica, y la tercera, una postura epistemológica (que
define el significado como algo exterior a la ‘forma’, siendo en consecuencia
todo significado indefinible en términos lingüísticos) (v. L. BLOOMFIEND,
Language, p. 145, y cf. E. COSERIU, op. cit., pp.15-17).
23
Cf. L. BLOOMFIELD, op. cit., pp. 32-33.
19
19
el principio de la investigación consiste en “transformar a las ciencias humanas en ciencias, y en ciencias articuladas del mismo modo
que las ciencias exactas y naturales”24, siguiendo el modelo de la fonología25. Pero de lo que antecede se desprende, además, que, si no
se puede limitar el lenguaje al solo sonido, parece oportuno optar,
consiguientemente, por las afirmaciones de la metodología y de la
filosofía de las formas simbólicas, de las ciencias antropológicas
en general y de la lingüística en particular; y esto equivale a decir
que, en consecuencia, se deben distinguir tres momentos en el análisis de los hechos de lenguaje -teniendo siempre presente que en
P. CARUSO, “Entrevista a Claude Lévi-Strauss”, p. 193. De ahí que se llegue
a decir que “La historia es un conjunto discontinuo formado de dominios de historia, cada uno de los cuales es definido por una frecuencia propia, y por una codificación del antes y después. [...]” (C. LÉVI-STRAUSS, El pensamiento
salvaje, p. 376; id., La pensée sauvage, pp. 309-310); y el mito sería, un “cristal”,
una “estructura discontinua”, un “fenómeno lógico” o un “agregado de moléculas” (cf. C. LÉVI-STRAUSS, Anthropologie structurale, pp. 249 y sqq., pp, 264265).
25
Cf. C. LÉVI-STRAUSS, “L’analyse structurale en linguistique et en anthropologie”, esp. pp. 34-37. Pero la fonología no es una “ciencia exacta” sino, simplemente, una disciplina intralingüística que permite un estudio riguroso (no
“exacto”) de hechos ligados al sonido; pues una teoría es “exacta” cuando posee
un grado elevado de predictibilidad, y es “rigurosa” cuando, al aplicarla, se utiliza
un “sistema cerrado” sirviéndose solamente de principios lógicos; como esta
forma de proceder se puede aplicar a la fonología, se puede concluir diciendo
que, dentro del campo de las ciencias del lenguaje, la fonología sería mas precisa
que otras disciplinas glotológicas, pero no más “científica”, como cree LéviStrauss (cf. C. J. LETTNER, Sur la détermination de l’objet de la linguistique,
n. 58).
Por lo que se refiere a este tema y al modo de proceder que caracteriza las ciencias del lenguaje, el caso de K. Verner es ejemplar; en efecto, se habían efectuado
hipótesis y llegado a ciertas conclusiones sobre determinados fenómenos que se
pueden observar en las lenguas; posteriormente, se notó que estas hipótesis eran
contradichas por nuevos hechos provenientes de nuevas observaciones; de modo
que hubo que modificar las hipótesis de manera tal que lo que las mismas preveían pudieran estar de acuerdo tanto con los nuevos hechos como con los anteriores; pero en ningún momento se fue más allá de los límites del lenguaje ni de los
del método científico (véase al respecto K. VERNER, “Eine ausnahme der ersten
lautverschiebung”, y cf. O. JESPERSEN, “Karl Verner”, pp. 805-808).
24
20
cada etapa se han de poder formular definiciones, en sí mismas irreductibles, mediante la enunciación del género próximo y la diferencia específica-: a) fenomenológico, o de la observación de la
producción glotológica por medio del ‘saber hacer’ pragmático de
los locutores, lo cual implica la identificación del objeto que se ha
de estudiar; b) metodológico, o de la organización de estos hechos
pragmáticos ya identificados, lo cual implica la descripción del objeto, y c) epistemológico, o de la justificación racional de estos hechos, lo cual implica la definición, delimitación y clasificación de
este objeto26; en este sentido, se debe señalar que todos aquellos
que hablan una lengua advierten intuitivamente que la palabra representa la cosa y, asimismo, que esta palabra está en la mente sin
dejar de ser un sonido, un resonar; y, además, todo aquel que habla
puede llegar a darse cuenta que la gramática tiene por tarea ‘reducir
la lengua, que anda «suelta e fuera de regla», en artificio’, esto es,
organizar las palabras, pero no la sonoridad de éstas27.
Cf. E. CASSIRER, An Essay on Man, pp. 67-68 y 70-71; Id., Antropología filosofica, pp. 107-109 y 111-12; E. HUSSERL, “Phenomenology”, pp. 699-701;
E. COSERIU, “Fundamentos y tareas de la lingüística integral”, p. 38, y M.
BÓRMIDA, El método fenomenológico en Etnología, pp. 32-35; Id., Etnología
y fenomenología, pp. 12-18, y v. id., “Ergon y Mito”, pp. 9-10 y 55-58.
27
Vid. A. DE NEBRIJA, Gramatica sobre la lengua castellana, a.iii.a.
26
21
1.
OPOSICIONES
La primera distinción que efectúan intuitivamente los
locutores de una lengua es, pues, la división entre lenguaje, lengua
y habla, oposición que ha sido sistematizada científicamente por F.
de Saussure1. Si los sujetos que hablan la lengua no poseen un
conocimiento científicamente justificado de la misma saben, sin
embargo, de una manera claro-confusa pero segura, que hablar es
siempre hablar una lengua2, y que, por otra parte, la lengua sólo se
manifiesta en el hablar de los individuos (cf. el “círculo del
Vid. Cours de linguistique générale, pp. 25-32 y 112-113; cf. G. VON DER
GABELENTZ, Die Sprachwissenschaft, pp. 2-4; B. CROCE, Tesi fondamentali,
pp. 69-70; v. E. COSERIU, “Georg von der Gabelentz”, pp. 75-78, C. J. LETTNER, Qué es el lenguaje, n. 1, y R. JAKOBSON, “The Kazan’[s] School of Polish Linguistics”, pp. 411 y 412. En tiempos recientes y modernos, esta tricotomía
o dicotomía (lengua-habla) fue señalada por vez primera en 1817 y documentada
en la primera versión de la Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas de G. W. F.
Hegel (§ 380), y se la encuentra antes en A. de Nebrija (1492) y luego -aparte de
F. de Saussure (1908-1909, 1916) o B. Croce (1900)- en autores como W. von
Humboldt, 1820-1822, 1832; N. J. Madvig, 1842; J. Baudouin de Courtenay,
1871; A. G. Noreen, 1888, 1903, y G. von der Gabelentz, 1893, 1900.
Pero obsérvese que ‘la origininalidad propia de Saussure consiste en haberle otorgardo a esta distinción un lugar central y un carácter operatorio en la consideración epistemológica del objeto lingüístico (G. MOUNIN, Saussure, p. 38; cf.
C. J. LETTNER, Sur la détermination de l’objet de la linguistique, n. 156). Pues
“no sólo la función significativa de los hechos distintivos es un artefacto cultural
sino, asimismo, lo es la esencia fónica de esos hechos” (R. JAKOBSON, “On the
Identification of Phonemics Entities”, p. 210): “Como las escalas musicales, las
estructuras fonemáticas constituyen una intervención de la cultura en la naturaleza, un artificio que impone sus reglas técnicas al continuum sonoro” (R. JAKOBSON y M. HALLE, “Phonology and Phonetics”, p. 17).
2
Vid. G. W. VON LEIBNIZ, “Meditationes De Cognitione”, pp. 537-538; G.
VICO, De antiquissima Italorum sapientia, p. 258, y cf. C. J. LETTNER, La sémiologie de G. Vico, pp. 7-19: “La existencia y la seguridad del saber lingüístico
se manifiestan positivamente, en el hecho de que el hablante utiliza esquemas
formales y semánticos tradicionales, y negativamente, en el hecho de que el hablante reconoce como ajeno aquello que no corresponde a su lengua” (E. COSERIU, Sincronía, diacronía e historia, pp. 58-59).
1
23
lenguaje”)3: ‘el lenguaje, como «lengua», en tanto complejo
riguroso de constituyentes y de categorías dadas, sólo existe en
potencia, pero, como «habla», es susceptible de ser repetido hasta
el infinito’4. Se puede constatar, por lo tanto, que toda lengua está
hecha con sonidos -la misma se puede escuchar: “el oído es el
órgano del lenguaje”5-, pero se advierte, simultáneamente, que la
lengua es, además, algo que se halla en el fuero interno, en el fondo
de la conciencia, i. e. se puede notar que en la lengua hay tanto una
unión como una separación entre expresión (acústica) y significado
(mental), entre materia y forma6: el sonido, evanescente, sólo existe
cuando deja de existir7, y, gracias al oído, el tono sonoro refleja la
Pero no se trata de un ”círculo vicioso”, pues el vocablo ‘lengua’ no se toma dos
veces en el mismo sentido, pues, en un caso, se trata de la lengua como “saber”
o acervo lingüístico, y en el otro, de la manifestación concreta de ese saber en el
hablar: el hablar es acto (prâxis) que utiliza palabras puestas a su disposición
por el uso (nómos) (Platón, Cratilo, 387b), acto que manifiesta concretamente el
“uso”, y, al manifestarlo, lo supera y lo modifica, es decir, el lenguaje es una “actividad” (Humboldt) (cf. W, PORZIG, Das Wunder der Sprache, pp. 82-86; C.
J. LETTNER, Qué es el lenguaje, n. 2, y s. E. COSERIU, Sincronía..., pp. 31-32,
y v. W. VON HUMBOLDT, Über di Kawi-Sprache, p. LVII).
4
J. BAUDOUIN DE COURTENAY, “Někotoryja obščǐ zaměčcanǐja”, pp. 314315.
5
ARISTÓTELES, Parva naturalia, “De Sensu”, 437a 1-15; cf. E. SAPIR,
Language, pp. 17-18, y E. HUSSERL, Logische Untersuchungen, II, I, p. 33.
6
En efecto; la “lengua” se caracteriza también por su realización -es “un hecho
social”, como dice F. de Saussure, ‘una de las instituciones que hacen la cultura
humana’, cuyo ‘principal agente para lograr la comunicación es la voz’ (W. D.
WHITNEY, “Strictures of the Views of August Schleicher”, p. 51, y v. F.
HINTZE, “Zum Verhältnis der sprachlichen «Form» zur «Substanz»”; E.
COSERIU, Teoría del lenguaje y lingüística general, pp. 218-219; C. J.
LETTNER, Problèmes de la représentation du langage, III, § 2)-: el lenguaje
“está constituido por sonidos que forman como una especie de substratum sonoro
al cual se ligan nuestros pensamientos y sentimientos” (A. GRÉGOIRE, La
linguistique, p. 56), es una totalidad constituida de forma y materia, es decir, es
simultáneamente sustancia formada y forma manifestada, y, por otro lado, el
hecho mismo de realizarse es parte del lenguaje.
7
La “rápida desaparición” y la “transmisión irradiada y recepción direccional”
del sonido son universales del lenguaje (cf. C. F. HOCKETT, Curso de lingüística
moderna, pp. 554-555).
3
24
estructura interior del objeto que lo produce, es decir, de la
interioridad de la conciencia, pues “la voz humana viene del interior
del cuerpo humano, fuente de su resonancia”8.
Estas dualidades propias y características del lenguaje -y
consecuentemente de este “saber” y “saber hacer técnico”
glotológicos- no son más, por tanto, que la manifestación del hecho
de que éste posee una doble naturaleza: si el mismo no fuera a la
vez “alma y ruido” cosa física y mente, expresión y significación,
los locutores no podrían hablar, es decir, la representación y, luego,
la comunicación no sería posible, dado que “sólo podemos tomar
contacto con otros, comunicarnos, por medio de cosas, y sólo
podemos comunicar lo que no es cosa, sino interioridad de la
conciencia”9, i. e. lo mental, lo que es ajeno a la cosa y se opone a
la misma, es decir que la comunicación tiene lugar, ciertamente,
por medio de cosas, pero si aquello que es representado -concebidoy a continuación comunicado es mental, entonces lo que se
transmite son contenidos de conciencia10.
Mas afirmar que la esencia del lenguaje es doble equivale a
decir que el mismo posee una doble dimensionalidad, con otras
palabras, a decir que, dado que sólo es posible establecer la
comunicación “por medio de cosas” -el mundo práxico es
irreductible-, es necesario referirse a la realidad extralingüística,
hecho que da lugar a la dimensión o relación “sujeto-objeto” o
deixidad, relación que es originaria dado que el lenguaje suena y
Vid. W. J. ONG, Orality and Literacy, pp. 70-73, “The interiority of sound”, cf.
id., Oralité et écriture, pp. 90-91. Nótese que las ideas de interior y de exterior
no son conceptos matemáticos y no pueden diferenciarse matemáticamente, sino
conceptos fundamentados en la existencia misma, así como en la experiencia de
nuestro cuerpo, que “se sitúa al mismo tiempo en mí [...] y fuera de mí (yo me
siento como en el interior de mi cuerpo, es una frontera entre mí mismo y todo
lo demás)” (id., ib., pp. 90-91).
9
E. COSERIU, Teoría del lenguaje, p. 140 y n. 99.
10
Cf. J. DEWEY, Logic, pp. 4647; E. COSERIU, id., p. 140.
8
25
resuena, tañe11. Y además, puesto que la lengua es social -“el
lenguaje establece un puente entre los sistemas nerviosos
individuales”12-, esta doble naturaleza supone otra relación, la
dimensión “sujeto-sujeto” o alteridad13, que es, por lo tanto,
fundamental porque este “puente” es irreductible: para hablar, se
recurre tanto a la competencia o facultad lingüística como a la
extralingüística y, por otra parte, toda facultad se realiza siempre
como actividad14.
En efecto; si, en general, en las ciencias no es posible tener en
cuenta todo tipo de actividad (como, por ejemplo, aquella que da
lugar únicamente a un movimiento de tipo transitivo y fabricador)
sino que, ante todo, hay que considerar la actividad en tanto acción
inmanente y no transitiva -esto es, como el acto en sentido propio
Pues “El nombre existe como lenguaje. El lenguaje es el concepto existente de
la conciencia y, por lo tanto, no se fija; de ahí que deje inmediatamente de ser en
el momento mismo en que es. El lenguaje existe en el elemento aire, como un
aspecto exterior del fluido libre, sin forma; y dado que el lenguaje es, de este
modo, por completo exterior a sí mismo en el momento mismo en que es, el
lenguaje tiene existencia universalmente comunicadora” (G. W. F. HEGEL,
Philosophie des Geistes, Frag. 20, ‘Primera Potencia: Memoria, Lenguaje’, p.
211, cf. La première Philosophie de l’Esprit, p. 83; W. VON HUMBOLDT, Über
die Kawi-Sprache, § 9, p.LXVI; Id., Über die Verschiedenheit des menschlichen
Sprachbaues, p. 426, y v. C. H. HOCKETT, “The Origin of Speech”, p. 90; E.
SAPIR, Language, pp. 17-18, y M. DONALD, Origin of Modern Mind, pp. 3334.
12
L. BLOOMFIELD, Linguistic Aspects of Science, p. 15; cf. E. COSERIU,
Introducción a la lingüística, pp. 27-32, “El acto lingüístico”.
13
Vid. C. J. LETTNER, “Natur der Sprache”, b, § 2.2.
14
Cf. E. COSERIU, La creación metafórica en el lenguaje, pp. 8-9.
Para la diferencia entre “significación” y “designación” o entre contenido
lingüístico y objeto (o “logoide”) de referencia extralingüístco, v. el comentario
sobre la denominación sánscrita del elefante en W. VON HUMBOLDT, Über di
Kawi-Sprache, pp. CX-CXII; cf. con la distinción “el vencedor de Iena - el
vencido de Waterloo”, dicho de otra manera (y una sola vez), Napoleón, de E.
HUSSERL, Logische Untersuchungen, II, I, p. 47: cf. supra, n. 2.
11
26
o “enérgeia”-15, se puede agregar que, en este caso, la “facultad” es
la ‘potencia de actuar’, siendo entonces la “actividad”, en oposición
a la ‘dinamicidad’16, “el estado de encontrarse en acción”17. Y si,
en particular, se considera la naturaleza y función del lenguaje, se
observa que, por ser la “palabra” el elemento lexical de la lengua
y la frase su elemento sintáctico, tanto el léxico como la sintaxis
traducen la constitución hilemórfica del mismo, i.e. el léxico es la
materia que la sintaxis informa, con lo cual se tiene que el lenguaje
es un instrumento (órganon: actus, actualitas) que se verifica como
tal en el estado activo -discursivo- del ‘modelo sintáctico’18.
Esto significa que, desde un punto de vista estructuralfuncional y fenomenológico, el lenguaje se observa o comprueba en
aquello que constituye el momento formal de su utilización actual
discursiva o, dicho de otro modo, el lenguaje, en tanto actividad,
puede ser identificado en las “proposiciones orales” o enunciaciones estructuradas, articuladas. Por un lado, entonces, cuando
se dice que el lenguaje es “actividad” se indica la clase a la cual
pertenece por su esencia (al considerarlo en y por sí mismo); y, por
otro lado, al constatarse que el lenguaje es actividad, se menta su
posibilidad de ser o existir, esto es, se hace simultáneamente alusión
a su realidad fenoménica o, lo que es lo mismo, se constata que -por
ser actividad- es también una “facultad”, a saber, la facultad o
Cf. lat. actus, actualitas: se trata del único acto que puede perpetuarse, que es
completo y acabado en cada uno de sus momentos y que no cesa cuando alcanza
su fin, y que es, por ello, anterior a la ‘capacidad’ o potencia (dínamis): cf.
ARISTÓTELES, La métaphysique, II, Θ, 6, 1048a 25 - 1048b 18-35; G.-G.
GRANGER, La théorie aristotélicienne de la science, pp. 258-260: v. la
diferencia entre “actividad” y “acto” en A. POMPEI, “Azione”, pp. 684-685.
16
Cf. M. KAPPES, Aristoteles-Lexikon, p. 27.
17
“[Sie] bedeutet nicht «Wirksamkeit», sondern den Zustand des «Im-WerkSeins»” (K. VON FRITZ, Philosophie und sprachlicher Ausdruck, p. 66, y v. A.
CUVILLIER, Nouveau vocabulaire philosophique, p. 77).
18
Cf. K. BÜHLER, “Über den Begriff der sprachlichen Darstellung”, pp. 292 y
294.
15
27
‘competencia’ que lleva a que la lengua se realice “en el aire”: el
lenguaje, pues, se manifiesta y se organiza primariamente como
“una actividad -una facultad- que consiste en hablar”[19].
Como actividad, el lenguaje es, por lo tanto, “acto verbal”, la facultad “[...] de
concebir y emplear signos, de formar asociaciones independientes de las
relaciones naturales entre las cosas” (R. GODEL, Les sources manuscrites du
Cours de linguistique générale, p. 148), “«la facultad de evocar los signos de un
lenguaje normal»” (id., ib.); y el mismo es, también, “acción verbale”, la
realización de esa facultad en la enunciación.
Ello es así porque, a partir de la experiencia lingüística -de los datos lingüísticos, es posible analizar la noción de “actividad” por medio de la identificación, en
el seno mismo del lenguaje, de cuatro “momentos” o aspectos axiomatisables
pero que, por provenir de la materia misma del fáctum glotológico, y por suponer
la distinción humboldtiana, “enérgeia/érgon”, y la distinción saussuriana,
“lengua/habla”, no son arbitrarios: si se parte de un trébol cuadrifolio -que
permite dar el primer paso, el que va “de la extrema formalización a la realidad
tangible”-, podemos representar los momentos de la “acción verbal”, el “acto
verbal”, del “producto lingüístico” y de la “forma lingüística” (K. BÜHLER,
Sprachtheorie, p. 48; v. R. CEÑAL LORENTE, La teoría del lenguaje de Carlos
Bühler, pp. 68-82; cf. A. ASTI VERA, Fundamentos de la filosofía de la ciencia,
p. 106: v. supra, § 0, n. 13). La actividad, la “enérgeia” humboldtiana, es lo que
recubren los conceptos de “acción verbal” y de “acto verbal”, y se la puede
llamar, justamente, habla, parole, speech, mientras los conceptos designados por
“producto lingüístico” y por “forma lingüística” serían, por el contrario, érgon,
“obra, producto”.1 M. COHEN, “La fonction langage”, p. 15.
19
28
2.
DOBLE ARTICULACIÓN
Si, por una parte, “Lo esencial es lo que se escucha, lo que se
llama el lenguaje articulado, un conjunto de ruidos, formados
grosso modo como por un instrumento de viento, de manera que
[la sonoridad] pueda llegar bastante lejos, donde los pulmones
suministran el fuelle, y se habla modulando el soplo que sale del
mismo”1, por otro lado ‘La ley de la articulación padece necesariamente si lo que se presenta en el concepto como unidad no
aparece también como tal en la expresión, y toda la realidad viviente
de la palabra como individuo queda eliminada para el concepto que
carece de tal expresión’2, es decir, “Al acto de comprensión que
produce la unidad del concepto corresponde, como signo material,
la unidad de la palabra, y ambos -concepto y palabra- deben estar
cercanos uno al otro lo más posible, tanto en el pensamiento como
en el habla”3. Se constata, en efecto, que, en el habla humana, los
límites entre los cuales puede oscilar un sonido para que se lo pueda
seguir reconociendo siempre como el mismo (y no como otro
distinto) son muy estrechos, y si uno de ellos varía hasta sobrepasar
un cierto límite, no sólo desaparece este sonido sino que aparece
otro en su lugar4, un mecanismo de determinación y definición del
sonido -en sí mismo y en lo que hace a sus relaciones unívocas con
M. COHEN, “La fonction langage”, p. 15.
W. VON HUMBOLDT, “Ueber das vergleichende Sprachstudium”, § 16, p.
251.
