Traducción realizada por Eliza Tabares Suárez con fines educativos para la Especialidad en Psicodrama Clínico CAPÍTULO DIECIOCHO NIVEL DOS: Esculpir el Neuropsicodrama y el Átomo Social > A medida que mis sufrimientos aumentaban, pronto me di cuenta de que había dos formas en las que podía responder a mi situación: o reaccionar con amargura o buscar transformar el sufrimiento en una fuerza creativa. Decidí seguir el segundo camino. —Martin Luther King Jr. El átomo social es un diagrama o imagen que representa el núcleo de todas las personas con las que estamos emocionalmente relacionados. También se le puede llamar un mapa relacional. Los átomos sociales proporcionan una forma concreta a través de la cual podemos explorar, comprender o modificar cuestiones relacionales. Parte II: Reparación del trauma relacional (RTR) El estudio de estos átomos y de las interrelaciones que representan es importante para entender cómo nuestro entorno relacional nos ha moldeado y, eventualmente, cómo podemos dar forma a nuestro entorno relacional. Un átomo social nos ofrece la oportunidad de vernos en relación con los demás. “El átomo social”, según Moreno (1964), “refleja el rango de tele* de un individuo en una forma concreta. Representa el núcleo de personas con las que alguien está emocionalmente conectado y que, a su vez, están conectadas con esa persona. Puede extenderse tan cerca o tan lejos como el rango, o red de conexiones, vivas o muertas, animadas o inanimadas del individuo. Esta retroalimentación clara, concisa y objetiva hacia el yo, producida por el cliente, ofrece una imagen viva del mapa relacional del cliente y puede incluir mascotas, instituciones o carreras.” El átomo social es una representación externa de una organización interna percibida o real; es un mapa de relaciones objetales. Puede hacerse como un diagrama en papel y lápiz o como una escultura. También puede representarse mediante juego de roles (consulta mi libro The Living Stage, que describe átomos sociales presentes, regresivos y futuros con varias variaciones en mayor detalle). Un átomo social representa nuestra red personal de relaciones, incluyendo roles que representan aspectos de nosotros mismos y roles que representan relaciones significativas. También incluye organizaciones significativas en la vida del cliente para que sean representadas. El átomo social es fluido y refleja la conexión emocional. A diferencia del geograma, el átomo social representa más que sólo los descendientes de la línea sanguínea. Incluye cualquier estructura familiar en la que esté involucrada una persona, ciertamente incluyendo líneas de sangre intergeneracionales, pero también otras relaciones significativas como niñeras, amigos, padrinos o mascotas. Esto lo hace particularmente accesible para las estructuras familiares cambiantes de hoy. --El átomo social no solo refleja la conexión en sí, sino también la naturaleza de dicha conexión. Si alguien se siente grande y distante, puede representarse, por ejemplo, ubicando a esa persona en el extremo lejano del papel, escenario o área de trabajo. Por el contrario, si la persona es cercana y protectora, también podemos mostrarlo. Podemos revelar apoyo emocional, antipatías, cliques y personas aisladas dentro de nuestras redes relacionales por la forma en que están agrupadas. Una de las preocupaciones psicológicas centrales de una persona traumatizada es revivir o rechazar los recuerdos y vivencias relacionados con el trauma. Esto deja poco espacio para nuevas experiencias gratificantes que permitan reparar las heridas del pasado. El proceso de escultura es evocador y aclarador. La escultura permite que la naturaleza de las relaciones de uno se vuelva más explícita de lo que podría hacerse sólo con una descripción verbal. Una ventaja de la perspectiva psicodramática es que permite que emerja el sentimiento antes de que se nos pida describirnos con palabras. Ver a nuestro yo en un momento específico o en una escena modelo que encierra buena parte de la creencia y pensamiento que impulsa nuestras acciones, permite que el sentimiento emerja. Las palabras, en