ISSN 1668 4737 Archivos Departamento de Antropología Cultural XII - 2014 CIAFIC ediciones Centro de Investigaciones en Antropología Filosófica y Cultural de la Asociación Argentina de Cultura Archivos, Vol. XII - 2014 ISSN 1668 4737 Directora: Dra Ruth Corcuera Miembros del Consejo Editorial: Dr. Eduardo Crivelli - Universidad de Buenos Aires, Argentina Dr. John Palmer - Brookes University, Oxford, Inglaterra Dr. Tadashi Yanai - Universidad de Tenri, Nara, Japón Dra. María Cristina Dasso - Universidad de Buenos Aires, Argentina Archivos es la publicación periódica del Departamento de Antropología Cultural del Centro de Investigaciones en Antropología Filosófica y Cultural (CIAFIC), que por este medio busca servir a la tarea del conocimiento y la reflexión sobre las culturas. Con esta finalidad, tiene como cometido difundir las investigaciones del Departamento, publicar colaboraciones que versen sobre antropología cultural y rescatar trabajos cuyo valor se considera meritorio para la disciplina. 8 2014 CIAFIC Ediciones Centro de Investigaciones en Antropología Filosófica y Cultural Asociación Argentina de Cultura CONICET Federico Lacroze 2100 - (1426) Buenos Aires www.ciafic.edu.ar e-mail: [email protected] Dirección: Lila Blanca Archideo Impreso en Argentina Printed in Argentina Carlos J. Lettner Instituto de Lingüística de la Universidad de Viena Institute of Linguistics of the Vienna University Sobre el lenguaje y la articulación integral del objeto antropológico: Alteridad, designación y principio lingüístico de relatividad Buenos Aires CIAFIC Centro de Investigaciones en Antropología Filosófica y Cultural 2014 Edición corregida y aumentada* * Título del texto original de base: “Sur le langage, l’ethnolinguistique et l’articulation intégrale de l’objet symbolique: De l’altérité au principe linguistique de relativité”, in Oltre Saussure / Beyond Saussure: L’eredità scientifica di Eugenio Coseriu / Eugenio Coseriu’s Scientific Legacy, 1er-2 octobre 2013. Údine, Dipartimento di Studi Umanistici dell’ Universidad degli Studi di Udine, 2013 Florencia, Casa Editrice Cesati, 2015. Traducido, ampliado y adaptado por el autor Resumen Sobre el lenguaje y la articulación integral del objeto antropológico Alteridad, designación y principio lingüístico de relatividad A partir del objeto “lenguaje” -considerado desde un punto de vista integral y fenomenológico, i. e. descriptivo-funcional, no genético y no hermenéutico-, se delimita su género próximo y su diferencia específica: cf. lengua-habla, forma-sustancia, tiempo-espacialidad (F. de Saussure, E. Coseriu); se explicitan sus dos dimensiones, a saber, la dimensión originaria y la dimensión fundamental (W. von Humboldt, L. Bloomfield, cf. E. Coseriu, E. Husserl); se estudia su carácter de instrumento, “de intermediario que ha sido forjado, según es sabido de antiguo” (K. Bühler, cf. Aristóteles), por lo tanto, su función de ‘término medio’ que articula la cosa -un tono, un sonido- y la subjetividad (Hegel), con lo cual se discuten las 4 tesis de la “hipótesis de Sapir-Whorf” (E. Coseriu, G. Mounin) y el problema de la naturaleza de la relación language-thought-reality. Résumé Sur le langage et l’articulation intégrale de l’objet anthropologique Altérité, désignation et principe linguistique de relativité En partant de l’objet «langage» -considéré d’un point de vue intégral et phénoménologique, i. e. descriptif et fonctionnel, non-génétique et non-herméneutique-, on en précise le genre prochain et la différence spécifique: cf. langue-parole, forme-substance, tempsspacialité (F. de Saussure, E. Coseriu); on en explicite les deux dimensions, à savoir l’originaire et la fondamentale (W. von Humboldt, L. Bloomfield, cf. E. Coseriu, E. Husserl); on en traite le caractère d’instrument, «d’intermédiare qui a été forgé, bien connu despuis très longtemps» (K. Bühler, cf. Aristoteles), donc la fonction en tant que ‹moyen-terme› rationnel qui articule la chose -un ton, un son- et la subjectivité (Hegel), avec quoi on discute les 4 thèses de l’«hypothèse de Sapir-Whorf» (E. Coseriu, G. Mounin) et le problème de la nature de la relation language-thought-reality. Abstract On Language and the Integral Articulation of the Anthropological Object Alterity, designation and linguistic principle of relativity Based on the object “language” -considered from an integral and phenomenological perspective, i. e. from a descriptive-functional point of view, and not from a genetical or a hermeneutical one, we determinate its genus proximum and its differentia specifica: cf. langue-parole, language-speech, form-substance, time-spatiality (F. de Saussure, E. Coseriu); we explain its two dimensions, namely, the original one and the fundamental one (W. von Humboldt, L. Bloomfield, cf. E. Coseriu, E. Husserl); we set forth it as a tool, a “mediator that has been forged, as known from ancient” (K. Bühler); therefore we consider its function as a ‘middle-term’ that articulates the thing -a ton, a sound-, and the subjectivity (Hegel)-, whereby we discuss the 4 theses of the “Sapir-Whorf-Hypothesis” (E. Coseriu, G. Mounin) and the problem of the nature of the relation language-thoughtreality. “Es que toda lengua tiene en sí una historia que se desarrolla perpetuamente, que está hecha de una sucesión de acontecimientos lingüísticos, <los cuales> no han tenido repercusión externa alguna y no han sido jamás registrados por el célebre buril de la historia [...], pues si existen los principios de la continuidad y de la divergencia de una lengua en el espacio, existen también aquellos de la continuidad y de la transformación en el tiempo. El primer aspecto bajo el cual hay que considerar la idea de Historia cuando se trata de una lengua, es el hecho fundamental de su continuidad en el tiempo o de su ininterrupción forzada, que <es la primera ley de> la transmisión del hablar humano [...]. Una lengua no puede [por lo tanto] morirse en paz y naturalmente, el único medio de que dispone para dejar de ser, es verse suprimida por la fuerza, por una causa totalmente ajena a los hechos de lenguaje. Por lo tanto, sentamos como absoluto el principio de la transformación incesante de las lenguas. El caso de un idioma que se encontrase en estado de inmovilidad y de reposo no se da” (F. de Saussure). Pues ‘Instrumento y lenguaje pertenecen, como es sabido de antiguo, a lo más humano del hombre: el homo faber utiliza cosas elegidas y transformadas como instrumento, y el zoon politikón introduce el lenguaje en el trato con sus semejantes. […]. El lenguaje es afín al instrumento; también pertenece a los utensilios de la vida, es un órganon como el utensilio real, la cosa intermedia material ajena al cuerpo: el lenguaje es, como el instrumento, un intermediario que ha sido forjado […]’ (Karl Bühler). CIAFIC - Buenos Aires University of Vienna Institute of Linguistics of the Vienna University 0. LA CUESTIÓN DEL LENGUAJE Si, “por lo tanto, el nombre es <ciertamente> el principio <decisivo, el único>, no de la invención de los seres mitológicos -¿pues quién podría escrutar los fundamentos de esto?- sino del instante en el cual los seres se vuelven puramente mitológicos, y rompen su último vínculo con la tierra para <ir a> poblar el Olimpo”1, se puede demostrar que afirmar simultáneamente, primero, que el lenguaje -fenómeno al cual le es inherente pertenecer a la vez a la naturaleza y a la conciencia- posee propiedades cognitivas y que, por lo tanto, da lugar también a operaciones simbólicas; y de inmediato, en segundo lugar, que el mismo es necesariamente un “producto”, un fenómeno cuyo uso es social, puede conducir, por un lado, a considerar el instrumento lingüístico sólo desde el punto de vista de sus posibilidades de utilización práctica para la expresión y para la comunicación, así como para la coordinación de las actividades de los miembros de una comunidad (que es, no obstante, una comunidad ya determinada por un hablar, una comunidad idiomática), es decir, a considerarlo sólo como “sustancia” y a confundir, en consecuencia, lo que el útil es con lo que el útil hace, a saber, con lo que hace por intermediación de un encadenamiento instrumental de categorías significativas que corresponden a categorías de objetos explicitadas como palabras o símbolos2; y, por otro lado, a concluir que esta capacidad instrumental sólo se limita a la manifestación de unidades o de enunciados glotológicos cuya materia -la forma expresiva- remite a formas de contenido mentales o, con otras paF. DE SAUSSURE, Notes sur la linguistique générale, p. 25, 5-10. Pero el signo es siempre un aliquid pro aliquo -una cosa que está por otra-, como tal, no “presenta” la cosa o el proceso mismo sino que los “representa”: cf. el elefante de Humboldt en su obra Sobre la lengua kavi, pp. CXI-CXII, o el Napoleón de Husserl en las Investigaciones lógicas, I, pp. 339-340, y sus distintas denominaciones: en sánscrito, el primero es “el que bebe dos veces”, “el que posee una mano”, etc. -un mismo objeto se nombra con dos o más conceptos-, y el segundo es “el vencedor de Iena” o “el vencido de Waterloo” -un mismo objeto se nombra con palabras de acepción opuesta-, lo que supone una diferenciación entre ‘forma lingüística interior’ y ‘objeto’, esto es, entre significado o contenido de un signo y designación o referencia a cosas y procesos extralingüísticos (cf. 1 2 9 labras, a concluir que el fin (la función) del lenguaje puede ser tanto la comunicación como la expresión del pensamiento3. Sin embargo, aunque se pueda admitir que el lenguaje en tanto fenómeno se verifica en los “actos verbales”, y que éstos son actos en los que se emplean signos cuyo objetivo es la comunicación, no es menos cierto que los signos son objetos formados por la combinación de E. COSERIU, “Significado y designación”, pp. 187-188, y v. infra, § 2, n. 54); y de aquí que todo hecho cultural debe darse como una “palabra” que expresa un contenido de conciencia proveniente del acto de denominar (cf. M. BÓRMIDA, El método fenomenológico en Etnología, p. 27, y v. id., “Ergon y Mito”, pp. 910 y 55-58). 3 La concepción instrumental del lenguaje plantea el problema de la determinación de su función, es decir, de si la misma es más bien la comunicación o más bien la representación. Si en la epistemología estructuralista se tiende a subrayar el aspecto comunicativo de la lengua dado que metodológicamente se puede observar que el mismo se fundamenta en criterios glotológicos formales: la capacidad distintiva de fonemas y monemas, “verificada por la conmutación, es decir, por el comportamiento en la comunicación” (G. MOUNIN, “Les fonctions du langage”, p. 403), hay que señalar que la comunicación, condición fundamental para que haya lenguaje, es la realización de la representación, exigencia originaria para que se dé el hablar. Pues, en efecto, ya la “tradición aristotélica” sugiere caracterizar el lenguaje “tanto por su meta (ya sea la expresión del pensamiento, ya sea la comunicación) como por su medio (un sistema de signos)” (G. MOUNIN, “Linguistique”, p. 1409); y, además no sería posible negar la tesis de Sapir según la cual ‘es una ilusión creer que se puede pensar e, incluso, razonar sin necesidad de palabras’ (id., Introduction à la sémiologie, p. 39; cf. E. SAPIR, Language, p. 15), porque “el lenguaje, en cuanto estructura, constituye en su cara interior el molde del pensamiento” (id., ib., p. 22). Además -dado que la función puede ser también considerada como “[...] lo que enlaza las unidades lingüísticas que le corresponden a los elementos en las cuales ha sido necesario analizar la totalidad de la experiencia para poder comunicarla” (A. MARTINET, “La notion de fonction en linguistique”, p. 7, n. s; v. P. GUIRAUD, La grammaire, p. 51)-, se puede distinguir, en el instrumento “lenguaje”, por una parte, una propiedad cognitiva (la “función interna”, que clasifica simbólicamente la experiencia como mundo de la cultura) y, por otra, una propiedad técnica (que organiza esta clasificación como ‘discurso’ o ‘textos’): siendo el signo un aliquid pro aliquo, y dado que la “función de significación” o “de simbolización” da lugar a la estructuración y articulación de unidades lingüísticas, se podría decir que el lenguaje es el instrumento de la representación -del conocimiento- y, por tanto, de la comunicación, pues es la “potencia” de esta última. 10 un elemento de expresión (signans) con un elemento de contenido (signatum); además, dado que la cognición está vinculada a la expresión lingüística4, se ve claramente que, si bien entre las actividades con las cuales el lenguaje se halla en relación se cuenta el pensamiento -del cual es la ‘realidad inmediata’ (y que, por lo demás, es uno de los fenómenos donde se pone directamente de manifiesto la esencia humana)-, sería legítimo sostener, sin embargo, que considerar el útil lingüístico sólo como instrumento de la razón cuyo fin es, eventualmente, la expresión del pensamiento, contiene una reducción, tal como lo prueban, por ejemplo, las contradicciones íntimas de concepciones filosófico-científicas opuestas, como lo son la de la logística o la del positivismo lógico5, así como la de la teoría llamada “de la relatividad lingüística”6. La instrumentalidad del lenguaje está en relación con la significación y la designación; los símbolos son formas cuyo contenido es un conocimiento que puede ser, también, una idea; las lenguas presentan una “forma interior” o estructura semántica que les es propia, y hay “categorías” que, sin duda, se hallan en conformidad con la lógica y la gramática (y en el cuadro de un razonamiento de tipo formalista se puede postular “a «representational» function of language”: cf. P. ALBERTELLI, “Some Propositions Concerning General Linguistics”, § 30). 5 La idea básica de R. Carnap, por ejemplo, es de constituir una teoría del razonamiento inductivo que sea una lógica a priori del uso del cálculo de probabilidades (cf. G.-G. GRANGER, Le probable, le possible et le virtuel, pp. 215-217). 6 Estas concepciones constan de sistemas de ideas que llevan a considerar la lengua ya sea como un sistema universal de signos pura y simplemente conceptuales, ya sea a suponer que la lengua puede identificarse con una gramática cuyo sistema de normas y de categorías arbitrarias o convencionales le es inherente y que, por lo tanto, no se puede comparar con ninguna otra: si la última busca asimilar el lenguaje al pensamiento intuitivo (v. supra, § 5), la primera supone que, puesto que los “lenguajes naturales” son imperfectos, hay que asimilarnos al lenguaje de tipo técnico: como dice B. RUSSELL, por el estudio de los principios del simbolismo es posible sustraerse de la influencia inconsciente del lenguaje y “evitar de ese modo una multitud de nociones erróneas” (“Vagueness”, p. 84), pues hay una “falacia del verbalismo” “que consiste en tomar las propiedades de las palabras por las propiedades de las cosas” (ib., p. 85), dado que “La vaguedad y la precisión son características que sólo pueden pertenecer a la representación, de la cual el lenguaje es un ejemplo” (ib.), y que “Tienen que ver con la relación entre una representación y aquello que ésta representa; fuera de la representación [...], no puede haber cosa tal como vaguedad o precisión; las cosas son lo que son, 4 11 Con todo, la confusión procedente de una reducción sustancialista en el análisis lingüístico puede ser superada si se y esto es todo” (ib.); de ahí que este autor diga que no se puede determinar cuál de las dos formas de expresión humana, el habla o la escritura, es la más antigua (cf. An Outline of Philosophy, pp. 46-47). Por ello, las tendencias logicistas eliminan, habitualmente, las consideraciones extraglotológicas en el estudio del lenguaje (que se reduce, de este modo, a su relación de alteridad, subsumido, a su vez, al análisis del significado) y generalizan, simultáneamente, la noción de ‘lenguaje’; el álgebra -simbólica o moderna-, en efecto, se ocupa únicamente de determinadas “relaciones” que se dan entre símbolos (lattices, “redes”) que podrán, entonces, ser aplicadas a diversos conjuntos de entidades -materia- que verifiquen “leyes dadas en una determinada estructura -forma-, como, por ejemplo, la “lengua natural”. Igualmente, las tendencias logicistas relacionadas con el simbolismo en general y que intentan, consecuentemente, reducir los conceptos fundamentales de lo lógico a categorías lingüísticas, aseveran, por un lado, que categorías muy generales -como oración, símbolo y significado- y las relaciones entre las mismas forman un conjunto de signos y reglas tales que permiten el manejo de esos signos, con lo cual la lógica simbólica misma es más bien tenida por un ‘lenguaje’ que por una teoría, i. e., más bien considerada un sistema de signos y reglas para realizar operaciones con los mismos que un ‘sistema de proposiciones’ -elementos del habla- referentes a los objetos y procesos (v. A. ASTI VERA, Fundamentos de la filosofía de la ciencia, pp. 106-107; cf. W. HAAS, “General Categories of Language”, pp. 151-161); y de ahí que, por otro lado, este sistema o conjunto resulta ser ‘más que un lenguaje, un esquema o «esqueleto de lenguaje»’ (R. CARNAP, Introduction to Symbolic Logic, p. 1; cf. A. ASTI VERA, George Boole, pp. 70-73 y notas 74 y 78; G. BOOLE, An Investigation of the Laws of Thought, II, §§ 1-4). El lenguaje, entonces, sería un objeto semiótico compuesto de signos (v. R. CARNAP, Foundations of Logic and Mathematics, p. 3), obtenido por un proceso deductivo y que “la sintaxis lógica trata como un cálculo” (cf. id., Logische Syntax der Sprache, pp. 1-9), de lo cual se sigue que la significación de las palabras, así como la relación de palabras y expresiones con las representaciones y las acciones son objeto de ciencias específicas (la pragmática, la semántica y la sintaxis) (cf. id., Logische Syntax..., pp. 4-5, y cf. L. HJELMSLEV, Omkring sproteoriens grundlæggelse, pp. 70 y 72). En la lingüística esta posición filosófica (que se puede calificar de “platonisante”: v. infra, nota 9), está representada por la glosemática, cuyo objeto se debe definir exactamente, a la manera del álgebra, con ayuda de axiomas, con lo cual se tiene que, puesto que el lenguaje “es forma, no sustancia” (cf. F. DE SAUSSURE, Curso de lingüística general, p. 193), la sustancia en la cual éste se manifiesta es indiferente (v. L. HJELMSLEV, op. cit., pp. 71 y 15, 48-52 y 91-96). 12 procura caracterizar el lenguaje, un producto cultural, ante todo como uno de los fenómenos que operan la mediación entre la conciencia y la naturaleza (es decir, ante todo más bien como “función” que como mero objeto); con otros términos, si, en lugar de categorizarlo, primeramente, a partir de lo que el instrumento “es” -y de lo que es para la observación experimental-, se lo caracteriza, antes que nada, a partir de su finalidad interna (incluida la intención de significación y de representación), es decir, a partir de lo que el instrumento “hace” o a partir de aquello para lo cual ha sido hecho (la esencia del martillo se manifiesta en el martillar, la esencia del lenguaje, en el hablar): la tarea del lenguaje, así como la de las “lenguas”, consiste, por consiguiente, en estructurar la experiencia humana, en categorizarla y en jerarquizarla, con la ayuda de “formas” o “signos simbólicos” -que todo idioma produce o articula en el “pensamiento”, “caótico por naturaleza”-, de entidades que pueden transmitir informaciones (comunicar algo) acerca de la realidad exterior al propio mecanismo de la lengua. Pero si la función del lenguaje consiste, entonces, en organizar, o en articular, la “sustancia del contenido” con la ayuda de verba mentis -de términos mentales que representan los seres por medio de conceptos y formas simbólicas- que, a su vez, se actualizan como cadenas sonoras articuladas de verba oris -de “palabras” organizadas, sustitutos materiales de los conceptos o términos mentales ya articulados-7, se constata que, tanto desde el punto de vista de sus propiedades técnicas como desde el punto de vista de sus propiedades cognoscitivas, el lenguaje muestra siempre “algo doble”: el sonido glotológico es lo que hace posible el pasaje hacia la existencia fenoménica, exterior y perceptible, en el hablar, del contenido semiológico de la conciencia; pero la expresión sonora puede existir siempre y cuando sea la expresión de un contenido “mental”, delimitado por operaciones estructurantes producidas por Cf. E. DANN OBREGÓN, Lógica, pp. 42 y 57-58. Si el lenguaje constituye, sin duda, un útil del conocimiento, el mismo es el instrumento en virtud del cual una ‘sustancia «mental» de contenido’ (que se estructura, a partir de la articulación de unidades distinguidas de contenido, en 7 8 13 la lengua8. Por este motivo, y teniendo siempre en cuenta esta indeterminación del lenguaje, hay que aceptar, ante todo, que el mismo, cuyas dualidades y oposiciones perciben tanto la experiencia antepredicativa o precientífica como la observación filosófico-científica, constituye una de las “nociones originarias” que es posible seleccionar en la multiplicidad de conceptos acumulados por la investigación que proviene, a su vez, del hecho que, desde este punto de vista, también el lenguaje es un “objeto inicial”, es decir, una cosa u objeto ya dado o ya existente9. Dicho de otra manera, la tarea de las ciencias del lenguaje consiste en estudiar el lenguaje ya sea como instrumento, ya sea como fenómeno, lo que equivale a decir que habría que aceptar no sólo que el “círculo del lenguaje” es irreductible sino, asimismo, que el lenguaje en cuanto tal se caracteriza por ser “algo doble”: si en principio no se debe, por un lado, salir de ese círculo, por otro lado, entonces, no sería lícito reducir la multiplicidad (manifestada como dualidades) bajo la cual se presenta este objeto. Ahora bien; si el saber precientífico o intuitivo que poseen los sujetos de una comunidad lingüística dada no pone en duda este “círculo del lentanto formas o categorías simbólicas) se transforma en vox, i. e. en una sustancia de expresión fónica que constituye el hablar discursivo y cuyas unidades, aptas para la comunicación, se desarrollan, en forma de cadena, en el tiempo, “en el aire”. 9 Si, desde un punto de vista de la metodología de la investigación, el significado puede ser reducido o “puesto entre paréntesis”, el acto de habla o “expresión” no puede serlo, tampoco el oído ni, en consecuencia, la deixis: existe tanto una serie biológica normal, “Estímulo → Respuesta”, como un acto de habla, “r……..e” (i. e. S → r……..s → R, esp. E → r……..e → R), y, además, ‘una «forma» fonética que posee significado, meaning, es una forma lingüística’ (cf. L. BLOOMFIELD, Linguistic Aspects of Science, pp. 15 y 17-19, y “A Set of Postulates”, p. 155, definiciones 5 y 6; v. K. TOGEBY, “Qu’est-ce qu’un mot?”, pp. 104105): si la lingüística general tuviera que excluir de su campo de investigaciones toda consideración extra-glotológica y debiera reducirse al estudio del significado, ello sería equivalente a decir que la misma tendría que ocuparse del “lenguaje generalizado” del positivismo, “un cálculo” de tipo algébrico -es decir, de algo que no es más un medio constituido por signos y símbolos o elementos analíticos (‘palabras’) que representan objetos y conceptos (logoides), asociaciones 14 guaje” ni, pragmáticamente, tiene por qué hacerlo10, ese mismo saber práctico distingue ya en el lenguaje al menos entre los aspectos o momentos técnicos que permiten darle forma a la expresión el sistema gramatical- y la realización concreta de esta expresión o de este sistema: la lengua, o el lenguaje, del hablar; por consiy emociones en la mente perceptora de la dimensión de alteridad (cf. G. BOOLE, An Investigation..., p. 25), sino una “red”, ‘lattice’, simbólica y relacional-, con lo cual nos hallaríamos frente a un hecho semiótico obtenido por medio de un razonamiento inductivo, es decir, obtenido con la ayuda de un procedimiento lógico discursivo, que parte de lo particular ya dado para llegar a una afirmación universal. Este proceder, que consiste en la atribución de una existencia de cosas a los objetos ideales y en tratar los objetos ideales como cosas, y que, en el ámbito de las ciencias del lenguaje, no busca cómo llegar desde la observación del ‘hecho’ al concepto o ‘dato’, sino que va de la noción general o “idea” del lenguaje a las lenguas “naturales”, se denomina platonismo o, en la lingüística, schleicherismo (al respecto v. C.