3
Id., ib., § 16, pp. 251-252.
Pues “Las formas del pensamiento están ante todo expuestas y consignadas en el
lenguaje del hombre. [...]. En todo aquello que se le convierte en algo interior, y
principalmente en la representación, en lo que hace suyo, ha penetrado el
lenguaje; y lo que el hombre convierte en lenguaje y expresa con él, contiene
escondida, mezclada y elaborada una categoría” (G. W. F. HEGEL, “Prólogo a
la segunda edición”, p. 31, de la Ciencia de la Lógica, y cf. id. Wissenschaft der
Logik, I, “Vorrede zum zweiten Ausgabe”, pp. 9-10.
4
Cf. W. PORZIG, Das Wunder der Sprache, p. 154.
1
2
29
otros sonidos- que se denomina “articulación”5, es decir, la
articulación es, en sí, la determinación y la elaboración del sonido
para transformarlo en designación, i. e. el sonido se articula tan sólo
cuando se torna lenguaje6.
El lenguaje articulado es, entonces, el que, contrariamente a
otros sistemas semiológicos, comprende una asociación o
combinación orgánica de elementos de significación, a saber,
palabras y grupos de palabras7, y que, en consecuencia, merced al
‘principio de relevancia abstractiva’, incluye además la forma o
estructura de la palabra, es decir, la unión de la ‘imagen acústica’ y
del ‘concepto’8, pues un articulus es una pequeña unidad
Cf. id., ib., y v. id., El mundo maravilloso del lenguaje, pp. 166-167.
Vid. J. N. MADVIG, “Ueber Wesen, Entwickelung und Leben der Sprache”, p.
76; cf. id. “Om Sprogets, Væsen, Udvikling og Liv”, p. 21.
7
Al respecto v. J. MAROUZEAU, Lexique, p. 38: “Articulé [Gegliedert,
Articulate]”, “langage articulé [artikulierte Sprache; articulate speech]”, “del
lat., articulus, traducción del griego arthron = miembro, parte de un todo
orgánico”; si la articulación puede ser “segmental, longitudinal, integral o
formal”, en general, “La articulación consiste en repartir la función comunicativa
del discurso entre unidades de rango inferior” (E. BUYSSENS, La
communication et l’articulation linguistique, p. 167).
Y si “In every speech-community, certain combinations (morphemes) of a very
limited number of types of vocal sounds (phonemes) are socially fixed as reactions to certain stimuli and as stimuli to certain reactions coordinated with the
forms stimuli (meaning)” (L. BLOOMFIELD, “Why a Linguistic Society?”, p.
2), “El lenguaje es una actividad mediante la cual se representa objetivamente con
símbolos fónicos el contenido de la conciencia” (A. PAGLIARO, “Il linguaggio
come conoscenza”, p. 57).
8
Los hombres no reaccionan a las fonaciones en cuanto tales -la fonación es
parte de la palabra si se la considera a ésta como un fenómeno parcial constituido
por meras ondas sonoras-: el sonido lingüístico no es el sonido sin más, sino el
sonido articulado (v. C. J. LETTNER, Problèmes de la représentation du
langage, I, pp. 59-60 y n. 93; cf. E. HUSSERL, Logique formelle, pp. 29-32,
‘Idéalité du langage’): “Con los signos que son soporte de un significado, las
cosas materiales, ese algo perceptible hinc et nunc, están dispuestas de modo que
no tienen que entrar con toda la plenitud de sus propiedades concretas en la
función semántica; por el contrario, puede ocurrir que sólo este o aquel momento
5
6
30
glotológica resultante de la división que produce el pensamiento en
la cadena sonora o fónica, un pequeño término lingüístico donde
una idea se fija en un sonido y donde un sonido se hace el signo de
una idea9. Por ello, y si se considera que el lenguaje es una actividad
instrumental creadora de símbolos, se dice simultáneamente que aun cuando se constata que hay ya una percepción prearticulada y
prelingüística de la realidad-, la actividad glotológica originaria, a
saber, la designación, crea una determinada clase o “categoría”, esto
es, conceptos abstractos, o sea, el tipo de conceptos que son tales
que se encuentran necesariamente en oposición una realidad
concreta, infinita, múltiple e indivisible; por esta razón, el signo
consiste, entonces, en una combinación de o relación entre
“contenido” y “expresión”, cada parte del signo tiene tanto una
“forma” como una “substancia”, y, dado que el signo tiene que
adquirir, también, una función semiótica, tiene que tener igualmente
un referente -i. e. una cosa- que habrá de ser denotado10. Por
consiguiente, se puede deducir que la articulación del lenguaje no
sólo tiene lugar en el plano de la expresión sino, asimismo, en el
plano del contenido, o, con otras palabras, se ve que la característica
específica de la articulación lingüística consiste en que la misma
ocurre necesariamente dos veces; de ahí que, como fenómeno que
existe en la realidad -cuyas manifestaciones deben sonar y tañir en
abstracto resulte relevante para su meta de funcionar como signo: este es, en
términos sencillos, el principio de la relevancia abstractiva” (K. BÜHLER,
“Phonetik und Phonologie”, p. 38; cf. id., Schriften zur Sprachtheorie, esp. p.
164 y 194-195): En general, de todo signo considerado bajo la fórmula aliquid
stat pro aliquo [...] se puede preguntar en virtud de qué cualidades obtiene y
desempeña su función representativa porque toda representación arguye como
una doble entidad [...], es decir, en todo signo se puede considerar lo que es en
sí mismo, su entidad [...] «privada», y su caracterización específica como
representante de otra cosa o entidad. El principio der abstraktiven Relevanz
expresa esta distinción, fundamental en todo concreto significativo” (R. CEÑAL
LORENTE, La teoría del lenguaje..., p. 99).
9
Cf. F. DE SAUSSURE, Cours…, p. 156.
10
Cf. A. MARTINET, “La double articulation linguistique”, pp. 35-36.
31
el aire-, el lenguaje se muestra, siempre y esencialmente, como algo
doble11, “¿pero dónde está el fantasma, dónde está la realidad?”12.
Se ve, entonces, que la doble relación que determina la naturaleza opositiva del lenguaje, es decir, la relación alteridad-deixidad
-dos caras de una misma moneda, siendo la primera fundamental y
la segunda originaria-, proviene del hecho que, dado que la unión
de una estampa o imagen acústica con un concepto, i → c13, transforma la lengua14 en “término medio”15, y dado que el útil supone
un enfoque que tiene como meta un uso intencional16, el lenguaje es,
en consecuencia, subjetivo y objetivo, y por ello se constituye siempre como un mediador; ‘primero, entre la naturaleza acabada y la naturaleza infinita; luego, entre uno y otro individuo; su esencia jamás
se encuentra por completo en un único individuo, sino que siempre
Cf. F. DE SAUSSURE, [IIe] Cours de linguistique générale, pp. 7-9.
Id., ib., p. 39: En efecto, “ARTICULUS: unité linguistique, en tant que division
engendrée par la pensée dans la chaîne phonique [...]” (R. GODEL, Les sources
manuscrites…, p. 255).
13
Cf. id., Cours…, pp. 27-29.
14
En tanto ésta es un ‘instrument sémiologique permettant au langage de se manifester dans la parole’, o un ‘idiome, «langue déterminé quelconque»’ (E. ENGLER, Lexique de la terminologie saussuriene, pp. 31 y 32).
15
Es decir, en “el existente término-medio racional, la generalidad existente del
proceso práctico” (G. W. F. HEGEL, La première philosophie..., p. 99; y v. E.
CASSIRER, Las ciencias de la cultura, pp. 42-43: Pues ‘Instrumento y lenguaje
pertenecen, como es sabido de antiguo, a lo más humano del hombre: el homo
faber utiliza cosas elegidas y transformadas como instrumento, y el zoon politikón introduce el lenguaje en el trato con sus semejantes. […]. El lenguaje es afín
al instrumento; también pertenece a los utensilios de la vida, es un órganon como
el utensilio real, la cosa intermedia material ajena al cuerpo: el lenguaje es, como
el instrumento, un intermediario que ha sido forjado […]’ (K. BÜHLER, Sprachtheorie, p. III).
16
Ver más adelante, § 3.
Cf. L. J. PRIETO, “Signe et instrument”, pp. 182-187. Como dice F. DE SAUSSURE, “El concepto se vuelve una calidad de la sustancia acústica como la sonoridad se vuelve una calidad de la sustancia conceptual” (Cours/Engler, p. 233,
cf. Cours..., pp. 144-145).
11
12
32
tiene que ser sacada del otro’17; pues “Así como oímos, también hablamos; oui, <Messieurs, sans doute>, pero sin jamás dejar de atenernos a la impresión acústica, <no solamente recibida, sino también> recibida <en nuestra mente, y que es la única [impresión] que
puede decidir soberanamente de lo que ejecutamos>, es ella la que
todo dirige”18, esto es, si el sonido efectiviza el concepto, este producto -es decir, el tono, la melodía- vuelve al oído, y la representación (el concepto) se vuelve objetividad al mismo tiempo que permanece siempre como posibilidad o competencia “dada”19, con
otras palabras, el lenguaje está doblemente articulado20, lo cual no
Cf. W. VON HUMBOLDT, Über die Kawi-Sprache, p. LXVI; v. E. CASSIRER, Philosophie der symbolischen Formen, I, pp. 104-105.
18
F. DE SAUSSURE, Notes sur la linguistique générale, p. 31, 50-55.
19
Cf. W. VON HUMBOLDT, ib.; cf. id., Über das vergleicende Sprachstudium,
§ 20.
20
Cf. id., Über das vergleichende…, §§ 5 y 16; “Unvollendete Abhandlung”, p.
277; H. STHEINTAL, “Programm”, p. 227 notas 15-18; v. PLATÓN, Cratilo,
424 c-d, y Teéteto, 203b; cf. ARISTÓTELES, Poetica, 20, De interpr., 1 16a y 2
16a -donde se encuentra una clara descripción de la doble articulación-, y v. A.
MOUNIN, Histoire de la linguistique des origines au XXe siècle, pp. 84-90; R.
ELUERD, Pour aborder la linguistique, pp. 64-67: Obsérvese que la clasificación de Platón es esencialmente de tipo acústico mientras que la de Aristóteles
es tanto articulatoria como biológica: cf. la foca (infra, n. 22).
Considerando que, por su naturaleza misma, el signo lingüístico es finalístico, el
sonido glotológico tiene por objetivo transmitir un “significado” o contenido de
conciencia, i. e. el lenguaje está doblemente articulado (para este tema v. A. PAGLIARO, “La fonologia di Aristotele”, pp. 140-142; G. W. F. HEGEL, “Die
Vorstellung”, esp. §§ 458-459).
Por otra parte, el descubrimiento de la posibilidad de representar las vocales y,
con ello, de la construcción del alfabeto en la Grecia clásica, permitió a los griegos el estudio de los “átomos” del lenguaje (cf. fonemas, cf. “no sonidos”, según
Platon, o consonantes; y cf. ‘palabras’), el primer sistema atomístico, una herramienta mental cerrada, abstracta y de aplicación pragmática, que habría de servir
de modelo para describir otros hechos de la realidad y construir sistemas como
el que explica la teoría atomística de la materia (sobre este tema v. E. A. HAVELOCK, Schriftlichkeit, pp.67-71; en relación con la generalización abstracta de
este modelo, cf. G.-G. GRANGER, Pensée formelle, pp. 50-61; y para el paso de
la oralidad a lo escrito y los problemas que el mismo plantea, v. M. C. DASSO,
“La escritura y la presencia religiosa”, esp. p. 96 y sqq., y pp. 104-110, “Escritura
para los Wichí”).
17
33
es una hipótesis sino un hecho de observación, dado que “es infinitamente probable que esta característica vocal, fónica de las lenguas
se encuentre ligada a las aptitudes anatómicas, fisiológicas y cerebrales de la especie humana”21 (pero no, por ejemplo, a las de la
foca, cuadrúpeda y vivípara22), ya que, si bien no es posible pensar
sin imágenes, materia de las ideas23, el lenguaje no es de carácter inmaterial sino, asimismo, una maquinaria y técnica corporal de producción de ruidos variados que consiste esencialmente en la acción
indirecta, a saber la representación simbólica de cosas por medio del
sonido24, una expresión que permite el ejercicio práctico “del pensamiento que razona en sus desarrollos sucesivos”25, y es por ello
G. MOUNIN, “Linguistique”, p. 1049; v. A. MARTINET, “Interview par
Brigitte Devismes”, § 4; cf. C. J. LETTNER, “Natur der Sprache”, d, § 4, y C.
HOCKETT, “The Origin of Speech”, pp. 135-150, “Duality of Patterning”.
22
‘Contrariamente a la foca, que puede oír, aunque solo tenga conductos auditivos, pero no orejas externas (nada útiles para la foca porque vive en el agua), el
hombre posee, en cambio, un oído mediato, aéreo -cuya principal función es hacernos conocer las diferencias en los sonidos-, y la sensación auditiva es el resultado de la puesta en movimiento de la columna de aire, movimiento que se
comunica al aire encerrado en el conducto auditivo ... el aire en movimiento se
transmite hasta el pecho, para alcanzar la región donde el pneuma, el soplo, da
nacimiento a la inspiración y la expiración; y es de allí que el sonido vuelve como
palabras, pues la palabra no es más que una especie de eco de los sonidos articulados que penetraron en la oreja..., y, sea como fuere, el movimiento auditivo
se propaga de la oreja a la garganta ... un proceso de gran riesgo para la foca
pues, si dejara pasar el aire que viene de lejos, pasaría asimismo a sus orejas gran
cantidad de agua’ (ARISTÓTELES, De gen. anim., V, 2-3, 781a 15 - 781b 28; cf.
G. POUCHET, La biologie aristotélique, pp. 60-61).
23
ARISTÓTELES, Parva nat., “De memoria et reminiscentia”, 449b 30 - 450a
5: “La facultad noética, por lo tanto, piensa las formas en las imágenes” (De
anima, 431a 16), ‘es en las imágenes que el entendimiento piensa las formas inteligibles, las ideas’, ‘las imágenes son como la materia de las ideas’ y la imagen
es la forma sensible que subsiste en la mente después de la sensación (De an.,
431b 1.5).
24
Vid. M. COHEN, Matériaux pour une sociologie du langage, I, p. 37; id,. Le
langage, pp. 15-18 y p. 31.
25
M. COHEN, “Estructura social y estructura lingüística”, p. 75; v. id., Le langage, pp. 15-18; cf. K. GOLDSTEIN, “L’analyse de l’aphasie”, pp. 495-496.
21
34
que ‘la alianza que vincula el pensamiento, los órganos fonatorios
y el oído se basa en la organización originaria e irreductible de la
naturaleza humana’26, concordancia que manifiesta, a su vez, la
esencia y función del lenguaje en tanto instrumento que ha sido forjado27: ‘¿Qué es sonido, qué es articulación? [...], articulación es arquitecturación, estructuración, organización’28, “y he hablado de una
articulación mediante sonidos, no de una expresión mediante sonidos articulados, con lo cual quiero dar a entender que la articulación
es algo que tiene lugar en función de la expresión lingüística, y no
algo meramente fisiológico, algo que únicamente se vincula con la
naturaleza del sonido”29.
W. VON HUMBOLDT, Über die Kawi-Sprache, p. LXVI, y v. A. LEROIGOURHAN, Le geste et la parole, I, pp. 162-163; cf. J. PAULUS, La fonction
symbolique, p. 121; v. A. JACOB, Les exigences théoriques de la linguistique, pp.
80-81.
27
“Doblemente articulado” significa, entonces, que en el lenguaje existen dos
articulaciones o “análisis” -el del pensamiento y el que le corresponde al tornarse
éste expresión (y de ahí que ‘articulación sea arquitecturación y estructuración)’, ‘dos análisis’ de articulaciones cuya concordancia y correspondencia manifiesta,
justamente, la esencia del lenguaje, que se da como una relación de intermediación entre la forma verbal -que existe en el aire- y el concepto, expresión inmediata del pensamiento. Pues “El papel característico de la lengua frente al
pensamiento no es el de crear un medio fónico material para la expresión de las
ideas, sino el de servir de intermediaria entre el pensamiento y el sonido, en condiciones tales que su unión lleva necesariamente a deslindamientos recíprocos de
unidades. El pensamiento, caótico por su naturaleza, se ve forzado a precisarse
al descomponerse. No hay, pues, ni materialización de los pensamientos, ni espiritualización de los sonidos, sino que se trata de ese hecho en cierta manera
misterioso: que el «pensamiento-sonido» implica divisiones y que la lengua elabora sus unidades al constituirse entre dos masas amorfas” (F. DE SAUSSURE,
Curso de lingüística general, p. 192), y “Se podrá llamar a la lengua el dominio
de las articulaciones [...]: cada término lingüístico es un miembro, un articulus
donde se fija una idea en un sonido y donde un sonido se hace signo de la idea”
(id., ib., p. 193).
28
G. VON DER GABELENTZ, Die Spraschwissenschaft, pp. 4-5: “Artikulation
ist Gliederung”, “articulación es segmentación”.
29
Id., p. 6: ‘Hacer que un pensamiento sea claro significa descomponerlo, y el resultado de este desglosamiento debe corresponder a la expresión lingüística que,
a su vez, debe ser estructurada, es decir, articulada’ (id., ib., p. 6).
26
35
Pero puesto que, además, el lenguaje es subjetivo y objetivo,
y considerando que supone la alteridad e implica el acto deíctico, el
mismo posee una esencia social -cuyo carácter es fundamental (cf.
dimensión sujeto-sujeto)-; y dado que es, asimismo, una incesante
actividad intencional, se observa que “cuando surgió como emergencia natural de formas previas de actividad animal”30, transformó
seguidamente el mundo circundante humano por medio de su esenLa universalidad y necesidad de la doble articulación habría surgido, sin duda, de
hechos generales evolutivos como el impulso de una inteligencia preglotológica,
de la sonoridad idiomática y del simbolismo del pensamiento lingüístico, pues
‘First, given the intellectual powers of humans without language (for example,
deaf-mutes), there must have been a prelinguistic change in primate cognition
that raised the basic cognitive skills of human above those of apes and set the
stage of language. Second, the primal form of language was not sign language
(Gebärdensprache) but rather speech (Rede, a vocal communication system), because speech emerged in two stages, the first of which must have been a rudimentary form of song, and the second, language itself. Third, articulate speech, once
established, interacted with the human capacity for thought, leading to the development of new forms of thinking. Darwin believed that during the first stage of
language evolution, there was a prelinguistic expansion of primate intelligence,
resulting in a capacity to represented the world symbolically […]’ (M. DONALD,
Origin of the Modern Mind, pp. 33-34 y p. 34; cf.. C. DARWIN, De Descent of
Man, I, pp. 34-69 y 70-106, “Comparison of the Mental Powers of Man and the
Lower Animals” y “Language”; v. J. N. SPUHLER, “Biology, Speech, and Language”, pp. 509-513).
“It is clear he [i. e. Darwin] meant that human intentionality (our ability to represented, and make propositions, about the world) must have emerged in some
prelinguistic form. This implies the existence of archaic forms of hominid cognition that rose above the intellectual level of the ape, without involving what we
know as language. […]” (M. DONALD, ib.; cf. C. F. HOCKETT, A Course in
Modern Linguistics, esp. pp. 569-586, “Man’s Place in Nature”, § 64.4, “Language and Human Origins”, y pp. 353 sqq., “Linguistic Ontogeny, und Phylogeny”).
30
A. GOMENSORO, John Dewey, pp. 21-22; cf. J. DEWEY, Logic, p. 56; id.,
Logique, p. 116: ‘El lenguaje no originó los comportamientos asociativos que se
pueden observar [...] en todo lo que existe en la naturaleza pero, cuando surgió
[...], transformó las formas y modos de comportamiento asociativos anteriores,
con lo cual los dotó con una nueva dimensión de la experiencia’ (J. DEWEY,
Logic, p. 56).