otras palabras, brotan del testimonio o la vivencia de vernos en acción. La escultura o reconstrucción mediante juego de roles es un proceso de experimentarnos dentro del contexto de nuestras relaciones significativas. Nos permite ver no sólo a nosotros mismos, sino también nuestra relación con otros importantes en nuestras vidas. Podemos usar el espacio, el tamaño, la distancia o cercanía para revelar la proxémica que da forma a la dinámica relacional subyacente. La escultura difumina la línea entre el arte y la vida; pinta una imagen viva de momentos significativos en el tiempo que ayudaron a moldearnos, una en la que podemos entrar y salir a voluntad. A través del espejo, entramos en una escena. Pasamos por el tiempo y nos convertimos, por un breve momento, en las personas que alguna vez fuimos, sintiendo como ellas, viendo a través de sus ojos, interactuando como lo hacíamos, dictados por las fuerzas —dentro del hogar, la familia o el grupo— que eran evidentes en aquellos momentos. Y entonces podemos salir de esos momentos de nuevo a nuestro yo adulto, estando al lado de un terapeuta que nos ayuda a mirar hacia atrás en el tiempo y deconstruir los rasgos esenciales de lo que nos hizo ser quienes somos. La proxémica se revela a través de la forma en que colocamos y situamos a los jugadores de roles en relación entre sí. Parte de la sanación es aprender a crear nuevas y positivas conexiones. Los juegos de roles reconstructivos permiten al cliente revisar y reelaborar el material traumático ya trabajado para que pueda experimentarse a sí mismo de nuevas maneras. El Nivel Dos ofrece oportunidades para que los clientes aprendan y practiquen nuevas formas de conectar con otros. También explora más a fondo los momentos personales e interpersonales que pueden ser fuente de dinámicas de repetición y realiza reconstrucciones de roles dentro de esas dinámicas relacionales. Los átomos sociales son un proceso contenido, tanto en papel y lápiz como en forma de escultura, para realizar trabajo relacional y familiar. --Cómo hacer un átomo social: Aprendiendo lo básico El átomo social es útil tanto en terapia individual como en contexto grupal. Es completamente válido como ejercicio de papel y lápiz o también puede hacerse en papel y luego trasladarse a la acción mediante escultura y juegos de roles reconstructivos. Si se desea utilizar sólo como actividad de papel y lápiz, puede continuar con el compartir y la escritura reflexiva. (Ver RTR Personal Journal). --Cómo usar el átomo social y la escultura para resolver temas relacionados con el trauma Objetivos 1. Hacer consciente la calidad, naturaleza y patrones que conforman la red social de una persona. 2. Proporcionar un mapa de interrelaciones al que el terapeuta y el grupo puedan referirse durante el proceso terapéutico. 3. Proporcionar una “imagen” de la red relacional o familiar/intergeneracional del cliente. Pasos 1. Hacer que los participantes tomen papel y lápiz. 2. Invitar a los miembros del grupo a crear un átomo de sus vidas actuales. Decir: “Usando círculos para representar mujeres, triángulos para hombres, y cuadrados para instituciones o grupos, localízate primero en cualquier parte del papel donde sientas que corresponde.” 3. Continuar con: “Ahora localiza tus relaciones importantes o relaciones significativas (tele) tan cerca o lejos de ti como sientas que están, y en el tamaño o proporción que creas adecuado.” 4. Una vez que todos los símbolos están en el papel y los átomos parecen estar terminados, las personas pueden comenzar a compartirlos, ya sea en el grupo grande, con una pareja, en pequeños subgrupos o con el terapeuta uno a uno. Recuérdales que estos átomos son solo un reflejo actual; siempre están sujetos a cambios. El compartir puede hacerse desde el presente, por ejemplo: “Esta soy yo cuando tenía nueve años, mi mamá, etc.” O un cliente puede invertir roles consigo mismo en la edad representada en el átomo y compartir como si tuviera esa edad, por ejemplo: “Tengo siete años, me llamo Chuckie...”, etc. Ver The Living Stage para más información sobre el átomo social. 