-J. LETTNER, Sur la détermination de l’objet de la linguistique, n. 50; E. COSERIU, Teoría del lenguaje, pp. 211-213 y p. 217, n. 371; cf. R. MONDOLFO, El pensamiento antiguo, II, pp. 290 y 283-286; A. FOUILLÉE, “Rapports des idées au langage”, pp. 283-295) (actitud que se puede observar, por ejemplo, en autores como P. GORDON, “Numerical Cognition Without Words”, o L. BORODITSKY, “How Language Shapes Thought”, quienes, por postularde facto- que la lengua es una “cosa”, la consideran susceptible de experimentación y de mensurabilidad estadístico-matemática, lo que lleva a plantearse la legitimidad de las experiencias de laboratorio llevadas a cabo para investigar las relaciones entre lenguaje, pensamiento y realidad: si el lenguaje es mera cosa, se suspende o anula una dimensión esencial de su posibilidad de existir, a saber, la deixidad o actividad de designar procesos y objetos, y, simultáneamente, se lo reduce a su dimensión sujeto-sujeto o relación de alteridad). Señalemos que, por otra parte, esta actitud difiere del “idealismo”, para el cual todo lo que existe o lo cognoscible debe ser de tipo mental, es decir, “que sólo ve en lo que existe o, en todo caso, en todo aquello cuya existencia se conoce, una concepción de la mente, una idea” (B. RUSSELL; The Problem of Philosophy, p. 58), pues, según Platón, tanto el principio de la existencia como el del las cosas se encuentran en la Idea; es decir, la esencia es algo universal, está en tanto tal separada de los objetos, y es exterior a estos últimos (con otras palabras, la idea es trascendente). 10 Todo hablante sabe explícitamente que “hablar es siempre hablar una lengua” y también, al menos implícitamente, que “la lengua o el lenguaje sólo se da en el hablar de los individuos”. 15 guiente, hay que plantearse, prioritariamente, no sólo el interrogante sobre cuál aspecto o momento técnico de este fenómeno complejo -dual y opositivo- que es el lenguaje tiene que ser considerado como el objeto inmediato de la investigación lingüística, sino que hay que plantearse, también, el problema de si es posible obtener, por medio da la observación de este objeto, una “estructura general” propia de la ciencia del lenguaje, es decir, hay que preguntarse cuál es el “hecho” lingüístico que se pueda reconocer y admitir como “dato” epistemológico. Si metodológicamente se tiene en cuenta, en primer lugar, el plano sublunar o aristotélico del ser, en el cual todo objeto y todo proceso se presenta a la observación inmediata; y si se acepta, además, que no hay otra fuente de saber que lo existente en la experiencia -por lo cual no es posible dar una explicación genética acerca de las cosas sino únicamente una de tipo descriptivofuncional11-, se sigue que, fenomenológicamente, lo que existe o “lo dado” no son puros hechos, sino que estos hechos se presentan encuadrados en esencias, sin lo cual la inteligencia no podría comprenderlos12; y ello es así porque, no siendo el hecho ni un ‘simple hecho’ ni una mera cosa, sino una visión -o concepto- de cosas, para la mente humana las cosas de la experiencia no existen como tales si no las vemos enmarcadas en sus respectivos conceptos; lo cual significa, a su vez, que, si no hay conocimiento sin experiencia, la Para el caso, que concierne al cómo pancrónico del significar, hay que atenerse al funcionamiento del signo, no al origen del mismo ni tampoco al nacimiento de la palabra: ‘El personaje conocido por Cratilo sostiene que los nombres tienen una verdad inherente, intrínseca, y, en fin, tal que la significación no puede ser cambiada por la voluntad de los hombres [...]. Platón, o Sócrates, investiga primero y expone todas las razones que fundamenten este sistema, para luego combatirlo y mostrar la insuficiencia del mismo; y, en definitiva, condena el peligroso sistema que tiende a substituir el estudio de las cosas por el estudio de los nombres’ (J.-J. ROUSSEAU, Essai sur l’origine des langues, p. 499a, nota **, firmada “G. P.”): “Contentémonos con recordar que no hay que partir de los nombres, sino que hay que informarse e investigar partiendo de las cosas mismas, mucho más que de los nombres” (PLATÓN, Cratilo, 439b, y cf. la digresión filosófica de la Epistola VII, 442b-344d). 12 Cf. J. L. CASSANI y A. P. PÉREZ AMUCHÁSTEGUI, Del epos a la historia científica, p. 201. 11 16 experiencia, en cambio, necesita del inteligir consciente, inteligir que se alcanza por la propiedad de la conciencia que consiste en la “intencionalidad”, vale decir, en la inteligibilidad del ‘sentido’ de los hechos13. Por una parte, lo anterior significa que, en el campo de fenómenos semióticos como el lenguaje, cuando el ‘mero hecho’ biológico-natural pasa a ser -por medio de una operación lingüística de expresión y de actualización-, una realidad, ese hecho se transforma en un ‘dato’ que se denomina “forma simbólica”, un “A mérito de ello, el hombre puede ‹distanciarse› de los hechos, logrando concebirlos en su sentido” (id., ib.): “La conciencia no ‹es algo›, pues su ser consiste en ‹saber› algo; esta propiedad de la conciencia es la inteligibilidad” (id., ib.), cf. E HUSSERL, La filosofía como ciencia estricta, p. 22, e id., “Philophie als strenge Wissenschaft”, p. 301: “Cada especie de objeto [de cosa] que puede ser objeto de un discurso racional, de un conocimiento precientífico y luego científico, tiene que manifestarse en el conocimiento, por lo tanto en la conciencia misma y, de acuerdo al sentido de todo conocimiento, ha de poder transformarse en dato. Todos los modos de conciencia [...] tienen que ser estudiados en su conexión esencial y en su relación recurrente con formas anteriores de la conciencia del dato”. Observemos que lo descripto corresponde a la actitud de K. Bühler, quien propone un proyecto de tipo formal a partir de cuatro axiomas que no son arbitrarios sino que el autor ha “recogido” de la experiencia lingüística, es decir de los hechos lingüísticos (v. Teoría del lenguaje, pp. 96-99 y 99 sqq.; id., Die Axiomatik der Sprachwissenschaften, pp. 19-2): v. infra, § 1. Según A. ASTI VERA, “[...] hay lógicos que han intentado reducir conceptos fundamentales de la lógica a categorías lingüísticas, como Carnap, y, al mismo tiempo, existen lingüistas que tratan de reducir las categorías lingüísticas a leyes lógicas” (Fundamentos..., p. 107): “Ambos están equivocados porque las categorías lingüísticas se derivan de hechos lingüísticos y nada tienen que ver con cuestiones psicológicas ni lógicas” (ib.); y, además, “La diferencia fundamental entre ambas actitudes es que si bien los procesos que se verifican en el hablante y en el oyente son temas legítimos de estudio psicológico, lo que interesa al lingüista no es el proceso sino el resultado (el producto), no la génesis sino la estructura de la oración [...]” (ib.); consecuentemente, es legítimo suponer que “I will define ‹language› as a «tautegorical object», and the latter as «(a) purely being synthetic (synthetikós), negative and generative». I am aware that ‹object› is not a satisfactory term, and, furthermore, that lengthy terminological discussion is possible” (P. ALBERTELLI, “Some Propositions…”, § 12). 13 17 dato que, a la vez, es designado por la praxis sociocultural, una actividad o proceso que delimita y consecuentemente estructura, organiza y articula lo fáctico, con lo cual el mero hecho se transforma en un dato científico14. Es decir que, si se tiene, en general, que “saber es sacar la ciencia por sí mismo y de sí mismo”15; y si, además, todo hecho cultural es un contenido de conciencia, un “hecho” de vida que debe consignarse en un “dato”, dado que “el primer uso de los signos es civil, y el segundo filosófico”16, se puede afirmar que el punto de partida metodológico inicial de las ciencias del lenguaje está constituido por el primer uso mencionado, el uso civil, el que se refiere a la utilización de las palabras como ‘«signos para...» los otros’, y que tiene lugar cuando se procura aplicar “preceptos generales para usarlos en la vida”17, “en la conversación”18, una actividad conformada por un “saber social”, ”claro-confuso”, seguro pero no de inmediato justificable Vid. en M. BÓRMIDA, El método fenomenológico en Etnología, § E, pp. 2930, las tres características del “hecho” o fenómeno cultural; y v. en id., “Presentación”, p. 5, los pasos metodológicos que llevan de este hecho al dato. 15 PLATÓN, Menón, 85d 3-4; cf. A. FOUILLÉE, Aristóteles y su polémica contra Platón, pp. 21-22, y v. C.-J. LETTNER, Sur la détermination..., n. 65. Según ARISTÓTELES, como la esencia escapa al silogismo, son necesarios procedimientos analíticos -como la división o deducción- para poder desarrollar una idea, elucidarla y hacerla distinta o clara, i. e. para hacer convertir en acto (en ‘recuerdo claro de la Idea’, según Platón) lo que una noción contenía en potencia; pues “intelligentia est actus”, el pensamiento es acto, y ‘la potencia procede del acto, y es por ello que conocemos las cosas cuando las hacemos -el pensamiento únicamente piensa lo que lleva al acto-: sólo se sabe haciendo, y saber, es hacer’ (cf. Metafísica, Θ, 9, esp. 30-33); y sólo se puede conocer llevando al acto, mediante la división, únicamente lo que estaba en potencia en la totalidad del objeto, y realizando en la misma, de esta manera, términos medios (v. la Metafísica, Θ, 9, 1051a 21-30; 1050a 21-23 y 30-36; cf. A. FOUILLÉE, Aristote, et sa polémique contre Platon, pp. 120-122, y véase G. VICO, De antiquissima Italorum sapientia, Cap. I, I; Cap. II, § 7, y Cap. III, e id., Principj di Scienza Nuova, IX-XIII y §§ 10-13). 16 G. W. LEIBNIZ, “Des mots”, p. 326. 17 Id., ib. 18 Id., ib. 14 18 racionalmente, y “distinto-inadecuado”, esto es, sólo justificable parcialmente19, y que resulta en una sapiencia “symbolica vel intuitiva” que, por ser “clara” y “fehaciente”, se resuelve, a partir de la observación, en el “uso filosófico [de la comunicación], que es aquel que se debe hacer de las palabras para lograr nociones precisas y para expresar verdades ciertas en forma de proposiciones generales”20, un “uso filosófico” obtenido, entonces, a partir del examen del uso cotidiano de cosas simbólicas y que no es más que la extensión científica de la conciencia lingüística originaria21. Y, por otra parte, lo antedicho nos muestra también que la teoría positivista en su variante “nominalista-conductivista”, al pensar que el vínculo entre verba oris y verba mentis se puede desligar por medio de tres ‘decisiones’ o “actos prácticos”, a saber, por medio de a) la identificación de la ciencia con la descripción, b) la restricción de la descripción al mero objeto como tal y c) la limitación de este objeto a lo físicamente comprobable, ‘a lo que se puede ver’, equiparando así el lenguaje -que es estudiado por la lingüística- con los enunciados considerados como cosas22 -todo o cual se basa en la premisa de que no podemos referirnos a “un factor no físico” (mente, espíritu, conciencia) en el estudio de ‘hechos físicos de conducta’ (por ejemplo, el lenguaje)23-, puede conducir al cientificismo, una doctrina que supone que, en el dominio de las ciencias sociales, Cf. E. COSERIU, Sincronía, diacronía e historia, pp. 58-60, y G. W. LEIBNIZ, “Meditationes De cognitione”, pp. 537-538. 20 G. W. LEIBNIZ, “Des mots”, p. 326, y v. H.-J- POS, “Phénoménologie et linguistique”, esp. pp. 356-359; cf. J. XIRAO, La filosofía de Husserl, pp. 57-63: “Percepción, representación, mención”. 21 Cf. H.-J. POS, op. cit., pp. 356-357; J.-M. GUIRAO, “Contribution à la constitution d’une grammaire de Husserl”, pp. 151-152 y 162-163. 22 Cf. E. COSERIU, Forma y sustancia en los sonidos del lenguaje, pp. 15-16: La primera decisión es una convención semántica (ciencia = descripción); la segunda, una elección metodológica, y la tercera, una postura epistemológica (que define el significado como algo exterior a la ‘forma’, siendo en consecuencia todo significado indefinible en términos lingüísticos) (v. L. BLOOMFIEND, Language, p. 145, y cf. E. COSERIU, op. cit., pp.15-17). 23 Cf. L. BLOOMFIELD, op. cit., pp. 32-33. 19 19 el principio de la investigación consiste en “transformar a las ciencias humanas en ciencias, y en ciencias articuladas del mismo modo que las ciencias exactas y naturales”24, siguiendo el modelo de la fonología25. Pero de lo que antecede se desprende, además, que, si no se puede limitar el lenguaje al solo sonido, parece oportuno optar, consiguientemente, por las afirmaciones de la metodología y de la filosofía de las formas simbólicas, de las ciencias antropológicas en general y de la lingüística en particular; y esto equivale a decir que, en consecuencia, se deben distinguir tres momentos en el análisis de los hechos de lenguaje -teniendo siempre presente que en P. CARUSO, “Entrevista a Claude Lévi-Strauss”, p. 193. De ahí que se llegue a decir que “La historia es un conjunto discontinuo formado de dominios de historia, cada uno de los cuales es definido por una frecuencia propia, y por una codificación del antes y después. [...]” (C. LÉVI-STRAUSS, El pensamiento salvaje, p. 376; id., La pensée sauvage, pp. 309-310); y el mito sería, un “cristal”, una “estructura discontinua”, un “fenómeno lógico” o un “agregado de moléculas” (cf. C. LÉVI-STRAUSS, Anthropologie structurale, pp. 249 y sqq., pp, 264265). 25 Cf. C. LÉVI-STRAUSS, “L’analyse structurale en linguistique et en anthropologie”, esp. pp. 34-37. Pero la fonología no es una “ciencia exacta” sino, simplemente, una disciplina intralingüística que permite un estudio riguroso (no “exacto”) de hechos ligados al sonido; pues una teoría es “exacta” cuando posee un grado elevado de predictibilidad, y es “rigurosa” cuando, al aplicarla, se utiliza un “sistema cerrado” sirviéndose solamente de principios lógicos; como esta forma de proceder se puede aplicar a la fonología, se puede concluir diciendo que, dentro del campo de las ciencias del lenguaje, la fonología sería mas precisa que otras disciplinas glotológicas, pero no más “científica”, como cree LéviStrauss (cf. C. J. LETTNER, Sur la détermination de l’objet de la linguistique, n. 58). Por lo que se refiere a este tema y al modo de proceder que caracteriza las ciencias del lenguaje, el caso de K. Verner es ejemplar; en efecto, se habían efectuado hipótesis y llegado a ciertas conclusiones sobre determinados fenómenos que se pueden observar en las lenguas; posteriormente, se notó que estas hipótesis eran contradichas por nuevos hechos provenientes de nuevas observaciones; de modo que hubo que modificar las hipótesis de manera tal que lo que las mismas preveían pudieran estar de acuerdo tanto con los nuevos hechos como con los anteriores; pero en ningún momento se fue más allá de los límites del lenguaje ni de los del método científico (véase al respecto K. VERNER, “Eine ausnahme der ersten lautverschiebung”, y cf. O. JESPERSEN, “Karl Verner”, pp. 805-808). 24 20 cada etapa se han de poder formular definiciones, en sí mismas irreductibles, mediante la enunciación del género próximo y la diferencia específica-: a) fenomenológico, o de la observación de la producción glotológica por medio del ‘saber hacer’ pragmático de los locutores, lo cual implica la identificación del objeto que se ha de estudiar; b) metodológico, o de la organización de estos hechos pragmáticos ya identificados, lo cual implica la descripción del objeto, y c) epistemológico, o de la justificación racional de estos hechos, lo cual implica la definición, delimitación y clasificación de este objeto26; en este sentido, se debe señalar que todos aquellos que hablan una lengua advierten intuitivamente que la palabra representa la cosa y, asimismo, que esta palabra está en la mente sin dejar de ser un sonido, un resonar; y, además, todo aquel que habla puede llegar a darse cuenta que la gramática tiene por tarea ‘reducir la lengua, que anda «suelta e fuera de regla», en artificio’, esto es, organizar las palabras, pero no la sonoridad de éstas27. Cf. E. CASSIRER, An Essay on Man, pp. 67-68 y 70-71; Id., Antropología filosofica, pp. 107-109 y 111-12; E. HUSSERL, “Phenomenology”, pp. 699-701; E. COSERIU, “Fundamentos y tareas de la lingüística integral”, p. 38, y M. BÓRMIDA, El método fenomenológico en Etnología, pp. 32-35; Id., Etnología y fenomenología, pp. 12-18, y v. id., “Ergon y Mito”, pp. 9-10 y 55-58. 27 Vid. A. DE NEBRIJA, Gramatica sobre la lengua castellana, a.iii.a. 26 21 1. OPOSICIONES La primera distinción que efectúan intuitivamente los locutores de una lengua es, pues, la división entre lenguaje, lengua y habla, oposición que ha sido sistematizada científicamente por F. de Saussure1. Si los sujetos que hablan la lengua no poseen un conocimiento científicamente justificado de la misma saben, sin embargo, de una manera claro-confusa pero segura, que hablar es siempre hablar una lengua2, y que, por otra parte, la lengua sólo se manifiesta en el hablar de los individuos (cf. el “círculo del Vid. Cours de linguistique générale, pp. 25-32 y 112-113; cf. G. VON DER GABELENTZ, Die Sprachwissenschaft, pp. 2-4; B. CROCE, Tesi fondamentali, pp. 69-70; v. E. COSERIU, “Georg von der Gabelentz”, pp. 75-78, C. J. LETTNER, Qué es el lenguaje, n. 1, y R. JAKOBSON, “The Kazan’[s] School of Polish Linguistics”, pp. 411 y 412. En tiempos recientes y modernos, esta tricotomía o dicotomía (lengua-habla) fue señalada por vez primera en 1817 y documentada en la primera versión de la Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas de G. W. F. Hegel (§ 380), y se la encuentra antes en A. de Nebrija (1492) y luego -aparte de F. de Saussure (1908-1909, 1916) o B. Croce (1900)- en autores como W. von Humboldt, 1820-1822, 1832; N. J. Madvig, 1842; J. Baudouin de Courtenay, 1871; A. G. Noreen, 1888, 1903, y G. von der Gabelentz, 1893, 1900. Pero obsérvese que ‘la origininalidad propia de Saussure consiste en haberle otorgardo a esta distinción un lugar central y un carácter operatorio en la consideración epistemológica del objeto lingüístico (G. MOUNIN, Saussure, p. 38; cf. C. J. LETTNER, Sur la détermination de l’objet de la linguistique, n. 156). Pues “no sólo la función significativa de los hechos distintivos es un artefacto cultural sino, asimismo, lo es la esencia fónica de esos hechos” (R. JAKOBSON, “On the Identification of Phonemics Entities”, p. 210): “Como las escalas musicales, las estructuras fonemáticas constituyen una intervención de la cultura en la naturaleza, un artificio que impone sus reglas técnicas al continuum sonoro” (R. JAKOBSON y M. HALLE, “Phonology and Phonetics”, p. 17). 2 Vid. G. W. VON LEIBNIZ, “Meditationes De Cognitione”, pp. 537-538; G. VICO, De antiquissima Italorum sapientia, p. 258, y cf. C. J. LETTNER, La sémiologie de G. Vico, pp. 7-19: “La existencia y la seguridad del saber lingüístico se manifiestan positivamente, en el hecho de que el hablante utiliza esquemas formales y semánticos tradicionales, y negativamente, en el hecho de que el hablante reconoce como ajeno aquello que no corresponde a su lengua” (E. COSERIU, Sincronía, diacronía e historia, pp. 58-59). 1 23 lenguaje”)3: ‘el lenguaje, como «lengua», en tanto complejo riguroso de constituyentes y de categorías dadas, sólo existe en potencia, pero, como «habla», es susceptible de ser repetido hasta el infinito’4. Se puede constatar, por lo tanto, que toda lengua está hecha con sonidos -la misma se puede escuchar: “el oído es el órgano del lenguaje”5-, pero se advierte, simultáneamente, que la lengua es, además, algo que se halla en el fuero interno, en el fondo de la conciencia, i. e. se puede notar que en la lengua hay tanto una unión como una separación entre expresión (acústica) y significado (mental), entre materia y forma6: el sonido, evanescente, sólo existe cuando deja de existir7, y, gracias al oído, el tono sonoro refleja la Pero no se trata de un ”círculo vicioso”, pues el vocablo ‘lengua’ no se toma dos veces en el mismo sentido, pues, en un caso, se trata de la lengua como “saber” o acervo lingüístico, y en el otro, de la manifestación concreta de ese saber en el hablar: el hablar es acto (prâxis) que utiliza palabras puestas a su disposición por el uso (nómos) (Platón, Cratilo, 387b), acto que manifiesta concretamente el “uso”, y, al manifestarlo, lo supera y lo modifica, es decir, el lenguaje es una “actividad” (Humboldt) (cf. W, PORZIG, Das Wunder der Sprache, pp. 82-86; C. J. LETTNER, Qué es el lenguaje, n. 2, y s. E. COSERIU, Sincronía..., pp. 31-32, y v. W. VON HUMBOLDT, Über di Kawi-Sprache, p. LVII). 4 J. BAUDOUIN DE COURTENAY, “Někotoryja obščǐ zaměčcanǐja”, pp. 314315. 5 ARISTÓTELES, Parva naturalia, “De Sensu”, 437a 1-15; cf. E. SAPIR, Language, pp. 17-18, y E. HUSSERL, Logische Untersuchungen, II, I, p. 33. 6 En efecto; la “lengua” se caracteriza también por su realización -es “un hecho social”, como dice F. de Saussure, ‘una de las instituciones que hacen la cultura humana’, cuyo ‘principal agente para lograr la comunicación es la voz’ (W. D. WHITNEY, “Strictures of the Views of August Schleicher”, p. 51, y v. F. HINTZE, “Zum Verhältnis der sprachlichen «Form» zur «Substanz»”; E. COSERIU, Teoría del lenguaje y lingüística general, pp. 218-219; C. J. LETTNER, Problèmes de la représentation du langage, III, § 2)-: el lenguaje “está constituido por sonidos que forman como una especie de substratum sonoro al cual se ligan nuestros pensamientos y sentimientos” (A. GRÉGOIRE, La linguistique, p. 56), es una totalidad constituida de forma y materia, es decir, es simultáneamente sustancia formada y forma manifestada, y, por otro lado, el hecho mismo de realizarse es parte del lenguaje. 7 La “rápida desaparición” y la “transmisión irradiada y recepción direccional” del sonido son universales del lenguaje (cf. C. F. HOCKETT, Curso de lingüística moderna, pp. 554-555). 3 24 estructura interior del objeto que lo produce, es decir, de la interioridad de la conciencia, pues “la voz humana viene del interior del cuerpo humano, fuente de su resonancia”8. Estas dualidades propias y características del lenguaje -y consecuentemente de este “saber” y “saber hacer técnico” glotológicos- no son más, por tanto, que la manifestación del hecho de que éste posee una doble naturaleza: si el mismo no fuera a la vez “alma y ruido” cosa física y mente, expresión y significación, los locutores no podrían hablar, es decir, la representación y, luego, la comunicación no sería posible, dado que “sólo podemos tomar contacto con otros, comunicarnos, por medio de cosas, y sólo podemos comunicar lo que no es cosa, sino interioridad de la conciencia”9, i. e. lo mental, lo que es ajeno a la cosa y se opone a la misma, es decir que la comunicación tiene lugar, ciertamente, por medio de cosas, pero si aquello que es representado -concebidoy a continuación comunicado es mental, entonces lo que se transmite son contenidos de conciencia10. Mas afirmar que la esencia del lenguaje es doble equivale a decir que el mismo posee una doble dimensionalidad, con otras palabras, a decir que, dado que sólo es posible establecer la comunicación “por medio de cosas” -el mundo práxico es irreductible-, es necesario referirse a la realidad extralingüística, hecho que da lugar a la dimensión o relación “sujeto-objeto” o deixidad, relación que es originaria dado que el lenguaje suena y Vid. W. J. ONG, Orality and Literacy, pp. 70-73, “The interiority of sound”, cf. id., Oralité et écriture, pp. 90-91. Nótese que las ideas de interior y de exterior no son conceptos matemáticos y no pueden diferenciarse matemáticamente, sino conceptos fundamentados en la existencia misma, así como en la experiencia de nuestro cuerpo, que “se sitúa al mismo tiempo en mí [...] y fuera de mí (yo me siento como en el interior de mi cuerpo, es una frontera entre mí mismo y todo lo demás)” (id., ib., pp. 90-91). 9 E. COSERIU, Teoría del lenguaje, p. 140 y n. 99. 10 Cf. J. DEWEY, Logic, pp. 4647; E. COSERIU, id., p. 140. 