36
cia instrumental acústica -cuyo carácter es originario (cf. dimensión
sujeto-objeto)-, transición de lo biológico y de lo natural a lo mental
e intelectual cuya ‘realidad’ o actualidad se denomina “cultura”31,
es decir, en aquello que es a la vez un producto del hablar (de la
transmisión de informaciones, hábitos y símbolos) y la condición
del lenguaje (de la creación de significados): ‘La «cultura», y todo
lo que implique la misma como lo opuesto a la «naturaleza», es a
la vez condición y producto del lenguaje; puesto que el lenguaje es
el único medio para conservar y transmitir a las generaciones posteriores las aptitudes adquiridas, así como las informaciones y los
hábitos adquiridos, la cultura resulta ser un producto del lenguaje,
[lo último]; pero dado que la significación y el sentido de lo que
acaece difieren de un grupo social a otro, la cultura resulta ser [lo
primero], la condición’32; con lo cual se puede constatar prácticamente que el lenguaje -toda lengua- es, entonces, una forma o modo
de cognición, y tal que proviene de la tradición, visto que su función
consiste en organizar la “sustancia del contenido”, los significados
de las palabras que el uso pone a disposición de la sociedad, y en
articularlos por medio de los verba mentis -términos mentales que
representan el ser por medio de conceptos y formas simbólicas- que,
a su vez, se articulan y organizan como cadenas sonoras, como
verba oris -“palabras”, representantes materiales que ya fueron estructurados o articulados en la mente-33, elementos que, al ser doblemente articulados, por su naturaleza misma suenan y resuenan34.
Cf. W. M. URBAN, Language and Reality, pp. 374-375; id., Lenguaje y realidad, p. 310-311 y p. 20; y v. en M. BÓRMIDA la caracterización o definición
de la “cultura” (“Cultura y Ciclos Culturales”, § “La cultura en sentido abstracto”,
p. 7 y notas 4 y 5): “[...] language is primarily a vocal actualization of the tendency to see realities symbolically”, “el lenguaje es, ante todo, una realización
vocal de la tendencia a considerar los hechos simbólicamente” (E. SAPIR, Culture, Language, and Personality, “Language”, p. 15).
32
J. DEWEY, Logic, p. 56; id., Logique, p. 117.
33
Vid. supra, § 0, y cf. n. sig.
34
Cf. E. DANN OBREGÓN, Lógica, pp. 42-43 y 57-60; v. A. STÖHR, Leitfaden
der Logik, pp. 67-68 y p. 107 y, en general, C. J. LETTNER, “Prolusion à une théorie du langage”.
31
37
De ahí que si la lengua -la estructura o el sistema lingüísticose puede comparar a un molde que da forma tanto al sistema sonoro
del significante como a la nebulosa caótica e inorganizada de las
ideas35, y si, en cambio, frente a esta masa amorfa de los pensamientos, la sustancia fónica “no es un molde a cuya forma el pensamiento deba acomodarse necesariamente”36, sino una materia
plástica que la lengua descompone o fracciona en partes distintas
con el fin “suministrar los significantes que el pensamiento necesita”37; y si además, a raíz de ello, se ve que el significante -la imagen o estampa acústica- no es más la suma de una cadena sonora y
de una “sustancia”, sino el resultado de una división cuyo producto
lo constituyen elementos claramente separados38, es decir, si resulta
que la imagen acústica se ve segmentada y articulada y si, de este
modo, representa una ‘forma’ que proviene de la “lengua” -forma
que, como tal, se halla en oposición con su fundamento o causa que
la engendra, a saber, con el substrato físico sonoro, fundamento en
el cual el significante se basa pero con el cual no se identifica39-, se
puede concluir, finalmente, con la afirmación según la cual la articulación es, justamente, una unión entre dos planos lingüísticos, el
de los sonidos y el de los pensamientos, un hecho “en cierta manera
misterioso” que sólo puede aclarar el fáctum de la naturaleza y
esencia del ‘signo’40, y “Esto quiere decir que hay que reservar el
Cf. F. DE SAUSSURE, Cours de linguistique générale, p. 155, ed. esp. Curso
de lingüística general, p. 191.
36
Id., Curso.., p. 191.
37
Id., Curso..., pp. 191-192.
38
Cf. B. MALMBERG, Signes et symboles, p. 109.
39
Cf. id., ib.
40
Ver F. DE SAUSSURE, Cours..., pp. 156-157; Curso..., pp. 192-193; cf. B.
MALMBERG, op. cit., p. 110 y p. 111: “No solamente son confusos y amorfos
los dos dominios enlazados por el hecho lingüístico, sino que la elección que se
decide por tal porción acústica para tal idea es perfectamente arbitraria” (F. DE
SAUSSURE, Curso..., p. 193).
Para la relación entre el acto articulatorio, “esterno ed accesorio”, la imagen acústica, ‘no absolutamente necesaria’, y la arbitrariedad, ‘natural, pero sólo históricamente necesaria’, v. A. PAGLIARO, “Il linguaggio come conoscenza”, pp.
78-80, § 15.
35
38
término de «lengua» a un medio [de representación y consecuentemente] de comunicación doblemente articulado y cuya manifestación exterior es vocal; fuera de este núcleo común nada puede ser
considerado como lingüístico que no difiera de una lengua a otra;
es así como debemos comprender la afirmación de Saussure según
la cual todos los rasgos lingüísticos son arbitrarios y convencionales”41, ‘y decimos, justamente, significación convencional porque
nada es por naturaleza un nombre, sino sólo cundo se convierte en
símbolo’42.
A. MARTINET, Langue et fonction, p. 43 (n. s.). cf. id., “Realism versus formalism”, p. 26: “This means that we should reserve the term ‘language’ for a
medium [of representation and so] of communication which is doubly articulated
and whose outward manifestation is vocal. Apart from this common core, nothing
can be said to be linguistic which cannot differ from language to another. This is
how we should understand Saussure’s dictum that linguistic features are arbitrary
or conventional”.
42
ARISTÓTELES, De interpr., 16a 26-29; v. E. COSERIU, “L’arbitraire du
signe”, pp. 22-24: ‘Decimos que en un sistema semántico (pleremático) de comunicación hay iconicidad en la medida en que cada símbolo se parece a su denotación en contornos físicos o en la medida en que todo el repertorio de símbolos
del sistema muestra similitud geométrica con todo el repertorio de significados;
en la medida en que un símbolo o sistema no es icónico decimos que es arbitrario’ (C. F. HOCKETT, A Course in Modern Linguistics, p. 577, cf. id., Curso de
lingüística moderna, p. 558). ‘The relation between a meaningful element in language and its denotation is independent of any physical or geometrical resemblance between the two’ (C. F. HOCKETT, A Course…, p. 577; cf. id., “The
Origin of Speech”, p. 90): la característica de la arbitrariedad o convencionalidad
del signo es, luego, uno de los “universales del lenguaje”.
Según Hegel, la relación semiológica es la unidad de una ‘representación independiente’ y de una ‘intuición’, donde la intuición es el “signo”, en tanto que la
representación independiente es el “significado”: “en el signo, la materialidad
propia de la intuición es irrelevante con respecto al significado, razón por la cual
se diferencia del símbolo, en el que hay, en cambio, una relación directa entre intuición y significado; de aquí que, además, el arbitrio de la inteligencia sea más
libre en el caso del signo” (E. COSERIU, “L’arbitraire du signe”, pp. 40-41), es
decir, “El signo es una cierta intuición inmediata, que representa un contenido
completamente distinto de la que tiene esa intuición en cuanto tal; -la pirámide,
en la cual se ha transferido y conservado un alma extraña. El signo es diferente
41
39
del símbolo, una intuición cuya determinación propia es, según su esencia y concepto, más o menos el contenido que ella expresa como símbolo; en el signo
como tal, en cambio, el contenido propio de la intuición y aquello otro, del que
la intuición es signo, no tienen entre sí ninguna relación. [...]” (G. W. F. HEGEL,
“Die Vorstellung”, § 458); cf. F. de SAUSSURE,: “Llamamos signo a la combinación del concepto y de la imagen acústica” (Curso..., p. 129), donde el concepto
es el “significado” y la imagen acústica es el “significante” (ib., p. 129), “El lazo
que une el significante con el significado es arbitrario; o bien, puesto que entendemos por signo el total resultante de la asociación de un significante con un significado, podemos decir más simplemente: el signo lingüístico es arbitrario”
(Curso..., p. 130); por otra parte, “Se ha utilizado la palabra símbolo para designar
el signo lingüístico o, más exactamente, lo que nosotros llamamos el significante.
Pero hay inconvenientes en admitirlo, justamente a causa de nuestro primer principio [el principio de la arbitrariedad del signo]. El símbolo tiene por carácter no
ser nunca completamente arbitrario; no está vacío: hay un rudimento de vínculo
natural entre el significante y el significado” (Curso..., p. 131).
40
3.
INTELECTUALIDAD, INSTRUMENTALIDAD,
SIMBOLIZACIÓN
Así, las oposiciones que caracterizan el lenguaje (ser lengua
y habla, poseer doble naturaleza, doble dimensionalidad y doble articulación) -y que nos dan la clase (o el género próximo) a la cual
el mismo pertenece, a saber, “el lenguaje es una actividad humana”,
y, asimismo, la especie (o diferencia específica) que lo puede categorizar, a saber, “el lenguaje es una actividad simbólica”-, permiten
definirlo con la siguiente formulación: “el lenguaje es la actividad
de discernimiento o de cognición humana que se realiza en símbolos o signos sonoros”, es decir, es la forma cognitiva que suena y
tañe, i. e.: Vox articulata: “el lenguaje es la voz doblemente articulada”1; pues, en efecto, ‘cuando una imagen acústica -una figura
material, externa y sonora- viene a asociarse con un concepto’, una
cosa de la naturaleza -que existe en el aire- se vuelve, entonces, expresión de una forma mental2, es decir, adquiere existencia una asociación o articulación que denominamos “símbolo”, o sea, formas
acústicas cuyo contenido es un conocimiento, y cuyo ensamblaje
constituye una configuración semántica específica: “i → c (y c →
i)” es, justamente, la mediación entre naturaleza y cultura, y tal que
define y caracteriza el lenguaje como instrumento3; y dado que, de
Género próximo: voz, Diferencia específica: articulada, donde “articulada” significa “doblemente articulada”: v. C. J. LETTNER, Qué es el lenguaje, 2014, §§
4 y 5; E. COSERIU, La creación metafórica en el lenguaje, pp. 8-10: “Hence,
instead of defining man as an animal rationale we should define him as an animal
symbolicum” (E. CASSIRER, An Essay on Man, p. 26). Y ver en G. MOUNIN
el deslinde que lleva a encontrar “el carácter específico de las lenguas naturales
humanas”, esto es, la diferencia específica: la especificidad del lenguaje a) no la
da la función de comunicación, b) ni la arbitrariedad del signo, c) ni la noción de
sistema, d) ni la linearidad del mensaje, e) ni el carácter discreto del signo, sino
la doble articulación (Clefs pour la linguistique, pp. 45-60).
2
Cf. F. DE SAUSSURE, Cours…, pp. 27-32.
3
Vid. E. SAPIR, “Language”, pp. 10-15: El signo extrae el sentido de su forma
-en relación con las necesidades de la comunicación-, pero, por otro lado, la función semántica es la condición de la función comunicativa: “el signo permite es1
41
toda actividad instrumental, queda siempre el objeto o cosa trabajado4, por ejemplo una palabra, una señal5, en consecuencia, el producto semánticamente configurado se puede transmitir por tradición
y es la condición de la misma6.
tablecer la comunicación siempre y cuando transmita un sentido” (P. GUIRAUD,
La grammaire, p. 51, y v. asimismo pp. 51-53; cf. B. MALMBERG, Signes et
symboles, pp. 23-16), i. e. el lenguaje es un producto del pensamiento.
4
Cf. G. W. F. HEGEL, La première philosophie..., pp. 99-100.
5
Cf. L. J. PRIETO, Messages et signaux, pp. 8-9.
6
Ver supra, § 0.
Nótese que antes de conocer verdaderamente qué es una cosa, hay que saber primero que la cosa existe: una definición ‘real’ (por oposición a ‘nominal’) supone
la existencia de lo definido o “hecho” (cf. S. TOMÁS DE AQUINO, Le “De ente
et essentia”, pp. 137-138); y, por otra parte, si las palabras no tuviesen un significado no se podría discurrir con los demás y ni siquiera consigo mismo, pues no
puede pensar quien no piensa una cosa determinada (v. ARISTÓTELES, Metafísica, Γ, 4, 1006b 5-13); “y, si puede hacerlo, dará un nombre único a lo que
piensa [...]; de ahí que cada palabra [técnico-filosófica] tiene un significado y
solamente uno” (id., ib.): no se puede y es absurdo refutar hechos y cosas observables de la realidad, y, para conocer estos hechos, la polivalencia de significados
debe ser excluida por ilógica.
Si tenemos presente lo afirmado anteriormente (cf. § 0), se puede establecer la
siguiente serie de ‘hechos’ de tipo empírico -que proceden de la observación de
la realidad (que no son teorético-filosóficos, ni tampoco hipotéticos)- y, consecuentemente, irreductibles, cuyo punto de partida es el hecho de la oposición
lengua-habla: a) ¿de donde proviene esta dicotomía?, del hecho de la doble naturaleza del lenguaje; b) ¿de dónde proviene esta doble naturaleza?, del hecho de
la doble dimensión del lenguaje; c) ¿de dónde proviene esta doble dimensión?,
del hecho de la doble articulación lel lenguaje; d) ¿de dónde proviene esta doble
articulación?, del hecho de la instrumentalidad del lenguaje, y e) ¿de donde proviene esta instrumentalidad (que es, por otra parte, doble)?, del hecho que i → c,
i. e. del hecho que i implica c, con lo cual se da el término-medio entre naturaleza
(i) y cultura o contenido mental (c) y, por lo tanto, la formación de una unidad
doble o “signo = significante + significado”. Estos pasos son necesarios y suficientes, no pueden ser más, ni tampoco menos, aunque esta sucesión de ítems
puede también tratarse partiendo de e: e → a, es decir, e ↑ a; pero si este proceder
es epistemológicamente válido, metodológicamente y desde el punto de vista del
sentido común (cf. S. Tomás, ib.), es más exacta la sucesión a → e, es decir, a ↓
e, pues en las ciencias humanas y en las disciplinas de los símbolos se debe ir “a
las cosas mismas” y partir, por consiguiente, del saber claro-confuso pero intui42
Cabe señalar que ello significa, por una parte, que el instrumento o término-medio: “i → c (y c → i)”, por ser resultado de la
voz articulada -y por unir lo natural, un tono o imagen acústica,
con lo cultural, un concepto o idea-, el lenguaje, además de exigir
la reflexión, no puede existir entre los animales, a menos que no se
admita que, sin duda alguna, “i → c” constituye la determinación
de un signo por obra de la conjunción que resulta de la coordinación
de mano, mente y cuerdas vocales, de la unión que posibilita el trabajo del oído y del oír: a la “forma interior” de la conciencia prehumana no se adhiere una “forma exterior” tal que se desarrolla “en
el aire” y en la cual se objetivice una morfología, ni tampoco una
sintaxis, es decir, una segunda articulación, motivo por el cual el
gesto deíctico se halla ausente7; pues “[...] Aun cuando en la realidad fáctica del lenguaje no se puedan separar el carácter expresivo
sensible y el momento lógico del significado, tampoco puede desconocerse la diferencia puramente funcional que existe entre
ambos”8, y, además, se observa que “Así como el animal carece de
expresión verbal, carece también del gesto propiamente «indicativo y claro que el hombre posee de su cultura, para el caso, del saber empírico
sobre la esencia del lenguaje, que lo lleva a distinguir de hecho entre lenguahabla, langue-parole, language-speech, etc.
Por lo tanto, dado que estos hechos son cosas que existen, y puesto que su definición científica es unívoca (cf. “género póximo + diferencia específica”), podemos resumir la serie que va de a a e, basándonos en la denominación del
contenido de sus eslabones con términos unívocos, de la manera siguiente: a)
hecho de la dicotomía (o “de la cosa misma”) o de la doble oposición: lenguahabla; b) hecho de la doble naturaleza: cosa-mente; c) hecho de la doble dimensionalidad: alteridad-deixidad; d) hecho de la doble articulación:
fonema-monema, y e) hecho -y conclusión- de la instrumentalidad: existencia
virtual o “en potencia” del signo-existencia del signo en acto, cf.: la esencia del
martillo se da en el martillar, la esencia del lenguaje, en el hablar; cf: el lenguaje
es la potencialidad activa de producir habla, speech.
7
Vid. C. J. LETTNER, Problèmes de la représentation du langage, I, pp. 29-31;
cf. id., Sur la “Biologie de l’Art”, pp. 3-17 y 22-23: D. MORRIS, La biología del
arte, p. 146, pp. 148-156 y p. 162; L. S. VYGOTSKIJ, Mišlenije i reč’, p. 80; id.,
Pensamiento y lenguaje, p. 50.
8
E. CASSIRER, Filosofía de las formas simbólicas, III, p. 135.
43
tivo»: el «alcanzar a distancia», que entraña todo movimiento indicativo, le está vedado”9.
Pero por el hecho constitutivo glotológico de la doble
dimensionalidad -sujeto-sujeto: alteridad, sujeto-objeto: deixidady, por lo tanto, de la posibilidad originaria de denominar, el uso
simbólico del lenguaje conduce a la “reflexión”; pues, en general,
si bien la función de la actividad cerebral prerracional de los
animales superiores -basada en experiencias que establecen relaciones espacio-temporales, así como en asociaciones de
percepciones vinculables con representaciones- es la esencia de la
reflexión10, tan sólo en el nivel antrópico se alcanza el ejercicio de
la intelectualidad reflexiva, es decir, tan solo cuando ya se puede
estructurar tanto una captación de relaciones entre los fenómenos o
cosas como, además, lograr una proyección hacia el mundo exterior
extralingüístico de un esquema simbólico11; esto es, la reflexión no
es, entonces, un mero pensar “sobre” los contenidos intuitivos
dados sino, por el contrario, aquello que codetermina y constituye
la forma misma de eso contenidos12.
Así, si se admite que ‘el hombre da pruebas de reflexión
cuando, surgiendo del sueño nebuloso de imágenes que pasan rozando sus sentidos, puede concentrarse en un momento de vigilia,
detenerse voluntariamente en una imagen, observarla con toda
calma y lucidez y distinguir características que indiquen que es éste
y no otro el objeto’13, es decir, si “La reflexión es la conciencia de
la relación de ciertas representaciones dadas [en la mente] con nuestras diversas fuentes de conocimiento [por ejemplo, cósicas]”14, se
Id., ib., p. 136; v. además K. BÜHLER, “Les lois générales d’évolution dans le
langage de l’enfant”, p. 602.
10
Cf. A. SPIRKIN, El origen de la conciencia humana, pp. 45-46.
11
Cf. A. LEROI-GOURHAN, Le geste et la parole, I, pp. 152-153; v. K. LORENZ, L’homme dans le fleuve du vivant, pp. 279-280 y 299-300.
12
Vid. E. CASSIRER, Filosofía..., III, p. 138.
13
J. G. VON HERDER, Abhandlung über den Ursprung der Sprache, pp. 52-53.
14
I. KANT, Kritik der reinen Vernunft, A. 261, B. 316 (n. s), Critique de la raison
pure, pp. 232-233; cf. A. LALANDE, Vocabulaire technique et critique de la
philosophie, pp. 904-906.
9
44
puede agregar que ello equivale a decir que todo acto humano se caracteriza por la mediatividad, mediación que se resuelve como formación de símbolos a partir de la utilización práctica de
instrumentos15; y si el signo no se adhiere o no está adherido a la
cosa significada16, la relación mundo-cultura -o la relación de oposición o preoposición cultura-naturaleza- no sólo supone la res, la
“cosa”, sino el “pragma”: ‘Los griegos tenían un término apropiado
para designar las «cosas»: prágmata, es decir, aquello que tiene que
ver con las ocupaciones cotidianas (prâxis)’17.
De ahí que se pueda concluir, por otra parte, que, aristotélicamente expresado, el lenguaje -un idioma, la lengua o el sistema lingüístico, la langue, das Sprachgebilde, lhamtes, yazyk, the
language- es la potencialidad activa de producir habla (speech), y
por ello se puede afirmar que si una determinada lengua muere no
produce más ningún tipo de habla y, consecuentemente, no cambia
más, dicho de otra manera, deja de funcionar18, pues el hablar es un
obrar y actuar, un acto (πρᾶξις)19, praxis que utiliza palabras que el
uso (νόµος) pone a su disposición20, y este actuar, el acto práxico,
manifiesta y actualiza concretamente -es decir, sonora, melódica y
rítmicamente, en el aire- el nomos, el uso, y, con ello, al manifestarlo, lo supera y lo modifica21. En efecto, si bien el lenguaje, el hablar, representa una tradición, ésta cambia y se transforma, pues el
Cf. L. J. PRIETO, “Homme et signal”, pp. 6 y 9.
Cf. G. DUMAS, Traité de Psychologie, II, p. 158.
17
M. HEIDEGGER, Sein und Zeit, p. 68; Ser y tiempo, p. 96.
18
En efecto, si el logos “significa e ‹idea› e ‹parola›” (G. VICO, La Scienza
nuova, II Sez., II, deg. 400), el lenguaje es simultáneamente tanto “razón interior”
como “razón proferida (ARISTÓTELES, De interpr., 16a 20-27), es decir,
‘Logos [es] razón, ser de las cosas y habla, objeto y saga, categoría’ (G. W. F.