5. Compartir el átomo puede traer muchos sentimientos hacia o sobre aquellos representados, las interrelaciones, la atracción, repulsión y el tamaño relativo e importancia revelados. Permite suficiente tiempo para compartir todos estos sentimientos potencialmente intensos. 6. Una vez que el compartir ha finalizado, puedes (a) mover los átomos sociales a la acción o (b) conservarlos y referirse a ellos como trabajo previo o como medida de crecimiento. Variaciones: Si el átomo social se mueve a una escultura o sociograma de acción, los protagonistas pueden querer comenzar caminando o deambulando por las escenas que han creado y soliloquiar sobre lo que están experimentando. También pueden querer cerrar su dramatización de la misma manera o simplemente hablar con la escena o escultura familiar para darle cierre. Por ejemplo, pedirles: “Digan lo último que desean decir a o sobre este grupo que está siendo representado”. Mover un átomo social a una escultura Después de que el protagonista ha completado su átomo social, se le invita a colocarlo en el escenario. Un suplente que represente al yo puede usarse para que el cliente vea su propia posición dentro de la red relacional. El protagonista puede ver su escultura desde afuera, moverse dentro de ella (invertir roles con su suplente), interactuar donde se sienta llamado o deambular entre los personajes y ver cómo se siente ser parte del átomo social/escultura. Si el protagonista desea dirigirse a alguien en el átomo, incluyéndose a sí mismo, es libre de hacerlo. Las técnicas de inversión de roles y doblaje pueden usarse donde sea apropiado y simples dramatizaciones pueden ocurrir dentro de la misma escultura. Cada vez que hacemos una dramatización, observamos el yo en relación con otros. La teoría de las relaciones objetales plantea que el mundo externo del niño se convierte en su mundo interno. Nuestras relaciones primarias realmente se convierten en parte de nuestro patrón relacional interno. La escultura y la reconstrucción de roles ofrecen un escenario seguro en el que podemos revisar nuestro propio desarrollo a través del juego de roles; podemos llegar a ese nivel de conexión relacional que está bajo la corteza cerebral y que forma parte de la vasta red neuronal de mente y cuerpo porque tenemos la presencia de otra persona, otra relación de rol, que lo estimula. La reconstrucción de roles nos permite reelaborar dinámicas relacionales tal como las experimentamos en el momento en que ocurrieron, mientras regresamos a ese tiempo y lugar en el escenario psicodramático. El niño interior puede hablar con el padre que tenía en ese momento. El adolescente interior puede gritar al hermano o padre hacia quien sentía ira en ese momento. El adulto joven puede revisar la red relacional que tenía en ese momento. Podemos revisarnos donde nos hemos congelado y descongelar ese aspecto particular del yo. No necesitamos necesariamente reconstruir todo el yo; más bien, necesitamos revisar los momentos en los que nos desviamos y revitalizarlos. Cuando reconstruimos la relación de roles in situ, tenemos un camino para sanarlo. Una vez que hemos liberado al yo de energía bloqueada o estancada, la energía saludable puede fluir más libremente y podemos usarla al servicio del yo. Moreno (1969) teorizó que el yo emerge de los roles que jugamos. Como parte del método psicodramático, el protagonista es animado a hacer y rehacer elecciones de vida y ampliar su repertorio de roles añadiendo nuevos roles mientras simultáneamente deja ir roles que desea soltar o reducir en tamaño e importancia. Esto puede facilitar una serie de experiencias correctivas (reparación del átomo social); los protagonistas pueden aprender habilidades de resolución de problemas autogestionadas utilizando sus propios recursos y los de sus auxiliares para probar nuevos comportamientos a través del juego de roles de escenas deseadas o cambios en interacciones relacionales (entrenamiento de roles). El psicodrama también puede ayudar a un individuo a formar la percepción correctiva de que tiene cierto control sobre su entorno, lo que contrarresta la postura traumatizada