8 25 resuena, tañe11. Y además, puesto que la lengua es social -“el lenguaje establece un puente entre los sistemas nerviosos individuales”12-, esta doble naturaleza supone otra relación, la dimensión “sujeto-sujeto” o alteridad13, que es, por lo tanto, fundamental porque este “puente” es irreductible: para hablar, se recurre tanto a la competencia o facultad lingüística como a la extralingüística y, por otra parte, toda facultad se realiza siempre como actividad14. En efecto; si, en general, en las ciencias no es posible tener en cuenta todo tipo de actividad (como, por ejemplo, aquella que da lugar únicamente a un movimiento de tipo transitivo y fabricador) sino que, ante todo, hay que considerar la actividad en tanto acción inmanente y no transitiva -esto es, como el acto en sentido propio Pues “El nombre existe como lenguaje. El lenguaje es el concepto existente de la conciencia y, por lo tanto, no se fija; de ahí que deje inmediatamente de ser en el momento mismo en que es. El lenguaje existe en el elemento aire, como un aspecto exterior del fluido libre, sin forma; y dado que el lenguaje es, de este modo, por completo exterior a sí mismo en el momento mismo en que es, el lenguaje tiene existencia universalmente comunicadora” (G. W. F. HEGEL, Philosophie des Geistes, Frag. 20, ‘Primera Potencia: Memoria, Lenguaje’, p. 211, cf. La première Philosophie de l’Esprit, p. 83; W. VON HUMBOLDT, Über die Kawi-Sprache, § 9, p.LXVI; Id., Über die Verschiedenheit des menschlichen Sprachbaues, p. 426, y v. C. H. HOCKETT, “The Origin of Speech”, p. 90; E. SAPIR, Language, pp. 17-18, y M. DONALD, Origin of Modern Mind, pp. 3334. 12 L. BLOOMFIELD, Linguistic Aspects of Science, p. 15; cf. E. COSERIU, Introducción a la lingüística, pp. 27-32, “El acto lingüístico”. 13 Vid. C. J. LETTNER, “Natur der Sprache”, b, § 2.2. 14 Cf. E. COSERIU, La creación metafórica en el lenguaje, pp. 8-9. Para la diferencia entre “significación” y “designación” o entre contenido lingüístico y objeto (o “logoide”) de referencia extralingüístco, v. el comentario sobre la denominación sánscrita del elefante en W. VON HUMBOLDT, Über di Kawi-Sprache, pp. CX-CXII; cf. con la distinción “el vencedor de Iena - el vencido de Waterloo”, dicho de otra manera (y una sola vez), Napoleón, de E. HUSSERL, Logische Untersuchungen, II, I, p. 47: cf. supra, n. 2. 11 26 o “enérgeia”-15, se puede agregar que, en este caso, la “facultad” es la ‘potencia de actuar’, siendo entonces la “actividad”, en oposición a la ‘dinamicidad’16, “el estado de encontrarse en acción”17. Y si, en particular, se considera la naturaleza y función del lenguaje, se observa que, por ser la “palabra” el elemento lexical de la lengua y la frase su elemento sintáctico, tanto el léxico como la sintaxis traducen la constitución hilemórfica del mismo, i.e. el léxico es la materia que la sintaxis informa, con lo cual se tiene que el lenguaje es un instrumento (órganon: actus, actualitas) que se verifica como tal en el estado activo -discursivo- del ‘modelo sintáctico’18. Esto significa que, desde un punto de vista estructuralfuncional y fenomenológico, el lenguaje se observa o comprueba en aquello que constituye el momento formal de su utilización actual discursiva o, dicho de otro modo, el lenguaje, en tanto actividad, puede ser identificado en las “proposiciones orales” o enunciaciones estructuradas, articuladas. Por un lado, entonces, cuando se dice que el lenguaje es “actividad” se indica la clase a la cual pertenece por su esencia (al considerarlo en y por sí mismo); y, por otro lado, al constatarse que el lenguaje es actividad, se menta su posibilidad de ser o existir, esto es, se hace simultáneamente alusión a su realidad fenoménica o, lo que es lo mismo, se constata que -por ser actividad- es también una “facultad”, a saber, la facultad o Cf. lat. actus, actualitas: se trata del único acto que puede perpetuarse, que es completo y acabado en cada uno de sus momentos y que no cesa cuando alcanza su fin, y que es, por ello, anterior a la ‘capacidad’ o potencia (dínamis): cf. ARISTÓTELES, La métaphysique, II, Θ, 6, 1048a 25 - 1048b 18-35; G.-G. GRANGER, La théorie aristotélicienne de la science, pp. 258-260: v. la diferencia entre “actividad” y “acto” en A. POMPEI, “Azione”, pp. 684-685. 16 Cf. M. KAPPES, Aristoteles-Lexikon, p. 27. 17 “[Sie] bedeutet nicht «Wirksamkeit», sondern den Zustand des «Im-WerkSeins»” (K. VON FRITZ, Philosophie und sprachlicher Ausdruck, p. 66, y v. A. CUVILLIER, Nouveau vocabulaire philosophique, p. 77). 18 Cf. K. BÜHLER, “Über den Begriff der sprachlichen Darstellung”, pp. 292 y 294. 15 27 ‘competencia’ que lleva a que la lengua se realice “en el aire”: el lenguaje, pues, se manifiesta y se organiza primariamente como “una actividad -una facultad- que consiste en hablar”[19]. Como actividad, el lenguaje es, por lo tanto, “acto verbal”, la facultad “[...] de concebir y emplear signos, de formar asociaciones independientes de las relaciones naturales entre las cosas” (R. GODEL, Les sources manuscrites du Cours de linguistique générale, p. 148), “«la facultad de evocar los signos de un lenguaje normal»” (id., ib.); y el mismo es, también, “acción verbale”, la realización de esa facultad en la enunciación. Ello es así porque, a partir de la experiencia lingüística -de los datos lingüísticos, es posible analizar la noción de “actividad” por medio de la identificación, en el seno mismo del lenguaje, de cuatro “momentos” o aspectos axiomatisables pero que, por provenir de la materia misma del fáctum glotológico, y por suponer la distinción humboldtiana, “enérgeia/érgon”, y la distinción saussuriana, “lengua/habla”, no son arbitrarios: si se parte de un trébol cuadrifolio -que permite dar el primer paso, el que va “de la extrema formalización a la realidad tangible”-, podemos representar los momentos de la “acción verbal”, el “acto verbal”, del “producto lingüístico” y de la “forma lingüística” (K. BÜHLER, Sprachtheorie, p. 48; v. R. CEÑAL LORENTE, La teoría del lenguaje de Carlos Bühler, pp. 68-82; cf. A. ASTI VERA, Fundamentos de la filosofía de la ciencia, p. 106: v. supra, § 0, n. 13). La actividad, la “enérgeia” humboldtiana, es lo que recubren los conceptos de “acción verbal” y de “acto verbal”, y se la puede llamar, justamente, habla, parole, speech, mientras los conceptos designados por “producto lingüístico” y por “forma lingüística” serían, por el contrario, érgon, “obra, producto”.1 M. COHEN, “La fonction langage”, p. 15. 19 28 2. DOBLE ARTICULACIÓN Si, por una parte, “Lo esencial es lo que se escucha, lo que se llama el lenguaje articulado, un conjunto de ruidos, formados grosso modo como por un instrumento de viento, de manera que [la sonoridad] pueda llegar bastante lejos, donde los pulmones suministran el fuelle, y se habla modulando el soplo que sale del mismo”1, por otro lado ‘La ley de la articulación padece necesariamente si lo que se presenta en el concepto como unidad no aparece también como tal en la expresión, y toda la realidad viviente de la palabra como individuo queda eliminada para el concepto que carece de tal expresión’2, es decir, “Al acto de comprensión que produce la unidad del concepto corresponde, como signo material, la unidad de la palabra, y ambos -concepto y palabra- deben estar cercanos uno al otro lo más posible, tanto en el pensamiento como en el habla”3. Se constata, en efecto, que, en el habla humana, los límites entre los cuales puede oscilar un sonido para que se lo pueda seguir reconociendo siempre como el mismo (y no como otro distinto) son muy estrechos, y si uno de ellos varía hasta sobrepasar un cierto límite, no sólo desaparece este sonido sino que aparece otro en su lugar4, un mecanismo de determinación y definición del sonido -en sí mismo y en lo que hace a sus relaciones unívocas con M. COHEN, “La fonction langage”, p. 15. W. VON HUMBOLDT, “Ueber das vergleichende Sprachstudium”, § 16, p. 251. 3 Id., ib., § 16, pp. 251-252. Pues “Las formas del pensamiento están ante todo expuestas y consignadas en el lenguaje del hombre. [...]. En todo aquello que se le convierte en algo interior, y principalmente en la representación, en lo que hace suyo, ha penetrado el lenguaje; y lo que el hombre convierte en lenguaje y expresa con él, contiene escondida, mezclada y elaborada una categoría” (G. W. F. HEGEL, “Prólogo a la segunda edición”, p. 31, de la Ciencia de la Lógica, y cf. id. Wissenschaft der Logik, I, “Vorrede zum zweiten Ausgabe”, pp. 9-10. 4 Cf. W. PORZIG, Das Wunder der Sprache, p. 154. 1 2 29 otros sonidos- que se denomina “articulación”5, es decir, la articulación es, en sí, la determinación y la elaboración del sonido para transformarlo en designación, i. e. el sonido se articula tan sólo cuando se torna lenguaje6. El lenguaje articulado es, entonces, el que, contrariamente a otros sistemas semiológicos, comprende una asociación o combinación orgánica de elementos de significación, a saber, palabras y grupos de palabras7, y que, en consecuencia, merced al ‘principio de relevancia abstractiva’, incluye además la forma o estructura de la palabra, es decir, la unión de la ‘imagen acústica’ y del ‘concepto’8, pues un articulus es una pequeña unidad Cf. id., ib., y v. id., El mundo maravilloso del lenguaje, pp. 166-167. Vid. J. N. MADVIG, “Ueber Wesen, Entwickelung und Leben der Sprache”, p. 76; cf. id. “Om Sprogets, Væsen, Udvikling og Liv”, p. 21. 7 Al respecto v. J. MAROUZEAU, Lexique, p. 38: “Articulé [Gegliedert, Articulate]”, “langage articulé [artikulierte Sprache; articulate speech]”, “del lat., articulus, traducción del griego arthron = miembro, parte de un todo orgánico”; si la articulación puede ser “segmental, longitudinal, integral o formal”, en general, “La articulación consiste en repartir la función comunicativa del discurso entre unidades de rango inferior” (E. BUYSSENS, La communication et l’articulation linguistique, p. 167). Y si “In every speech-community, certain combinations (morphemes) of a very limited number of types of vocal sounds (phonemes) are socially fixed as reactions to certain stimuli and as stimuli to certain reactions coordinated with the forms stimuli (meaning)” (L. BLOOMFIELD, “Why a Linguistic Society?”, p. 2), “El lenguaje es una actividad mediante la cual se representa objetivamente con símbolos fónicos el contenido de la conciencia” (A. PAGLIARO, “Il linguaggio come conoscenza”, p. 57). 8 Los hombres no reaccionan a las fonaciones en cuanto tales -la fonación es parte de la palabra si se la considera a ésta como un fenómeno parcial constituido por meras ondas sonoras-: el sonido lingüístico no es el sonido sin más, sino el sonido articulado (v. C. J. LETTNER, Problèmes de la représentation du langage, I, pp. 59-60 y n. 93; cf. E. HUSSERL, Logique formelle, pp. 29-32, ‘Idéalité du langage’): “Con los signos que son soporte de un significado, las cosas materiales, ese algo perceptible hinc et nunc, están dispuestas de modo que no tienen que entrar con toda la plenitud de sus propiedades concretas en la función semántica; por el contrario, puede ocurrir que sólo este o aquel momento 5 6 30 glotológica resultante de la división que produce el pensamiento en la cadena sonora o fónica, un pequeño término lingüístico donde una idea se fija en un sonido y donde un sonido se hace el signo de una idea9. Por ello, y si se considera que el lenguaje es una actividad instrumental creadora de símbolos, se dice simultáneamente que aun cuando se constata que hay ya una percepción prearticulada y prelingüística de la realidad-, la actividad glotológica originaria, a saber, la designación, crea una determinada clase o “categoría”, esto es, conceptos abstractos, o sea, el tipo de conceptos que son tales que se encuentran necesariamente en oposición una realidad concreta, infinita, múltiple e indivisible; por esta razón, el signo consiste, entonces, en una combinación de o relación entre “contenido” y “expresión”, cada parte del signo tiene tanto una “forma” como una “substancia”, y, dado que el signo tiene que adquirir, también, una función semiótica, tiene que tener igualmente un referente -i. e. una cosa- que habrá de ser denotado10. Por consiguiente, se puede deducir que la articulación del lenguaje no sólo tiene lugar en el plano de la expresión sino, asimismo, en el plano del contenido, o, con otras palabras, se ve que la característica específica de la articulación lingüística consiste en que la misma ocurre necesariamente dos veces; de ahí que, como fenómeno que existe en la realidad -cuyas manifestaciones deben sonar y tañir en abstracto resulte relevante para su meta de funcionar como signo: este es, en términos sencillos, el principio de la relevancia abstractiva” (K. BÜHLER, “Phonetik und Phonologie”, p. 38; cf. id., Schriften zur Sprachtheorie, esp. p. 164 y 194-195): En general, de todo signo considerado bajo la fórmula aliquid stat pro aliquo [...] se puede preguntar en virtud de qué cualidades obtiene y desempeña su función representativa porque toda representación arguye como una doble entidad [...], es decir, en todo signo se puede considerar lo que es en sí mismo, su entidad [...] «privada», y su caracterización específica como representante de otra cosa o entidad. El principio der abstraktiven Relevanz expresa esta distinción, fundamental en todo concreto significativo” (R. CEÑAL LORENTE, La teoría del lenguaje..., p. 99). 9 Cf. F. DE SAUSSURE, Cours…, p. 156. 10 Cf. A. MARTINET, “La double articulation linguistique”, pp. 35-36. 31 el aire-, el lenguaje se muestra, siempre y esencialmente, como algo doble11, “¿pero dónde está el fantasma, dónde está la realidad?”12. Se ve, entonces, que la doble relación que determina la naturaleza opositiva del lenguaje, es decir, la relación alteridad-deixidad -dos caras de una misma moneda, siendo la primera fundamental y la segunda originaria-, proviene del hecho que, dado que la unión de una estampa o imagen acústica con un concepto, i → c13, transforma la lengua14 en “término medio”15, y dado que el útil supone un enfoque que tiene como meta un uso intencional16, el lenguaje es, en consecuencia, subjetivo y objetivo, y por ello se constituye siempre como un mediador; ‘primero, entre la naturaleza acabada y la naturaleza infinita; luego, entre uno y otro individuo; su esencia jamás se encuentra por completo en un único individuo, sino que siempre Cf. F. DE SAUSSURE, [IIe] Cours de linguistique générale, pp. 7-9. Id., ib., p. 39: En efecto, “ARTICULUS: unité linguistique, en tant que division engendrée par la pensée dans la chaîne phonique [...]” (R. GODEL, Les sources manuscrites…, p. 255). 13 Cf. id., Cours…, pp. 27-29. 14 En tanto ésta es un ‘instrument sémiologique permettant au langage de se manifester dans la parole’, o un ‘idiome, «langue déterminé quelconque»’ (E. ENGLER, Lexique de la terminologie saussuriene, pp. 31 y 32). 15 Es decir, en “el existente término-medio racional, la generalidad existente del proceso práctico” (G. W. F. HEGEL, La première philosophie..., p. 99; y v. E. CASSIRER, Las ciencias de la cultura, pp. 42-43: Pues ‘Instrumento y lenguaje pertenecen, como es sabido de antiguo, a lo más humano del hombre: el homo faber utiliza cosas elegidas y transformadas como instrumento, y el zoon politikón introduce el lenguaje en el trato con sus semejantes. […]. El lenguaje es afín al instrumento; también pertenece a los utensilios de la vida, es un órganon como el utensilio real, la cosa intermedia material ajena al cuerpo: el lenguaje es, como el instrumento, un intermediario que ha sido forjado […]’ (K. BÜHLER, Sprachtheorie, p. III). 16 Ver más adelante, § 3. Cf. L. J. PRIETO, “Signe et instrument”, pp. 182-187. Como dice F. DE SAUSSURE, “El concepto se vuelve una calidad de la sustancia acústica como la sonoridad se vuelve una calidad de la sustancia conceptual” (Cours/Engler, p. 233, cf. Cours..., pp. 144-145). 11 12 32 tiene que ser sacada del otro’17; pues “Así como oímos, también hablamos; oui, <Messieurs, sans doute>, pero sin jamás dejar de atenernos a la impresión acústica, <no solamente recibida, sino también> recibida <en nuestra mente, y que es la única [impresión] que puede decidir soberanamente de lo que ejecutamos>, es ella la que todo dirige”18, esto es, si el sonido efectiviza el concepto, este producto -es decir, el tono, la melodía- vuelve al oído, y la representación (el concepto) se vuelve objetividad al mismo tiempo que permanece siempre como posibilidad o competencia “dada”19, con otras palabras, el lenguaje está doblemente articulado20, lo cual no Cf. W. VON HUMBOLDT, Über die Kawi-Sprache, p. LXVI; v. E. CASSIRER, Philosophie der symbolischen Formen, I, pp. 104-105. 18 F. DE SAUSSURE, Notes sur la linguistique générale, p. 31, 50-55. 19 Cf. W. VON HUMBOLDT, ib.; cf. id., Über das vergleicende Sprachstudium, § 20. 20 Cf. id., Über das vergleichende…, §§ 5 y 16; “Unvollendete Abhandlung”, p. 277; H. STHEINTAL, “Programm”, p. 227 notas 15-18; v. PLATÓN, Cratilo, 424 c-d, y Teéteto, 203b; cf. ARISTÓTELES, Poetica, 20, De interpr., 1 16a y 2 16a -donde se encuentra una clara descripción de la doble articulación-, y v. A. MOUNIN, Histoire de la linguistique des origines au XXe siècle, pp. 84-90; R. ELUERD, Pour aborder la linguistique, pp. 64-67: Obsérvese que la clasificación de Platón es esencialmente de tipo acústico mientras que la de Aristóteles es tanto articulatoria como biológica: cf. la foca (infra, n. 22). Considerando que, por su naturaleza misma, el signo lingüístico es finalístico, el sonido glotológico tiene por objetivo transmitir un “significado” o contenido de conciencia, i. e. el lenguaje está doblemente articulado (para este tema v. A. PAGLIARO, “La fonologia di Aristotele”, pp. 140-142; G. W. F. HEGEL, “Die Vorstellung”, esp. §§ 458-459). Por otra parte, el descubrimiento de la posibilidad de representar las vocales y, con ello, de la construcción del alfabeto en la Grecia clásica, permitió a los griegos el estudio de los “átomos” del lenguaje (cf. fonemas, cf. “no sonidos”, según Platon, o consonantes; y cf. ‘palabras’), el primer sistema atomístico, una herramienta mental cerrada, abstracta y de aplicación pragmática, que habría de servir de modelo para describir otros hechos de la realidad y construir sistemas como el que explica la teoría atomística de la materia (sobre este tema v. E. A. HAVELOCK, Schriftlichkeit, pp.67-71; en relación con la generalización abstracta de este modelo, cf. G.-G. GRANGER, Pensée formelle, pp. 50-61; y para el paso de la oralidad a lo escrito y los problemas que el mismo plantea, v. M. C. DASSO, “La escritura y la presencia religiosa”, esp. p. 96 y sqq., y pp. 104-110, “Escritura para los Wichí”). 17 33 es una hipótesis sino un hecho de observación, dado que “es infinitamente probable que esta característica vocal, fónica de las lenguas se encuentre ligada a las aptitudes anatómicas, fisiológicas y cerebrales de la especie humana”21 (pero no, por ejemplo, a las de la foca, cuadrúpeda y vivípara22), ya que, si bien no es posible pensar sin imágenes, materia de las ideas23, el lenguaje no es de carácter inmaterial sino, asimismo, una maquinaria y técnica corporal de producción de ruidos variados que consiste esencialmente en la acción indirecta, a saber la representación simbólica de cosas por medio del sonido24, una expresión que permite el ejercicio práctico “del pensamiento que razona en sus desarrollos sucesivos”25, y es por ello G. MOUNIN, “Linguistique”, p. 1049; v. A. MARTINET, “Interview par Brigitte Devismes”, § 4; cf. C. J. LETTNER, “Natur der Sprache”, d, § 4, y C. HOCKETT, “The Origin of Speech”, pp. 135-150, “Duality of Patterning”. 22 ‘Contrariamente a la foca, que puede oír, aunque solo tenga conductos auditivos, pero no orejas externas (nada útiles para la foca porque vive en el agua), el hombre posee, en cambio, un oído mediato, aéreo -cuya principal función es hacernos conocer las diferencias en los sonidos-, y la sensación auditiva es el resultado de la puesta en movimiento de la columna de aire, movimiento que se comunica al aire encerrado en el conducto auditivo ... el aire en movimiento se transmite hasta el pecho, para alcanzar la región donde el pneuma, el soplo, da nacimiento a la inspiración y la expiración; y es de allí que el sonido vuelve como palabras, pues la palabra no es más que una especie de eco de los sonidos articulados que penetraron en la oreja..., y, sea como fuere, el movimiento auditivo se propaga de la oreja a la garganta ... un proceso de gran riesgo para la foca pues, si dejara pasar el aire que viene de lejos, pasaría asimismo a sus orejas gran cantidad de agua’ (ARISTÓTELES, De gen. anim., V, 2-3, 781a 15 - 781b 28; cf. G. POUCHET, La biologie aristotélique, pp. 60-61). 23 ARISTÓTELES, Parva nat., “De memoria et reminiscentia”, 449b 30 - 450a 5: “La facultad noética, por lo tanto, piensa las formas en las imágenes” (De anima, 431a 16), ‘es en las imágenes que el entendimiento piensa las formas inteligibles, las ideas’, ‘las imágenes son como la materia de las ideas’ y la imagen es la forma sensible que subsiste en la mente después de la sensación (De an., 431b 1.5). 24 Vid. M. COHEN, Matériaux pour une sociologie du langage, I, p. 37; id,. Le langage, pp. 15-18 y p. 31. 25 M. COHEN, “Estructura social y estructura lingüística”, p. 75; v. id., Le langage, pp. 15-18; cf. K. GOLDSTEIN, “L’analyse de l’aphasie”, pp. 495-496. 21 34 que ‘la alianza que vincula el pensamiento, los órganos fonatorios y el oído se basa en la organización originaria e irreductible de la naturaleza humana’26, concordancia que manifiesta, a su vez, la esencia y función del lenguaje en tanto instrumento que ha sido forjado27: ‘¿Qué es sonido, qué es articulación? [...], articulación es arquitecturación, estructuración, organización’28, “y he hablado de una articulación mediante sonidos, no de una expresión mediante sonidos articulados, con lo cual quiero dar a entender que la articulación es algo que tiene lugar en función de la expresión lingüística, y no algo meramente fisiológico, algo que únicamente se vincula con la naturaleza del sonido”29. W. VON HUMBOLDT, Über die Kawi-Sprache, p. LXVI, y v. A. LEROIGOURHAN, Le geste et la parole, I, pp. 162-163; cf. J. PAULUS, La fonction symbolique, p. 121; v. A. JACOB, Les exigences théoriques de la linguistique, pp. 80-81. 27 “Doblemente articulado” significa, entonces, que en el lenguaje existen dos articulaciones o “análisis” -el del pensamiento y el que le corresponde al tornarse éste expresión (y de ahí que ‘articulación sea arquitecturación y estructuración)’, ‘dos análisis’ de articulaciones cuya concordancia y correspondencia manifiesta, justamente, la esencia del lenguaje, que se da como una relación de intermediación entre la forma verbal -que existe en el aire- y el concepto, expresión inmediata del pensamiento. Pues “El papel característico de la lengua frente al pensamiento no es el de crear un medio fónico material para la expresión de las ideas, sino el de servir de intermediaria entre el pensamiento y el sonido, en condiciones tales que su unión lleva necesariamente a deslindamientos recíprocos de unidades. El pensamiento, caótico por su naturaleza, se ve forzado a precisarse al descomponerse. No hay, pues, ni materialización de los pensamientos, ni espiritualización de los sonidos, sino que se trata de ese hecho en cierta manera misterioso: que el «pensamiento-sonido» implica divisiones y que la lengua elabora sus unidades al constituirse entre dos masas amorfas” (F. DE SAUSSURE, Curso de lingüística general, p. 192), y “Se podrá llamar a la lengua el dominio de las articulaciones [...]: cada término lingüístico es un miembro, un articulus donde se fija una idea en un sonido y donde un sonido se hace signo de la idea” (id., ib., p. 193). 28 G. VON DER GABELENTZ, Die Spraschwissenschaft, pp. 4-5: “Artikulation ist Gliederung”, “articulación es segmentación”. 29 Id., p. 6: ‘Hacer que un pensamiento sea claro significa descomponerlo, y el resultado de este desglosamiento debe corresponder a la expresión lingüística que, a su vez, debe ser estructurada, es decir, articulada’ (id., ib., p. 6). 26 35 Pero puesto que, además, el lenguaje es subjetivo y objetivo, y considerando que supone la alteridad e implica el acto deíctico, el mismo posee una esencia social -cuyo carácter es fundamental (cf. dimensión sujeto-sujeto)-; y dado que es, asimismo, una incesante actividad intencional, se observa que “cuando surgió como emergencia natural de formas previas de actividad animal”30, transformó seguidamente el mundo circundante humano por medio de su esenLa universalidad y necesidad de la doble articulación habría surgido, sin duda, de hechos generales evolutivos como el impulso de una inteligencia preglotológica, de la sonoridad idiomática y del simbolismo del pensamiento lingüístico, pues ‘First, given the intellectual powers of humans without language (for example, deaf-mutes), there must have been a prelinguistic change in primate cognition that raised the basic cognitive skills of human above those of apes and set the stage of language. Second, the primal form of language was not sign language (Gebärdensprache) but rather speech (Rede, a vocal communication system), because speech emerged in two stages, the first of which must have been a rudimentary form of song, and the second, language itself. Third, articulate speech, once established, interacted with the human capacity for thought, leading to the development of new forms of thinking. Darwin believed that during the first stage of language evolution, there was a prelinguistic expansion of primate intelligence, resulting in a capacity to represented the world symbolically […]’ (M. DONALD, Origin of the Modern Mind, pp. 33-34 y p. 34; cf.. C. DARWIN, De Descent of Man, I, pp. 34-69 y 70-106, “Comparison of the Mental Powers of Man and the Lower Animals” y “Language”; v. J. N. SPUHLER, “Biology, Speech, and Language”, pp. 509-513). “It is clear he [i. e. Darwin] meant that human intentionality (our ability to represented, and make propositions, about the world) must have emerged in some prelinguistic form. This implies the existence of archaic forms of hominid cognition that rose above the intellectual level of the ape, without involving what we know as language. […]” (M. DONALD, ib.; cf. C. F. HOCKETT, A Course in Modern Linguistics, esp. pp. 569-586, “Man’s Place in Nature”, § 64.4, “Language and Human Origins”, y pp. 353 sqq., “Linguistic Ontogeny, und Phylogeny”). 