HEGEL, Jenenser Realphilosophie, II, p. 183); cf. E. HUSSERL, ‘Les significations du mot Logos: parler, penser, chose pensée’ (Logique formelle et logique
transcendentale, pp. 27-29, y v. W. BELARDI, “Tra biologia et linguaggio”, p.
54; A. PAGLIARO, “Eraclito e il Logos”, p. 138, n. 7.
19
PLATÓN, Cratilo, 387b - 388d.
20
Id., ib.
21
E. COSERIU, Sincronía, diacronía e historia, pp. 31-32.
15
16
45
idioma que la realiza también se transforma y cambia22, i. e. va a
rodar y desarrollarse y desplegarse indefinidamente en el tiempo y,
simultáneamente, se va a diferenciar y a diversificar en el espacio,
sin que exista un final prefijado a su existencia, sin que haya siquiera una posibilidad interior de que perezca23, puesto que una lengua no puede morir de muerte natural sino, únicamente, por muerte
violenta, es decir, la única posibilidad que tiene una lengua de dejar
de ser, es que sea suprimida por la fuerza, y ello, sólo debido a una
causa totalmente exterior a los hechos lingüísticos mismos, por
ejemplo, por la exterminación total del pueblo que la habla24. Consecuentemente, el lenguaje es un instrumento (ὂργανον)25, un órgano que funciona para representar algo, y cuya estructura
cotidiana pragmática, a saber, el “para…”, define su núcleo ontológico26, y, puesto que el útil es el término medio existente racional,
F. DE SAUSSURE, Notes sur la linguistique générale, p. 16, fragm. 3292.
Id., ib., p. 8, fragm. 3284, y p. 6, fragm. 3283.
24
Id., ib., p. 7, fragm. 3283. Observar que A. SCHLEICHER opina, contrariamente a lo expuesto, que “en el transcurso del tiempo, perecen lenguas pero no
nacen nuevas, hecho que tuvo lugar únicamente en el período durante el cual el
hombre se volvió hombre”, en consecuencia, “las lenguas que hablamos ahora
[...] son tipos de lengua seniles” (De l’importance du langage pour l’histoire naturelle de l’homme, pp. 86 y 88; Über di Bedeutung der Sprache, pp. 23 y 27).
F. de Saussure supone, pues, en los hechos que, puesto que el lenguaje es “resultado”, es de inmediato y simultáneamente “potencia”, condición de actos de habla
posteriores, con otros términos, que para poder hacer el estudio de una forma de
una lengua, es necesario tratar de intentar, por una parte, informarse, en el propio
terreno, sobre cómo esta forma se pronuncia “por tradición auténtica”, y, por otra
parte, hay que tratar de ver en el terreno cómo esta forma se dice efectivamente
“en el propio idioma del lugar” (“Le nom de la ville d’Oron”, p. 10); y cf. la
mención del ‘cuadrado de triángulos’ y de la “superficie del agua puesta en movimiento por las ondas u olas” de H. Schuchardt, figura que se opone a la imagen
previa, más bien estática, de la ‘elipse alargada’ de Pictet (v. la res. de A. PICTET,
y cf. H. SCHUCHARDT, Der Vokalismus des Vulgärlateins, III, pp. 34 y 35, y
v. infra § 5.1, esp. notas).
25
PLATÓN, Cratilo, 388 b-c; cf. K. BÜHLER, Sprachtheorie, p. III.
26
Cf. M. HEIDEGGER, Ser y tiempo, pp. 96-97, id., Sein und Zeit, pp. 68-69, y
D. CRUZ VÉLEZ, “El punto de partida de la filosofía”, pp. 34-35.
Si se considera el punto de vista aristotélico acerca de la ontología de la existencia
humana y de las considiones del trabajo científico -es decir, su teoría de lo que
22
23
46
es el hombre y de lo que éste hace en tanto tal, incluida la actividad teorética (cf.
la Ethica Nicomachea, esp. 1094a 1 - 1095b 13, Livre I, 1 “<Le bien et l’activité
humaine. La hiérarchie des biens>”)-, así como si, por otra parte, se tiene en
cuenta la tematización husserliana en lo que atañe al análisis de la problemática
de la relación entre hombre y mundo entendida como ‘una relación de conocimiento’ (v. “Die Thesis der natürlichen Einstellung und ihre Aussachaltung”), se
puede igualmente admitir que el “núcleo ontológico” de la región de la cultura del ser humano- es, ante todo, más bien la actividad práctica, la “praxis”, que la
intuición o lo pensado, puesto que “L’ordine dell’idee dee procedere secondo
l’ordine delle cose”, “El orden de las ideas debe proceder como el orden de las
cosas” (G. VICO, La Scienza Nuova, p. 94, 238, LXIV; cf. C. J. LETTNER, La
sémiologie de G. Vico, Ch. I). Pues, en efecto, se puede observar que lo que está
dado en primer lugar no son las cosas puras y simples, sino aquello con lo cual
uno tiene que ver durante los quehaceres cotidianos, a saber, los útiles, herramientas y enseres, las cosas y los “bienes”, entre los cuales justamente el instrumento, y sin duda todo objeto cultural con sus valores y funciones -con sus
‘utilidades’-, así como las imágenes y conceptos, y también los logoides, i. e. los
“πρᾶγµατα”.
Pero como en el campo de los prágmata y su interrelacionalidad hay una dialogía
dialéctica y una ambivalencia de la praxis, es posible advertir, asimismo, que, si
en toda acción u operación circunscripta por las ocupaciones cotidianas -incluida
la investigación científica- es siempre el ser, la cosa manipulada, la que tiende a
dirigirse hacia una finalidad (‘aspira a un fin’), se deduce que esa cosa forjada se
forma como y resulta ser un medio para otra cosa, a saber un “término-medio”,
y tal que supone un enser o bien subordinado, y que implica o aspira a un enser
final, un petate o cosa que constituye el fin o “bien” de la praxis, que, justamente,
se aplica como un “«medio para...» alcanzar otra cosa”, una cosa final: se deduce,
así, que la cosa forjada se resuelve como un “para...” -como un “algo para...”-,
que tiende a una finalidad definida por la región ontológico-científica del ἀγαθόν
(v. ARISTÓTELES, The Ethics, p. 6 nota; cf. PLATÓN, Dialogues apocryphes,
414e, “útil”): el “bien” no es, pues, un tipo de prágmata, sino el agathón, término
que se refiere o incluye asimismo a la investigación científica y que, en sus orígenes, no poseía connotaciones de tipo moral (cf. B. SNELL, Die Entdeckung des
Geistes, pp. 151-152; v. D. CRUZ VÉLEZ, Filosofía sin supuestos, p. 269, y M.
KAPPES, Aristoteles-Lexikon, art. “ἀγαθόν“).
El lenguaje debe ser, de este modo, considerado como “actividad”: dado que el
mismo es, igualmente, un producto cultural, debe ser visto menos como “substancia” -por lo que es- que como “función” -“forma”-, que por lo que hace, es
decir, como uno de los fenómenos que operan la mediación entre la naturaleza y
la conciencia; con otras palabras, si la lengua puede ser vista también como “un
sistema de combinación de elementos combinables de una infinitud de maneras”
(W. VON HUMBOLDT, “Essai sur les langues du nouveau Continent”, p. 332);
47
esto es, la universalidad existente del proceso práctico27, se tiene,
entonces, que el tono o sonido que se va articulando, el habla, y su
sistema, la lengua28, no es una obra (érgon) sino una actividad (energeia)29. Con otras palabras, cuando los doscientos yukaguiros de
y si se observa, por otra parte, que el sistema -la “organización gramatical y lexical y el conjunto de palabras de un idioma” (id., ib., p. 312)-, admite -“al fijar
reglas y formas generales”-, incluso “una infinidad de modificaciones particulares en su aplicación” (id., ib., p. 312) se debe concluir que el ‘hablar concreto’ es
“creación continua” y que, entonces, estos elementos y estas reglas sólo se dan
en el “acto de hablar concatenado”, “in the act of connected speech” (s. E. CASSIRER, “Structuralism in Modern Linguistics”, pp. 110-111), a saber, en la frase
(cf. L. BLOOMFIELD, Language, pp. 17-20, y E. COSERIU, res. de G. DE
HUMBOLDT, Cuatro ensayos, p. 4).
27
G. W. F. HEGEL, La première philosophie de l’Esprit, “L’instrument”, pp. 99100; Jenenser Realphilosophie, p. 221.
28
Id., Encyclopädie der philosophischen Wissenschaften, p. 248, § 380, y “Die
Vorstellung”, § 459.
29
W. VON HUMBOLDT, Über die Kawi-Sprache, p. LVII, y v. sobre este tema
C. J. LETTNER, Problèmes…, III, § 5, esp. notas 125-127, y. cf. id., “Prolusion
à une théorie du langage”; vgl. ARISTÓTELES, Metafísica, Θ 6, 1048a 25 1048b 35, y J. TRICOT, ‘Notes et commentaires à la Métaphysique’, Tome II, pp.
501-502 nota 3, p, 16 nota 2; v. A VILARNOVO CAAMAÑO, Lógica y lenguaje
en Eugenio Coseriu, pp. 142-146; G.-G. GRANGER, La théorie aristotélicienne
de la science, pp. 258-259; cf. E. COSERIU, Sincronía..., pp. 46-48.44.
En su sentido aristotélico, “energeia” se opone a dínamis, acto (“actuality”), a
“hýle” y a entelequia, así como “acto” se opone a “realidad perfecta”: “La obra
es aquí, en efecto, el fin, y el acto es la obra; de ahí, entonces, se tiene que la palabra acto [energeia], que deriva de obra [ergon], tiende a significar entelequia”
(ARISTÓTELES, La métaphysique, II, 1050a 20-22, y v. también la nota 1 de J.
TRICOT, op. cit., sobre este pasaje de La metafísica, II, p. 512; cf. H. G. LIDDELL y R. SCOTT, Greek-English Lexicon, p. 564a).
Así, la “actividad designa la acción inmanente y transitiva, la única que es apta
a durar o perpetuarse, que aparece completa en cada una de sus momentos y que
no cesa cuando alcanza su fin (a este respecto v. H. G. LIDDELL y R. SCOTT,
ib.), y cf. con el contenido semántico de la palabra “órganon”, cuyo primer significado o sentido originario es “instrument, implement, tool, for making or doing
a thing” (id., ib.). Pero hay que señalar que no se trata de una actividad cualquiera, es decir que, si la energeia es la actividad tal que supera su propia dínamis
-i. e. que va más allá de una “técnica aprendida”-, la misma se encuentra, entonces, en relación con la producción del lenguaje mismo, es decir que, por consi48
Siberia duermen y no sueñan, su lengua deja de existir como tal, y
cesaría por completo de existir si, por una razón cualquiera, los yukaguiros dejaran de despertarse30, dado que el sueño es el pensamiento que se continúa en el estado del dormir, y siempre y cuando
se esté durmiendo31. Pues, técnica del cuerpo e instrumento, invención intelectual, el lenguaje supone el uso intencional de ciertos
músculos, y hace posible el uso práctico del pensamiento reflexivo32.
guiente, no se trata de la actividad que forma frases por medio del lenguaje, razón
por la cual no se refiere exactamente a la idea de “creativity” (cf. N. CHOMSKY,
“The Logical Basis of Linguistic Theory”, pp. 918-920, y Topics in the Theory
of Generative Grammar, pp. 11-12); por el contrario, se podría presumir que sólo
la poesía nos permitiría ver el lenguaje en tanto “actividad creadora” (cf. B. HAVRÁNEK, R. JAKOBSON et al., “Úvodem”, p. 5; pero véase O. BOC, “Le statut
typologique spécial du texte «poétique»”).
30
Vid. V. PISANI, Allgemeine und vergleichende Sprachwissenschaft, p. 24, y cf.
al respecto una opinión contraria en B. COLLINDER, “On the Relationship between Thought and Linguistic Expression”, pp. 8-9, cf. id., Sprache und Sprachen,
pp. 165-166.
31
S. FREUD, La interpretación de los sueños, p. 543 y p. 30; Die Traumdeutung,
p. 324; cf. ARISTÓTELES, Parva naturalia, “De insomniis” o “Traité des
Rêves”, III, 426a § 15; J. B. SAINT-HILAIRE, Psychlogie d’Aristote, pp. III-IV
y 181-187, y s. C. MOUBACHIR, Freud, pp. 72-74; cf. C. G. JUNG, “Vom
Wesen der Träume”, p. 3547: “El sueño es un fragmento de actividad psíquica no
voluntaria pero que, justamente por ser tal, está provista de la conciencia necesaria como para poder ser una actividad reproducible en el estado de vigilia”.
32
M. COHEN, Le langage, p. 15-18.
Pues ‘La obra de arte […] requiere otro elemento en su existir, el dios requiere
otro modo de expresión que aquél en el cual, de la profundidad de su noche creadora, cae en lo contrario, en la exterioridad, en la determinación de la cosa no
autoconciente: este elemento superior es el lenguaje, un ser ya determinado que
es inmediatamente una existencia conciente de sí’ (G. W. F. HEGEL, Phänomenologie des Geistes, CC., VII, B a, p. 496; Fenomenología del Espíritu, ib., p.
412).
49
4.
LA TRIPLE RELACIÓN: HABLA-PENSAMIENTOORGANIZACIÓN SEMÁNTICA
Ahora bien; del momento en que, por medio del acto de hablar, una cosa de la naturaleza se vuelve expresión de una forma
mental (un símbolo articulado); y dado que, por otra parte, esta asociación es, asimismo, la que se opera entre el tono y el sonido, el
oído y el pensamiento, se deduce que ‘el lenguaje es el órgano que
da forma al pensamiento’, cuyo primer resultado es la constitución
de un “tipo semántico” específico para cada lengua1. En consecuencia, visto que cada lengua posee una doble dimensión, cada lengua
es, pues, tanto la actualidad de la cultura como la realidad sonora inmediata del pensamiento; y, por otra parte, cada lengua, por ser un
artefacto, puede aplicar al mundo sublunar una reja, rejilla o
“prisma” semántico-gramatical que es causa de una percepción específica de la realidad que podemos llamar “imagen del mundo”2.
En efecto; si se considera que hay que distinguir el fenómeno acústico de la vocalización del hecho motórico de la articulación -si se
reduce provisoriamente la articulación del contenido-, se puede observar, por una parte, que hay “una sorprendente riqueza” de timbres en los tonos de la voz pues, consideradas acústicamente, todas
las diferencias vocálicas son diferencias de timbre3; y, por otra
parte, se puede notar que “el mundo cotidiano” o de lo real “ciertamente sólo puede abarcar, en materia de timbres, más que lo que
ofrece la esfera de lo que es más o menos copiable con exactitud”4:
Cf. W. VON HUMBOLDT, Über die Kawi-Sprache, p. LXVI.
Para esta temática véase A. FOUILLÉE, Aristote, et sa polémique contre Platon,
pp. 136-144, ed. esp. Aristóteles y su polémica contra Platón, pp. 36-47, donde
se encuentra una explicación magistral del por qué del instrumento, de su origen
práxico -desde el mundo sensible y los sentidos humanos- y de su esencia cultural, tal como el Estagirita, por primera vez en la ciencia, la expone y desarrolla,
de manera admirable, a partir de la crítica del Teéteto de Platón.
2
Cf. W. von Humboldt: “Weltbild, Weltansicht”; B. L. Whorf: “View of the
world, Picture of the universe, Façons de parler”: v. § 5.
3
Cf. K. BÜHLER, Sprachtheorie, p. 199.
4
Id., ib.
1
51
“Pero el aparato vocal humano puede silbar, sisear, redoblar, etc.
en muchos matices que se van diversificando con gran finura”5, y
todo ello en rápida variación y en ordenada asociación con la vocalización6; es decir, cuando se analiza el rendimiento de este maniobrable y lábil mecanismo de regulación que denominamos
“articulación”, se puede ver que aquello que produce no es una
copia de los sonidos de la realidad, y que sólo parcialmente puede
llegar a ser una reproducción onomatopéyica de la misma7. Si la
“potencia pictórica” del agente u órgano fonador humano es limitada, la posibilidad de modular y modificar el timbre y la corriente
de sonidos es, en cambio, variable a voluntad8, lo cual quiere decir,
a su vez, que la articulación -por ser justamente variable a discreción- está compuesta no sólo por vocalizaciones sino, asimismo, de
representaciones, a saber, de hechos mentales: si el lenguaje no
‘presenta’ o copia sino que “re-presenta”, el mismo es, pues, un
hecho mental9; si, además, se toma en consideración la noción de
“articularidad del lenguaje”10, se puede aceptar que la organización
articulatoria no proviene de la ‘articularidad del mundo’ -el lenguaje
no es una imagen de la realidad-, “pues la primera configuración del
mundo es la configuración operada por medio del lenguaje, la cual
no supone ninguna otra y a la cual ninguna otra precede”11. El lenguaje, por tanto, le confiere a las cosas un cierto ‘ser’ y, conformemente a ello, genera “especies”, entendidas éstas no en un sentido
material -esto es, el lenguaje no crea entes concretos (cosas)-, sino
que, cuando por medio del lenguaje las cosas se vuelven especies,
tiene lugar la formación o generación del “ser de las cosas” o su
eidos, una formalización o “forma” intencional que, por otra parte,
Id., ib., p. 200.
Cf. id., ib.
7
Cf. id., Sprachtheorie, p. 196, y “L’onomatopée et la fonction représentative
du langage”, esp. pp. 103-106.
8
Con otras palabras, la producción sonora lingüística supone la arbitrariedad del
signo: v. A, MARTINET, “Realism versus formalism”, p. 26.
9
Cf. K. BÜHLER, Sprachtheorie, pp. 200-201, 259-260 y 195-198.
10
Al respecto, véase E. COSERIU, “Zeichen, Symbol, Wort”, pp. 18-19.
11
E. COSERIU, ib., p. 19.
5
6
52
a veces corresponde a especies que existen en el mundo de las cosas
pero que, otras veces, no es posible identificar con las especies que
se observan en ese mundo sublunar12.
Es por este motivo que, fácticamente, hay palabras que se emplean como sustitutos de conceptos o ideas de los que nunca se ha
podido tener la intuición o la evidencia de su existencia, a saber,
los “logoides”13, “términos o expresiones en relación con los cuales
reaccionamos con pensamientos, palabras o hechos y, asimismo,
emociones, tal como reaccionamos ante realidades evidentes”14 -i.
e. conceptos o nociones que sólo existen por haber sido definidos15; términos que, por otra parte, se encuentran en oposición a intuiciones, ideas o nociones populares o de esencia propiamente natural y
mundana que no sólo son definibles sino que, además, pueden representar, en el dominio de su región ontológica, ejemplares observables, a saber, ideas tales que no sólo se pueden obtener por medio
de una definición: “Estas nociones que se pueden ilustrar con claridad las designo, en oposición a los logoides, «conceptos propiamente dichos»”16, que son también pasibles de ser denominados
“nociones” o “conceptos fundamentales”, por lo cual el logoide
sería, en oposición a éstas, una “construcción”17; hay, pues, “dos
tipos o clases de conceptos lógico-científicos”: las nociones elementales y las construcciones18.
Cf. E. COSERIU, ib., p. 19 y pp. 19-20; v. además J. KABATEK, “Unidad del
significado”, p. 97.
13
Cf. A. STÖHR, Leitfaden der Logik, p. 68 y pp. 67-68, “Das Logoïd”.
14
Id., ib., p. 68: “Nombro «logoides» al tipo de palabras con las cuales podemos
operar como si fueran conceptos verbalizados, si bien no lo son” (id. p. 68).
15
Cf. id., ib., p. 107.
16
Id., ib.
17
Cf. S. K. ŠAUMJAN, “Problema lingvističeskoy real’nosti”, pp. 106-107; id.,
“Le problème de la réalité linguistique”, pp. 106-107.
18
De acuerdo con E. COSERIU, para Aristóteles, ‘cuando se trata del logos que
corresponde a un nombre que incluye el ser de las cosas por medio de un hèn sêmaínein, se tiene un «significado»; y cuando, en cambio se trata del empleo del
signo en relación con los objetos, se trata de formas de kath’henòs sêmaínein, es
decir, de la «designación»’ (“«tò hén sêmaínein»”, p. 437).
12
53
Agreguemos que, consecuentemente, parece estar en contradicción con lo anterior la suposición según la cual ‘la articularidad
del lenguaje es la articularidad del mundo’19, afirmación que no se
podría sostener dado que la misma o bien operaría una reducción de
la doble articulación a una configuración tal que únicamente estaría
conformada por la sustancia semántica, o bien implicaría una consideración de la articulación como reproducción de la realidad20; y
efectivamente, si la articulación lingüística pudiese producir, de
igual modo, una articulación de aquello que es copiable en la superficie terrestre, no sería del todo posible, en consecuencia, diferenciar entre ‘logoides’ y ‘conceptos en sentido propio’, o entre
“construcciones” y ”nociones elementales”, con lo cual se podría
pensar que el signo es -ya sea parcialmente, ya sea predominantemente- de tipo motivado y, de ahí, habría que poner en tela de juicio
la doble articulación21. Se tiene, entonces, que si la doble articulación es uno de los “universales del lenguaje”22, y si, por otra parte,
visto que únicamente a partir de un sistema cerrado pudo haberse
Cf. J. SIMON, “Bemerkungen”, p. 200.