30 A. GOMENSORO, John Dewey, pp. 21-22; cf. J. DEWEY, Logic, p. 56; id., Logique, p. 116: ‘El lenguaje no originó los comportamientos asociativos que se pueden observar [...] en todo lo que existe en la naturaleza pero, cuando surgió [...], transformó las formas y modos de comportamiento asociativos anteriores, con lo cual los dotó con una nueva dimensión de la experiencia’ (J. DEWEY, Logic, p. 56). 36 cia instrumental acústica -cuyo carácter es originario (cf. dimensión sujeto-objeto)-, transición de lo biológico y de lo natural a lo mental e intelectual cuya ‘realidad’ o actualidad se denomina “cultura”31, es decir, en aquello que es a la vez un producto del hablar (de la transmisión de informaciones, hábitos y símbolos) y la condición del lenguaje (de la creación de significados): ‘La «cultura», y todo lo que implique la misma como lo opuesto a la «naturaleza», es a la vez condición y producto del lenguaje; puesto que el lenguaje es el único medio para conservar y transmitir a las generaciones posteriores las aptitudes adquiridas, así como las informaciones y los hábitos adquiridos, la cultura resulta ser un producto del lenguaje, [lo último]; pero dado que la significación y el sentido de lo que acaece difieren de un grupo social a otro, la cultura resulta ser [lo primero], la condición’32; con lo cual se puede constatar prácticamente que el lenguaje -toda lengua- es, entonces, una forma o modo de cognición, y tal que proviene de la tradición, visto que su función consiste en organizar la “sustancia del contenido”, los significados de las palabras que el uso pone a disposición de la sociedad, y en articularlos por medio de los verba mentis -términos mentales que representan el ser por medio de conceptos y formas simbólicas- que, a su vez, se articulan y organizan como cadenas sonoras, como verba oris -“palabras”, representantes materiales que ya fueron estructurados o articulados en la mente-33, elementos que, al ser doblemente articulados, por su naturaleza misma suenan y resuenan34. Cf. W. M. URBAN, Language and Reality, pp. 374-375; id., Lenguaje y realidad, p. 310-311 y p. 20; y v. en M. BÓRMIDA la caracterización o definición de la “cultura” (“Cultura y Ciclos Culturales”, § “La cultura en sentido abstracto”, p. 7 y notas 4 y 5): “[...] language is primarily a vocal actualization of the tendency to see realities symbolically”, “el lenguaje es, ante todo, una realización vocal de la tendencia a considerar los hechos simbólicamente” (E. SAPIR, Culture, Language, and Personality, “Language”, p. 15). 32 J. DEWEY, Logic, p. 56; id., Logique, p. 117. 33 Vid. supra, § 0, y cf. n. sig. 34 Cf. E. DANN OBREGÓN, Lógica, pp. 42-43 y 57-60; v. A. STÖHR, Leitfaden der Logik, pp. 67-68 y p. 107 y, en general, C. J. LETTNER, “Prolusion à une théorie du langage”. 31 37 De ahí que si la lengua -la estructura o el sistema lingüísticose puede comparar a un molde que da forma tanto al sistema sonoro del significante como a la nebulosa caótica e inorganizada de las ideas35, y si, en cambio, frente a esta masa amorfa de los pensamientos, la sustancia fónica “no es un molde a cuya forma el pensamiento deba acomodarse necesariamente”36, sino una materia plástica que la lengua descompone o fracciona en partes distintas con el fin “suministrar los significantes que el pensamiento necesita”37; y si además, a raíz de ello, se ve que el significante -la imagen o estampa acústica- no es más la suma de una cadena sonora y de una “sustancia”, sino el resultado de una división cuyo producto lo constituyen elementos claramente separados38, es decir, si resulta que la imagen acústica se ve segmentada y articulada y si, de este modo, representa una ‘forma’ que proviene de la “lengua” -forma que, como tal, se halla en oposición con su fundamento o causa que la engendra, a saber, con el substrato físico sonoro, fundamento en el cual el significante se basa pero con el cual no se identifica39-, se puede concluir, finalmente, con la afirmación según la cual la articulación es, justamente, una unión entre dos planos lingüísticos, el de los sonidos y el de los pensamientos, un hecho “en cierta manera misterioso” que sólo puede aclarar el fáctum de la naturaleza y esencia del ‘signo’40, y “Esto quiere decir que hay que reservar el Cf. F. DE SAUSSURE, Cours de linguistique générale, p. 155, ed. esp. Curso de lingüística general, p. 191. 36 Id., Curso.., p. 191. 37 Id., Curso..., pp. 191-192. 38 Cf. B. MALMBERG, Signes et symboles, p. 109. 39 Cf. id., ib. 40 Ver F. DE SAUSSURE, Cours..., pp. 156-157; Curso..., pp. 192-193; cf. B. MALMBERG, op. cit., p. 110 y p. 111: “No solamente son confusos y amorfos los dos dominios enlazados por el hecho lingüístico, sino que la elección que se decide por tal porción acústica para tal idea es perfectamente arbitraria” (F. DE SAUSSURE, Curso..., p. 193). Para la relación entre el acto articulatorio, “esterno ed accesorio”, la imagen acústica, ‘no absolutamente necesaria’, y la arbitrariedad, ‘natural, pero sólo históricamente necesaria’, v. A. PAGLIARO, “Il linguaggio come conoscenza”, pp. 78-80, § 15. 35 38 término de «lengua» a un medio [de representación y consecuentemente] de comunicación doblemente articulado y cuya manifestación exterior es vocal; fuera de este núcleo común nada puede ser considerado como lingüístico que no difiera de una lengua a otra; es así como debemos comprender la afirmación de Saussure según la cual todos los rasgos lingüísticos son arbitrarios y convencionales”41, ‘y decimos, justamente, significación convencional porque nada es por naturaleza un nombre, sino sólo cundo se convierte en símbolo’42. A. MARTINET, Langue et fonction, p. 43 (n. s.). cf. id., “Realism versus formalism”, p. 26: “This means that we should reserve the term ‘language’ for a medium [of representation and so] of communication which is doubly articulated and whose outward manifestation is vocal. Apart from this common core, nothing can be said to be linguistic which cannot differ from language to another. This is how we should understand Saussure’s dictum that linguistic features are arbitrary or conventional”. 42 ARISTÓTELES, De interpr., 16a 26-29; v. E. COSERIU, “L’arbitraire du signe”, pp. 22-24: ‘Decimos que en un sistema semántico (pleremático) de comunicación hay iconicidad en la medida en que cada símbolo se parece a su denotación en contornos físicos o en la medida en que todo el repertorio de símbolos del sistema muestra similitud geométrica con todo el repertorio de significados; en la medida en que un símbolo o sistema no es icónico decimos que es arbitrario’ (C. F. HOCKETT, A Course in Modern Linguistics, p. 577, cf. id., Curso de lingüística moderna, p. 558). ‘The relation between a meaningful element in language and its denotation is independent of any physical or geometrical resemblance between the two’ (C. F. HOCKETT, A Course…, p. 577; cf. id., “The Origin of Speech”, p. 90): la característica de la arbitrariedad o convencionalidad del signo es, luego, uno de los “universales del lenguaje”. Según Hegel, la relación semiológica es la unidad de una ‘representación independiente’ y de una ‘intuición’, donde la intuición es el “signo”, en tanto que la representación independiente es el “significado”: “en el signo, la materialidad propia de la intuición es irrelevante con respecto al significado, razón por la cual se diferencia del símbolo, en el que hay, en cambio, una relación directa entre intuición y significado; de aquí que, además, el arbitrio de la inteligencia sea más libre en el caso del signo” (E. COSERIU, “L’arbitraire du signe”, pp. 40-41), es decir, “El signo es una cierta intuición inmediata, que representa un contenido completamente distinto de la que tiene esa intuición en cuanto tal; -la pirámide, en la cual se ha transferido y conservado un alma extraña. El signo es diferente 41 39 del símbolo, una intuición cuya determinación propia es, según su esencia y concepto, más o menos el contenido que ella expresa como símbolo; en el signo como tal, en cambio, el contenido propio de la intuición y aquello otro, del que la intuición es signo, no tienen entre sí ninguna relación. [...]” (G. W. F. HEGEL, “Die Vorstellung”, § 458); cf. F. de SAUSSURE,: “Llamamos signo a la combinación del concepto y de la imagen acústica” (Curso..., p. 129), donde el concepto es el “significado” y la imagen acústica es el “significante” (ib., p. 129), “El lazo que une el significante con el significado es arbitrario; o bien, puesto que entendemos por signo el total resultante de la asociación de un significante con un significado, podemos decir más simplemente: el signo lingüístico es arbitrario” (Curso..., p. 130); por otra parte, “Se ha utilizado la palabra símbolo para designar el signo lingüístico o, más exactamente, lo que nosotros llamamos el significante. Pero hay inconvenientes en admitirlo, justamente a causa de nuestro primer principio [el principio de la arbitrariedad del signo]. El símbolo tiene por carácter no ser nunca completamente arbitrario; no está vacío: hay un rudimento de vínculo natural entre el significante y el significado” (Curso..., p. 131). 40 3. INTELECTUALIDAD, INSTRUMENTALIDAD, SIMBOLIZACIÓN Así, las oposiciones que caracterizan el lenguaje (ser lengua y habla, poseer doble naturaleza, doble dimensionalidad y doble articulación) -y que nos dan la clase (o el género próximo) a la cual el mismo pertenece, a saber, “el lenguaje es una actividad humana”, y, asimismo, la especie (o diferencia específica) que lo puede categorizar, a saber, “el lenguaje es una actividad simbólica”-, permiten definirlo con la siguiente formulación: “el lenguaje es la actividad de discernimiento o de cognición humana que se realiza en símbolos o signos sonoros”, es decir, es la forma cognitiva que suena y tañe, i. e.: Vox articulata: “el lenguaje es la voz doblemente articulada”1; pues, en efecto, ‘cuando una imagen acústica -una figura material, externa y sonora- viene a asociarse con un concepto’, una cosa de la naturaleza -que existe en el aire- se vuelve, entonces, expresión de una forma mental2, es decir, adquiere existencia una asociación o articulación que denominamos “símbolo”, o sea, formas acústicas cuyo contenido es un conocimiento, y cuyo ensamblaje constituye una configuración semántica específica: “i → c (y c → i)” es, justamente, la mediación entre naturaleza y cultura, y tal que define y caracteriza el lenguaje como instrumento3; y dado que, de Género próximo: voz, Diferencia específica: articulada, donde “articulada” significa “doblemente articulada”: v. C. J. LETTNER, Qué es el lenguaje, 2014, §§ 4 y 5; E. COSERIU, La creación metafórica en el lenguaje, pp. 8-10: “Hence, instead of defining man as an animal rationale we should define him as an animal symbolicum” (E. CASSIRER, An Essay on Man, p. 26). Y ver en G. MOUNIN el deslinde que lleva a encontrar “el carácter específico de las lenguas naturales humanas”, esto es, la diferencia específica: la especificidad del lenguaje a) no la da la función de comunicación, b) ni la arbitrariedad del signo, c) ni la noción de sistema, d) ni la linearidad del mensaje, e) ni el carácter discreto del signo, sino la doble articulación (Clefs pour la linguistique, pp. 45-60). 2 Cf. F. DE SAUSSURE, Cours…, pp. 27-32. 3 Vid. E. SAPIR, “Language”, pp. 10-15: El signo extrae el sentido de su forma -en relación con las necesidades de la comunicación-, pero, por otro lado, la función semántica es la condición de la función comunicativa: “el signo permite es1 41 toda actividad instrumental, queda siempre el objeto o cosa trabajado4, por ejemplo una palabra, una señal5, en consecuencia, el producto semánticamente configurado se puede transmitir por tradición y es la condición de la misma6. tablecer la comunicación siempre y cuando transmita un sentido” (P. GUIRAUD, La grammaire, p. 51, y v. asimismo pp. 51-53; cf. B. MALMBERG, Signes et symboles, pp. 23-16), i. e. el lenguaje es un producto del pensamiento. 4 Cf. G. W. F. HEGEL, La première philosophie..., pp. 99-100. 5 Cf. L. J. PRIETO, Messages et signaux, pp. 8-9. 6 Ver supra, § 0. Nótese que antes de conocer verdaderamente qué es una cosa, hay que saber primero que la cosa existe: una definición ‘real’ (por oposición a ‘nominal’) supone la existencia de lo definido o “hecho” (cf. S. TOMÁS DE AQUINO, Le “De ente et essentia”, pp. 137-138); y, por otra parte, si las palabras no tuviesen un significado no se podría discurrir con los demás y ni siquiera consigo mismo, pues no puede pensar quien no piensa una cosa determinada (v. ARISTÓTELES, Metafísica, Γ, 4, 1006b 5-13); “y, si puede hacerlo, dará un nombre único a lo que piensa [...]; de ahí que cada palabra [técnico-filosófica] tiene un significado y solamente uno” (id., ib.): no se puede y es absurdo refutar hechos y cosas observables de la realidad, y, para conocer estos hechos, la polivalencia de significados debe ser excluida por ilógica. Si tenemos presente lo afirmado anteriormente (cf. § 0), se puede establecer la siguiente serie de ‘hechos’ de tipo empírico -que proceden de la observación de la realidad (que no son teorético-filosóficos, ni tampoco hipotéticos)- y, consecuentemente, irreductibles, cuyo punto de partida es el hecho de la oposición lengua-habla: a) ¿de donde proviene esta dicotomía?, del hecho de la doble naturaleza del lenguaje; b) ¿de dónde proviene esta doble naturaleza?, del hecho de la doble dimensión del lenguaje; c) ¿de dónde proviene esta doble dimensión?, del hecho de la doble articulación lel lenguaje; d) ¿de dónde proviene esta doble articulación?, del hecho de la instrumentalidad del lenguaje, y e) ¿de donde proviene esta instrumentalidad (que es, por otra parte, doble)?, del hecho que i → c, i. e. del hecho que i implica c, con lo cual se da el término-medio entre naturaleza (i) y cultura o contenido mental (c) y, por lo tanto, la formación de una unidad doble o “signo = significante + significado”. Estos pasos son necesarios y suficientes, no pueden ser más, ni tampoco menos, aunque esta sucesión de ítems puede también tratarse partiendo de e: e → a, es decir, e ↑ a; pero si este proceder es epistemológicamente válido, metodológicamente y desde el punto de vista del sentido común (cf. S. Tomás, ib.), es más exacta la sucesión a → e, es decir, a ↓ e, pues en las ciencias humanas y en las disciplinas de los símbolos se debe ir “a las cosas mismas” y partir, por consiguiente, del saber claro-confuso pero intui42 Cabe señalar que ello significa, por una parte, que el instrumento o término-medio: “i → c (y c → i)”, por ser resultado de la voz articulada -y por unir lo natural, un tono o imagen acústica, con lo cultural, un concepto o idea-, el lenguaje, además de exigir la reflexión, no puede existir entre los animales, a menos que no se admita que, sin duda alguna, “i → c” constituye la determinación de un signo por obra de la conjunción que resulta de la coordinación de mano, mente y cuerdas vocales, de la unión que posibilita el trabajo del oído y del oír: a la “forma interior” de la conciencia prehumana no se adhiere una “forma exterior” tal que se desarrolla “en el aire” y en la cual se objetivice una morfología, ni tampoco una sintaxis, es decir, una segunda articulación, motivo por el cual el gesto deíctico se halla ausente7; pues “[...] Aun cuando en la realidad fáctica del lenguaje no se puedan separar el carácter expresivo sensible y el momento lógico del significado, tampoco puede desconocerse la diferencia puramente funcional que existe entre ambos”8, y, además, se observa que “Así como el animal carece de expresión verbal, carece también del gesto propiamente «indicativo y claro que el hombre posee de su cultura, para el caso, del saber empírico sobre la esencia del lenguaje, que lo lleva a distinguir de hecho entre lenguahabla, langue-parole, language-speech, etc. Por lo tanto, dado que estos hechos son cosas que existen, y puesto que su definición científica es unívoca (cf. “género póximo + diferencia específica”), podemos resumir la serie que va de a a e, basándonos en la denominación del contenido de sus eslabones con términos unívocos, de la manera siguiente: a) hecho de la dicotomía (o “de la cosa misma”) o de la doble oposición: lenguahabla; b) hecho de la doble naturaleza: cosa-mente; c) hecho de la doble dimensionalidad: alteridad-deixidad; d) hecho de la doble articulación: fonema-monema, y e) hecho -y conclusión- de la instrumentalidad: existencia virtual o “en potencia” del signo-existencia del signo en acto, cf.: la esencia del martillo se da en el martillar, la esencia del lenguaje, en el hablar; cf: el lenguaje es la potencialidad activa de producir habla, speech. 7 Vid. C. J. LETTNER, Problèmes de la représentation du langage, I, pp. 29-31; cf. id., Sur la “Biologie de l’Art”, pp. 3-17 y 22-23: D. MORRIS, La biología del arte, p. 146, pp. 148-156 y p. 162; L. S. VYGOTSKIJ, Mišlenije i reč’, p. 80; id., Pensamiento y lenguaje, p. 50. 8 E. CASSIRER, Filosofía de las formas simbólicas, III, p. 135. 43 tivo»: el «alcanzar a distancia», que entraña todo movimiento indicativo, le está vedado”9. Pero por el hecho constitutivo glotológico de la doble dimensionalidad -sujeto-sujeto: alteridad, sujeto-objeto: deixidady, por lo tanto, de la posibilidad originaria de denominar, el uso simbólico del lenguaje conduce a la “reflexión”; pues, en general, si bien la función de la actividad cerebral prerracional de los animales superiores -basada en experiencias que establecen relaciones espacio-temporales, así como en asociaciones de percepciones vinculables con representaciones- es la esencia de la reflexión10, tan sólo en el nivel antrópico se alcanza el ejercicio de la intelectualidad reflexiva, es decir, tan solo cuando ya se puede estructurar tanto una captación de relaciones entre los fenómenos o cosas como, además, lograr una proyección hacia el mundo exterior extralingüístico de un esquema simbólico11; esto es, la reflexión no es, entonces, un mero pensar “sobre” los contenidos intuitivos dados sino, por el contrario, aquello que codetermina y constituye la forma misma de eso contenidos12. Así, si se admite que ‘el hombre da pruebas de reflexión cuando, surgiendo del sueño nebuloso de imágenes que pasan rozando sus sentidos, puede concentrarse en un momento de vigilia, detenerse voluntariamente en una imagen, observarla con toda calma y lucidez y distinguir características que indiquen que es éste y no otro el objeto’13, es decir, si “La reflexión es la conciencia de la relación de ciertas representaciones dadas [en la mente] con nuestras diversas fuentes de conocimiento [por ejemplo, cósicas]”14, se Id., ib., p. 136; v. además K. BÜHLER, “Les lois générales d’évolution dans le langage de l’enfant”, p. 602. 10 Cf. A. SPIRKIN, El origen de la conciencia humana, pp. 45-46. 11 Cf. A. LEROI-GOURHAN, Le geste et la parole, I, pp. 152-153; v. K. LORENZ, L’homme dans le fleuve du vivant, pp. 279-280 y 299-300. 12 Vid. E. CASSIRER, Filosofía..., III, p. 138. 13 J. G. VON HERDER, Abhandlung über den Ursprung der Sprache, pp. 52-53. 14 I. KANT, Kritik der reinen Vernunft, A. 261, B. 316 (n. s), Critique de la raison pure, pp. 232-233; cf. A. LALANDE, Vocabulaire technique et critique de la philosophie, pp. 904-906. 9 44 puede agregar que ello equivale a decir que todo acto humano se caracteriza por la mediatividad, mediación que se resuelve como formación de símbolos a partir de la utilización práctica de instrumentos15; y si el signo no se adhiere o no está adherido a la cosa significada16, la relación mundo-cultura -o la relación de oposición o preoposición cultura-naturaleza- no sólo supone la res, la “cosa”, sino el “pragma”: ‘Los griegos tenían un término apropiado para designar las «cosas»: prágmata, es decir, aquello que tiene que ver con las ocupaciones cotidianas (prâxis)’17. De ahí que se pueda concluir, por otra parte, que, aristotélicamente expresado, el lenguaje -un idioma, la lengua o el sistema lingüístico, la langue, das Sprachgebilde, lhamtes, yazyk, the language- es la potencialidad activa de producir habla (speech), y por ello se puede afirmar que si una determinada lengua muere no produce más ningún tipo de habla y, consecuentemente, no cambia más, dicho de otra manera, deja de funcionar18, pues el hablar es un obrar y actuar, un acto (πρᾶξις)19, praxis que utiliza palabras que el uso (νόµος) pone a su disposición20, y este actuar, el acto práxico, manifiesta y actualiza concretamente -es decir, sonora, melódica y rítmicamente, en el aire- el nomos, el uso, y, con ello, al manifestarlo, lo supera y lo modifica21. En efecto, si bien el lenguaje, el hablar, representa una tradición, ésta cambia y se transforma, pues el Cf. L. J. PRIETO, “Homme et signal”, pp. 6 y 9. Cf. G. DUMAS, Traité de Psychologie, II, p. 158. 17 M. HEIDEGGER, Sein und Zeit, p. 68; Ser y tiempo, p. 96. 18 En efecto, si el logos “significa e ‹idea› e ‹parola›” (G. VICO, La Scienza nuova, II Sez., II, deg. 400), el lenguaje es simultáneamente tanto “razón interior” como “razón proferida (ARISTÓTELES, De interpr., 16a 20-27), es decir, ‘Logos [es] razón, ser de las cosas y habla, objeto y saga, categoría’ (G. W. F. HEGEL, Jenenser Realphilosophie, II, p. 183); cf. E. HUSSERL, ‘Les significations du mot Logos: parler, penser, chose pensée’ (Logique formelle et logique transcendentale, pp. 27-29, y v. W. BELARDI, “Tra biologia et linguaggio”, p. 54; A. PAGLIARO, “Eraclito e il Logos”, p. 138, n. 7. 19 PLATÓN, Cratilo, 387b - 388d. 20 Id., ib. 21 E. COSERIU, Sincronía, diacronía e historia, pp. 31-32. 15 16 45 idioma que la realiza también se transforma y cambia22, i. e. va a rodar y desarrollarse y desplegarse indefinidamente en el tiempo y, simultáneamente, se va a diferenciar y a diversificar en el espacio, sin que exista un final prefijado a su existencia, sin que haya siquiera una posibilidad interior de que perezca23, puesto que una lengua no puede morir de muerte natural sino, únicamente, por muerte violenta, es decir, la única posibilidad que tiene una lengua de dejar de ser, es que sea suprimida por la fuerza, y ello, sólo debido a una causa totalmente exterior a los hechos lingüísticos mismos, por ejemplo, por la exterminación total del pueblo que la habla24. Consecuentemente, el lenguaje es un instrumento (ὂργανον)25, un órgano que funciona para representar algo, y cuya estructura cotidiana pragmática, a saber, el “para…”, define su núcleo ontológico26, y, puesto que el útil es el término medio existente racional, F. DE SAUSSURE, Notes sur la linguistique générale, p. 16, fragm. 3292. Id., ib., p. 8, fragm. 3284, y p. 6, fragm. 3283. 24 Id., ib., p. 7, fragm. 3283. Observar que A. SCHLEICHER opina, contrariamente a lo expuesto, que “en el transcurso del tiempo, perecen lenguas pero no nacen nuevas, hecho que tuvo lugar únicamente en el período durante el cual el hombre se volvió hombre”, en consecuencia, “las lenguas que hablamos ahora [...] son tipos de lengua seniles” (De l’importance du langage pour l’histoire naturelle de l’homme, pp. 86 y 88; Über di Bedeutung der Sprache, pp. 23 y 27). F. de Saussure supone, pues, en los hechos que, puesto que el lenguaje es “resultado”, es de inmediato y simultáneamente “potencia”, condición de actos de habla posteriores, con otros términos, que para poder hacer el estudio de una forma de una lengua, es necesario tratar de intentar, por una parte, informarse, en el propio terreno, sobre cómo esta forma se pronuncia “por tradición auténtica”, y, por otra parte, hay que tratar de ver en el terreno cómo esta forma se dice efectivamente “en el propio idioma del lugar” (“Le nom de la ville d’Oron”, p. 10); y cf. la mención del ‘cuadrado de triángulos’ y de la “superficie del agua puesta en movimiento por las ondas u olas” de H. Schuchardt, figura que se opone a la imagen previa, más bien estática, de la ‘elipse alargada’ de Pictet (v. la res. de A. PICTET, y cf. H. SCHUCHARDT, Der Vokalismus des Vulgärlateins, III, pp. 34 y 35, y v. infra § 5.1, esp. notas). 25 PLATÓN, Cratilo, 388 b-c; cf. K. BÜHLER, Sprachtheorie, p. III. 26 Cf. M. HEIDEGGER, Ser y tiempo, pp. 96-97, id., Sein und Zeit, pp. 68-69, y D. CRUZ VÉLEZ, “El punto de partida de la filosofía”, pp. 34-35. Si se considera el punto de vista aristotélico acerca de la ontología de la existencia humana y de las considiones del trabajo científico -es decir, su teoría de lo que 22 23 46 es el hombre y de lo que éste hace en tanto tal, incluida la actividad teorética (cf. la Ethica Nicomachea, esp. 1094a 1 - 1095b 13, Livre I, 1 “<Le bien et l’activité humaine. La hiérarchie des biens>”)-, así como si, por otra parte, se tiene en cuenta la tematización husserliana en lo que atañe al análisis de la problemática de la relación entre hombre y mundo entendida como ‘una relación de conocimiento’ (v. “Die Thesis der natürlichen Einstellung und ihre Aussachaltung”), se puede igualmente admitir que el “núcleo ontológico” de la región de la cultura del ser humano- es, ante todo, más bien la actividad práctica, la “praxis”, que la intuición o lo pensado, puesto que “L’ordine dell’idee dee procedere secondo l’ordine delle cose”, “El orden de las ideas debe proceder como el orden de las cosas” (G. VICO, La Scienza Nuova, p. 94, 238, LXIV; cf. C. J. LETTNER, La sémiologie de G. Vico, Ch. I). Pues, en efecto, se puede observar que lo que está dado en primer lugar no son las cosas puras y simples, sino aquello con lo cual uno tiene que ver durante los quehaceres cotidianos, a saber, los útiles, herramientas y enseres, las cosas y los “bienes”, entre los cuales justamente el instrumento, y sin duda todo objeto cultural con sus valores y funciones -con sus ‘utilidades’-, así como las imágenes y conceptos, y también los logoides, i. e. los “πρᾶγµατα”. Pero como en el campo de los prágmata y su interrelacionalidad hay una dialogía dialéctica y una ambivalencia de la praxis, es posible advertir, asimismo, que, si en toda acción u operación circunscripta por las ocupaciones cotidianas -incluida la investigación científica- es siempre el ser, la cosa manipulada, la que tiende a dirigirse hacia una finalidad (‘aspira a un fin’), se deduce que esa cosa forjada se forma como y resulta ser un medio para otra cosa, a saber un “término-medio”, y tal que supone un enser o bien subordinado, y que implica o aspira a un enser final, un petate o cosa que constituye el fin o “bien” de la praxis, que, justamente, se aplica como un “«medio para...» alcanzar otra cosa”, una cosa final: se deduce, así, que la cosa forjada se resuelve como un “para...” -como un “algo para...”-, que tiende a una finalidad definida por la región ontológico-científica del ἀγαθόν (v. ARISTÓTELES, The Ethics, p. 6 nota; cf. PLATÓN, Dialogues apocryphes, 414e, “útil”): el “bien” no es, pues, un tipo de prágmata, sino el agathón, término que se refiere o incluye asimismo a la investigación científica y que, en sus orígenes, no poseía connotaciones de tipo moral (cf. B. SNELL, Die Entdeckung des Geistes, pp. 151-152; v. D. CRUZ VÉLEZ, Filosofía sin supuestos, p. 269, y M. KAPPES, Aristoteles-Lexikon, art. “ἀγαθόν“). El lenguaje debe ser, de este modo, considerado como “actividad”: dado que el mismo es, igualmente, un producto cultural, debe ser visto menos como “substancia” -por lo que es- que como “función” -“forma”-, que por lo que hace, es decir, como uno de los fenómenos que operan la mediación entre la naturaleza y la conciencia; con otras palabras, si la lengua puede ser vista también como “un sistema de combinación de elementos combinables de una infinitud de maneras” (W. VON HUMBOLDT, “Essai sur les langues du nouveau Continent”, p. 332); 47 esto es, la universalidad existente del proceso práctico27, se tiene, entonces, que el tono o sonido que se va articulando, el habla, y su sistema, la lengua28, no es una obra (érgon) sino una actividad (energeia)29. Con otras palabras, cuando los doscientos yukaguiros de y si se observa, por otra parte, que el sistema -la “organización gramatical y lexical y el conjunto de palabras de un idioma” (id., ib., p. 312)-, admite -“al fijar reglas y formas generales”-, incluso “una infinidad de modificaciones particulares en su aplicación” (id., ib., p. 312) se debe concluir que el ‘hablar concreto’ es “creación continua” y que, entonces, estos elementos y estas reglas sólo se dan en el “acto de hablar concatenado”, “in the act of connected speech” (s. E. CASSIRER, “Structuralism in Modern Linguistics”, pp. 110-111), a saber, en la frase (cf. L. BLOOMFIELD, Language, pp. 17-20, y E. COSERIU, res. de G. DE HUMBOLDT, Cuatro ensayos, p. 4). 27 G. W. F. HEGEL, La première philosophie de l’Esprit, “L’instrument”, pp. 99100; Jenenser Realphilosophie, p. 221. 28 Id., Encyclopädie der philosophischen Wissenschaften, p. 248, § 380, y “Die Vorstellung”, § 459. 29 W. VON HUMBOLDT, Über die Kawi-Sprache, p. LVII, y v. sobre este tema C. J. LETTNER, Problèmes…, III, § 5, esp. notas 125-127, y. cf. id., “Prolusion à une théorie du langage”; vgl. ARISTÓTELES, Metafísica, Θ 6, 1048a 25 1048b 35, y J. TRICOT, ‘Notes et commentaires à la Métaphysique’, Tome II, pp. 501-502 nota 3, p, 16 nota 2; v. A VILARNOVO CAAMAÑO, Lógica y lenguaje en Eugenio Coseriu, pp. 142-146; G.-G. GRANGER, La théorie aristotélicienne de la science, pp. 258-259; cf. E. COSERIU, Sincronía..., pp. 46-48.44. En su sentido aristotélico, “energeia” se opone a dínamis, acto (“actuality”), a “hýle” y a entelequia, así como “acto” se opone a “realidad perfecta”: “La obra es aquí, en efecto, el fin, y el acto es la obra; de ahí, entonces, se tiene que la palabra acto [energeia], que deriva de obra [ergon], tiende a significar entelequia” (ARISTÓTELES, La métaphysique, II, 1050a 20-22, y v. también la nota 1 de J. TRICOT, op. cit., sobre este pasaje de La metafísica, II, p. 512; cf. H. G. LIDDELL y R. SCOTT, Greek-English Lexicon, p. 564a). Así, la “actividad designa la acción inmanente y transitiva, la única que es apta a durar o perpetuarse, que aparece completa en cada una de sus momentos y que no cesa cuando alcanza su fin (a este respecto v. H. G. LIDDELL y R. SCOTT, ib.), y cf. con el contenido semántico de la palabra “órganon”, cuyo primer significado o sentido originario es “instrument, implement, tool, for making or doing a thing” (id., ib.). Pero hay que señalar que no se trata de una actividad cualquiera, es decir que, si la energeia es la actividad tal que supera su propia dínamis -i. e. que va más allá de una “técnica aprendida”-, la misma se encuentra, entonces, en relación con la producción del lenguaje mismo, es decir que, por consi48 Siberia duermen y no sueñan, su lengua deja de existir como tal, y cesaría por completo de existir si, por una razón cualquiera, los yukaguiros dejaran de despertarse30, dado que el sueño es el pensamiento que se continúa en el estado del dormir, y siempre y cuando se esté durmiendo31. Pues, técnica del cuerpo e instrumento, invención intelectual, el lenguaje supone el uso intencional de ciertos músculos, y hace posible el uso práctico del pensamiento reflexivo32. guiente, no se trata de la actividad que forma frases por medio del lenguaje, razón por la cual no se refiere exactamente a la idea de “creativity” (cf. N. CHOMSKY, “The Logical Basis of Linguistic Theory”, pp. 918-920, y Topics in the Theory of Generative Grammar, pp. 11-12); por el contrario, se podría presumir que sólo la poesía nos permitiría ver el lenguaje en tanto “actividad creadora” (cf. B. HAVRÁNEK, R. JAKOBSON et al., “Úvodem”, p. 5; pero véase O. BOC, “Le statut typologique spécial du texte «poétique»”). 30 Vid. V. PISANI, Allgemeine und vergleichende Sprachwissenschaft, p. 24, y cf. al respecto una opinión contraria en B. COLLINDER, “On the Relationship between Thought and Linguistic Expression”, pp. 8-9, cf. id., Sprache und Sprachen, pp. 165-166. 31 S. FREUD, La interpretación de los sueños, p. 543 y p. 30; Die Traumdeutung, p. 324; cf. ARISTÓTELES, Parva naturalia, “De insomniis” o “Traité des Rêves”, III, 426a § 15; J. B. SAINT-HILAIRE, Psychlogie d’Aristote, pp. III-IV y 181-187, y s. C. MOUBACHIR, Freud, pp. 72-74; cf. C. G. JUNG, “Vom Wesen der Träume”, p. 3547: “El sueño es un fragmento de actividad psíquica no voluntaria pero que, justamente por ser tal, está provista de la conciencia necesaria como para poder ser una actividad reproducible en el estado de vigilia”. 32 M. COHEN, Le langage, p. 15-18. Pues ‘La obra de arte […] requiere otro elemento en su existir, el dios requiere otro modo de expresión que aquél en el cual, de la profundidad de su noche creadora, cae en lo contrario, en la exterioridad, en la determinación de la cosa no autoconciente: este elemento superior es el lenguaje, un ser ya determinado que es inmediatamente una existencia conciente de sí’ (G. W. F. HEGEL, Phänomenologie des Geistes, CC., VII, B a, p. 496; Fenomenología del Espíritu, ib., p. 412). 49 4. LA TRIPLE RELACIÓN: HABLA-PENSAMIENTOORGANIZACIÓN SEMÁNTICA Ahora bien; del momento en que, por medio del acto de hablar, una cosa de la naturaleza se vuelve expresión de una forma mental (un símbolo articulado); y dado que, por otra parte, esta asociación es, asimismo, la que se opera entre el tono y el sonido, el oído y el pensamiento, se deduce que ‘el lenguaje es el órgano que da forma al pensamiento’, cuyo primer resultado es la constitución de un “tipo semántico” específico para cada lengua1. En consecuencia, visto que cada lengua posee una doble dimensión, cada lengua es, pues, tanto la actualidad de la cultura como la realidad sonora inmediata del pensamiento; y, por otra parte, cada lengua, por ser un artefacto, puede aplicar al mundo sublunar una reja, rejilla o “prisma” semántico-gramatical que es causa de una percepción específica de la realidad que podemos llamar “imagen del mundo”2. En efecto; si se considera que hay que distinguir el fenómeno acústico de la vocalización del hecho motórico de la articulación -si se reduce provisoriamente la articulación del contenido-, se puede observar, por una parte, que hay “una sorprendente riqueza” de timbres en los tonos de la voz pues, consideradas acústicamente, todas las diferencias vocálicas son diferencias de timbre3; y, por otra parte, se puede notar que “el mundo cotidiano” o de lo real “ciertamente sólo puede abarcar, en materia de timbres, más que lo que ofrece la esfera de lo que es más o menos copiable con exactitud”4: Cf. W. VON HUMBOLDT, Über die Kawi-Sprache, p. LXVI. Para esta temática véase A. FOUILLÉE, Aristote, et sa polémique contre Platon, pp. 136-144, ed. esp. Aristóteles y su polémica contra Platón, pp. 36-47, donde se encuentra una explicación magistral del por qué del instrumento, de su origen práxico -desde el mundo sensible y los sentidos humanos- y de su esencia cultural, tal como el Estagirita, por primera vez en la ciencia, la expone y desarrolla, de manera admirable, a partir de la crítica del Teéteto de Platón. 2 Cf. W. von Humboldt: “Weltbild, Weltansicht”; B. L. Whorf: “View of the world, Picture of the universe, Façons de parler”: v. § 5. 3 Cf. K. BÜHLER, Sprachtheorie, p. 199. 4 Id., ib. 1 51 “Pero el aparato vocal humano puede silbar, sisear, redoblar, etc. en muchos matices que se van diversificando con gran finura”5, y todo ello en rápida variación y en ordenada asociación con la vocalización6; es decir, cuando se analiza el rendimiento de este maniobrable y lábil mecanismo de regulación que denominamos “articulación”, se puede ver que aquello que produce no es una copia de los sonidos de la realidad, y que sólo parcialmente puede llegar a ser una reproducción onomatopéyica de la misma7. Si la “potencia pictórica” del agente u órgano fonador humano es limitada, la posibilidad de modular y modificar el timbre y la corriente de sonidos es, en cambio, variable a voluntad8, lo cual quiere decir, a su vez, que la articulación -por ser justamente variable a discreción- está compuesta no sólo por vocalizaciones sino, asimismo, de representaciones, a saber, de hechos mentales: si el lenguaje no ‘presenta’ o copia sino que “re-presenta”, el mismo es, pues, un hecho mental9; si, además, se toma en consideración la noción de “articularidad del lenguaje”10, se puede aceptar que la organización articulatoria no proviene de la ‘articularidad del mundo’ -el lenguaje no es una imagen de la realidad-, “pues la primera configuración del mundo es la configuración operada por medio del lenguaje, la cual no supone ninguna otra y a la cual ninguna otra precede”11. El lenguaje, por tanto, le confiere a las cosas un cierto ‘ser’ y, conformemente a ello, genera “especies”, entendidas éstas no en un sentido material -esto es, el lenguaje no crea entes concretos (cosas)-, sino que, cuando por medio del lenguaje las cosas se vuelven especies, tiene lugar la formación o generación del “ser de las cosas” o su eidos, una formalización o “forma” intencional que, por otra parte, Id., ib., p. 200. Cf. id., ib. 7 Cf. id., Sprachtheorie, p. 196, y “L’onomatopée et la fonction représentative du langage”, esp. pp. 103-106. 8 Con otras palabras, la producción sonora lingüística supone la arbitrariedad del signo: v. A, MARTINET, “Realism versus formalism”, p. 26. 9 Cf. K. BÜHLER, Sprachtheorie, pp. 200-201, 259-260 y 195-198. 10 Al respecto, véase E. COSERIU, “Zeichen, Symbol, Wort”, pp. 18-19. 11 E. COSERIU, ib., p. 19. 5 6 52 a veces corresponde a especies que existen en el mundo de las cosas pero que, otras veces, no es posible identificar con las especies que se observan en ese mundo sublunar12. Es por este motivo que, fácticamente, hay palabras que se emplean como sustitutos de conceptos o ideas de los que nunca se ha podido tener la intuición o la evidencia de su existencia, a saber, los “logoides”13, “términos o expresiones en relación con los cuales reaccionamos con pensamientos, palabras o hechos y, asimismo, emociones, tal como reaccionamos ante realidades evidentes”14 -i. e. conceptos o nociones que sólo existen por haber sido definidos15; términos que, por otra parte, se encuentran en oposición a intuiciones, ideas o nociones populares o de esencia propiamente natural y mundana que no sólo son definibles sino que, además, pueden representar, en el dominio de su región ontológica, ejemplares observables, a saber, ideas tales que no sólo se pueden obtener por medio de una definición: “Estas nociones que se pueden ilustrar con claridad las designo, en oposición a los logoides, «conceptos propiamente dichos»”16, que son también pasibles de ser denominados “nociones” o “conceptos fundamentales”, por lo cual el logoide sería, en oposición a éstas, una “construcción”17; hay, pues, “dos tipos o clases de conceptos lógico-científicos”: las nociones elementales y las construcciones18. Cf. E. COSERIU, ib., p. 19 y pp. 19-20; v. además J. KABATEK, “Unidad del significado”, p. 97. 13 Cf. A. STÖHR, Leitfaden der Logik, p. 68 y pp. 67-68, “Das Logoïd”. 14 Id., ib., p. 68: “Nombro «logoides» al tipo de palabras con las cuales podemos operar como si fueran conceptos verbalizados, si bien no lo son” (id. p. 68). 15 Cf. id., ib., p. 107. 16 Id., ib. 17 Cf. S. K. ŠAUMJAN, “Problema lingvističeskoy real’nosti”, pp. 106-107; id., “Le problème de la réalité linguistique”, pp. 106-107. 18 De acuerdo con E. COSERIU, para Aristóteles, ‘cuando se trata del logos que corresponde a un nombre que incluye el ser de las cosas por medio de un hèn sêmaínein, se tiene un «significado»; y cuando, en cambio se trata del empleo del signo en relación con los objetos, se trata de formas de kath’henòs sêmaínein, es decir, de la «designación»’ (“«tò hén sêmaínein»”, p. 437). 12 53 Agreguemos que, consecuentemente, parece estar en contradicción con lo anterior la suposición según la cual ‘la articularidad del lenguaje es la articularidad del mundo’19, afirmación que no se podría sostener dado que la misma o bien operaría una reducción de la doble articulación a una configuración tal que únicamente estaría conformada por la sustancia semántica, o bien implicaría una consideración de la articulación como reproducción de la realidad20; y efectivamente, si la articulación lingüística pudiese producir, de igual modo, una articulación de aquello que es copiable en la superficie terrestre, no sería del todo posible, en consecuencia, diferenciar entre ‘logoides’ y ‘conceptos en sentido propio’, o entre “construcciones” y ”nociones elementales”, con lo cual se podría pensar que el signo es -ya sea parcialmente, ya sea predominantemente- de tipo motivado y, de ahí, habría que poner en tela de juicio la doble articulación21. Se tiene, entonces, que si la doble articulación es uno de los “universales del lenguaje”22, y si, por otra parte, visto que únicamente a partir de un sistema cerrado pudo haberse Cf. J. SIMON, “Bemerkungen”, p. 200. Cf. id., Filosofía del signo, 13, pp. 66-67: “Resolución del problema”, y 23, pp. 104-105: “actuar”; cf. además E. COSERIU, “Zur Hegels Semantik”, p. 198, § 3.1.2. En relación con esta temática es de interés señalar que el error inicial de la “teoría de la gramatología” de J. DERRIDA consiste en efectuar una análoga reducción a la primera articulación (cf. “Le puits et la pyramide”, pp. 55-57), que, sin embargo -contrariamente a lo que ocurre con la reducción glosemática (de tipo “platonisante”, pero coherente y no falsa)-, no sería legítima pues proviene de una prerreducción de la esencia sonora del lenguaje (cf. De la gramatologie, pp. 8295; pero v. L. HJELMSLEV, Omkrimg sprogteoriens grundlæggelse, pp. 52-53 y p. 91; id., “Structural Analysis of Language”, pp. 77-78; y véase en A. ASTI VERA, George Boole, esp. notas 74 y 78, pp. 71 y 72-73, tanto la noción de ‘lenguaje algébrico’ como la de ‘lenguaje simbólico de orientación instrumental’). 21 Lo cual es, sin embargo, un hecho de observación (y no una hipótesis): v. supra, § 2; A. MARTINET, “Interview par Brigitte Desvismes”, p. 68; id., Fonction et dynamique des langues, § 1.1., “Pour une approche empiro-déductive en linguistique”, pp. 8-26; cf. C. J. LETTNER, “Natur der Sprache”, d, § 4.2., “Faktizität”. 22 Vid. C. F. HOCKETT, A Course in Modern Linguistics, pp. 574-580, “The Key Properties of Language”. 19 20 54 desarrollado un lenguaje productivo, es posible suponer, en consecuencia, que, en el curso de la evolución, debe haber existido al menos una especie de “pre-lenguaje” que se habría transformado en los actuales idiomas humanos; es decir, dado que todo sistema de comunicación debe ser, en sus comienzos, productivo, se puede deducir que, ya dada esta exigencia primaria de todo hecho instrumental, subsiguientemente se habrían desarrollado las otras características de tipo universal: primero, la autonomía espacio-temporal, a continuación, la transmisión por medio de la tradición y la cultura, y, finalmente, la ‘dualidad de estructura’ o doble articulación23. “Los signos lingüísticos son, por tanto, tonos necesarios, y según una íntima analogía -que se encuentra en toda facultad humana-, el hombre, en cuanto pudo darse cuenta claramente que los objetos eran diferentes de él mismo, debió haber pronunciado, asimismo, inmediatamente el tono que tendría que haberlo designado”24, con otras palabras, hubo y hay prearticulaciones y protosonidos porque el lenguaje, i. e. el habla, es un producto del pensamiento y de la inteligencia. Por lo tanto, si hay una facultas signatrix -es decir, si hay una facultad de conocer el presente que consiste en constituirse como el medio que permite unir la representación de lo que es previsible a la representación de lo que ya ha pasado, que se puede llamar facultad de designar, y si la actividad de la mente que realiza esta unión es la ‘designación (signatio)’, que también es llamada señalización, siendo lo que se llama “caracterización” el grado superior de la misma-; y si, en segundo lugar, los símbolos no son sólo un medio del intelecto para otorgarle al concepto una significación, procurándole a esta última la representación de una cosa, sino más bien un medio indirecto que se sirve de la “analogía” con la ayuda de ciertas intuiciones a las cuales el concepto puede ser aplicado25, se tiene, entonces, que “Toda lengua es Cf. V. HOFSTÄTTER, “Über die Sprachuniversalien”; C. J. LETTNER, Sobre el lenguaje, “realidad inmediata del pensamiento”, § 1, notas 1, 2 y 3. 24 W. VON HUMBOLDT, “Über Denken und Sprechen”, p. 4 (n. s.). 25 Cf. I. KANT, Anthropologie, § 28, pp. 106-108, ed. fr. Anthropologie, pp. 6364. 23 55 designación de los pensamientos e, inversamente, el mejor modo de designación de los pensamientos es el que se realiza por el lenguaje, el medio más importante para comprenderse a sí mismo y para comprender a los demás. Pensar es hablar consigo mismo (los indios de Otaheite llaman al pensamiento: la lengua en el vientre); es, por consiguiente, oírse a sí mismo interiormente (por medio de la imaginación reproductora). Para el hombre mudo de nacimiento el hablar es la impresión del juego de sus labios, de su lengua y su mandíbula, y es difícil imaginarse que éste, en su hablar, haga otra cosa que tratar con impresiones físicas, sin tener conceptos en sentido propio, ni tampoco pensarlos. Pero incluso aquéllos que pueden hablar y oír no siempre se comprenden a ellos mismos ni siempre comprenden a los otros, y un defecto en la capacidad de designar o una utilización errónea de la misma (cuando los signos son tomados por las cosas y viceversa) explica, sobre todo en el campo de la razón, que los hombres que no están de acuerdo al nivel de la lengua, también se encuentren extremadamente alejados unos de otros por lo que es de los conceptos; lo cual sólo se pone de manifiesto por casualidad, y cuando cada uno guía su conducta de acuerdo a sus propios conceptos”26. Pero por lo dicho, y si el lenguaje está doblemente articulado, el pensamiento es, entonces, específico a la lengua, “sprachgebunden”27; por otra parte, puesto que se observa que hay una multipli- Id., Anthropologie, § 29 A, p. 109; ed. fr., Anthropologie, p. 65; v. M. LEENHART, Do Kamo, pp. 13-18, “«Verbum mentis»”, ed. esp. pp. 13-19, “Verbum mentis”; cf. M. DIVJAK-MIRWALD, “Reflexiones sobre el mito o Al principio fue el dolor”, y v. además J. TRABANT, Europäisches Sprachdenken, pp. 123126. (Obsérvese que el filósofo de Koenigsberg dice, aquí, que el signo es arbitrario, y por qué lo es). 27 Además, al considerar la evolución de las formas simbólicas y, en particular, la transformación de las modalidades del arte -forma que se puede metodológicamente deslindar de las formas idealmente precedentes, es decir, del lenguaje, del mito y de la religión-; y si recordamos que, por ser el tiempo y el espacio las categorizaciones generales del mundo sensible, ‘aquello gracias a lo cual y por lo cual lo sensible es sensible (es decir, abstracciones generales de lo sensible)’ 26 56 cidad de lenguas -y por lo tanto una multiplicidad de culturas-, este pensamiento, i. e. cada pensamiento, podría consecuentemente variar o ser diferente de una cultura a otra; y, considerando que para todo locutor la lengua está ligada a sus pensamientos -siendo asimismo una forma práctica de poder reproducir la realidad-, la misma podría, entonces, determinar la manera de pensar y de actuar. Es por lo tanto necesario plantear la problemática de la importancia y de la influencia de las relaciones entre la ‘imagen del mundo’ y el pensamiento, problema al cual la respuesta más actual (pero no más reciente) es la del positivismo y, ante todo, la de la corriente antropológico-lingüística llamada “relativista”, tal como ésta se encuentra formulada por la “hipótesis de Sapir-Whorf”, pues “La lengua muestra [...] concretamente los pródromos afectivos del pensamiento, semejantes en todos los pueblos; entre los Negros del Gabón el Verbum mentis se forma en el bajo vientre y busca una salida por la boca; y, con mayor elegancia, dice el salmista a Dios: «Tu ley está en mis entrañas»”28, “… y dentro de mi corazón está tu ley”29: si en las transformaciones del objeto simbólico, en el tono, como la música, ‘el tiempo se reduce al punto, al punto que no está nunca vacío, es decir, el tiempo’30, por otra parte, finalmente, “en la poesía, tono articulado”31 -es decir, lenguaje-, ‘surge todavía una determinación que no es más aquélla sencillamente abstracta: cuando lo artístico [lo simbólico] alcanza este grado más elevado, se supera, con lo cual se convierte en prosa, esto es, pensamiento’32. (G. W. F. HEGEL, Esthétique, I, p. 129), se puede ver, en consecuencia, que -por ser las relaciones que se establecen entre lo espacial y lo temporal de tipo abstracto- la arquitectura, cuya materia es la representación del espacio en tres dimensiones, ‘se convierte, entonces en una cristalización [de lo espacial]’ (id., ib.): “Aquí, las formas son simples cristalizaciones, de las que el espíritu, el alma están ausentes. La pirámide encierra un dios ausente” (id., ib., y v. id., Vorlesung über die Ästhetik, I, “Eintheilung”, p. 115). 