Cf. id., Filosofía del signo, 13, pp. 66-67: “Resolución del problema”, y 23, pp.
104-105: “actuar”; cf. además E. COSERIU, “Zur Hegels Semantik”, p. 198, §
3.1.2.
En relación con esta temática es de interés señalar que el error inicial de la “teoría
de la gramatología” de J. DERRIDA consiste en efectuar una análoga reducción
a la primera articulación (cf. “Le puits et la pyramide”, pp. 55-57), que, sin embargo -contrariamente a lo que ocurre con la reducción glosemática (de tipo “platonisante”, pero coherente y no falsa)-, no sería legítima pues proviene de una
prerreducción de la esencia sonora del lenguaje (cf. De la gramatologie, pp. 8295; pero v. L. HJELMSLEV, Omkrimg sprogteoriens grundlæggelse, pp. 52-53
y p. 91; id., “Structural Analysis of Language”, pp. 77-78; y véase en A. ASTI
VERA, George Boole, esp. notas 74 y 78, pp. 71 y 72-73, tanto la noción de ‘lenguaje algébrico’ como la de ‘lenguaje simbólico de orientación instrumental’).
21
Lo cual es, sin embargo, un hecho de observación (y no una hipótesis): v. supra,
§ 2; A. MARTINET, “Interview par Brigitte Desvismes”, p. 68; id., Fonction et
dynamique des langues, § 1.1., “Pour une approche empiro-déductive en linguistique”, pp. 8-26; cf. C. J. LETTNER, “Natur der Sprache”, d, § 4.2., “Faktizität”.
22
Vid. C. F. HOCKETT, A Course in Modern Linguistics, pp. 574-580, “The Key
Properties of Language”.
19
20
54
desarrollado un lenguaje productivo, es posible suponer, en consecuencia, que, en el curso de la evolución, debe haber existido al
menos una especie de “pre-lenguaje” que se habría transformado
en los actuales idiomas humanos; es decir, dado que todo sistema
de comunicación debe ser, en sus comienzos, productivo, se puede
deducir que, ya dada esta exigencia primaria de todo hecho instrumental, subsiguientemente se habrían desarrollado las otras características de tipo universal: primero, la autonomía espacio-temporal,
a continuación, la transmisión por medio de la tradición y la cultura,
y, finalmente, la ‘dualidad de estructura’ o doble articulación23.
“Los signos lingüísticos son, por tanto, tonos necesarios, y
según una íntima analogía -que se encuentra en toda facultad humana-, el hombre, en cuanto pudo darse cuenta claramente que los
objetos eran diferentes de él mismo, debió haber pronunciado, asimismo, inmediatamente el tono que tendría que haberlo designado”24, con otras palabras, hubo y hay prearticulaciones y
protosonidos porque el lenguaje, i. e. el habla, es un producto del
pensamiento y de la inteligencia. Por lo tanto, si hay una facultas
signatrix -es decir, si hay una facultad de conocer el presente que
consiste en constituirse como el medio que permite unir la representación de lo que es previsible a la representación de lo que ya ha pasado, que se puede llamar facultad de designar, y si la actividad de
la mente que realiza esta unión es la ‘designación (signatio)’, que
también es llamada señalización, siendo lo que se llama “caracterización” el grado superior de la misma-; y si, en segundo lugar, los
símbolos no son sólo un medio del intelecto para otorgarle al concepto una significación, procurándole a esta última la representación de una cosa, sino más bien un medio indirecto que se sirve de
la “analogía” con la ayuda de ciertas intuiciones a las cuales el concepto puede ser aplicado25, se tiene, entonces, que “Toda lengua es
Cf. V. HOFSTÄTTER, “Über die Sprachuniversalien”; C. J. LETTNER, Sobre
el lenguaje, “realidad inmediata del pensamiento”, § 1, notas 1, 2 y 3.
24
W. VON HUMBOLDT, “Über Denken und Sprechen”, p. 4 (n. s.).
25
Cf. I. KANT, Anthropologie, § 28, pp. 106-108, ed. fr. Anthropologie, pp. 6364.
23
55
designación de los pensamientos e, inversamente, el mejor modo
de designación de los pensamientos es el que se realiza por el lenguaje, el medio más importante para comprenderse a sí mismo y
para comprender a los demás. Pensar es hablar consigo mismo (los
indios de Otaheite llaman al pensamiento: la lengua en el vientre);
es, por consiguiente, oírse a sí mismo interiormente (por medio de
la imaginación reproductora). Para el hombre mudo de nacimiento
el hablar es la impresión del juego de sus labios, de su lengua y su
mandíbula, y es difícil imaginarse que éste, en su hablar, haga otra
cosa que tratar con impresiones físicas, sin tener conceptos en sentido propio, ni tampoco pensarlos. Pero incluso aquéllos que pueden
hablar y oír no siempre se comprenden a ellos mismos ni siempre
comprenden a los otros, y un defecto en la capacidad de designar o
una utilización errónea de la misma (cuando los signos son tomados
por las cosas y viceversa) explica, sobre todo en el campo de la
razón, que los hombres que no están de acuerdo al nivel de la lengua, también se encuentren extremadamente alejados unos de otros
por lo que es de los conceptos; lo cual sólo se pone de manifiesto
por casualidad, y cuando cada uno guía su conducta de acuerdo a
sus propios conceptos”26.
Pero por lo dicho, y si el lenguaje está doblemente articulado,
el pensamiento es, entonces, específico a la lengua, “sprachgebunden”27; por otra parte, puesto que se observa que hay una multipli-
Id., Anthropologie, § 29 A, p. 109; ed. fr., Anthropologie, p. 65; v. M. LEENHART, Do Kamo, pp. 13-18, “«Verbum mentis»”, ed. esp. pp. 13-19, “Verbum
mentis”; cf. M. DIVJAK-MIRWALD, “Reflexiones sobre el mito o Al principio
fue el dolor”, y v. además J. TRABANT, Europäisches Sprachdenken, pp. 123126. (Obsérvese que el filósofo de Koenigsberg dice, aquí, que el signo es arbitrario, y por qué lo es).
27
Además, al considerar la evolución de las formas simbólicas y, en particular,
la transformación de las modalidades del arte -forma que se puede metodológicamente deslindar de las formas idealmente precedentes, es decir, del lenguaje,
del mito y de la religión-; y si recordamos que, por ser el tiempo y el espacio las
categorizaciones generales del mundo sensible, ‘aquello gracias a lo cual y por
lo cual lo sensible es sensible (es decir, abstracciones generales de lo sensible)’
26
56
cidad de lenguas -y por lo tanto una multiplicidad de culturas-, este
pensamiento, i. e. cada pensamiento, podría consecuentemente variar o ser diferente de una cultura a otra; y, considerando que para
todo locutor la lengua está ligada a sus pensamientos -siendo asimismo una forma práctica de poder reproducir la realidad-, la
misma podría, entonces, determinar la manera de pensar y de actuar.
Es por lo tanto necesario plantear la problemática de la importancia
y de la influencia de las relaciones entre la ‘imagen del mundo’ y
el pensamiento, problema al cual la respuesta más actual (pero no
más reciente) es la del positivismo y, ante todo, la de la corriente antropológico-lingüística llamada “relativista”, tal como ésta se encuentra formulada por la “hipótesis de Sapir-Whorf”, pues “La
lengua muestra [...] concretamente los pródromos afectivos del pensamiento, semejantes en todos los pueblos; entre los Negros del
Gabón el Verbum mentis se forma en el bajo vientre y busca una
salida por la boca; y, con mayor elegancia, dice el salmista a Dios:
«Tu ley está en mis entrañas»”28, “… y dentro de mi corazón está
tu ley”29: si en las transformaciones del objeto simbólico, en el tono,
como la música, ‘el tiempo se reduce al punto, al punto que no está
nunca vacío, es decir, el tiempo’30, por otra parte, finalmente, “en la
poesía, tono articulado”31 -es decir, lenguaje-, ‘surge todavía una
determinación que no es más aquélla sencillamente abstracta:
cuando lo artístico [lo simbólico] alcanza este grado más elevado,
se supera, con lo cual se convierte en prosa, esto es, pensamiento’32.
(G. W. F. HEGEL, Esthétique, I, p. 129), se puede ver, en consecuencia, que -por
ser las relaciones que se establecen entre lo espacial y lo temporal de tipo abstracto- la arquitectura, cuya materia es la representación del espacio en tres dimensiones, ‘se convierte, entonces en una cristalización [de lo espacial]’ (id.,
ib.): “Aquí, las formas son simples cristalizaciones, de las que el espíritu, el alma
están ausentes. La pirámide encierra un dios ausente” (id., ib., y v. id., Vorlesung
über die Ästhetik, I, “Eintheilung”, p. 115).
28
M. LEENHARDT, Do Kamo, pp. 14-15, ed. esp. p. 15.
29
Salmo XL, 9.
30
G. W. F. HEGEL, Vorlesungen über die Ästhetik, I, p. 115.
31
Id., ib.
32
Id., ib., pp. 115-116.
57
5.
“LANGUAGE-THOUGHT-REALITY”
5.1. Las 4 tesis y las dos afirmaciones
La teoría que trata del “principio lingüístico de relatividad” se
puede reducir a cuatro tesis, proposiciones o pilares así como a una
suposición y a una presunción, a saber: Si se supone que hasta 1492
las lenguas habladas en el Continente Americano se pudieron desarrollar aisladamente, con lo cual no habrían sido contaminadas por
las desventajas de los idiomas indoeuropeos1, y si se observa que
hay una percepción prelingüística pero ya estructurada de la realidad2, se puede admitir que a) el lenguaje -cada idioma- es una ‘imagen del mundo3; b) cada lengua es, por ello, una interpretación
popular del mundo o una cosmovisión4; c) por lo tanto, la gramática
Cf. B. L. WHORF, “Science and Linguistics”, p. 247. Esta desventaja de las lenguas indoeuropeas se encontraría, ante todo, en el hecho de que las mismas efectúan una categorización ilógica del mundo, puesto que el fundamento de la misma
consiste en una división nominal de la realidad basada en dos o más sexos (cf.
id., “Grammatical Categories”, pp. 3-4, y “A Linguistic Consideration of Thinking in Primitive Communities”, pp. 130-131).
2
Cf. F. FEARING, “An Examination oft he Conceptions of Benjamin Whorf”,
pp. 66-70, y v. P. GUILLAUME, La psychologie de la forme, pp. 53-56 y 63-74.
3
Cf. Whorf: “View of the World, Façons de parler, Picture of the Universe”.
4
Cf. “Weltanschauung”.
El lenguaje es, en efecto, una “forma simbólica”, al igual que el mito, la religión,
el arte, la historia y el derecho, la ciencia y la técnica o la filosofía: se trata de actividades del hombre que organizan y categorizan la realidad tanto de manera arbitraria y convencional como empírica, con lo cual posibilitan la comprensión de
esa realidad y facilitan la vida en el mundo práxico y, con ello, le otorgan sentido
a la existencia. “Simbólico” significa, por consiguiente, que estas categorizaciones, delimitaciones o estructuraciones no son estructuras de la realidad sino estructuraciones impuestas a la realidad por la interpretación humana; los
símbolos, pues, son ‘formas’ cuyo contenido es un “conocimiento”: el símbolo
es un ‘aliquid pro aliquo’, una cosa en lugar de otra, por ejemplo, entre una palabra y la cosa que designa hay una relación que se basa exclusivamente en una
convención (arbitrariedad), esto es, el signo no presenta sino que representa. Si
el conocimiento filosófico pudiera quizás considerarse ‘tomado del mundo’, en
cambio, la filosofía y la lengua no pueden hallarse ni permanecer vinculadas a
una representación del universo, ni menos aún manifestar un “alma del pueblo
“contextualizable” por medio del análisis binario-estructural de los mitos según
1
59
de cada lengua contiene una ‘metaphysics’ latente; d) en consecuencia, el lenguaje determina el pensamiento de los locutores nativos,
así como la conducta y los sentimientos de los mismos5.
Lévi-Strauss (v. por ej. A. JACOB, Anthropologie du langage, pp. 200-206, y v.
supra, § 0).
Se puede decir, en consecuencia, que una ‘imagen del mundo’ o ‘percepción de
las cosas ’ es una organización convencional (arbitraria), doxática y empírica de
la realidad, una clasificación pragmática del mundo, que hacen posible y actualizan las formas simbólicas, ante todo el lenguaje. La ‘imagen del mundo’ no es,
por lo tanto, una ‘concepción del mundo’ o una “cosmovisión” (“Weltanschauung”) -ni tampoco, en sentido estricto, una “visión del mundo” (cf. O. BOC,
Textualitatea literară şi lingvistica integrală, pp. 145 y sqq.)-, puesto que las lenguas no son conjuntos de afirmaciones “categóricas” sobre el mundo consideradas ciertas; contrariamente a las cosmovisiones, las lenguas no afirman nada
sobre la realidad sino que únicamente nos la representan de una determinada manera, con lo cual hacen posible el discurso asertórico sobre la realidad (cf. J.
TRABANT, Humboldt ou le sens du langage, pp.55-56)
5
Cf. E. COSERIU, “Naturbild und Sprache”, p. 274; G. MOUNIN, “À propos
de «Language, thought and reality»”, pp. 174, 174-178 y 179 y sqq.; C. J. LETTNER, “Sprachrelativitätstheorie”, d, § 2; I. GREISINGER, “Das Zusammenspiel
von Sprache, Denken und Wirklichkeit”, pp. 24-25. Es de observar que las tesis
enumeradas se encuentran en J. L. BORGES, “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, pp.
22-24 y 26-28 (cf. B. OBERHOFER, “La lengua de Tlön y las teorías de SapirWhorf, Hockett y Chomsky”). Estas afirmaciones, enunciadas una tras otra, se
pueden ver en la obra de Whorf Language, Thought, and Reality, en las páginas
siguientes: a) pp. 213 y 218-219; b) pp. 246-247, 135-137 y 137-135; c) pp. 5759 y 265-266, y d) pp. 213, 222-226, 134 y sqq., esp. pp. 137, 148-152.
El principio lingüístico de relatividad está enunciado en la p. 61 de “Linguistics
as an Exact Science” y en las pp. 27-28 del artículo “An American Indian Model
of the Universe”, cf. Language..., p. 213.
La cosmovision y, luego, la metaphysics del hopi estás descriptos en el artículo
“An American Indian Model...”, pp. 27-30, cf. Language..., pp. 58-59.
La postulación de la lengua SAE se halla en las pp. 77-78 del art. “The Relation
of Habitual Thought and Behavior”, cf. Language, p. 138.
El fundamento epistemológico de la teoría está formulado en el art. “A Linguistic
Consideration of Thinking...”, pp. 133-134: “El núcleo de la problemática lingüística se debe buscar por medio de la investigación del SIGNIFICADO”, i. e.,
por medio del análisis de un hecho mental (cf. Language..., p. 73).
Por otra parte, cf. A. FABRE-D’OLIVET, La langue hébraïque restituée, donde
se hallan la noción de base de la teoría whorfiana, así como un método (se trata
de una técnica de “desciframiento”) para efectuar el estudio tanto de lenguas
60
Así, la tesis fundamental de la teoría se puede resumir diciendo que, puesto que “nosotros no hablamos un lenguaje sino que
el lenguaje habla por nosotros”6, entonces “los límites de mi lengua
son los límites de mi mundo”7, y de ahí que, “si Aristóteles hubiese
hablado chino o dakota, su lógica y sus categorías, así como la ciencia de la lógica, habrían sido distintas”8; por ello, si se sigue a B.
Malinowski9, la lógica formal, es decir la lógica aristotélica y kantiana, habría estado sometida, ante todo, a la influencia de las categorías bárbaras primitivas: la ousía de Aristóteles y, por
consiguiente, el sustantivo, por ejemplo, resultaría de la particularización de la categoría general indiferenciada fundamental originada en la vida práctica, a saber, la “sustancia bruta”, o
“proto-ousía”, ”para aquellos que prefieren los términos cultos a
los simples”, y que se pudo singularizar cuando la misma pudo adquirir los sonidos articulados que le eran necesarios “to signify its
various items”, para otorgarle una significación a sus diversos asmuertas como de lenguas vivas primitivas, y, además, la formulación de la idea
de “lengua SAE” (v. esp. el “Avertissement”, p. 2, y la “Dissertation introductive”, pp. xlvij-xlviij).
6
M. HEIDEGGER, Unterwegs zur Sprache, p. 33.
7
L. WITTGENSTEIN, Tractatus logico-philosophicus, 5.6, p. 89.
8
M. MAUTHNER, Beiträge zu einer Kritik der Sprache, III, p. 4; v. F. A. TRENDELENBURG, Elementa logices Aristoteleae, p. 85; cf. É. BENVENISTE, “Catégories de pensée et catégories de langue”, pp. 421-427; J. KRISTEVA,
Séméiotikè, pp. 89-90; id., “Il me lisait le «Rigveda»...”; y v. la crítica de G.-G.
GRANGER, La théorie aristotélicienne de la science, pp. 58-60.
En E. Benveniste y en J. Kristeva se halla la afirmación según la cual el griego
y el alemán contendrían una “filosofía latente”, y, por otro lado, la suposición de
que las ideas de Aristóteles y de Kant provendrían de las categorías respectivas
de esas dos lenguas (cf. H. SCHULTE-HERBRÜGGEN, El lenguaje, pp. 146155 y 169-170, y L. HJELMSLEV, Sproget, pp. 116-117), afirmaciones que son
retomadas por la “General Semantics” (v. A. KORZYBSKI, Science and Sanity
y Selections, § 12, y C. K. OGDEN y I. A. RICHARDS, Te Meaning of Meaning,
esp. pp. 33-36, cf. C. K. ODGEN, Opposition, pp. 21-24, y véase en J-C. MILNER, “Sens opposés et noms indiscernables”, pp. 315-316, un análisis del “nominalismo lingüístico-whorfiano” de las ideas de E. Benveniste).
9
“The Problem of Meaning in Primitive Languages”, esp. pp. 328-332; id., “El
problema del significado en las lenguas primitivas”, pp. 350-355.
61
pectos: “Así pues, se ve que esta parte del discurso [el nombre-sustantivo] se halla enracinada en modos de comportamiento activo y
en los usos del habla que se puede observar en el niño y en el salvaje
y que -se puede suponer- habrían sido propios del hombre primitivo”; lo que equivaldría a decir que sólo hay una lengua, la lengua
de los orígenes, la cual habría determinado e impuesto (‘contaminado’), desde el principio, tanto las categorías gramaticales fundamentales de la cosmovisión pragmática del hombre etnográfico
como las de los sistemas filosóficos ulteriores10.
10
Obsérvese que el propio Aristóteles puede refutar lo anteriormente afirmado
(véase al respecto en A. FOUILLÉE, Aristote, pp. 129-132, ed. esp. pp. 29-32,
el correspondiente instrumentario conceptual de la Metaphysica, 1028a 10-1029
35, 1046a, 1048a-1049b, 1069a 20-35): Si nos preguntamos qué es la materia
primitiva de los atomistas o aquella a la cual se refiere B. Malinowski, se puede
responder recordando que, como ya suponía Demócrito, esta materia prima es
toda potencia y nada en acto, una simple posibilidad “que envuelve a los contrarios” (en tanto que la materia debe considerarse como simple “potencia”, y la
forma, como “acto”): “Encerrados en la virtualidad abstracta de su materia primitiva, los jónicos podían salir de ella sólo haciendo provenir el ser de la nada
mediante una contradicción” (A. FOUILLÉE, Aristote, p. 131; cf. ARISTÓTELES, La metafísica, 1028ª 10-1029a 35), contradicción en la cual también cae B.
Malinowski.
La materia no constituye el ser sino que es únicamente una condición para su
manifestación, condición que, por otra parte, no es absoluta sino relativa a los
seres contingentes: si bien la materia es inseparable de la forma en el ser sensible,
no es preciso concluir que sea una condición del ser sensible en tanto ser: “Como
el ser sensible es imperfecto se ve indisolublemente ligado a la materia. El ser
verdadero [...] está tan poco sometido a la condición material que sólo puede ser
realmente puro y perfecto cuando es independiente de toda materia”, y “La
forma, lo único que ocupa el campo de la realidad, es también lo único que cae
bajo la intuición” (A. FOUILLÉE, ib.): la materia, por ella misma, no es cognoscible, no se deja ver sino adivinar, sólo se revela en el movimiento, es decir,
en el momento en que cesa de ser ella misma para poder llegar al ser (cf. A.
FOUILLÉE, Aristote, p. 132), de lo cual se puede concluir que es la forma donde
es preciso buscar los verdaderos principios de las cosas, no en la proto-ousía.
Pero si el antropólogo de Cracovia no duda de la existencia de “categorías”, no
procura saber o descubrir cómo se llega al concepto de ‘ousía’, sino que, al contrario, parte de esta substancia, no de la o las “categorías” aristotélico-kantianas
sino de la categoría en tanto eîdos, actitud que se puede calificar de “platonismo”
62
Ahora bien; como la 1ª. tesis es cierta -proviene del aristotelismo y fue demostrada por Humboldt, Herder, Hegel, Boas, Cassirer, Bórmida, Sapir o la etnolingüística y la lingüística funcional,
y fue redescubierta por Whorf a partir de observaciones empíricas:
cada idioma categoriza la realidad pragmática, simbólicamente y a
su manera, i. e. cada lengua, por ser una forma simbólica, es una
‘percepción’ o ‘imagen del mundo’-11, conviene preguntarse, ante
o, en el campo de las ciencias el lenguaje, de “schleicherismo” (véase supra, §
0). Ahora bien; según la opinión de F. M. MÜLLER, por ejemplo (v. su obra The
Science of Language, II, pp. 399-403), las palabras serían, asimismo, una imitación o participación de alguna realidad esencial, dado que la razón habría impreso
también a la lengua la huella de la “idea” (la “noción general”: cf. B. MALINOWSKI); pero, puesto que los términos glotológicos, que surgieron en los siglos precedentes y en virtud de las leyes de la “selección natural” y de la
“eliminación racional” -leyes que son válidas y que igualmente se aplican a los
elementos del lenguaje formados durante el “combate por la existencia”-, sólo habrían sobrevivido las palabras más expresivas y las que mejor imitan la “idea”,
tomándole en préstamo a la misma un elemento de permanencia: “Ésta es, pues
[...], según el platonismo, [la ley de las cosas y de] la formación de los nombres;
todo lo que en el lenguaje es formal tiene su origen o su «principio» en una combinación racional y en una imitación de la Idea” (A. FOUILLÉE, “Rapports des
idées au langage”, p. 295), de lo cual se siguiría que las lenguas, fenómenos prehistóricos, se comportan como organismos vivientes evolutivos -pues cambian
debido a una causa o un crecimiento o decrecimiento o modificación interna “orgánica” (cf. G. CURTIUS, La chronologie dans la formation des langues indogermaniques, pp. 47-49)-, y que las lenguas que hablamos actualmente,
transformación “de una sola y única lengua originaria”, no sean más que “muestras de lenguas seniles” (v. supra, § 3, n. 112), con lo cual nos encontramos frente
a un teorización que no podría considerarse como extraña al pricipio de relatividad lingüístico.
11
Cf. B. L. WHORF, “An American Indian Model”, pp. 28-31, y “Science and
Linguistics”, pp. 231 y 247; v. A. BOAS, The Mind of Primitive Man, pp. 213216y 219-221; id., “Introduction”, pp. 64-67; E. SAPIR, Language, pp. 127-132
y 233-234; id., Culture, Language, and Personality, pp. 68 y 151; “Langage et
environnement”, pp. 87-88; “The Grammarian and His Language”; “The Status
of Linguistics as a Science”, p. 209.
Por lo que se refiere a W. Von Humboldt ver nuestros trabajos Qué es la hipótesis
de Sapir-Whorf, El “principio lingüístico de relatividad”, y “Sprachrelativitätstheorie, Theorie und Prämissen”, a, § 1 a-c. Para el autor del Castillo de Tegel,
si el lenguage posee la doble dimensión (cf. alteridad-deixidad), y si el mismo
63
todo, sobre la transición del tipo semántico o ‘imagen del mundo’
a la determinación del pensamiento o a la conducta y sentir de los
locutores de una comunidad cultural-lingüística dada, o, con otras
palabras, se debe analizar si es verdadera la afirmación según la
cual el lenguaje estaría poco influenciado por el pensamiento, pero
el pensamiento, por el contrario, ‘al tener que pedir prestado su herramienta -o sea el lenguaje- a la acción, sufre por ello una profunda
influencia’12.
está doblemente articulado -i. e. si aquello que le hace falta al pensamiento para
formar el concepto no es solo la percepción por medio del oído, es decir, el ruido,
sino que también necesita que haya un encadenamiento de unidades sonoras
cuyas unidades estén delimitadas con precisión, o una “articulación” de la forma
y el contenido (cf. Über die Verschiedenheiten..., p. 192)-, esta organización no
debe ser considerada únicamente en base a sus resultados sino, asimismo, en
base a su funcionamiento técnico, o sea, en calidad de ejercicio que produce el
pensamiento de tipo reflexivo y, por consiguiente, racional (cf. Über die KawiSprache, p. LXXXI); de modo que “A raíz de la mutua interdependencia del pensamiento y de la palabra resulta claro que las lenguas no son propiamente medios
para representar la verdad ya conocida, sino mucho más: instrumentos para llegar
a descubrir la verdad hasta entonces no conocida; su diversidad, entonces, no es
sólo la de los sonidos y los signos, sino una diversidad entre las imágenes del
mundo; aquí está el fundamento y la meta de toda investigación lingüistica” (W.
VON HUMBOLT, “Über das vergleichende Sprachstudium”, § 20; cf. id., Estudios comparativos de las lenguas, § 20, p. 15).
12
Vid. B. MALINOWSKI, op. cit. p. 328: “Language is little influenced by
thought, but Thought, on the contrary, having to borrow from action its tool -that
is, language- is largely influenced thereby”; cf. ed. esp., p. 350. El lenguaje, por
su parte, no sería solamente un medio para alcanzar un fin, dado que “Si es falso
decir que el mismo expresa las ideas del indígena o que manifiesta sus categorías
y sus conceptos, establece, sin embargo una determinada relación con la vida de
los pueblos que lo hablan, con sus costumbres y sus actitudes mentales [esto es,
con la conducta y los sentimientos de los miembros de la comunidad]; desde este
punto de vista, es aquéllo que nos transmite los documentos más importantes que
es posible descubrir sobre los tipos de comportamiento humano distintos de los
lingüísticos” (id., “Théorie ethnographique du langage”, p. 240; cf. id. “An Ethnographic Theory of Language”, p. 6); puesto que, contrariamente a la pregunta
de Fausto, “los comienzos del hombre coinciden con los comienzos del pensamiento articulado y del pensamiento traducido en acción” (“Le mythe dans la
psychologie primitive”, p. 154).
64
5.2. Transiciones relativistas
Esto supuesto, hay que decir, pues, que la transición de la
imagen del mundo hacia la concepción de éste (2ª. tesis) se opera
mediante la comparacion de la lengua de los indígenas Hopi de Arizona (Estados Unidos) con la “Lengua SAE”13, comparación que
mostraría que la lengua hopi capta o concibe transcursos del tiempo
de una manera del todo diferente a la distinción temporal que se encuentra en la lengua SAE14. Pero el hopi es efectivamente una lengua o idioma, en tanto que SAE representa un “círculo cultural”, a
saber, el greco-romano: la división SAE -pasado-presente-futurono es lingüística sino cultural (extralingüística), en tanto que el tipo
de caracterización temporal del hopi es ‘gramatical’15; de ahí que se
SAE = Standard Average European, esp. EPE = Europeo Promedio Estándard,
aproximadamente (v. supra, n. 3 y n. 4).
14
La metafísica que subyace en las lenguas indoeuropeas -es decir, en las formas
de pensar de la cultura greco-latina antigua y moderna- implica necesariamente
“la concepción de un universo formado de «two grand COSMIC FORMS», el
tiempo y el espacio, y, por añadidura, el dominio movedizo del tiempo es, para
nosotros, objeto de una división ternaria: pasado, presente, futuro” (B. L.
WHORF, “An American Indian Model”, p. 28): cf. lengua mataco-wichí y la categorización nominal en cosas abstractas y cosas concretas, distinta de la categorización SAE según el género o sexo (v. infra, n. 28).
15
La división temporal de las lenguas romanas o latinas sólo distingue dos planos,
el de lo actual y el de lo inactual (cf. E. COSERIU, Das romanische Verbalsystem, pp. 91-94; U. SCHWALL, “Tempus und Aspekt”, pp. 128-139, y v. J.
MATOSSO CÂMARA, “Sôbre o futuro romance”); pero esta distinción no se
manifiesta en la concepción temporal extralingüística de las naciones latinas, ni
tampoco determina el comportamiento extralingüístico de estos pueblos, sino
únicamente el comportamiento lingüístico de estos últimos, es decir, la clasificación o división temporal de la cual explícitamente se habla -pasado-presentefuturo- no es la división con la cual se habla (cf. E. COSERIU, “Naturbild und
Sprache”, p. 276).
Una lengua puede reunir en un solo lexema dos nociones que, por otra parte, distingue en otros casos; el alemán, por ejemplo, no distingue como forma verbal
el pasado puntual (“passé simple” del francés o “pretérito indefinido” del castellano”) y el pasado durativo (“imparfait” del francés o “pretérito imperfecto” del
castellano) en la morfología verbal, pero, sin embargo, opera una distinción del
mismo tipo en otro dominio gramatical: el de las conjunciones de tiempo, donde
13
65
pueda concluir que esta tesis es falsa, porque si se parte de elementos o formas intra-lingüísticos (cf. gramática del hopi) no se puede
indicar ni sugerir ni llegar a algo extralingüístico, en otros términos,
la comparación hopi-SAE (o wichí-SAE) no es legítima, puesto que
la misma resulta de un procedimiento inductivo y, por lo tanto, no
fiable, considerando que no se puede presentar hecho empírico alguno que pruebe su veracidad16, pues la inducción es una ‘inferencia
la diferencia entre “als” (puntual) y “wenn” (durativo) no ofrece analogía alguna
en español o en francés. Es vano, entonces, afirmar que el alemán ignora una
distinción de tipo “aspectual” que se halla en francés y en castellano, y es arriesgado sostener que una determinada lengua pueda o no pueda efectuar u operar
una cierta diferencia dada, y, para el caso mencionado, se ve que lo que el francés
y el castellano expresan con cambios morfológicos verbales, el alemán lo expresa
con diferenciaciones léxicas, por medio de conjunciones, etc.
Por otra parte, y siguiendo este tipo de razonamiento, se podría suponer que los
franceses, miembros de una nación latino-europea, viven en al menos ocho tiempos; o que los hablantes del inglés o del castellano pueden estar más o menos simultáneamente en dos presentes: a) en el del indicativo simple: cf. ‘yo hablo’, y
b) en el del “continuos tense” o “ing”-forma, el presente continuo: cf. ‘yo estoy
hablando’ (una doble vida en el presente que el pueblo Mataco-Wichi practicaría
constantemente, pues de hecho todo verbo puede expresar, mediante la postposición de la particula de duración, si la acción del verbo dura o no dura: un verbo
puede ser durativo o puntual: v. infra, § 5.3, n. 200). La primera forma, ‘yo
hablo’, en efecto, indica el hecho de hablar en que se expresa -se dice- la acción
o una característica de la persona (sujeto) en cuestión; por ejemplo,”Yo vivo en
Viena” es una condición, y “Yo hablo mucho” es una característica o un hábito;
el ‘presente continuo’ indica que la acción se desarrolla en el presente y que la
misma dura; pero en el círculo o área cultural europeo-grecolatino se distingue
una sola categoría (pero no un tiempo verbal-gramatical) de presente, producto
de la imposición a la realidad extralingüística de una interpretación humana, convencional, sociocultural y filosófica, de la experiencia relativa a la temporalidad
(cf. E. COSERIU, “Introducción al estudio estructural del léxico”, pp. 102-105).
16
Cf. K. ZAWADSKI, “Sprachrelativitätstheorie”, y C. J. LETTNER, Qué es la
hipótesis de Sapir-Whorf, § 2 y n. 4. En efecto, los rasgos del hopi se conocen
porque, al ser elementos de la experiencia fáctica, ya fueron clasificados o porque
son clasificables en un sistema de nomenclatura; SAE, en cambio, es una entidad
cuya existencia es producto de una definición de tipo sintético.
Si las percepciones de las cosas sensibles no pueden comunicarse entre sí; y si,
además, el medio con que nos comunicamos es el discurso, y éste no es de la
misma índole que las cosas existentes (= lo percibido), y si lo que comunicamos
66
conjetural o procedimiento reconstructivo mental mediante el cual,
en parte razonando, en parte adivinando, se pasa de ciertos indicios
a hechos, que esos indicios hacen más o menos probables’17.
es, pues, el discurso, no las cosas -esto es, si la expresión va de un espíritu a otro
por medio del lenguaje-, resulta que “el discurso no puede ser igual a lo que
existe porque esto se halla fuera de nosotros” (Gorgias), y, por otra parte, “el
habla se compone de perceptos que recibimos desde fuera, esto es, de percepciones, de modo que no es el discurso el que comunica las percepciones sino que las
percepciohones crean el discurso” (íd.): este hecho, el lenguaje, es, pues, empírico.
Y como recuerda Kant, un concepto empírico no puede ser definido sino únicamente explicitado y explicado, con lo cual -al tener que enunciarse su “género
próximo” y su “diferencia específica”- se delimita la cosa (que el concepto empírico menta) y se la puede clasificar, lo cual equivale a decir que, en sentido estricto, sólo las matemáticas pueden dar definiciones: la “lengua SAE” postulada
por la hipótesis de Sapir-Whorf es, justamente, un ejemplo de este tipo de error
lógico, pues se trata de una “definición” construida con conceptos originariamente formados de manera sintética (y no analítica), lógicamente inmodificable
y, de ahí, no aplicable e inadecuada a la esencia del lenguaje: SAE no es, entonces, un idioma, como tal no puede entrar en ningún sistema clasificatorio, ni corresponde a nomenclatura científica alguna.
Señalemos aún que el análisis que practican las matemáticas no consiste en la
descomposición de un concepto general en sus “inferiores”, sino en la descomposición en sus “elementos”: así, descender del triángulo a la recta no es ir de lo
general a lo particular sino del compuesto a sus componentes; en el silogismo y
la definición aristotélicos, al contrario, se practica un descenso hacia los elementos inferiores: únicamente en el dominio de las ciencias empíricas se encuentran
claras diferencias entre “especies” e “individuos”, mientras que en las matemáticas o en los minerales no hay ni individuos ni especies.
Es por ello que Kant ha subrayado este carácter del razonamiento en las demostraciones geométricas -el descenso del compuesto hacia sus componentes-, con
lo cual estableció que el espacio y el tiempo no son conceptos, dado que ni uno
ni otro es ‘general’ y no comportan ‘inferiores’: la geometría no es clasificatoria
(los elementos de un triángulo, por ejemplo, no son derivables ni pueden ser derivados con certeza apodíctica), en tanto que las ciencias semiológicas sí lo son.
17
Vid. A. LALANDE, Vocabulaire technique et critique de la philosophie, pp.
506-507; P. ÖSTERLE, ‘«Induktion»: Observación sobre la traducción alemana
del Lalande’.
67
En segundo lugar, si se considera el lenguaje como autosuficiente -un fin por y en sí mismo-, se opera una transición de la cosmovisión a un saber latente (3ª. tesis), puesto que Whorf busca una
metafísica en la gramática la cual, sin embargo, sólo puede ser puramente lingüística18. Pero el hopi no es únicamente una gramática
Si la cuestión de la significación, “meaning”, constituye el núcleo de la problemática antropológico-lingüística (cf. B. L. WHORF, “A Linguistic Consideration
of Thinking in Primitive Communities”, p. 113), se tiene como consecuencia que
“We dissect the nature along lines laid down by our native language. The categories and types that we isolate from the world of phenomena we do not find
there because they stare every observer in the face; on the contrary, the world is
presented in a kaleidoscopic flux of impressions which has to be organized by our
minds -and this means largely by the linguistic system [i. e. the grammar] in our
minds” (“Science and Linguistics”, p. 231).
Esta idea está muy generalizada tanto en el ‘habitual thought’ como en las ciencias, y es propia de la observación proveniente de una “objetividad sistematizada
pero no distintiva” que, al quedarse en el “hecho” e ignorar el “dato”, reduce el
lenguaje al “meaning” e identifica el propio idioma con sus pensamientos meramente intuitivos. Tal es el caso, por ejemplo, de R.-P. DROIT, quien, al reseñar
la obra de S. TRIGANO, L’Hébreu, une philosophie, señala que este autor “no
se limita a enumerar las premisas de base del hebreo, el tipo de mundo mental que
esta lengua contendría de manera fija; al contrario, esboza las posibilidades aún
implícitas que puede desarrollar; a partir de esquemas mentales específicos contenidos en el hebreo, lo que S. Trigano destaca [...] es la perspectiva de un pensamiento judío capaz de imponerse a la filosofía y a la letanía de las categorías
mentales griegas” (“Comment une langue porte une pensée”). Con respecto a
esta lengua, J. KRISTEVA afirma, de manera análoga, que la teoría de E. Benveniste provendría de la estructura del hebreo y de la metafísica latente que éste
contiene, pues E. Benveniste “desplaza la gran pregunta metafísica sobre el «el
origen del sentido» para transformarla en «comment ça signifie?», cómo se genera la capacidad de pensar en el aparato mismo del lenguaje?” (“«Il me lisait le
“Rigveda”...»”, p. 3).
El árabe, por su parte, por carecer primitivamente de la triple dimensión temporal
(pasado, presente y futuro), hizo decir a los arabistas que “el instantaneísmo es
el modo en que se basa el islam para pesar el tiempo; la realidad del tiempo se
halla en el o un momento dominado por un fenómeno afectivo, por una absorción,
y la experiencia de ese atropellarse indefinido e inexorable que es el tiempo, no
es solamente cronológico: el tiempo es la matriz estética y ética, el lugar del sufrimiento, del estar «a la altura de los acontecimientos»; esta concepción de la experiencia del tiempo es, evidentemente, extraña a toda forma de espacialización,
18
68
sino también, en tanto idioma, una “view of the universe”, constituye, por lo tanto, un órganon, un ‘término medio’, y posee, por
ello, la doble dimensionalidad, sujeto-objeto y sujeto-sujeto, con lo
cual puede existir en el aire, sonar y tañer, y ser escuchado, con
otras palabras, el hopi es realmente habla, parole, speech19; dicho
y Borges dice, de manera oportuna, acerca del islam: «Para ellos, el mundo no
es una reunión de objetos en el espacio, es una serie heterogénea de actos independientes; es sucesivo, temporal, no espacial» (en Ficciones)” (H. PARRET,
“L’oubli naturel des linguistiques du temps”, p. 360); por ello, “La lengua árabe
es una lengua de religión en el sentido etimológico del término: conecta (religo:
«ligar», «conectar»), y más aún teniendo en cuenta que contrapone el sistema de
los tiempos indoeuropeos (pasado/presente/futuro) al sistema de los aspectos
(perfectivo/imperfectivo), que facilita el anclaje en los orígenes” (S. GOUGUENHEIM, Aristóteles y el islam, p. 123). Pero este determinismo o latencia lingüísticos es desmentido por el propio Gouguenheim cuando analiza el concepto de
‘ilm, que designa las ciencias coránicas (op. cit., pp. 124-125); y este autor como
los anteriores son, a su vez, refutados por P. DUHEM, Sṓzein tà phainómena, pp.
27 y sqq., “La Philosophie des Arabes et des Juifs”, y por H. CORBIN, “La philosophie islamique”, pp. 1130-1133, quienes destacan, sin ocuparse en absoluto
de asuntos lingüísticos, semióticos o de eventuales relaciones lenguaje-pensamiento, etc., que estas concepciones temporales provienen de observaciones
acerca de la realidad extralingüística, del uso de ideas matemáticas o de las discusiones vinculadas con el mundo geográfico-cultural.
19
Whorf mismo describe el hopi y su gramática (v. por ej. su art. “The Hopi Language”); y si existe una gramática del hopi, no sólo se puede presumir que el
hopi es, asimismo, habla, sino que, además, se puede suponer que hay una cultura hopi extralingüística; esto es, si Whorf, por un lado, reduce el núcleo del
lenguaje al análisis del significado -fenómeno mental-, por otro constató que el
Pueblo Hopi existe (cf. su estudio de su arquitectura: “Linguistic Factors in the
Terminology of Hopi Architecture” y, en general, “Decipherment of the Linguistic Portion of the Maya Hieroglyphs”).
Ello es así porque, frente a una lengua -muerta o viva, inventada, reconstruida,
etc.-, es razonable pensar que hubo un pueblo que la creó y la habló: es pensable
la existencia de un pueblo sin idioma o sin idioma oral, pero no lo es la existencia
de una lengua sin pueblo (salvo en el caso de una lengua divina, o en el del surgimiento de un lenguaje de la nada, casos ajenos a la ciencia); dado que, en general, “La justificación teórica de la reconstrucción interna [de la estructura de
la raíz de las palabras] es que una forma o una estructura irreductible a las leyes
de formación de una lengua, y que no puede haber sido tomada en préstamo de
otra lengua, tiene que haber sido necesariamente heredada” (J. HAUDRY, L’indo69
de otra manera, esta transición es errónea porque, si sólo se toma en
consideración la relación de alteridad únicamente es posible, como
consecuencia, postular que la “lengua” hopi constituye el origen de
una metafísica -los significados son hechos de naturaleza mental20, siendo que esta lengua sólo podría ser la condición de la misma,
i. e. de una forma de pensamiento abstracto, dado que, como “c →
i” e “i → c” y viceversa21, y visto que, por otra parte, toda lengua
cambia (cf. deixis), las categorías no pueden estar ligadas a esta
lengua: mediante el signo, se representa y reemplaza el ser de las
cosas, pero nada se dice sobre estas cosas22, es decir, no conocemos,
en primer lugar, el concepto (meaning) sino la cosa23.