28 M. LEENHARDT, Do Kamo, pp. 14-15, ed. esp. p. 15. 29 Salmo XL, 9. 30 G. W. F. HEGEL, Vorlesungen über die Ästhetik, I, p. 115. 31 Id., ib. 32 Id., ib., pp. 115-116. 57 5. “LANGUAGE-THOUGHT-REALITY” 5.1. Las 4 tesis y las dos afirmaciones La teoría que trata del “principio lingüístico de relatividad” se puede reducir a cuatro tesis, proposiciones o pilares así como a una suposición y a una presunción, a saber: Si se supone que hasta 1492 las lenguas habladas en el Continente Americano se pudieron desarrollar aisladamente, con lo cual no habrían sido contaminadas por las desventajas de los idiomas indoeuropeos1, y si se observa que hay una percepción prelingüística pero ya estructurada de la realidad2, se puede admitir que a) el lenguaje -cada idioma- es una ‘imagen del mundo3; b) cada lengua es, por ello, una interpretación popular del mundo o una cosmovisión4; c) por lo tanto, la gramática Cf. B. L. WHORF, “Science and Linguistics”, p. 247. Esta desventaja de las lenguas indoeuropeas se encontraría, ante todo, en el hecho de que las mismas efectúan una categorización ilógica del mundo, puesto que el fundamento de la misma consiste en una división nominal de la realidad basada en dos o más sexos (cf. id., “Grammatical Categories”, pp. 3-4, y “A Linguistic Consideration of Thinking in Primitive Communities”, pp. 130-131). 2 Cf. F. FEARING, “An Examination oft he Conceptions of Benjamin Whorf”, pp. 66-70, y v. P. GUILLAUME, La psychologie de la forme, pp. 53-56 y 63-74. 3 Cf. Whorf: “View of the World, Façons de parler, Picture of the Universe”. 4 Cf. “Weltanschauung”. El lenguaje es, en efecto, una “forma simbólica”, al igual que el mito, la religión, el arte, la historia y el derecho, la ciencia y la técnica o la filosofía: se trata de actividades del hombre que organizan y categorizan la realidad tanto de manera arbitraria y convencional como empírica, con lo cual posibilitan la comprensión de esa realidad y facilitan la vida en el mundo práxico y, con ello, le otorgan sentido a la existencia. “Simbólico” significa, por consiguiente, que estas categorizaciones, delimitaciones o estructuraciones no son estructuras de la realidad sino estructuraciones impuestas a la realidad por la interpretación humana; los símbolos, pues, son ‘formas’ cuyo contenido es un “conocimiento”: el símbolo es un ‘aliquid pro aliquo’, una cosa en lugar de otra, por ejemplo, entre una palabra y la cosa que designa hay una relación que se basa exclusivamente en una convención (arbitrariedad), esto es, el signo no presenta sino que representa. Si el conocimiento filosófico pudiera quizás considerarse ‘tomado del mundo’, en cambio, la filosofía y la lengua no pueden hallarse ni permanecer vinculadas a una representación del universo, ni menos aún manifestar un “alma del pueblo “contextualizable” por medio del análisis binario-estructural de los mitos según 1 59 de cada lengua contiene una ‘metaphysics’ latente; d) en consecuencia, el lenguaje determina el pensamiento de los locutores nativos, así como la conducta y los sentimientos de los mismos5. Lévi-Strauss (v. por ej. A. JACOB, Anthropologie du langage, pp. 200-206, y v. supra, § 0). Se puede decir, en consecuencia, que una ‘imagen del mundo’ o ‘percepción de las cosas ’ es una organización convencional (arbitraria), doxática y empírica de la realidad, una clasificación pragmática del mundo, que hacen posible y actualizan las formas simbólicas, ante todo el lenguaje. La ‘imagen del mundo’ no es, por lo tanto, una ‘concepción del mundo’ o una “cosmovisión” (“Weltanschauung”) -ni tampoco, en sentido estricto, una “visión del mundo” (cf. O. BOC, Textualitatea literară şi lingvistica integrală, pp. 145 y sqq.)-, puesto que las lenguas no son conjuntos de afirmaciones “categóricas” sobre el mundo consideradas ciertas; contrariamente a las cosmovisiones, las lenguas no afirman nada sobre la realidad sino que únicamente nos la representan de una determinada manera, con lo cual hacen posible el discurso asertórico sobre la realidad (cf. J. TRABANT, Humboldt ou le sens du langage, pp.55-56) 5 Cf. E. COSERIU, “Naturbild und Sprache”, p. 274; G. MOUNIN, “À propos de «Language, thought and reality»”, pp. 174, 174-178 y 179 y sqq.; C. J. LETTNER, “Sprachrelativitätstheorie”, d, § 2; I. GREISINGER, “Das Zusammenspiel von Sprache, Denken und Wirklichkeit”, pp. 24-25. Es de observar que las tesis enumeradas se encuentran en J. L. BORGES, “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, pp. 22-24 y 26-28 (cf. B. OBERHOFER, “La lengua de Tlön y las teorías de SapirWhorf, Hockett y Chomsky”). Estas afirmaciones, enunciadas una tras otra, se pueden ver en la obra de Whorf Language, Thought, and Reality, en las páginas siguientes: a) pp. 213 y 218-219; b) pp. 246-247, 135-137 y 137-135; c) pp. 5759 y 265-266, y d) pp. 213, 222-226, 134 y sqq., esp. pp. 137, 148-152. El principio lingüístico de relatividad está enunciado en la p. 61 de “Linguistics as an Exact Science” y en las pp. 27-28 del artículo “An American Indian Model of the Universe”, cf. Language..., p. 213. La cosmovision y, luego, la metaphysics del hopi estás descriptos en el artículo “An American Indian Model...”, pp. 27-30, cf. Language..., pp. 58-59. La postulación de la lengua SAE se halla en las pp. 77-78 del art. “The Relation of Habitual Thought and Behavior”, cf. Language, p. 138. El fundamento epistemológico de la teoría está formulado en el art. “A Linguistic Consideration of Thinking...”, pp. 133-134: “El núcleo de la problemática lingüística se debe buscar por medio de la investigación del SIGNIFICADO”, i. e., por medio del análisis de un hecho mental (cf. Language..., p. 73). Por otra parte, cf. A. FABRE-D’OLIVET, La langue hébraïque restituée, donde se hallan la noción de base de la teoría whorfiana, así como un método (se trata de una técnica de “desciframiento”) para efectuar el estudio tanto de lenguas 60 Así, la tesis fundamental de la teoría se puede resumir diciendo que, puesto que “nosotros no hablamos un lenguaje sino que el lenguaje habla por nosotros”6, entonces “los límites de mi lengua son los límites de mi mundo”7, y de ahí que, “si Aristóteles hubiese hablado chino o dakota, su lógica y sus categorías, así como la ciencia de la lógica, habrían sido distintas”8; por ello, si se sigue a B. Malinowski9, la lógica formal, es decir la lógica aristotélica y kantiana, habría estado sometida, ante todo, a la influencia de las categorías bárbaras primitivas: la ousía de Aristóteles y, por consiguiente, el sustantivo, por ejemplo, resultaría de la particularización de la categoría general indiferenciada fundamental originada en la vida práctica, a saber, la “sustancia bruta”, o “proto-ousía”, ”para aquellos que prefieren los términos cultos a los simples”, y que se pudo singularizar cuando la misma pudo adquirir los sonidos articulados que le eran necesarios “to signify its various items”, para otorgarle una significación a sus diversos asmuertas como de lenguas vivas primitivas, y, además, la formulación de la idea de “lengua SAE” (v. esp. el “Avertissement”, p. 2, y la “Dissertation introductive”, pp. xlvij-xlviij). 6 M. HEIDEGGER, Unterwegs zur Sprache, p. 33. 7 L. WITTGENSTEIN, Tractatus logico-philosophicus, 5.6, p. 89. 8 M. MAUTHNER, Beiträge zu einer Kritik der Sprache, III, p. 4; v. F. A. TRENDELENBURG, Elementa logices Aristoteleae, p. 85; cf. É. BENVENISTE, “Catégories de pensée et catégories de langue”, pp. 421-427; J. KRISTEVA, Séméiotikè, pp. 89-90; id., “Il me lisait le «Rigveda»...”; y v. la crítica de G.-G. GRANGER, La théorie aristotélicienne de la science, pp. 58-60. En E. Benveniste y en J. Kristeva se halla la afirmación según la cual el griego y el alemán contendrían una “filosofía latente”, y, por otro lado, la suposición de que las ideas de Aristóteles y de Kant provendrían de las categorías respectivas de esas dos lenguas (cf. H. SCHULTE-HERBRÜGGEN, El lenguaje, pp. 146155 y 169-170, y L. HJELMSLEV, Sproget, pp. 116-117), afirmaciones que son retomadas por la “General Semantics” (v. A. KORZYBSKI, Science and Sanity y Selections, § 12, y C. K. OGDEN y I. A. RICHARDS, Te Meaning of Meaning, esp. pp. 33-36, cf. C. K. ODGEN, Opposition, pp. 21-24, y véase en J-C. MILNER, “Sens opposés et noms indiscernables”, pp. 315-316, un análisis del “nominalismo lingüístico-whorfiano” de las ideas de E. Benveniste). 9 “The Problem of Meaning in Primitive Languages”, esp. pp. 328-332; id., “El problema del significado en las lenguas primitivas”, pp. 350-355. 61 pectos: “Así pues, se ve que esta parte del discurso [el nombre-sustantivo] se halla enracinada en modos de comportamiento activo y en los usos del habla que se puede observar en el niño y en el salvaje y que -se puede suponer- habrían sido propios del hombre primitivo”; lo que equivaldría a decir que sólo hay una lengua, la lengua de los orígenes, la cual habría determinado e impuesto (‘contaminado’), desde el principio, tanto las categorías gramaticales fundamentales de la cosmovisión pragmática del hombre etnográfico como las de los sistemas filosóficos ulteriores10. 10 Obsérvese que el propio Aristóteles puede refutar lo anteriormente afirmado (véase al respecto en A. FOUILLÉE, Aristote, pp. 129-132, ed. esp. pp. 29-32, el correspondiente instrumentario conceptual de la Metaphysica, 1028a 10-1029 35, 1046a, 1048a-1049b, 1069a 20-35): Si nos preguntamos qué es la materia primitiva de los atomistas o aquella a la cual se refiere B. Malinowski, se puede responder recordando que, como ya suponía Demócrito, esta materia prima es toda potencia y nada en acto, una simple posibilidad “que envuelve a los contrarios” (en tanto que la materia debe considerarse como simple “potencia”, y la forma, como “acto”): “Encerrados en la virtualidad abstracta de su materia primitiva, los jónicos podían salir de ella sólo haciendo provenir el ser de la nada mediante una contradicción” (A. FOUILLÉE, Aristote, p. 131; cf. ARISTÓTELES, La metafísica, 1028ª 10-1029a 35), contradicción en la cual también cae B. Malinowski. La materia no constituye el ser sino que es únicamente una condición para su manifestación, condición que, por otra parte, no es absoluta sino relativa a los seres contingentes: si bien la materia es inseparable de la forma en el ser sensible, no es preciso concluir que sea una condición del ser sensible en tanto ser: “Como el ser sensible es imperfecto se ve indisolublemente ligado a la materia. El ser verdadero [...] está tan poco sometido a la condición material que sólo puede ser realmente puro y perfecto cuando es independiente de toda materia”, y “La forma, lo único que ocupa el campo de la realidad, es también lo único que cae bajo la intuición” (A. FOUILLÉE, ib.): la materia, por ella misma, no es cognoscible, no se deja ver sino adivinar, sólo se revela en el movimiento, es decir, en el momento en que cesa de ser ella misma para poder llegar al ser (cf. A. FOUILLÉE, Aristote, p. 132), de lo cual se puede concluir que es la forma donde es preciso buscar los verdaderos principios de las cosas, no en la proto-ousía. Pero si el antropólogo de Cracovia no duda de la existencia de “categorías”, no procura saber o descubrir cómo se llega al concepto de ‘ousía’, sino que, al contrario, parte de esta substancia, no de la o las “categorías” aristotélico-kantianas sino de la categoría en tanto eîdos, actitud que se puede calificar de “platonismo” 62 Ahora bien; como la 1ª. tesis es cierta -proviene del aristotelismo y fue demostrada por Humboldt, Herder, Hegel, Boas, Cassirer, Bórmida, Sapir o la etnolingüística y la lingüística funcional, y fue redescubierta por Whorf a partir de observaciones empíricas: cada idioma categoriza la realidad pragmática, simbólicamente y a su manera, i. e. cada lengua, por ser una forma simbólica, es una ‘percepción’ o ‘imagen del mundo’-11, conviene preguntarse, ante o, en el campo de las ciencias el lenguaje, de “schleicherismo” (véase supra, § 0). Ahora bien; según la opinión de F. M. MÜLLER, por ejemplo (v. su obra The Science of Language, II, pp. 399-403), las palabras serían, asimismo, una imitación o participación de alguna realidad esencial, dado que la razón habría impreso también a la lengua la huella de la “idea” (la “noción general”: cf. B. MALINOWSKI); pero, puesto que los términos glotológicos, que surgieron en los siglos precedentes y en virtud de las leyes de la “selección natural” y de la “eliminación racional” -leyes que son válidas y que igualmente se aplican a los elementos del lenguaje formados durante el “combate por la existencia”-, sólo habrían sobrevivido las palabras más expresivas y las que mejor imitan la “idea”, tomándole en préstamo a la misma un elemento de permanencia: “Ésta es, pues [...], según el platonismo, [la ley de las cosas y de] la formación de los nombres; todo lo que en el lenguaje es formal tiene su origen o su «principio» en una combinación racional y en una imitación de la Idea” (A. FOUILLÉE, “Rapports des idées au langage”, p. 295), de lo cual se siguiría que las lenguas, fenómenos prehistóricos, se comportan como organismos vivientes evolutivos -pues cambian debido a una causa o un crecimiento o decrecimiento o modificación interna “orgánica” (cf. G. CURTIUS, La chronologie dans la formation des langues indogermaniques, pp. 47-49)-, y que las lenguas que hablamos actualmente, transformación “de una sola y única lengua originaria”, no sean más que “muestras de lenguas seniles” (v. supra, § 3, n. 112), con lo cual nos encontramos frente a un teorización que no podría considerarse como extraña al pricipio de relatividad lingüístico. 11 Cf. B. L. WHORF, “An American Indian Model”, pp. 28-31, y “Science and Linguistics”, pp. 231 y 247; v. A. BOAS, The Mind of Primitive Man, pp. 213216y 219-221; id., “Introduction”, pp. 64-67; E. SAPIR, Language, pp. 127-132 y 233-234; id., Culture, Language, and Personality, pp. 68 y 151; “Langage et environnement”, pp. 87-88; “The Grammarian and His Language”; “The Status of Linguistics as a Science”, p. 209. Por lo que se refiere a W. Von Humboldt ver nuestros trabajos Qué es la hipótesis de Sapir-Whorf, El “principio lingüístico de relatividad”, y “Sprachrelativitätstheorie, Theorie und Prämissen”, a, § 1 a-c. Para el autor del Castillo de Tegel, si el lenguage posee la doble dimensión (cf. alteridad-deixidad), y si el mismo 63 todo, sobre la transición del tipo semántico o ‘imagen del mundo’ a la determinación del pensamiento o a la conducta y sentir de los locutores de una comunidad cultural-lingüística dada, o, con otras palabras, se debe analizar si es verdadera la afirmación según la cual el lenguaje estaría poco influenciado por el pensamiento, pero el pensamiento, por el contrario, ‘al tener que pedir prestado su herramienta -o sea el lenguaje- a la acción, sufre por ello una profunda influencia’12. está doblemente articulado -i. e. si aquello que le hace falta al pensamiento para formar el concepto no es solo la percepción por medio del oído, es decir, el ruido, sino que también necesita que haya un encadenamiento de unidades sonoras cuyas unidades estén delimitadas con precisión, o una “articulación” de la forma y el contenido (cf. Über die Verschiedenheiten..., p. 192)-, esta organización no debe ser considerada únicamente en base a sus resultados sino, asimismo, en base a su funcionamiento técnico, o sea, en calidad de ejercicio que produce el pensamiento de tipo reflexivo y, por consiguiente, racional (cf. Über die KawiSprache, p. LXXXI); de modo que “A raíz de la mutua interdependencia del pensamiento y de la palabra resulta claro que las lenguas no son propiamente medios para representar la verdad ya conocida, sino mucho más: instrumentos para llegar a descubrir la verdad hasta entonces no conocida; su diversidad, entonces, no es sólo la de los sonidos y los signos, sino una diversidad entre las imágenes del mundo; aquí está el fundamento y la meta de toda investigación lingüistica” (W. VON HUMBOLT, “Über das vergleichende Sprachstudium”, § 20; cf. id., Estudios comparativos de las lenguas, § 20, p. 15). 12 Vid. B. MALINOWSKI, op. cit. p. 328: “Language is little influenced by thought, but Thought, on the contrary, having to borrow from action its tool -that is, language- is largely influenced thereby”; cf. ed. esp., p. 350. El lenguaje, por su parte, no sería solamente un medio para alcanzar un fin, dado que “Si es falso decir que el mismo expresa las ideas del indígena o que manifiesta sus categorías y sus conceptos, establece, sin embargo una determinada relación con la vida de los pueblos que lo hablan, con sus costumbres y sus actitudes mentales [esto es, con la conducta y los sentimientos de los miembros de la comunidad]; desde este punto de vista, es aquéllo que nos transmite los documentos más importantes que es posible descubrir sobre los tipos de comportamiento humano distintos de los lingüísticos” (id., “Théorie ethnographique du langage”, p. 240; cf. id. “An Ethnographic Theory of Language”, p. 6); puesto que, contrariamente a la pregunta de Fausto, “los comienzos del hombre coinciden con los comienzos del pensamiento articulado y del pensamiento traducido en acción” (“Le mythe dans la psychologie primitive”, p. 154). 64 5.2. Transiciones relativistas Esto supuesto, hay que decir, pues, que la transición de la imagen del mundo hacia la concepción de éste (2ª. tesis) se opera mediante la comparacion de la lengua de los indígenas Hopi de Arizona (Estados Unidos) con la “Lengua SAE”13, comparación que mostraría que la lengua hopi capta o concibe transcursos del tiempo de una manera del todo diferente a la distinción temporal que se encuentra en la lengua SAE14. Pero el hopi es efectivamente una lengua o idioma, en tanto que SAE representa un “círculo cultural”, a saber, el greco-romano: la división SAE -pasado-presente-futurono es lingüística sino cultural (extralingüística), en tanto que el tipo de caracterización temporal del hopi es ‘gramatical’15; de ahí que se SAE = Standard Average European, esp. EPE = Europeo Promedio Estándard, aproximadamente (v. supra, n. 3 y n. 4). 14 La metafísica que subyace en las lenguas indoeuropeas -es decir, en las formas de pensar de la cultura greco-latina antigua y moderna- implica necesariamente “la concepción de un universo formado de «two grand COSMIC FORMS», el tiempo y el espacio, y, por añadidura, el dominio movedizo del tiempo es, para nosotros, objeto de una división ternaria: pasado, presente, futuro” (B. L. WHORF, “An American Indian Model”, p. 28): cf. lengua mataco-wichí y la categorización nominal en cosas abstractas y cosas concretas, distinta de la categorización SAE según el género o sexo (v. infra, n. 28). 15 La división temporal de las lenguas romanas o latinas sólo distingue dos planos, el de lo actual y el de lo inactual (cf. E. COSERIU, Das romanische Verbalsystem, pp. 91-94; U. SCHWALL, “Tempus und Aspekt”, pp. 128-139, y v. J. MATOSSO CÂMARA, “Sôbre o futuro romance”); pero esta distinción no se manifiesta en la concepción temporal extralingüística de las naciones latinas, ni tampoco determina el comportamiento extralingüístico de estos pueblos, sino únicamente el comportamiento lingüístico de estos últimos, es decir, la clasificación o división temporal de la cual explícitamente se habla -pasado-presentefuturo- no es la división con la cual se habla (cf. E. COSERIU, “Naturbild und Sprache”, p. 276). Una lengua puede reunir en un solo lexema dos nociones que, por otra parte, distingue en otros casos; el alemán, por ejemplo, no distingue como forma verbal el pasado puntual (“passé simple” del francés o “pretérito indefinido” del castellano”) y el pasado durativo (“imparfait” del francés o “pretérito imperfecto” del castellano) en la morfología verbal, pero, sin embargo, opera una distinción del mismo tipo en otro dominio gramatical: el de las conjunciones de tiempo, donde 13 65 pueda concluir que esta tesis es falsa, porque si se parte de elementos o formas intra-lingüísticos (cf. gramática del hopi) no se puede indicar ni sugerir ni llegar a algo extralingüístico, en otros términos, la comparación hopi-SAE (o wichí-SAE) no es legítima, puesto que la misma resulta de un procedimiento inductivo y, por lo tanto, no fiable, considerando que no se puede presentar hecho empírico alguno que pruebe su veracidad16, pues la inducción es una ‘inferencia la diferencia entre “als” (puntual) y “wenn” (durativo) no ofrece analogía alguna en español o en francés. Es vano, entonces, afirmar que el alemán ignora una distinción de tipo “aspectual” que se halla en francés y en castellano, y es arriesgado sostener que una determinada lengua pueda o no pueda efectuar u operar una cierta diferencia dada, y, para el caso mencionado, se ve que lo que el francés y el castellano expresan con cambios morfológicos verbales, el alemán lo expresa con diferenciaciones léxicas, por medio de conjunciones, etc. Por otra parte, y siguiendo este tipo de razonamiento, se podría suponer que los franceses, miembros de una nación latino-europea, viven en al menos ocho tiempos; o que los hablantes del inglés o del castellano pueden estar más o menos simultáneamente en dos presentes: a) en el del indicativo simple: cf. ‘yo hablo’, y b) en el del “continuos tense” o “ing”-forma, el presente continuo: cf. ‘yo estoy hablando’ (una doble vida en el presente que el pueblo Mataco-Wichi practicaría constantemente, pues de hecho todo verbo puede expresar, mediante la postposición de la particula de duración, si la acción del verbo dura o no dura: un verbo puede ser durativo o puntual: v. infra, § 5.3, n. 200). La primera forma, ‘yo hablo’, en efecto, indica el hecho de hablar en que se expresa -se dice- la acción o una característica de la persona (sujeto) en cuestión; por ejemplo,”Yo vivo en Viena” es una condición, y “Yo hablo mucho” es una característica o un hábito; el ‘presente continuo’ indica que la acción se desarrolla en el presente y que la misma dura; pero en el círculo o área cultural europeo-grecolatino se distingue una sola categoría (pero no un tiempo verbal-gramatical) de presente, producto de la imposición a la realidad extralingüística de una interpretación humana, convencional, sociocultural y filosófica, de la experiencia relativa a la temporalidad (cf. E. COSERIU, “Introducción al estudio estructural del léxico”, pp. 102-105). 