Finalmente, si se identifican las determinaciones -articulaciones- iniciales del pensamiento reflexivo con el pensamiento intui-
européen, p. 6), lo cual supone e implica la existencia de una comunidad de habla
(para la cultura, la concepción temporal y el mundo circundante del pueblo hopi
v. H. C. JAMES, The Hopi Indians, esp. pp. 21-34, 119-145, “The Life Time”, y
218 y sqq.; R. H. LOWIE, “Los hopis”).
20
Cf. F. DE SAUSSURE, Notes, pp. 26-27; H. AMMANN, Die menschliche
Rede, I, p. 53; R. GODEL, Les sources manuscrites, pp. 276 y 281, y v. N. E.
CHRISTENSEN, Sobre la naturaleza del significado, pp. 46-48 y 129-145, “Los
significados son realidades mentales (imágenes o ideas)”: “el significado de una
expresión es lo que pertenece a esa expresión cuando ésta puede darse a conocer
legítimamente junto con -y sólo junto con- un específico algo no lingüístico”
(id., op. cit., p. 22), “[...] el significado de una expresión corresponde a la capacidad de ésta para presentarse legítimamente donde y cuando -sólo donde y
cuando- está presente algo específico de especie no lingüística, sea un objeto,
una propiedad, una relación, una situación, o lo que quiera que sea” (id., op. cit.,
p. 28; v. id., On the Nature of Meanings, pp. 15, 32-33, y 115-130, ”Meaning are
Mental Images or Ideas”).
2
Pues S → r……..s → R y viceversa (cf. L. BLOOMFIELD, Linguistic Aspects
of Science, p. 15).
22
Vid. ARISTÓTELES, De interpr., 16a 3-4, Métaphysique, E, 1027b 2-6: Pues
“es en las imágenes que la mente piensa las formas inteligibles, las ideas”, “las
imágenes son como la materia de las ideas”, y “la imagen es la forma sensible que
subsiste en el espíritu luego de la sensación” (De l’âme, 413b 1-5, y cf. K. BÜHLER, Sprachtheorie, p. 136).
23
Vid. I. KANT, Kritik der reinen Vernunft, 140b-145b; cf. E. DANN OBREGÓN, Lógica, pp. 59-61.
70
tivo, se opera una transición de la “metaphysics” a la determinación
del pensamiento (4ª. tesis), con lo cual se considera únicamente la
primera articulación. Pero el hopi posee la doble dimensionalidad,
sus formas presentan, por lo tanto, contenidos significativos que
provienen de la designación de la realidad, y, con ello, el pensamiento hopi es tanto intuitivo como articulado, es decir, reflexivo;
de modo que, si el hopi no puede ser reducido a una gramática, se
puede inferir que esta transición es falsa. Puesto que “una imagen
acústica viene a asociarse con un concepto”, en la masa caótica y
amorfa del pensamiento se elaboran “articuli”, y lo biológico -inclusive el pensamiento intuitivo- se ve, por una parte, remodelado
como algo intelectual y, por otra, transformado en algo potencialmente lógico o, lo que es igual, en lenguaje técnico y tal que posibilita un análisis objetivo de las cosas24; tanto en virtud de la
designación -como consecuencia de la actividad de referencia a lo
que cambia sin cesar- como debido a la articulación, también el
pensamiento cambia, motivo por el cual el mismo no puede ser latente y, por otro lado, es justamente por esta razón que no puede
ser o estar determinado: dado que “es el aire lo que habla”25, ‘al
pensamiento no le hace falta vibración sonora alguna’26, de lo cual
se sigue que el lenguaje es un producto evolutivo del pensamiento,
no lo contrario27: la actividad deíctica intencional moldea y construye el hecho fáctico, pero no gramatical, de la ‘imagen del
mundo’28.
Cf. K. PAUER, “Über die Sprachrelativitätstheorie”, p. 5; E. COSERIU, “Naturbild und Sprache”, pp. 278-279.
25
HIPÓCRATES, Des chairs, XVII.
26
ARQUITAS DE TARENTO, DK, B 47 1-2, cf. M. SWADESH, “Gruñidos y
fonemas”, p. 191, y v. ARISTÓTELES, De anima, II, 8, 420b 30: “Pues la voz
es sin duda un sonido provisto de significación, y no es únicamente el ruido del
aire respirado...; es, en efecto, un choque producido por medio de este aire” (cf.
De interpr., 16a 27, y W. BELARDI, “Tra biologia et linguaggio”, p. 54).
27
Cf. C. DARWIN, The Descent of Man, I, “Language”; M. DONALD, Origin
of the Modern Mind, pp. 33-34.
28
Aunque la teoría whorfiana analiza básicamente las relaciones del lenguaje
con el tiempo (y el espacio), se puede agregar otro tipo de categorización del
24
71
mundo: la del “mataco-wichi”, que, contrariamente a las lenguas indoeuropeas las que estructuran la realidad según el género o sexo gramatical (masculino-femenino-neutro, o masculino-femenino, etc.)-, aparte de mostrar una temporalidad
circular producida por la espacialización del hábitat (cf. M. CALIFANO, “El
ciclo de Tokjwaj”, y C. J. LETTNER, “El Ciclo Mítico de Ablanteya”), opera
una división de tipo nominal que aplica al mundo un “prisma” o “red” semánticogramatical que da lugar a una “percepción” o imagen del mundo” según la cual
las cosas, así como los procesos, y todo fenómeno de la empiria extralingüística,
son o bien ‘concretos’, o bien ‘abstractos’ (cf. supra,§ 5.2, n. 15, e infra, § 5.3,
n.48). Este “sistema de las dos categorías nominales” consta a) de categorías o
formas que deben tomar obligatoriamente un prefijo posesivo, o sustantivo concreto (prefijado): Sc (o Sa), que designan partes de un todo, como parientes,
miembros del cuerpo, de la interioridad de la conciencia, etc., y los instrumentos,
y b) de formas que no necesitan o no exigen un prefijo posesivo, o sustantivo
abstracto (absoluto:): Sa, que designan cosas del mundo y del cosmos, de la naturaleza y del hombre, animales y plantas, los préstamos y calcos, los nombres
propios y, asimismo, los instrumentos (obsérvese que en castellano, alemán,
griego o latín, por ejemplo, no hay una diferenciación en la experiencia de lo
real entre cosas “abstractas” y “concretas” sino una separación según el género
o sexo gramatical); pero si en wichi no existe el género en tanto categoría gramatical y se lo puede comparar con el inglés (o con el chino, el finés o el japonés,
etc.), hay que señalar que, por un lado, no hay en inglés una diferenciación entre
fenómenos abstractos y fenómenos concretos, y, que, por otro lado, según B. L.
Whorf, en inglés el género constituiría un “criptotipo” (un elemento “cubierto”,
en oposición al “fenotipo”); y, finalmente, que se podría suponer que en inglés
todas las cosas -excepto los seres humanos- son neutras, “it”.
Pero, sea como fuere, se pondría pensar, consecuentemente, que la categorización
wichí del mundo es más filosófica o científica y más cómoda para el ejercicio del
pensamiento; por consiguiente, se podría decir que el mataco-wichí es más apropiado que las lenguas indoeuropeas (Whorf: que la ‘lengua SAE’) para formular
el pensamiento lógico, científico o filosófico. Este idioma, entonces, gracias a una
“metafísica” latente, podría posibilitar y, luego, determinar el pensamiento reflexivo, dado que ya contendría en su sistema gramatical una concepción del mundo
tal que implicaría lograr una comprensión más exacta y clara del mundo físiconatural o realidad: con la ayuda del sistema Sa/Sc, el wichí, podría dar lugar o
producir una lógica, una filosofía o una ciencia física mejores y más adecuadas
o conformes a las exigencia del pensamiento y de la naturaleza.
Sin embargo, este procedimiento -que existe en otras familias, como las de melanesia y micronesia, o la atapascana (suroeste de norteamérica: cf. J. PINNOW,
“Wie lernen Navaho”, y C. MAIER, “H) ZH+”,)- no se encuentra en la gramática
sino que proviene de causas socioculturales y religiosas (cf. L. LEVY-BRUHL,
L’âme primitive, p.76-82) y, sin duda por tratarse de culturas totémicas, en las
72
5.3. Relativismo, forma, materia
Se puede ver, por lo demás, que el “principio lingüístico de
relatividad” se encuentra bien formulado en la 2ª. tesis, puesto que
ésta afirma que “la semántica hopi y la semántica SAE se equivalen”, lo cual es análogo a decir que el conocimiento humano es relativo en relación con las posibilidades sistemáticas que ofrece una
lengua dada29. Pero si todas las leyes del pensamiento se equivalen
puesto que todas las cosmovisiones -las views of the world- se equivalen, no hay, en consecuencia, lengua alguna que pueda ser considerada más válida -o ‘verdadera’-, que otra, lo que sería lo mismo
que pensar que ninguna lengua dada (SAE, por ejemplo) puede
constituir una referencia absoluta, con lo cual, a su vez, se postula
que el tiempo hopi es más adecuado que el de la lengua SAE para
cuales el ego de sus miembros es de tipo “difuso”, se puede decir que “en las representaciones de los primitivos [...] la individualidad de cada uno no termina en
la periferia de su persona; las fronteras de la misma son indecisas, están mal determinadas, y son incluso variables de acuerdo con la mayor o menor posesión
de fuerza mística o mana de que disponga el individuo” (J. CAZENEUVE, Lucien Lévy-Bruhl, p. 98, cf. L. LÉVY-BRUHL, op. cit., pp. 132-145): no siendo
el mana un hecho glotológico (cf. Z. A. FRANCESCHI, “El universo Wichí”, p.
60) -aunque lo vehiculice la palabra, y ‘se diga que el mana se transfiere al destinatario mediante las palabras del moribundo’ (id., ib., p. 60, n.48)-, estos fenómenos extralingüísticos, como lo es la actividad de fabricación de instrumentos,
demuestran, por el hecho de que haya una zona de ambivalencia (instrumentos
Sa e instrumentos Sc), que la clasificación Sp/Sa no se encuentra en la gramática
del mataco-wichí, i. e., qué es Sp o qué es Sa lo decide la intencionalidad designativa, “ya que depende en última instancia de la forma de pensar del indígena”
(M. T. VIÑAS URQUIZA, Lengua mataca, I, p. 52), y no al contrario; y ello es
así porque, como todo el mundo, “l’indiano ha bisogno di riferirla, la parola,
sempre a qualche cosa” (G. PELLESCHI, Sulla lingua degli indiani Mattachi
del Gran Ciacco, p. 372), ‘y si se comprende hasta qué punto hay una relación
entre la palabra y la idea, es necesario decir que esta última sin aquélla se muestra
en un estado confuso tal que no admite la precisión de la palabra’ (id., ib., p.
394).
29
Vid. B. L. WHORF, “Science and Linguistics”, p. 231: “We are thus introduced
to a new principle of relativity, which holds that all observers are not led by the
same physical evidence to the same picture of the universe, unless their linguistic
backgrounds are similar, or can in some way be calibrated”.
73
las leyes de la física moderna30. Por esta razón no es legítimo afirmar que el error de Whorf se encontraría en el hecho de afirmar que
‘el hopi no tiene tiempo’31 -aserción que, por otro lado, no constiAl respecto véase C. J. LETTNER, Qué es la Hipótesis de Sapir-Whorf, n. 1.
Vid. E. MALOTKI,, Hopi Time, pp. xvii y 2-6: Esta afirmación no es exacta
pues, en efecto, según Whorf, “After long and careful study and analysis, the
Hopi language is seen to contain no word, grammatical forms, constructions or
expressions that refer directly to what we call time, or to past, present, or future
[…]”, ‘Después de un largo y cuidadoso estudio y análisis se ha constatado que
la lengua hopi no contiene palabras, formas gramaticales, construcciones o expresiones para referirse directamente a lo que nosotros llamamos «tiempo» [...]’
(“An American Indian Model”, p. 27).
Pese a la claridad de la frase de Whorf y el sentido inequívoco de la misma -y a
las repeticiones de la formulación “a lo que nosotros llamamos «tiempo»”-, numerosos autores retoman de modo acrítico lo dicho por Malotki, por ej. G.
DEUTSCHER, Through the Language Glass, pp. 141-146; J.-A. COLLADO,
Fundamentos de lingüística general, pp. 136-137, o S. PINKER, The Language
Instinct, pp. 63-64 (por otro lado, v. en J. TRABANT, Was ist Sprache?, pp. 8384, una crítica negativa de estas ideas de Pinker).
J. LEAVITT (Linguistic Relativities, cf. pp. 179-181 y 181-183) comenta este
lapsus de Malotki quien, sin embargo, continuó las investigaciones de H. GIPPER, para el cual la temporalidad hopi, “presente-pasado opuesto al futuro”, es
una forma de la división general e intuitiva “pasado-presente-futuro” (cf. Gibt es
ein sprachliches Relativitätsprinzip?, p. 213 y sqq., y pp. 223-224, y v. V. BARNOUW, Cultura y personalidad, pp. 131-132). Además, de aceptarse la afirmación de Whorf arriba citada, ésta se suele malinterpretar, y, simultáneamente, se
suele pasar por alto o se ignora que la teoría consta de cuatro tesis, con lo cual
se piensa, por ejemplo, que la misma ‘transmite un fuerte sentimiento, casi alucinante, de que quizás haya por ahí un modelo totalmente distinto, en sí mismo
coherente, del universo físico y tal que lleva a una ontología básica del tiempo y
del espacio’ (N. EVANS, Dying Words, pp. 161-162) (que la temporalidad hopi
no es como la SAE es un hecho -cf. id., op. cit., p. 161-, en tanto que la ontología
es, según Aristóteles y la Escolástica, la especulación filosófica del ser en cuanto
ser, i. e. del ser independientemente de sus determinaciones particulares, es decir,
los hechos); o se piensa que la teoría se limitaría a las diferencias entre ‘imágenes
del mundo’ (cf. J. TRABANT, op. cit., p. 83), en tanto que E. LEISS señala que
si, en oposición al relativismo, “para Chomsky sólo es universal el plano expresivo y formal del lenguaje”, las categorías del pensamiento son innatas y no pertenecen “a la lengua”, y por ello no es posible subrayar las diferencias entre
idiomas como lo hace el relativismo (Sprachphilosophie, pp. 187-188).
30
31
74
tuye una crítica adecuada-32, pues el error se encuentra en dos lapsus
de este autor: ante todo, en la alegación según la cual el idioma hopi
no conoce un tiempo o un tipo de duración como el de la lengua
SAE, y, en segundo lugar, en el hecho de no haber observado que
también el hopi muestra una forma de organización y diferenciación
Pero si el error de la teoría no consiste en decir que ‘el hopi carece de tiempo’,
tampoco consiste en decir que el tiempo del hopi no es el tiempo de la lengua
SAE, y ni siquiera hay error cuando se busca demostrar que el pueblo Hopi posee
una concepción cíclica de la temporalidad; sino que el error de base consiste en
suponer o ‘postular’ que el tiempo lingüístico en general y el hopi en particular
se halla o existe en la gramática de las lenguas, con lo cual se reduce la dimensión sujeto-objeto, el mundo extralingüístico propio de todo idioma, a la mera relación de alteridad o dimensión sujeto-sujeto (un error análogo a los que buscan
probar relaciones como las que se dan entre lenguaje y pensamiento mediante experiencias de laboratorio), operación sólo legítima, como ya dicho, en el campo
de la lingüística estructural sincrónica o de la gramática.
Por ello, discusiones como las mencionadas muestran que, al error intrínseco de
la teoría, le sigue un error inicial de interpretación de ésta, que radica, primero,
en no distinguir entre las modalidades míticas y las reflexivo-racionales de la
concepción de la temporalidad, y, segundo, en desconocer la tripartición saussureana, por consiguiente, en desestimar las dualidades y oposiciones que se dan
en el lenguaje y, consecuentemente, en no llegar a ver la diferencia entre “materia” de la voz y “materia” del pensamiento: el lenguaje, ‘langage’ -heteróclito y
multiforme, natural, biológico y psicológico-, es ajeno al logos (mas la ‘lengua’
y el ‘habla’ no lo son), y, por lo que dice F. de Saussure, no puede ser objeto de
las ciencias del lenguaje (cf. Curso..., pp. 51-52). Es decir que, comúnmente, no
se tiene presente explícitamente la conclusión irrebatible de que, si se define el
lenguaje por su género próximo y su diferencia específica, el mismo es Vox articulata (donde: “articulada” = “subsistema pleremático (unidades con significado, morfemas o monemas) + subsistema cenemático (unidades con forma pero
sin significado: fonemas)” = “doblemente articulado”.
Por este motivo, dado que esta conclusión irreductible suele estar ausente, prácticamente ningún autor advierte que es el hombre par excellence quien únicamente posee, entre la totalidad de los seres vivientes, la capacidad o competencia
del ‘lenguaje reflexivo’; ni, sobre todo, tampoco hay autor que note que la causa
de este uso de la voz -de la voz doblemente articulada, “phônè”- se debe a que
la misma es exclusivamente el ‘material’ del lenguaje “toû lógou” y, de ahí, una
condición esencial del mismo: un lenguaje suena, resuena y tañe, pero las ondas
sonoras no chocan contra el pensamiento, sino contra el tímpano (véase al respecto M. LIATSI, Aristoteles, p. 180).
32
75
temporal que no es glotológica sino cultural, es decir una forma de
la duración ya sea circular, ya sea cíclica, característica de toda sociedad arcaica u originaria, esto es, propia del “pensamiento” o de
la “conciencia mítica”33.
De ahí que se pueda ver que esta teoría muestra tanto una contradicción inicial como una contradicción íntima: la primera es la
que proviene de efectuar una transición ilegítima, pues se lleva a
cabo una comparación hopi-SAE, y seguidamente se pasa de la lengua al pensamiento reflexivo, es decir, se va de la semántica lingüística específica (= imagen del mundo) hacia la interpretación
del mundo; mientras que la segunda contradicción proviene tanto de
efectuar una ampliación ilegítima como de hacer una reducción,
igualmente ilegítima, de tipo platonisanante, con otros términos, se
lleva a cabo una ampliación de las determinaciones iniciales (“articulaciones”) del pensamiento reflexivo -que fueron efectuadas en
virtud del lenguaje- a la totalidad del desarrollo y decurso de ese
pensamiento reflexivo, es decir, se efectúa -de manera opuesta al logicismo34-, a partir del pensamiento, una reducción del conjunto del
pensamiento reflexivo a pensamiento intuitivo; o, a partir del lenguaje, una reducción de la totalidad del lenguaje técnico-filosófico
-que se dirige “a las cosas mismas”- a la lengua o idioma correspondiente, esto es, a la gramática que le corresponde a ese hablar y a su
sistema de categorías35. Y si bien las concepciones del mundo, las
Cf. M. BÓRMIDA, El pensamiento mítico, pp. 55-60.
En efecto, la tesis de la determinación del pensamiento por el lenguaje conduce
a reducir, a partir del pensamiento, la totalidad del pensamiento reflexivo a pensamiento intuitivo; o, a partir del lenguaje, la totalidad del lenguaje técnico al
correspondiente idioma particular; en tanto que el logicismo, al contrario, reduce
el pensamiento intuitivo al pensamiento reflexivo, y trata de ver el lenguaje por
autonomasia (es decir, la lengua o idioma) como lengua técnica (cf. E. COSERIU, “Naturbild und Sprache”, pp. 278-279 y p. 284, n. 35, y v. supra, § 0).
35
Esta teoría, como una forma del relativismo de la “general semantics” del
Conde A. Korzybski (cf. P. CAPANNA, El sentido de la ciencia-ficción, pp. 101103), no sólo está dirigida contra el aristotelismo sino, asimismo y consecuentemente, contra el hegelianismo y el marxismo (v. A. KLEIN, “Tiempo y lenguaje”,
III, esp. Clase N° 6), dado que pone en tela de juicio la concepción instrumetal
33
34
76
‘mentalidades’ o las “maneras de ver el mundo” se reflejan en las
gramáticas “y más o menos las modelan”, no son las gramáticas las
que producen las concepciones36: si “lo que se concibe bien se enundel lenguaje -que es, sin embargo, un hecho fáctico- y niega, así, la bidimensionalidad de la praxis humana constituida por las tres “potencias” del lenguaje y la
memoria, del trabajo (de la herramienta), y de la tradición: cf. el platonismo o
“schleicherismo” de la tesis de la “metafísica latente”, tesis que equivale a desestimar el carácter social del lenguaje y su naturaleza de creación social, y a no
considerar que, para poder perpetuarse, una lengua debe cambiar constantemente,
con lo cual se ignora otra característica universal del lenguaje, su constante cambio (cf. A. KLEIN, “Hegel y la razón dialéctica”, § 2, “La razón in statu nascendi:
el lenguaje”). Señalemos aún que si Sapir dice, siguiendo a Humboldt, que el
lenguaje es una ‘imagen del mundo’, imagen que la actividad de designación o
“deixis” moldea y construye, y que, por lo tanto, proviene de la categorización
pragmática de la realidad, Whorf afirma, por el contrario, que la gramática contiene un picture of the universe que implica una interpretación del mundo, interpretación procedente, a su vez, de la metaphysics. Pero la afirmación de que cada
lengua es una imagen del mundo proviene tanto de la observación fáctica como
del ‘saber originario’ del auditor-locutor, pues no es una “definición” sino una caracterización que permite clasificar algo objetivo, una cosa -la ‘imagen del
mundo’ es una organización simbólica, es parte de un lenguaje, algo que existe
objetivamente en la realidad, y que la praxis sociocultural humana impone a esa
realidad-; la relatividad lingüístico-antropológica, en cambio, es un supuesto
(como tal, legítimo) que implica la transferencia de contenidos significativos (=
mentales) a otros ámbitos de la actividad humana, provenientes de la interpretación de esa imagen del mundo, lo cual es un proceder inductivo. Es decir, la relatividad no considera que la imagen o percepción del mundo es un hecho fáctico,
esto es, una construcción y arquitectura específica de una lengua, arquitectura
que constantemente se articula y se desarrolla en el hablar y el escuchar, un “Ausbau” con términos de Humboldt (y que tiene como fundamento una estructura nuclear orgánica, el ”Bau”), sino que esa imagen, reducida a lo mental (a los
“significados”), es un artífice u origen del pensamiento. Es por ello que las tesis
del relativismo y del determinismo son, dentro de esta teoría, inseparables, y no
se puede sostener que la misma suponga (cf. L. A. GOLLUSCIO, “Introducción”,
pp. 46-47) que no hay lenguas mejores que otras: si el hopi, por ejemplo, no fuera
considerado mejor que el idioma SAE, la teoría carece tanto de coherencia como
de sentido.
36
M. COHEN, “Structure sociale et structure linguistique”, p. 55; cf. E. SAPIR,
“The Grammarian and His Language”, pp.151-152, y v. F. VON KUTSCHERA,
“Sprache und Wirklichkeit”, pp. 440 y 338-339.
77
cia con claridad” y “las palabras para decirlo vienen fácilmente”
(Boileau)37, ello no es así a causa de la lengua francesa y de su gramática sino de la actitud de la sociedad y de los filósofos de la Enciclopedia y de las Luces que vieron, en esta lengua, la posibilidad
de dar forma al “espíritu de fineza” y que buscaron hacer de la
misma el instrumento del “espíritu de geometría”.
Pero la teoría no muestra sólo estas contradicciones sino que,
además acepta como hipótesis, de hecho y simultáneamente -pese
a no ser congruente con el principio mismo de relatividad lingüístico-, la consideración logicista de los conceptos en los que se fundamenta la gramática “lógica”38, ante todo, la definición de las
categorías verbales y gramaticales, es decir, admite el error o desacierto que consiste “en colocar las categorías verbales en la «lengua», haciéndolas corresponder a clases fijas de palabras”39,
equivocación que proviene, a su vez, del error logicista fundamental
de considerar el lenguaje como un objeto de naturaleza lógica o
como producto del pensamiento lógico40, error que suele atribuirse
“Selon que nostre idée est plus ou moins obscure, / L’expression la suit, ou
moins nette, ou plus pure. / Ce que l’on conçoit bien s’énonce clairement, / Et les
mots pour le dire arrivent aisément”.
38
El logicismo se podría caracterizar como una doctrina encaminada a preservar
la más absoluta autonomía de la lógica y a no admitir en la misma intervención
alguna de tipo psicológico (cf. A. LALANDE, Vocabulaire technique et critique
de la philosophie, p. 572).
39
E. COSERIU, “Logicismo y antilogicismo en la gramática”, p. 6; id., Teoría
del lenguaje, p. 237.
40
Pero el lenguaje no es lógico (ni tampoco ilógico), sino anterior a lo lógico: El
error logicista consiste, pues, en la identificación entre lo significativo y lo lógico,
“en la confusión de lo primario e indiferenciado con lo que representa ya el resultado de una diferenciación dentro de lo significativo, mejor dicho, una orientación, una determinación particular del logos semántico. O bien [...], el error
consiste en la confusión entre la finalidad que pertenece a la esencia del objeto a la actividad lingüística en sí, independientemente de ulteriores delimitaciones, y que es la finalidad significativa, con la finalidad accesoria, propia de este o
aquel acto” (E. COSERIU, Teoría del lenguaje, p. 239; “Logicismo y antilogicismo”, p. 8). Por lo que es del error antilogicista, éste consiste en creer que, si
las categorías verbales se hallan en la “lengua” y si a éstas les corresponden clases
37
78
a Aristóteles, quien habría ya sea deducido su lógica del lenguaje,
ya sea ligado el lenguaje a la lógica; pero esta afirmación no es
cierta, pues el Estagirita no dedujo la lógica del lenguaje (del
griego) ni ligó el lenguaje a la lógica sino que, con ayuda de una terminología del todo neutral, estableció claramente la prioridad del
lenguaje con respecto al pensamiento lógico41: el lenguaje como tal
es sólo “discurso, habla o expresión significativa (logos semántico)”, en el cual no hay ni verdad ni falsedad pues éstas se dan únicamente en la afirmación y negación, en la “elocución categórica”
o “logos apofántico” (la plegaria, por ejemplo, es expresión semántica, pero no es ni verdadera ni falsa y, por lo tanto, no constituye
“proposición o frase”, i. e. no es un objeto silogístico)42.
fijas de palabras, este hecho invalida la realidad de las categorías como funciones
semánticas del hablar (cf. id., “Logicismo y antilogicismo”, p. 6, y v. K. VOSSLER, Filosofía del lenguaje, pp. 29-30).
41
Véase al respecto I. M. BOCHEŃSKI, “Aristóteles”, esp. pp. 58-59 y p. 110;
O. HAMELIN, “Naturaleza de la lógica”, pp. 131-134, y M. COSERIU, Teoría
del lenguaje, pp. 238-239. De acuerdo con S. TOMÁS DE AQUINO, las categorías exigen una interpretación ontológica y son, ante todo, figuras del ser y esquemas fundamentales de su estructura (cf. In Metaphysicam Aristotelis
Commentaria, L. V. 7, lectio ix, § 891-892); y según G.-G. GRANGER, esta sistematización del Doctor Angélico “no traduce, sin embargo, la organización de
las categorías in statu nascendi: despliega las implicaciones ontológicas de las
mismas”, (La théorie aristotélicienne de la science, pp. 60-61), pues Aristóteles,
al nivel de una descripción general de las condiciones de la predicación, que es
el nivel de la descripción del libro ∆ de las Categorías, ‘no haría intervenir una
ontología sino que la prepararía’ (id., op. cit., p. 61).
42
Cf. Categorías, 4, 2a; De interpr., 16a-b - 17 a.
Pero hay que recordar, ante todo, que la expresión semántica es una manifestación, “foné”, algo que supone un “sentido” originario, que comprende un aspecto
simbólico y que posee una naturaleza formal (es decir, atemporal), lo cual implica
que el lenguaje es un símbolo, una “representación interior”, que, por otra parte,
se refiere a las cosas de la realidad: la dimensión originaria del lenguaje es, necesariamente, la relación sujeto-realidad, efectivizada por medio de la “deixidad”
o “actividad de designación” del mundo de los objetos y procesos. Y, en segundo
lugar, que esta dimensión supone otra, la relación fundamental sujeto-sujeto, i.
e. auditor-locutor o “alteridad”, es decir, el logos semántico es, consecuentemente, “discurso hablado”: el lenguaje, la lengua, es la potencialidad activa de
producir habla (parole, speech), un instrumento que organiza la realidad y, dado
79
Por otra parte, si se tiene siempre en cuenta que, siendo el
lenguaje una cosa, que, como tal, “existe en el aire”- puesto que
viene de las generaciones anteriores-, y que el mismo se da o se encuentra necesariamente en el plano de realización aristotélico del
ser, se ve, entonces, que la articulación -que gobierna el hablar, el
decir y el escuchar- da lugar, de ese modo, a una organización o estructura que no es simplemente un “producto” sino una “actividad”;
esto es, si el lenguaje existe como cosa de la realidad ello es así
porque se hace; pero, por otro lado, no es única y meramente “lo
que se hace”, tò érgon, sino también una “actividad”, enérgeia43; y
ello es así porque, por estar todo idioma situado en el tiempo y en
un espacio, ‘el resultado no es lo efectivamente real, sino el resultado conjuntamente con su devenir’44, o, como dice Aristóteles, para
todo campo de estudio y para toda cosa, “la mejor intuición de la realidad se logra si se miran los objetos en el proceso de su desarrollo
y a partir de su primer origen”45. Por lo dicho, y dado que, además
de ser una cosa, toda lengua se configura como sistema organizado
-o como estructura-46, resulta pertinente observar de inmediato que
que la deixidad crea el significado, este instrumento es, como todo otro, social su uso presupone la intencionalidad- y resultado de la evolución de las especies,
del trabajo.
43
Cf. W. VON HUMBOLDT, Über die Kawi-Sprache, p. LVII.
44
G. W. F. HEGEL, Phänomenologie des Geistes, Prefacio, esp. § 3; cf. R. G.
COLLINGWOOD, The Idea of Nature, pp. 15-16, y v. J. L. CASSANI y A. J.
PÉREZ AMUCHÁSTEGUI, Qué es la historia, p. 27.
45
Política, I, 2, 1252a, 24-27, y véase R. MONDOLFO, Problemas y métodos de
investigación, pp. 33 y 28, donde el autor pone en relación la noción del Estagirita
según la cual “la naturaleza de las cosas es su nacimiento” con las de G. Vico.
46
Toda lengua, como hecho fáctico, es una construcción y arquitectura específica,
arquitectura que constantemente se articula y se desarrolla en el hablar y escuchar, un “Ausbau” con términos de Humboldt; pero, al mismo tiempo, esta arquitectura tiene como fundamento una estructura nuclear orgánica, el “Bau” (v. W.
VON HUMBOLDT, “Ueber das vergleichende Sprachstudium”, ed. esp. Estudio
comparativo de las lenguas, §§ 2, 8 y 10, esp.): Ya con la primera palabra de una
lengua se da el núcleo o estructura típica, el “Bau” del idioma, es decir, su orientación y las pautas tipológicas; pero viene luego la expansión y el desarrollo de
ese núcleo, el “Ausbau”, una expansión que, en el fondo, nunca acaba; pues el
80
la existencia de un plano lógico-gramatical de la lengua no implica
la identidad entre pensamiento y lenguaje porque a) en el lenguaje
hay niveles, como el fonológico y el morfológico, cuyas unidades
(fonemas y morfemas) no tienen correspondencias directas en el
pensamiento, y entre la articulación sintáctica y la lógico-gramatical
se dan divergencias esenciales: la identidad de las frases en el plano
sintáctico no implica la identidad de la misma en el plano lógicogramatical, y porque b) el contenido concreto de la oración que caracteriza el aspecto conceptual del pensamiento no pertenece al
plano lógico gramatical de la lengua, dado que la función básica
del nivel lógico-gramatical de la frase consiste en expresar únicamente, con medios gramaticales, ya sea la estructura, ya sea la
forma de los pensamientos respectivos; y además, la divergencia
entre el aspecto conceptual del pensamiento y el de la lengua tiene
lugar porque no sólo el contenido expresado por una oración o
frase, sino también el contenido expresado por una libre combinación de palabras no pertenece a la “lengua” sino al “habla”, a la parole (“speech”)47, i. e. el lenguaje depende del pensamiento48.
núcleo, tal como debe y puede ser, se halla siempre presente, y las lenguas no se
distinguirían cualitativamente gracias a o por este núcleo -la pauta estructural de
base-, sino por la configuración que este núcleo va adquiriendo durante su desarrollo: habría lenguas, pues, que están mucho más desarrolladas y acabadas que
otras, pero estas últimas, las menos acabadas, tendrían las mismas o análogas
posibilidades de incremento progresivo que las primeras porque el núcleo, esto
es, la estructura fundamental, ya esta dada.
47
Cf. V. Z. PANFILOV, Grammatika i logika, pp. 776-77; recuérde que para F.
DE SAUSSURE la frase u oración pertenece al habla (no a la “langue”) (v. por
ej. [IIe] Cours de linguistique générale, pp. 82-83).
48
Pero obsérvese que los locutores-auditores suelen decir lo contrario; si se recuerda, en efecto, que el lenguaje clasifica la realidad, pero que lo hace según intereses y actitudes humanas, es decir, que impone sus estructuraciones al mundo
práxico por medio de la actividad instrumental designativa -si se recuerda que,
por otra parte, el pensamiento puede ser o bien intuitivo o bien reflexivo (cf. E.
COSERIU, “Naturbild und Sprache”, p. 278)-, y si se debe señalar, consecuentemente, que hay tres tipos de “subjetividad” dotados de manifestación lingüística: a) la incorporada, en el plano de la función distintiva, a los sistemas léxico
y gramatical; b) la sistematizada pero no distintiva, exterior a esos sistemas, y c)
la esporádica y no sistematizada (además del tipo de subjetividad sin manifesta81
ción glotológica, ajena a las ciencias del lenguaje) (cf. E. COSERIU, “Introducción al estudio estructural del léxico”, pp. 104-105 y n. 2), se tiene que es el tipo
de ‘objetividad sistematizada, pero no distintiva’ lo que lleva a identificar la propia lengua con el pensamiento o, casi siempre de manera simultánea, a considerar
que en la lengua hay una metafísica latente.
De modo que el hablante normal o “naïf” -de cuyo saber pragmático, sin embargo, debe partir la investigación en las ciencias de la cultura, con el fin de llegar, desde el “hecho”, al “dato” (cf. G. CHARRON, “L’objectivité en
linguistique”, p. 155, y v. supra, § 0)- opera una reducción de la dimensión
mundo-hablante a la sola dimensión de alteridad, con lo cual únicamente se considera el “meaning”, una consideración legítima en el estudio estructural del lenguaje, pero que no lo es en un cuadro funcional-integral y antropológico (al que
pertenece la etnolingüística whorfiana), dado que éste exige tomar en cuenta la
doble articulación, la doble dimensión y la instrumentalidad del lenguaje, además
de la arbitrariedad del signo, aspectos cuyo desconocimiento llevan, precisamente, a rechazar esta conclusión, pues se piensa, con Mauthner, que, como lo
demostraría el Timeo, la física es una latencia del idioma griego y de la gramática
griega, y Dios un producto de la sintaxis de esta lengua, algo innecesario para los
chinos puesto que su lengua no distingue entre ”voz activa y voz pasiva (véase
al respecto F. JULLIEN, Entrer dans une pensée, pp. 138-140,148-149, 157160); o que la “evidencialidad”, que “sería como el conocimiento del hablante
sobre lo que sucedió, sobre lo que está relatando, la fuente del conocimiento”,
particularidad de categorías verbales y que ‘se hallan en la gramática de lenguas
del Gran Chaco’, no existe codificado, contrariamente a lo que ocurre en estas
lenguas indígenas, en la gramática de los idiomas indoeuropeos, “es algo que en
las lenguas europeas no existe codificado en la gramática” (C. MESSINEO, “Es
prejuicio decir que las lenguas indígenas no son comunicativamente eficientes).
Pero si yo digo en mataco-wichí (v, supra, § 5.2, n. 28): Lhutsa nay tektaj-e: ‘la
chica se baña en el río’, y Lhutsa nay-lhi tektaj-e: ‘la chica se está bañando en el
río’, digo dos cosas o menciono dos hechos distintos, que ocurren ambas en presente, donde la primera acción es puntual, y la segunda, durativa o lineal (lhi es
un sufijoide de duratividad que, en castellano, se expresa con el verbo estar y con
el modo gerundio, se trata de la “ing”-forma del inglés); estos hechos ocurren, sin
embargo, en la tierra y en el agua, son observables en una realidad no lingüística,
no se encuentran en la gramática wichí (en efecto, esa chica está en un río, no es,
esa teenager, un objeto glotológico, ejerce ciertamente actividades verbales pero
no es un verbo, ni tampoco otro tipo de categoría gramatical); y si la chica quiere
seguir bañándose porque es caprichosa (es justamente una teenager), o si va a
salir del agua de inmediato porque se aburre o porque es sucia, observamos conductas humanas, cosas de esa chica y de su conducta inconstante, y para hablar
sobre ellas no tenemos que trepanar el cráneo de esa chica indígena para observar
sus circunvoluciones cerebrales, sino que debemos observarla en un río de la
82
La conclusión positivista-nominalista es, por lo tanto, reductora (cf. logicismo) y, por otro lado, errónea (cf. whorfismo): si se
recuerda es necesario distinguir, por una parte, los objetos naturales
-formas con sustancia- y los objetos matemáticos -formas sin sustancia-, y, por otra parte, los objetos culturales -formas de sustancia-49, la materia de estos últimos no es indiferente ni puede ser
ignorada, es decir, una lengua en sí no existe, no existe tampoco
una gramática en sí, ‘la frase se realiza en el habla’50, y, por lo
demás, ni el tiempo ni el espacio son conceptos51. Esta teoría y el
principio que se deriva de la misma son, pues, inexactos porque,
desde el momento en que se da una unión de cosa y representación, cuando i → c, el caos del pensamiento nebuloso puede llegar
a la articulación, y dado que en virtud de la deixis los contenidos de
la palabra cambian -pues el hábitat designado, así como la sociedad
o el ámbito de la cultura, cambian-, también cambia este pensamiento, con lo cual el flujo del pensamiento no puede ser latente ni
estar determinado por nada -“la palabra es la sombra del acto”52-:
visto que los animales piensan pero no hablan, y que ‘el órgano del
lenguaje es el oído’53, el lenguaje, voz articulada, no puede ser la
ecumene, el Pilcomayo del Gran Chaco, por ejemplo, y decir qué hace o no hace
ese chica voluble, y lo mismo vale si se trata de un hanaj, un chico.
49
Vid. E. COSERIU, Sincronía, diacronía e historia, pp. 264-266; cf. ARISTÓTELES, Physica, II, 2; G. VICO, De antiquissima Italorum sapientia, III, “De
causis”, y v. E. HUSSERL, “Du manuscrit inédit K III 28”, p. 124.
50
F. DE SAUSSURE, [II] Cours, pp. 82-83; v. id. Cours…, pp. 172-173, y cf. la
fórmula del habla: “(1 + 1’ + 1’‘+ 1’‘’ ...)” (Cours..., p. 83); v. R. GODEL, “F.
de Saussure’s Theory of Language”, pp. 489-490; cf. E. CASSIRER, Philosophie
der symbolischen Formen, I, pp. 105-106.
51
Cf. I. KANT, Critique de la raison pure, p. 55 y sqq., p.61 y sqq.; id. Prolegomena zu einer jeden künftigen Metaphysik, pp. 283-285, §§ 10-12: El espacio y
el tiempo no son conceptos porque no son generales y no comportan elementos
inferiores (al respecto, v. supra, § 5.2, y J.-M. LE BLOND, Aristote philosophe
de la vie, pp. 9-10, n. 1)..
52
DEMÓCRITO, DK 68 B 145.
53
ARISTÓTELES, Parva nat., “De sensu”, 437a 5-15; v. W. KULLMANN,
“Sehen, Hören, Denken”; cf. W. BELARDI, “Tra biologia e linguaggio“, pp. 5657, y M. COHEN, “La fonction langage”, p. 15.
83
materia del pensamiento, sino la materia del habla: “τοῦ δὲ λόγου
ὕλην εἶναι τὴν φωνήν”54. Puesto que, si “el sonido que se articula
más y más, es decir el habla y su sistema, la lengua, se configura
con vistas a la representación”55, “el lenguaje es el acto de la inteligencia técnico-teorética en sentido propio, pues es la manifestación externa de la misma”56.
ARISTÓTELES, De generatione animalium, V, 7, 786b 20.
G. W. F. HEGEL, Enzyklopädie der philosophischen Wissenschaften, § 459.
56
Id., Filosofía de la Historia, p. 88.
54
55
84
BIBLIOGRAFÍA
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Aires, Ediciones Troquel, 1966 (Biblioteca de Filosofía).
ZAWADZKI, KAROLINA. “Sprachrelativitätstheorie, kritische Betrachtung” . KarlGeorg Lettner, Introducción a la Etnolingüística (Lenguaje, Cultura,
Pensamiento). Viena, Instituto de Lingüística de la Universidad de Viena,
2006 (Exámenes).
Zur Philosophie des Zeichens. . Ed. por Tilman Borsche y Werner Stegmaier. BerlínNueva York, Walter de Gruyter, 1992.
121
0.
INDICE
La cuestión del lenguaje.......................................................9
1.
Oposiciones ........................................................................23
3.
Intelectualidad, instrumentalidad, simbolización...............41
2.
4.
5.
Doble articulación ..............................................................29
La triple relación: habla-pensamiento-organización
semántica............................................................................51
“Language-Thought-Reality”.............................................59
5.1. Las 4 tesis y las dos afirmaciones.............................59
5.2. Transiciones relativistas............................................65
5.3. Relativismo, forma, materia......................................73
Bibliografía ..................................................................................85
123
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