16 Cf. K. ZAWADSKI, “Sprachrelativitätstheorie”, y C. J. LETTNER, Qué es la hipótesis de Sapir-Whorf, § 2 y n. 4. En efecto, los rasgos del hopi se conocen porque, al ser elementos de la experiencia fáctica, ya fueron clasificados o porque son clasificables en un sistema de nomenclatura; SAE, en cambio, es una entidad cuya existencia es producto de una definición de tipo sintético. Si las percepciones de las cosas sensibles no pueden comunicarse entre sí; y si, además, el medio con que nos comunicamos es el discurso, y éste no es de la misma índole que las cosas existentes (= lo percibido), y si lo que comunicamos 66 conjetural o procedimiento reconstructivo mental mediante el cual, en parte razonando, en parte adivinando, se pasa de ciertos indicios a hechos, que esos indicios hacen más o menos probables’17. es, pues, el discurso, no las cosas -esto es, si la expresión va de un espíritu a otro por medio del lenguaje-, resulta que “el discurso no puede ser igual a lo que existe porque esto se halla fuera de nosotros” (Gorgias), y, por otra parte, “el habla se compone de perceptos que recibimos desde fuera, esto es, de percepciones, de modo que no es el discurso el que comunica las percepciones sino que las percepciohones crean el discurso” (íd.): este hecho, el lenguaje, es, pues, empírico. Y como recuerda Kant, un concepto empírico no puede ser definido sino únicamente explicitado y explicado, con lo cual -al tener que enunciarse su “género próximo” y su “diferencia específica”- se delimita la cosa (que el concepto empírico menta) y se la puede clasificar, lo cual equivale a decir que, en sentido estricto, sólo las matemáticas pueden dar definiciones: la “lengua SAE” postulada por la hipótesis de Sapir-Whorf es, justamente, un ejemplo de este tipo de error lógico, pues se trata de una “definición” construida con conceptos originariamente formados de manera sintética (y no analítica), lógicamente inmodificable y, de ahí, no aplicable e inadecuada a la esencia del lenguaje: SAE no es, entonces, un idioma, como tal no puede entrar en ningún sistema clasificatorio, ni corresponde a nomenclatura científica alguna. Señalemos aún que el análisis que practican las matemáticas no consiste en la descomposición de un concepto general en sus “inferiores”, sino en la descomposición en sus “elementos”: así, descender del triángulo a la recta no es ir de lo general a lo particular sino del compuesto a sus componentes; en el silogismo y la definición aristotélicos, al contrario, se practica un descenso hacia los elementos inferiores: únicamente en el dominio de las ciencias empíricas se encuentran claras diferencias entre “especies” e “individuos”, mientras que en las matemáticas o en los minerales no hay ni individuos ni especies. Es por ello que Kant ha subrayado este carácter del razonamiento en las demostraciones geométricas -el descenso del compuesto hacia sus componentes-, con lo cual estableció que el espacio y el tiempo no son conceptos, dado que ni uno ni otro es ‘general’ y no comportan ‘inferiores’: la geometría no es clasificatoria (los elementos de un triángulo, por ejemplo, no son derivables ni pueden ser derivados con certeza apodíctica), en tanto que las ciencias semiológicas sí lo son. 17 Vid. A. LALANDE, Vocabulaire technique et critique de la philosophie, pp. 506-507; P. ÖSTERLE, ‘«Induktion»: Observación sobre la traducción alemana del Lalande’. 67 En segundo lugar, si se considera el lenguaje como autosuficiente -un fin por y en sí mismo-, se opera una transición de la cosmovisión a un saber latente (3ª. tesis), puesto que Whorf busca una metafísica en la gramática la cual, sin embargo, sólo puede ser puramente lingüística18. Pero el hopi no es únicamente una gramática Si la cuestión de la significación, “meaning”, constituye el núcleo de la problemática antropológico-lingüística (cf. B. L. WHORF, “A Linguistic Consideration of Thinking in Primitive Communities”, p. 113), se tiene como consecuencia que “We dissect the nature along lines laid down by our native language. The categories and types that we isolate from the world of phenomena we do not find there because they stare every observer in the face; on the contrary, the world is presented in a kaleidoscopic flux of impressions which has to be organized by our minds -and this means largely by the linguistic system [i. e. the grammar] in our minds” (“Science and Linguistics”, p. 231). Esta idea está muy generalizada tanto en el ‘habitual thought’ como en las ciencias, y es propia de la observación proveniente de una “objetividad sistematizada pero no distintiva” que, al quedarse en el “hecho” e ignorar el “dato”, reduce el lenguaje al “meaning” e identifica el propio idioma con sus pensamientos meramente intuitivos. Tal es el caso, por ejemplo, de R.-P. DROIT, quien, al reseñar la obra de S. TRIGANO, L’Hébreu, une philosophie, señala que este autor “no se limita a enumerar las premisas de base del hebreo, el tipo de mundo mental que esta lengua contendría de manera fija; al contrario, esboza las posibilidades aún implícitas que puede desarrollar; a partir de esquemas mentales específicos contenidos en el hebreo, lo que S. Trigano destaca [...] es la perspectiva de un pensamiento judío capaz de imponerse a la filosofía y a la letanía de las categorías mentales griegas” (“Comment une langue porte une pensée”). Con respecto a esta lengua, J. KRISTEVA afirma, de manera análoga, que la teoría de E. Benveniste provendría de la estructura del hebreo y de la metafísica latente que éste contiene, pues E. Benveniste “desplaza la gran pregunta metafísica sobre el «el origen del sentido» para transformarla en «comment ça signifie?», cómo se genera la capacidad de pensar en el aparato mismo del lenguaje?” (“«Il me lisait le “Rigveda”...»”, p. 3). El árabe, por su parte, por carecer primitivamente de la triple dimensión temporal (pasado, presente y futuro), hizo decir a los arabistas que “el instantaneísmo es el modo en que se basa el islam para pesar el tiempo; la realidad del tiempo se halla en el o un momento dominado por un fenómeno afectivo, por una absorción, y la experiencia de ese atropellarse indefinido e inexorable que es el tiempo, no es solamente cronológico: el tiempo es la matriz estética y ética, el lugar del sufrimiento, del estar «a la altura de los acontecimientos»; esta concepción de la experiencia del tiempo es, evidentemente, extraña a toda forma de espacialización, 18 68 sino también, en tanto idioma, una “view of the universe”, constituye, por lo tanto, un órganon, un ‘término medio’, y posee, por ello, la doble dimensionalidad, sujeto-objeto y sujeto-sujeto, con lo cual puede existir en el aire, sonar y tañer, y ser escuchado, con otras palabras, el hopi es realmente habla, parole, speech19; dicho y Borges dice, de manera oportuna, acerca del islam: «Para ellos, el mundo no es una reunión de objetos en el espacio, es una serie heterogénea de actos independientes; es sucesivo, temporal, no espacial» (en Ficciones)” (H. PARRET, “L’oubli naturel des linguistiques du temps”, p. 360); por ello, “La lengua árabe es una lengua de religión en el sentido etimológico del término: conecta (religo: «ligar», «conectar»), y más aún teniendo en cuenta que contrapone el sistema de los tiempos indoeuropeos (pasado/presente/futuro) al sistema de los aspectos (perfectivo/imperfectivo), que facilita el anclaje en los orígenes” (S. GOUGUENHEIM, Aristóteles y el islam, p. 123). Pero este determinismo o latencia lingüísticos es desmentido por el propio Gouguenheim cuando analiza el concepto de ‘ilm, que designa las ciencias coránicas (op. cit., pp. 124-125); y este autor como los anteriores son, a su vez, refutados por P. DUHEM, Sṓzein tà phainómena, pp. 27 y sqq., “La Philosophie des Arabes et des Juifs”, y por H. CORBIN, “La philosophie islamique”, pp. 1130-1133, quienes destacan, sin ocuparse en absoluto de asuntos lingüísticos, semióticos o de eventuales relaciones lenguaje-pensamiento, etc., que estas concepciones temporales provienen de observaciones acerca de la realidad extralingüística, del uso de ideas matemáticas o de las discusiones vinculadas con el mundo geográfico-cultural. 19 Whorf mismo describe el hopi y su gramática (v. por ej. su art. “The Hopi Language”); y si existe una gramática del hopi, no sólo se puede presumir que el hopi es, asimismo, habla, sino que, además, se puede suponer que hay una cultura hopi extralingüística; esto es, si Whorf, por un lado, reduce el núcleo del lenguaje al análisis del significado -fenómeno mental-, por otro constató que el Pueblo Hopi existe (cf. su estudio de su arquitectura: “Linguistic Factors in the Terminology of Hopi Architecture” y, en general, “Decipherment of the Linguistic Portion of the Maya Hieroglyphs”). Ello es así porque, frente a una lengua -muerta o viva, inventada, reconstruida, etc.-, es razonable pensar que hubo un pueblo que la creó y la habló: es pensable la existencia de un pueblo sin idioma o sin idioma oral, pero no lo es la existencia de una lengua sin pueblo (salvo en el caso de una lengua divina, o en el del surgimiento de un lenguaje de la nada, casos ajenos a la ciencia); dado que, en general, “La justificación teórica de la reconstrucción interna [de la estructura de la raíz de las palabras] es que una forma o una estructura irreductible a las leyes de formación de una lengua, y que no puede haber sido tomada en préstamo de otra lengua, tiene que haber sido necesariamente heredada” (J. HAUDRY, L’indo69 de otra manera, esta transición es errónea porque, si sólo se toma en consideración la relación de alteridad únicamente es posible, como consecuencia, postular que la “lengua” hopi constituye el origen de una metafísica -los significados son hechos de naturaleza mental20, siendo que esta lengua sólo podría ser la condición de la misma, i. e. de una forma de pensamiento abstracto, dado que, como “c → i” e “i → c” y viceversa21, y visto que, por otra parte, toda lengua cambia (cf. deixis), las categorías no pueden estar ligadas a esta lengua: mediante el signo, se representa y reemplaza el ser de las cosas, pero nada se dice sobre estas cosas22, es decir, no conocemos, en primer lugar, el concepto (meaning) sino la cosa23. Finalmente, si se identifican las determinaciones -articulaciones- iniciales del pensamiento reflexivo con el pensamiento intui- européen, p. 6), lo cual supone e implica la existencia de una comunidad de habla (para la cultura, la concepción temporal y el mundo circundante del pueblo hopi v. H. C. JAMES, The Hopi Indians, esp. pp. 21-34, 119-145, “The Life Time”, y 218 y sqq.; R. H. LOWIE, “Los hopis”). 20 Cf. F. DE SAUSSURE, Notes, pp. 26-27; H. AMMANN, Die menschliche Rede, I, p. 53; R. GODEL, Les sources manuscrites, pp. 276 y 281, y v. N. E. CHRISTENSEN, Sobre la naturaleza del significado, pp. 46-48 y 129-145, “Los significados son realidades mentales (imágenes o ideas)”: “el significado de una expresión es lo que pertenece a esa expresión cuando ésta puede darse a conocer legítimamente junto con -y sólo junto con- un específico algo no lingüístico” (id., op. cit., p. 22), “[...] el significado de una expresión corresponde a la capacidad de ésta para presentarse legítimamente donde y cuando -sólo donde y cuando- está presente algo específico de especie no lingüística, sea un objeto, una propiedad, una relación, una situación, o lo que quiera que sea” (id., op. cit., p. 28; v. id., On the Nature of Meanings, pp. 15, 32-33, y 115-130, ”Meaning are Mental Images or Ideas”). 2 Pues S → r……..s → R y viceversa (cf. L. BLOOMFIELD, Linguistic Aspects of Science, p. 15). 22 Vid. ARISTÓTELES, De interpr., 16a 3-4, Métaphysique, E, 1027b 2-6: Pues “es en las imágenes que la mente piensa las formas inteligibles, las ideas”, “las imágenes son como la materia de las ideas”, y “la imagen es la forma sensible que subsiste en el espíritu luego de la sensación” (De l’âme, 413b 1-5, y cf. K. BÜHLER, Sprachtheorie, p. 136). 23 Vid. I. KANT, Kritik der reinen Vernunft, 140b-145b; cf. E. DANN OBREGÓN, Lógica, pp. 59-61. 70 tivo, se opera una transición de la “metaphysics” a la determinación del pensamiento (4ª. tesis), con lo cual se considera únicamente la primera articulación. Pero el hopi posee la doble dimensionalidad, sus formas presentan, por lo tanto, contenidos significativos que provienen de la designación de la realidad, y, con ello, el pensamiento hopi es tanto intuitivo como articulado, es decir, reflexivo; de modo que, si el hopi no puede ser reducido a una gramática, se puede inferir que esta transición es falsa. Puesto que “una imagen acústica viene a asociarse con un concepto”, en la masa caótica y amorfa del pensamiento se elaboran “articuli”, y lo biológico -inclusive el pensamiento intuitivo- se ve, por una parte, remodelado como algo intelectual y, por otra, transformado en algo potencialmente lógico o, lo que es igual, en lenguaje técnico y tal que posibilita un análisis objetivo de las cosas24; tanto en virtud de la designación -como consecuencia de la actividad de referencia a lo que cambia sin cesar- como debido a la articulación, también el pensamiento cambia, motivo por el cual el mismo no puede ser latente y, por otro lado, es justamente por esta razón que no puede ser o estar determinado: dado que “es el aire lo que habla”25, ‘al pensamiento no le hace falta vibración sonora alguna’26, de lo cual se sigue que el lenguaje es un producto evolutivo del pensamiento, no lo contrario27: la actividad deíctica intencional moldea y construye el hecho fáctico, pero no gramatical, de la ‘imagen del mundo’28. Cf. K. PAUER, “Über die Sprachrelativitätstheorie”, p. 5; E. COSERIU, “Naturbild und Sprache”, pp. 278-279. 25 HIPÓCRATES, Des chairs, XVII. 26 ARQUITAS DE TARENTO, DK, B 47 1-2, cf. M. SWADESH, “Gruñidos y fonemas”, p. 191, y v. ARISTÓTELES, De anima, II, 8, 420b 30: “Pues la voz es sin duda un sonido provisto de significación, y no es únicamente el ruido del aire respirado...; es, en efecto, un choque producido por medio de este aire” (cf. De interpr., 16a 27, y W. BELARDI, “Tra biologia et linguaggio”, p. 54). 27 Cf. C. DARWIN, The Descent of Man, I, “Language”; M. DONALD, Origin of the Modern Mind, pp. 33-34. 28 Aunque la teoría whorfiana analiza básicamente las relaciones del lenguaje con el tiempo (y el espacio), se puede agregar otro tipo de categorización del 24 71 mundo: la del “mataco-wichi”, que, contrariamente a las lenguas indoeuropeas las que estructuran la realidad según el género o sexo gramatical (masculino-femenino-neutro, o masculino-femenino, etc.)-, aparte de mostrar una temporalidad circular producida por la espacialización del hábitat (cf. M. CALIFANO, “El ciclo de Tokjwaj”, y C. J. LETTNER, “El Ciclo Mítico de Ablanteya”), opera una división de tipo nominal que aplica al mundo un “prisma” o “red” semánticogramatical que da lugar a una “percepción” o imagen del mundo” según la cual las cosas, así como los procesos, y todo fenómeno de la empiria extralingüística, son o bien ‘concretos’, o bien ‘abstractos’ (cf. supra,§ 5.2, n. 15, e infra, § 5.3, n.48). Este “sistema de las dos categorías nominales” consta a) de categorías o formas que deben tomar obligatoriamente un prefijo posesivo, o sustantivo concreto (prefijado): Sc (o Sa), que designan partes de un todo, como parientes, miembros del cuerpo, de la interioridad de la conciencia, etc., y los instrumentos, y b) de formas que no necesitan o no exigen un prefijo posesivo, o sustantivo abstracto (absoluto:): Sa, que designan cosas del mundo y del cosmos, de la naturaleza y del hombre, animales y plantas, los préstamos y calcos, los nombres propios y, asimismo, los instrumentos (obsérvese que en castellano, alemán, griego o latín, por ejemplo, no hay una diferenciación en la experiencia de lo real entre cosas “abstractas” y “concretas” sino una separación según el género o sexo gramatical); pero si en wichi no existe el género en tanto categoría gramatical y se lo puede comparar con el inglés (o con el chino, el finés o el japonés, etc.), hay que señalar que, por un lado, no hay en inglés una diferenciación entre fenómenos abstractos y fenómenos concretos, y, que, por otro lado, según B. L. Whorf, en inglés el género constituiría un “criptotipo” (un elemento “cubierto”, en oposición al “fenotipo”); y, finalmente, que se podría suponer que en inglés todas las cosas -excepto los seres humanos- son neutras, “it”. Pero, sea como fuere, se pondría pensar, consecuentemente, que la categorización wichí del mundo es más filosófica o científica y más cómoda para el ejercicio del pensamiento; por consiguiente, se podría decir que el mataco-wichí es más apropiado que las lenguas indoeuropeas (Whorf: que la ‘lengua SAE’) para formular el pensamiento lógico, científico o filosófico. Este idioma, entonces, gracias a una “metafísica” latente, podría posibilitar y, luego, determinar el pensamiento reflexivo, dado que ya contendría en su sistema gramatical una concepción del mundo tal que implicaría lograr una comprensión más exacta y clara del mundo físiconatural o realidad: con la ayuda del sistema Sa/Sc, el wichí, podría dar lugar o producir una lógica, una filosofía o una ciencia física mejores y más adecuadas o conformes a las exigencia del pensamiento y de la naturaleza. Sin embargo, este procedimiento -que existe en otras familias, como las de melanesia y micronesia, o la atapascana (suroeste de norteamérica: cf. J. PINNOW, “Wie lernen Navaho”, y C. MAIER, “H) ZH+”,)- no se encuentra en la gramática sino que proviene de causas socioculturales y religiosas (cf. L. LEVY-BRUHL, L’âme primitive, p.76-82) y, sin duda por tratarse de culturas totémicas, en las 72 5.3. Relativismo, forma, materia Se puede ver, por lo demás, que el “principio lingüístico de relatividad” se encuentra bien formulado en la 2ª. tesis, puesto que ésta afirma que “la semántica hopi y la semántica SAE se equivalen”, lo cual es análogo a decir que el conocimiento humano es relativo en relación con las posibilidades sistemáticas que ofrece una lengua dada29. Pero si todas las leyes del pensamiento se equivalen puesto que todas las cosmovisiones -las views of the world- se equivalen, no hay, en consecuencia, lengua alguna que pueda ser considerada más válida -o ‘verdadera’-, que otra, lo que sería lo mismo que pensar que ninguna lengua dada (SAE, por ejemplo) puede constituir una referencia absoluta, con lo cual, a su vez, se postula que el tiempo hopi es más adecuado que el de la lengua SAE para cuales el ego de sus miembros es de tipo “difuso”, se puede decir que “en las representaciones de los primitivos [...] la individualidad de cada uno no termina en la periferia de su persona; las fronteras de la misma son indecisas, están mal determinadas, y son incluso variables de acuerdo con la mayor o menor posesión de fuerza mística o mana de que disponga el individuo” (J. CAZENEUVE, Lucien Lévy-Bruhl, p. 98, cf. L. LÉVY-BRUHL, op. cit., pp. 132-145): no siendo el mana un hecho glotológico (cf. Z. A. FRANCESCHI, “El universo Wichí”, p. 60) -aunque lo vehiculice la palabra, y ‘se diga que el mana se transfiere al destinatario mediante las palabras del moribundo’ (id., ib., p. 60, n.48)-, estos fenómenos extralingüísticos, como lo es la actividad de fabricación de instrumentos, demuestran, por el hecho de que haya una zona de ambivalencia (instrumentos Sa e instrumentos Sc), que la clasificación Sp/Sa no se encuentra en la gramática del mataco-wichí, i. e., qué es Sp o qué es Sa lo decide la intencionalidad designativa, “ya que depende en última instancia de la forma de pensar del indígena” (M. T. VIÑAS URQUIZA, Lengua mataca, I, p. 52), y no al contrario; y ello es así porque, como todo el mundo, “l’indiano ha bisogno di riferirla, la parola, sempre a qualche cosa” (G. PELLESCHI, Sulla lingua degli indiani Mattachi del Gran Ciacco, p. 372), ‘y si se comprende hasta qué punto hay una relación entre la palabra y la idea, es necesario decir que esta última sin aquélla se muestra en un estado confuso tal que no admite la precisión de la palabra’ (id., ib., p. 394). 29 Vid. B. L. WHORF, “Science and Linguistics”, p. 231: “We are thus introduced to a new principle of relativity, which holds that all observers are not led by the same physical evidence to the same picture of the universe, unless their linguistic backgrounds are similar, or can in some way be calibrated”. 73 las leyes de la física moderna30. Por esta razón no es legítimo afirmar que el error de Whorf se encontraría en el hecho de afirmar que ‘el hopi no tiene tiempo’31 -aserción que, por otro lado, no constiAl respecto véase C. J. LETTNER, Qué es la Hipótesis de Sapir-Whorf, n. 1. Vid. E. MALOTKI,, Hopi Time, pp. xvii y 2-6: Esta afirmación no es exacta pues, en efecto, según Whorf, “After long and careful study and analysis, the Hopi language is seen to contain no word, grammatical forms, constructions or expressions that refer directly to what we call time, or to past, present, or future […]”, ‘Después de un largo y cuidadoso estudio y análisis se ha constatado que la lengua hopi no contiene palabras, formas gramaticales, construcciones o expresiones para referirse directamente a lo que nosotros llamamos «tiempo» [...]’ (“An American Indian Model”, p. 27). Pese a la claridad de la frase de Whorf y el sentido inequívoco de la misma -y a las repeticiones de la formulación “a lo que nosotros llamamos «tiempo»”-, numerosos autores retoman de modo acrítico lo dicho por Malotki, por ej. G. DEUTSCHER, Through the Language Glass, pp. 141-146; J.-A. COLLADO, Fundamentos de lingüística general, pp. 136-137, o S. PINKER, The Language Instinct, pp. 63-64 (por otro lado, v. en J. TRABANT, Was ist Sprache?, pp. 8384, una crítica negativa de estas ideas de Pinker). J. LEAVITT (Linguistic Relativities, cf. pp. 179-181 y 181-183) comenta este lapsus de Malotki quien, sin embargo, continuó las investigaciones de H. GIPPER, para el cual la temporalidad hopi, “presente-pasado opuesto al futuro”, es una forma de la división general e intuitiva “pasado-presente-futuro” (cf. Gibt es ein sprachliches Relativitätsprinzip?, p. 213 y sqq., y pp. 223-224, y v. V. BARNOUW, Cultura y personalidad, pp. 131-132). Además, de aceptarse la afirmación de Whorf arriba citada, ésta se suele malinterpretar, y, simultáneamente, se suele pasar por alto o se ignora que la teoría consta de cuatro tesis, con lo cual se piensa, por ejemplo, que la misma ‘transmite un fuerte sentimiento, casi alucinante, de que quizás haya por ahí un modelo totalmente distinto, en sí mismo coherente, del universo físico y tal que lleva a una ontología básica del tiempo y del espacio’ (N. EVANS, Dying Words, pp. 161-162) (que la temporalidad hopi no es como la SAE es un hecho -cf. id., op. cit., p. 161-, en tanto que la ontología es, según Aristóteles y la Escolástica, la especulación filosófica del ser en cuanto ser, i. e. del ser independientemente de sus determinaciones particulares, es decir, los hechos); o se piensa que la teoría se limitaría a las diferencias entre ‘imágenes del mundo’ (cf. J. TRABANT, op. cit., p. 83), en tanto que E. LEISS señala que si, en oposición al relativismo, “para Chomsky sólo es universal el plano expresivo y formal del lenguaje”, las categorías del pensamiento son innatas y no pertenecen “a la lengua”, y por ello no es posible subrayar las diferencias entre idiomas como lo hace el relativismo (Sprachphilosophie, pp. 187-188). 30 31 74 tuye una crítica adecuada-32, pues el error se encuentra en dos lapsus de este autor: ante todo, en la alegación según la cual el idioma hopi no conoce un tiempo o un tipo de duración como el de la lengua SAE, y, en segundo lugar, en el hecho de no haber observado que también el hopi muestra una forma de organización y diferenciación Pero si el error de la teoría no consiste en decir que ‘el hopi carece de tiempo’, tampoco consiste en decir que el tiempo del hopi no es el tiempo de la lengua SAE, y ni siquiera hay error cuando se busca demostrar que el pueblo Hopi posee una concepción cíclica de la temporalidad; sino que el error de base consiste en suponer o ‘postular’ que el tiempo lingüístico en general y el hopi en particular se halla o existe en la gramática de las lenguas, con lo cual se reduce la dimensión sujeto-objeto, el mundo extralingüístico propio de todo idioma, a la mera relación de alteridad o dimensión sujeto-sujeto (un error análogo a los que buscan probar relaciones como las que se dan entre lenguaje y pensamiento mediante experiencias de laboratorio), operación sólo legítima, como ya dicho, en el campo de la lingüística estructural sincrónica o de la gramática. Por ello, discusiones como las mencionadas muestran que, al error intrínseco de la teoría, le sigue un error inicial de interpretación de ésta, que radica, primero, en no distinguir entre las modalidades míticas y las reflexivo-racionales de la concepción de la temporalidad, y, segundo, en desconocer la tripartición saussureana, por consiguiente, en desestimar las dualidades y oposiciones que se dan en el lenguaje y, consecuentemente, en no llegar a ver la diferencia entre “materia” de la voz y “materia” del pensamiento: el lenguaje, ‘langage’ -heteróclito y multiforme, natural, biológico y psicológico-, es ajeno al logos (mas la ‘lengua’ y el ‘habla’ no lo son), y, por lo que dice F. de Saussure, no puede ser objeto de las ciencias del lenguaje (cf. Curso..., pp. 51-52). Es decir que, comúnmente, no se tiene presente explícitamente la conclusión irrebatible de que, si se define el lenguaje por su género próximo y su diferencia específica, el mismo es Vox articulata (donde: “articulada” = “subsistema pleremático (unidades con significado, morfemas o monemas) + subsistema cenemático (unidades con forma pero sin significado: fonemas)” = “doblemente articulado”. Por este motivo, dado que esta conclusión irreductible suele estar ausente, prácticamente ningún autor advierte que es el hombre par excellence quien únicamente posee, entre la totalidad de los seres vivientes, la capacidad o competencia del ‘lenguaje reflexivo’; ni, sobre todo, tampoco hay autor que note que la causa de este uso de la voz -de la voz doblemente articulada, “phônè”- se debe a que la misma es exclusivamente el ‘material’ del lenguaje “toû lógou” y, de ahí, una condición esencial del mismo: un lenguaje suena, resuena y tañe, pero las ondas sonoras no chocan contra el pensamiento, sino contra el tímpano (véase al respecto M. LIATSI, Aristoteles, p. 180). 32 75 temporal que no es glotológica sino cultural, es decir una forma de la duración ya sea circular, ya sea cíclica, característica de toda sociedad arcaica u originaria, esto es, propia del “pensamiento” o de la “conciencia mítica”33. De ahí que se pueda ver que esta teoría muestra tanto una contradicción inicial como una contradicción íntima: la primera es la que proviene de efectuar una transición ilegítima, pues se lleva a cabo una comparación hopi-SAE, y seguidamente se pasa de la lengua al pensamiento reflexivo, es decir, se va de la semántica lingüística específica (= imagen del mundo) hacia la interpretación del mundo; mientras que la segunda contradicción proviene tanto de efectuar una ampliación ilegítima como de hacer una reducción, igualmente ilegítima, de tipo platonisanante, con otros términos, se lleva a cabo una ampliación de las determinaciones iniciales (“articulaciones”) del pensamiento reflexivo -que fueron efectuadas en virtud del lenguaje- a la totalidad del desarrollo y decurso de ese pensamiento reflexivo, es decir, se efectúa -de manera opuesta al logicismo34-, a partir del pensamiento, una reducción del conjunto del pensamiento reflexivo a pensamiento intuitivo; o, a partir del lenguaje, una reducción de la totalidad del lenguaje técnico-filosófico -que se dirige “a las cosas mismas”- a la lengua o idioma correspondiente, esto es, a la gramática que le corresponde a ese hablar y a su sistema de categorías35. Y si bien las concepciones del mundo, las Cf. M. BÓRMIDA, El pensamiento mítico, pp. 55-60. En efecto, la tesis de la determinación del pensamiento por el lenguaje conduce a reducir, a partir del pensamiento, la totalidad del pensamiento reflexivo a pensamiento intuitivo; o, a partir del lenguaje, la totalidad del lenguaje técnico al correspondiente idioma particular; en tanto que el logicismo, al contrario, reduce el pensamiento intuitivo al pensamiento reflexivo, y trata de ver el lenguaje por autonomasia (es decir, la lengua o idioma) como lengua técnica (cf. E. COSERIU, “Naturbild und Sprache”, pp. 278-279 y p. 284, n. 35, y v. supra, § 0). 35 Esta teoría, como una forma del relativismo de la “general semantics” del Conde A. Korzybski (cf. P. CAPANNA, El sentido de la ciencia-ficción, pp. 101103), no sólo está dirigida contra el aristotelismo sino, asimismo y consecuentemente, contra el hegelianismo y el marxismo (v. A. KLEIN, “Tiempo y lenguaje”, III, esp. Clase N° 6), dado que pone en tela de juicio la concepción instrumetal 33 34 76 ‘mentalidades’ o las “maneras de ver el mundo” se reflejan en las gramáticas “y más o menos las modelan”, no son las gramáticas las que producen las concepciones36: si “lo que se concibe bien se enundel lenguaje -que es, sin embargo, un hecho fáctico- y niega, así, la bidimensionalidad de la praxis humana constituida por las tres “potencias” del lenguaje y la memoria, del trabajo (de la herramienta), y de la tradición: cf. el platonismo o “schleicherismo” de la tesis de la “metafísica latente”, tesis que equivale a desestimar el carácter social del lenguaje y su naturaleza de creación social, y a no considerar que, para poder perpetuarse, una lengua debe cambiar constantemente, con lo cual se ignora otra característica universal del lenguaje, su constante cambio (cf. A. KLEIN, “Hegel y la razón dialéctica”, § 2, “La razón in statu nascendi: el lenguaje”). Señalemos aún que si Sapir dice, siguiendo a Humboldt, que el lenguaje es una ‘imagen del mundo’, imagen que la actividad de designación o “deixis” moldea y construye, y que, por lo tanto, proviene de la categorización pragmática de la realidad, Whorf afirma, por el contrario, que la gramática contiene un picture of the universe que implica una interpretación del mundo, interpretación procedente, a su vez, de la metaphysics. Pero la afirmación de que cada lengua es una imagen del mundo proviene tanto de la observación fáctica como del ‘saber originario’ del auditor-locutor, pues no es una “definición” sino una caracterización que permite clasificar algo objetivo, una cosa -la ‘imagen del mundo’ es una organización simbólica, es parte de un lenguaje, algo que existe objetivamente en la realidad, y que la praxis sociocultural humana impone a esa realidad-; la relatividad lingüístico-antropológica, en cambio, es un supuesto (como tal, legítimo) que implica la transferencia de contenidos significativos (= mentales) a otros ámbitos de la actividad humana, provenientes de la interpretación de esa imagen del mundo, lo cual es un proceder inductivo. Es decir, la relatividad no considera que la imagen o percepción del mundo es un hecho fáctico, esto es, una construcción y arquitectura específica de una lengua, arquitectura que constantemente se articula y se desarrolla en el hablar y el escuchar, un “Ausbau” con términos de Humboldt (y que tiene como fundamento una estructura nuclear orgánica, el ”Bau”), sino que esa imagen, reducida a lo mental (a los “significados”), es un artífice u origen del pensamiento. Es por ello que las tesis del relativismo y del determinismo son, dentro de esta teoría, inseparables, y no se puede sostener que la misma suponga (cf. L. A. GOLLUSCIO, “Introducción”, pp. 46-47) que no hay lenguas mejores que otras: si el hopi, por ejemplo, no fuera considerado mejor que el idioma SAE, la teoría carece tanto de coherencia como de sentido. 36 M. COHEN, “Structure sociale et structure linguistique”, p. 55; cf. E. SAPIR, “The Grammarian and His Language”, pp.151-152, y v. F. VON KUTSCHERA, “Sprache und Wirklichkeit”, pp. 440 y 338-339. 77 cia con claridad” y “las palabras para decirlo vienen fácilmente” (Boileau)37, ello no es así a causa de la lengua francesa y de su gramática sino de la actitud de la sociedad y de los filósofos de la Enciclopedia y de las Luces que vieron, en esta lengua, la posibilidad de dar forma al “espíritu de fineza” y que buscaron hacer de la misma el instrumento del “espíritu de geometría”. Pero la teoría no muestra sólo estas contradicciones sino que, además acepta como hipótesis, de hecho y simultáneamente -pese a no ser congruente con el principio mismo de relatividad lingüístico-, la consideración logicista de los conceptos en los que se fundamenta la gramática “lógica”38, ante todo, la definición de las categorías verbales y gramaticales, es decir, admite el error o desacierto que consiste “en colocar las categorías verbales en la «lengua», haciéndolas corresponder a clases fijas de palabras”39, equivocación que proviene, a su vez, del error logicista fundamental de considerar el lenguaje como un objeto de naturaleza lógica o como producto del pensamiento lógico40, error que suele atribuirse “Selon que nostre idée est plus ou moins obscure, / L’expression la suit, ou moins nette, ou plus pure. / Ce que l’on conçoit bien s’énonce clairement, / Et les mots pour le dire arrivent aisément”. 38 El logicismo se podría caracterizar como una doctrina encaminada a preservar la más absoluta autonomía de la lógica y a no admitir en la misma intervención alguna de tipo psicológico (cf. A. LALANDE, Vocabulaire technique et critique de la philosophie, p. 572). 39 E. COSERIU, “Logicismo y antilogicismo en la gramática”, p. 6; id., Teoría del lenguaje, p. 237. 40 Pero el lenguaje no es lógico (ni tampoco ilógico), sino anterior a lo lógico: El error logicista consiste, pues, en la identificación entre lo significativo y lo lógico, “en la confusión de lo primario e indiferenciado con lo que representa ya el resultado de una diferenciación dentro de lo significativo, mejor dicho, una orientación, una determinación particular del logos semántico. O bien [...], el error consiste en la confusión entre la finalidad que pertenece a la esencia del objeto a la actividad lingüística en sí, independientemente de ulteriores delimitaciones, y que es la finalidad significativa, con la finalidad accesoria, propia de este o aquel acto” (E. COSERIU, Teoría del lenguaje, p. 239; “Logicismo y antilogicismo”, p. 8). Por lo que es del error antilogicista, éste consiste en creer que, si las categorías verbales se hallan en la “lengua” y si a éstas les corresponden clases 37 78 a Aristóteles, quien habría ya sea deducido su lógica del lenguaje, ya sea ligado el lenguaje a la lógica; pero esta afirmación no es cierta, pues el Estagirita no dedujo la lógica del lenguaje (del griego) ni ligó el lenguaje a la lógica sino que, con ayuda de una terminología del todo neutral, estableció claramente la prioridad del lenguaje con respecto al pensamiento lógico41: el lenguaje como tal es sólo “discurso, habla o expresión significativa (logos semántico)”, en el cual no hay ni verdad ni falsedad pues éstas se dan únicamente en la afirmación y negación, en la “elocución categórica” o “logos apofántico” (la plegaria, por ejemplo, es expresión semántica, pero no es ni verdadera ni falsa y, por lo tanto, no constituye “proposición o frase”, i. e. no es un objeto silogístico)42. fijas de palabras, este hecho invalida la realidad de las categorías como funciones semánticas del hablar (cf. id., “Logicismo y antilogicismo”, p. 6, y v. K. VOSSLER, Filosofía del lenguaje, pp. 29-30). 41 Véase al respecto I. M. BOCHEŃSKI, “Aristóteles”, esp. pp. 58-59 y p. 110; O. HAMELIN, “Naturaleza de la lógica”, pp. 131-134, y M. COSERIU, Teoría del lenguaje, pp. 238-239. De acuerdo con S. TOMÁS DE AQUINO, las categorías exigen una interpretación ontológica y son, ante todo, figuras del ser y esquemas fundamentales de su estructura (cf. In Metaphysicam Aristotelis Commentaria, L. V. 7, lectio ix, § 891-892); y según G.-G. GRANGER, esta sistematización del Doctor Angélico “no traduce, sin embargo, la organización de las categorías in statu nascendi: despliega las implicaciones ontológicas de las mismas”, (La théorie aristotélicienne de la science, pp. 60-61), pues Aristóteles, al nivel de una descripción general de las condiciones de la predicación, que es el nivel de la descripción del libro ∆ de las Categorías, ‘no haría intervenir una ontología sino que la prepararía’ (id., op. cit., p. 61). 42 Cf. Categorías, 4, 2a; De interpr., 16a-b - 17 a. Pero hay que recordar, ante todo, que la expresión semántica es una manifestación, “foné”, algo que supone un “sentido” originario, que comprende un aspecto simbólico y que posee una naturaleza formal (es decir, atemporal), lo cual implica que el lenguaje es un símbolo, una “representación interior”, que, por otra parte, se refiere a las cosas de la realidad: la dimensión originaria del lenguaje es, necesariamente, la relación sujeto-realidad, efectivizada por medio de la “deixidad” o “actividad de designación” del mundo de los objetos y procesos. Y, en segundo lugar, que esta dimensión supone otra, la relación fundamental sujeto-sujeto, i. e. auditor-locutor o “alteridad”, es decir, el logos semántico es, consecuentemente, “discurso hablado”: el lenguaje, la lengua, es la potencialidad activa de producir habla (parole, speech), un instrumento que organiza la realidad y, dado 79 Por otra parte, si se tiene siempre en cuenta que, siendo el lenguaje una cosa, que, como tal, “existe en el aire”- puesto que viene de las generaciones anteriores-, y que el mismo se da o se encuentra necesariamente en el plano de realización aristotélico del ser, se ve, entonces, que la articulación -que gobierna el hablar, el decir y el escuchar- da lugar, de ese modo, a una organización o estructura que no es simplemente un “producto” sino una “actividad”; esto es, si el lenguaje existe como cosa de la realidad ello es así porque se hace; pero, por otro lado, no es única y meramente “lo que se hace”, tò érgon, sino también una “actividad”, enérgeia43; y ello es así porque, por estar todo idioma situado en el tiempo y en un espacio, ‘el resultado no es lo efectivamente real, sino el resultado conjuntamente con su devenir’44, o, como dice Aristóteles, para todo campo de estudio y para toda cosa, “la mejor intuición de la realidad se logra si se miran los objetos en el proceso de su desarrollo y a partir de su primer origen”45. Por lo dicho, y dado que, además de ser una cosa, toda lengua se configura como sistema organizado -o como estructura-46, resulta pertinente observar de inmediato que que la deixidad crea el significado, este instrumento es, como todo otro, social su uso presupone la intencionalidad- y resultado de la evolución de las especies, del trabajo. 43 Cf. W. VON HUMBOLDT, Über die Kawi-Sprache, p. LVII. 44 G. W. F. HEGEL, Phänomenologie des Geistes, Prefacio, esp. § 3; cf. R. G. COLLINGWOOD, The Idea of Nature, pp. 15-16, y v. J. L. CASSANI y A. J. PÉREZ AMUCHÁSTEGUI, Qué es la historia, p. 27. 45 Política, I, 2, 1252a, 24-27, y véase R. MONDOLFO, Problemas y métodos de investigación, pp. 33 y 28, donde el autor pone en relación la noción del Estagirita según la cual “la naturaleza de las cosas es su nacimiento” con las de G. Vico. 46 Toda lengua, como hecho fáctico, es una construcción y arquitectura específica, arquitectura que constantemente se articula y se desarrolla en el hablar y escuchar, un “Ausbau” con términos de Humboldt; pero, al mismo tiempo, esta arquitectura tiene como fundamento una estructura nuclear orgánica, el “Bau” (v. W. VON HUMBOLDT, “Ueber das vergleichende Sprachstudium”, ed. esp. Estudio comparativo de las lenguas, §§ 2, 8 y 10, esp.): Ya con la primera palabra de una lengua se da el núcleo o estructura típica, el “Bau” del idioma, es decir, su orientación y las pautas tipológicas; pero viene luego la expansión y el desarrollo de ese núcleo, el “Ausbau”, una expansión que, en el fondo, nunca acaba; pues el 80 la existencia de un plano lógico-gramatical de la lengua no implica la identidad entre pensamiento y lenguaje porque a) en el lenguaje hay niveles, como el fonológico y el morfológico, cuyas unidades (fonemas y morfemas) no tienen correspondencias directas en el pensamiento, y entre la articulación sintáctica y la lógico-gramatical se dan divergencias esenciales: la identidad de las frases en el plano sintáctico no implica la identidad de la misma en el plano lógicogramatical, y porque b) el contenido concreto de la oración que caracteriza el aspecto conceptual del pensamiento no pertenece al plano lógico gramatical de la lengua, dado que la función básica del nivel lógico-gramatical de la frase consiste en expresar únicamente, con medios gramaticales, ya sea la estructura, ya sea la forma de los pensamientos respectivos; y además, la divergencia entre el aspecto conceptual del pensamiento y el de la lengua tiene lugar porque no sólo el contenido expresado por una oración o frase, sino también el contenido expresado por una libre combinación de palabras no pertenece a la “lengua” sino al “habla”, a la parole (“speech”)47, i. e. el lenguaje depende del pensamiento48. núcleo, tal como debe y puede ser, se halla siempre presente, y las lenguas no se distinguirían cualitativamente gracias a o por este núcleo -la pauta estructural de base-, sino por la configuración que este núcleo va adquiriendo durante su desarrollo: habría lenguas, pues, que están mucho más desarrolladas y acabadas que otras, pero estas últimas, las menos acabadas, tendrían las mismas o análogas posibilidades de incremento progresivo que las primeras porque el núcleo, esto es, la estructura fundamental, ya esta dada. 47 Cf. V. Z. PANFILOV, Grammatika i logika, pp. 776-77; recuérde que para F. DE SAUSSURE la frase u oración pertenece al habla (no a la “langue”) (v. por ej. [IIe] Cours de linguistique générale, pp. 82-83). 48 Pero obsérvese que los locutores-auditores suelen decir lo contrario; si se recuerda, en efecto, que el lenguaje clasifica la realidad, pero que lo hace según intereses y actitudes humanas, es decir, que impone sus estructuraciones al mundo práxico por medio de la actividad instrumental designativa -si se recuerda que, por otra parte, el pensamiento puede ser o bien intuitivo o bien reflexivo (cf. E. COSERIU, “Naturbild und Sprache”, p. 278)-, y si se debe señalar, consecuentemente, que hay tres tipos de “subjetividad” dotados de manifestación lingüística: a) la incorporada, en el plano de la función distintiva, a los sistemas léxico y gramatical; b) la sistematizada pero no distintiva, exterior a esos sistemas, y c) la esporádica y no sistematizada (además del tipo de subjetividad sin manifesta81 ción glotológica, ajena a las ciencias del lenguaje) (cf. E. COSERIU, “Introducción al estudio estructural del léxico”, pp. 104-105 y n. 2), se tiene que es el tipo de ‘objetividad sistematizada, pero no distintiva’ lo que lleva a identificar la propia lengua con el pensamiento o, casi siempre de manera simultánea, a considerar que en la lengua hay una metafísica latente. De modo que el hablante normal o “naïf” -de cuyo saber pragmático, sin embargo, debe partir la investigación en las ciencias de la cultura, con el fin de llegar, desde el “hecho”, al “dato” (cf. G. CHARRON, “L’objectivité en linguistique”, p. 155, y v. supra, § 0)- opera una reducción de la dimensión mundo-hablante a la sola dimensión de alteridad, con lo cual únicamente se considera el “meaning”, una consideración legítima en el estudio estructural del lenguaje, pero que no lo es en un cuadro funcional-integral y antropológico (al que pertenece la etnolingüística whorfiana), dado que éste exige tomar en cuenta la doble articulación, la doble dimensión y la instrumentalidad del lenguaje, además de la arbitrariedad del signo, aspectos cuyo desconocimiento llevan, precisamente, a rechazar esta conclusión, pues se piensa, con Mauthner, que, como lo demostraría el Timeo, la física es una latencia del idioma griego y de la gramática griega, y Dios un producto de la sintaxis de esta lengua, algo innecesario para los chinos puesto que su lengua no distingue entre ”voz activa y voz pasiva (véase al respecto F. JULLIEN, Entrer dans une pensée, pp. 138-140,148-149, 157160); o que la “evidencialidad”, que “sería como el conocimiento del hablante sobre lo que sucedió, sobre lo que está relatando, la fuente del conocimiento”, particularidad de categorías verbales y que ‘se hallan en la gramática de lenguas del Gran Chaco’, no existe codificado, contrariamente a lo que ocurre en estas lenguas indígenas, en la gramática de los idiomas indoeuropeos, “es algo que en las lenguas europeas no existe codificado en la gramática” (C. MESSINEO, “Es prejuicio decir que las lenguas indígenas no son comunicativamente eficientes). Pero si yo digo en mataco-wichí (v, supra, § 5.2, n. 28): Lhutsa nay tektaj-e: ‘la chica se baña en el río’, y Lhutsa nay-lhi tektaj-e: ‘la chica se está bañando en el río’, digo dos cosas o menciono dos hechos distintos, que ocurren ambas en presente, donde la primera acción es puntual, y la segunda, durativa o lineal (lhi es un sufijoide de duratividad que, en castellano, se expresa con el verbo estar y con el modo gerundio, se trata de la “ing”-forma del inglés); estos hechos ocurren, sin embargo, en la tierra y en el agua, son observables en una realidad no lingüística, no se encuentran en la gramática wichí (en efecto, esa chica está en un río, no es, esa teenager, un objeto glotológico, ejerce ciertamente actividades verbales pero no es un verbo, ni tampoco otro tipo de categoría gramatical); y si la chica quiere seguir bañándose porque es caprichosa (es justamente una teenager), o si va a salir del agua de inmediato porque se aburre o porque es sucia, observamos conductas humanas, cosas de esa chica y de su conducta inconstante, y para hablar sobre ellas no tenemos que trepanar el cráneo de esa chica indígena para observar sus circunvoluciones cerebrales, sino que debemos observarla en un río de la 82 La conclusión positivista-nominalista es, por lo tanto, reductora (cf. logicismo) y, por otro lado, errónea (cf. whorfismo): si se recuerda es necesario distinguir, por una parte, los objetos naturales -formas con sustancia- y los objetos matemáticos -formas sin sustancia-, y, por otra parte, los objetos culturales -formas de sustancia-49, la materia de estos últimos no es indiferente ni puede ser ignorada, es decir, una lengua en sí no existe, no existe tampoco una gramática en sí, ‘la frase se realiza en el habla’50, y, por lo demás, ni el tiempo ni el espacio son conceptos51. Esta teoría y el principio que se deriva de la misma son, pues, inexactos porque, desde el momento en que se da una unión de cosa y representación, cuando i → c, el caos del pensamiento nebuloso puede llegar a la articulación, y dado que en virtud de la deixis los contenidos de la palabra cambian -pues el hábitat designado, así como la sociedad o el ámbito de la cultura, cambian-, también cambia este pensamiento, con lo cual el flujo del pensamiento no puede ser latente ni estar determinado por nada -“la palabra es la sombra del acto”52-: visto que los animales piensan pero no hablan, y que ‘el órgano del lenguaje es el oído’53, el lenguaje, voz articulada, no puede ser la ecumene, el Pilcomayo del Gran Chaco, por ejemplo, y decir qué hace o no hace ese chica voluble, y lo mismo vale si se trata de un hanaj, un chico. 49 Vid. E. COSERIU, Sincronía, diacronía e historia, pp. 264-266; cf. ARISTÓTELES, Physica, II, 2; G. VICO, De antiquissima Italorum sapientia, III, “De causis”, y v. E. HUSSERL, “Du manuscrit inédit K III 28”, p. 124. 50 F. DE SAUSSURE, [II] Cours, pp. 82-83; v. id. Cours…, pp. 172-173, y cf. la fórmula del habla: “(1 + 1’ + 1’‘+ 1’‘’ ...)” (Cours..., p. 83); v. R. GODEL, “F. de Saussure’s Theory of Language”, pp. 489-490; cf. E. CASSIRER, Philosophie der symbolischen Formen, I, pp. 105-106. 51 Cf. I. KANT, Critique de la raison pure, p. 55 y sqq., p.61 y sqq.; id. Prolegomena zu einer jeden künftigen Metaphysik, pp. 283-285, §§ 10-12: El espacio y el tiempo no son conceptos porque no son generales y no comportan elementos inferiores (al respecto, v. supra, § 5.2, y J.-M. LE BLOND, Aristote philosophe de la vie, pp. 9-10, n. 1).. 52 DEMÓCRITO, DK 68 B 145. 53 ARISTÓTELES, Parva nat., “De sensu”, 437a 5-15; v. W. KULLMANN, “Sehen, Hören, Denken”; cf. W. BELARDI, “Tra biologia e linguaggio“, pp. 5657, y M. COHEN, “La fonction langage”, p. 15. 83 materia del pensamiento, sino la materia del habla: “τοῦ δὲ λόγου ὕλην εἶναι τὴν φωνήν”54. Puesto que, si “el sonido que se articula más y más, es decir el habla y su sistema, la lengua, se configura con vistas a la representación”55, “el lenguaje es el acto de la inteligencia técnico-teorética en sentido propio, pues es la manifestación externa de la misma”56. ARISTÓTELES, De generatione animalium, V, 7, 786b 20. G. W. F. HEGEL, Enzyklopädie der philosophischen Wissenschaften, § 459. 56 Id., Filosofía de la Historia, p. 88. 54 55 84 BIBLIOGRAFÍA ALBERTELLI, PEDRO J. “On Metaphor and Metonymy in Jakobson”. Cahiers Ferdinans de Saussure, Vol. 39, Ginebra, 1985, pp. 111-120. - “Some Propositions Concerning General Linguistics or The Forced Card”. Preprint. Cahiers Ferdinan de Saussure, Ginebra,1985/1986. AMMANN, HERMANN. Die menschliche Rede. Sprachpilosophische Untersuchungen, I. Teil, Die Idee der Sprache und das Wesen der Wortbedeutung. Lahr i. B., Verlag von Moritz Schauenburg, 1925. ARISTÓTELES. De Anima. Ed. con una introd. y notas por Sir David Ross. 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Intelectualidad, instrumentalidad, simbolización...............41 2. 4. 5. Doble articulación ..............................................................29 La triple relación: habla-pensamiento-organización semántica............................................................................51 “Language-Thought-Reality”.............................................59 5.1. Las 4 tesis y las dos afirmaciones.............................59 5.2. Transiciones relativistas............................................65 5.3. Relativismo, forma, materia......................................73 Bibliografía ..................................................................................85 123