de indefensión aprendida. UN ÁTOMO SOCIAL DE UN MOMENTO CONGELADO A lo largo de los años, he intentado usar el psicodrama de muchas maneras para resolver el trauma. El problema más constante que he enfrentado es el congelamiento por parte del protagonista cuando se encuentra o se detiene dentro de su propia red relacional o átomo social. Aunque esto es una respuesta natural al revisar una escena en la que uno se congeló previamente y útil para entender la propia reacción ante una situación dada, puede volverse abrumador para los clientes (y también para los terapeutas) y debe ser tratado con cuidado y consideración. Una vez que un cliente se congela, gran parte del drama debe dedicarse a ayudarlo a reconectar su mente/cuerpo y comenzar a sentir nuevamente, y esto no es tarea menor. El trabajo del protagonista puede reestimular recuerdos tanto para el terapeuta como para otros miembros del grupo. Aunque estos pueden ser momentos poderosos de sanación y autorreflexión, las dramatizaciones se mueven rápido y el terapeuta debe mantenerse tan claro como sea posible de sus propios detonantes —o tan consciente como sea posible— para estar realmente al servicio de los clientes. Otro problema que puede surgir es que la ira se estimule en el cliente, y fácilmente pueda dirigirse al terapeuta si el cliente percibe al terapeuta como llevándolo forzosamente hacia el trabajo del trauma. Esto es un territorio delicado, porque los terapeutas pueden reaccionar a la ira del cliente minimizando, dirigiendo, avergonzando, etc. El proceso es más fluido cuando el cliente percibe al terapeuta como un aliado al avanzar o retroceder en el tiempo mientras se examina material emocional y psicológico altamente sensible. Comencé a trabajar haciendo átomos sociales y esculturas de momentos congelados para ver si eso permitiría a los clientes reclamar sus propios congelamientos desde el inicio y llegar al juego de roles listos para trabajar con ello. Este ha sido hasta ahora mi mejor enfoque. La mayoría de las personas tienen un sentido de los momentos en que se congelaron y se sintieron psíquicamente ausentes o atascadas e incapaces de articular. La ventaja de comenzar con un momento congelado es que ese momento ya no toma al protagonista por sorpresa si, por ejemplo, emerge durante el trabajo y los impacta nuevamente. Al pedirles que identifiquen sus momentos congelados. Beneficios de trabajar con momentos congelados Cuando trabajan con momentos de congelamiento, las personas se empoderan para tomar el control de su propia experiencia y de su disposición para trabajar con ella. Desde el momento en que hacen el momento congelado como un átomo social, forman una alianza con el/la terapeuta y, en cierto sentido, co-dirigen su propio trabajo. Están diciendo, en esencia: “Estoy dispuesto a mirar esto, a viajar de vuelta en el tiempo hacia un momento que fue tan abrumador que tuve que congelarme o disociarme para poder atravesarlo”. La siguiente lista destaca algunas ventajas de trabajar con momentos congelados: El/la director/a no necesita lidiar con un/a cliente que se siente sorprendido/a o tomado/a por sorpresa. El/la cliente tiene menos probabilidad de ver al/a la director/a como la causa de su angustia y, por lo tanto, es también menos probable que dirija sentimientos de dolor y enojo hacia él/ella, aunque esos sentimientos puedan activarse; por tanto, el/la director/a puede ser más una fuente de apoyo. El/la cliente siente que está eligiendo hacer un viaje audaz y auto-dirigido hacia un momento doloroso, movilizando su propia fuerza e ingenio para hacerlo. El/la cliente se siente como un/a explorador/a valiente aunque vulnerable de su propio mundo interior – una especie de “viaje del héroe” – en lugar de sentir que fue empujado/a hacia un abismo por otra persona. Es inherente, al trabajar con un momento congelado, que parte del viaje ya se ha materializado, habiendo atravesado niveles de inconsciencia. Por eso, el/la cliente ya está preparado y consciente de su proceso de elección. Dado que ya está en marcha, su trabajo se vuelve mucho más fluido. Su dolor, enojo o heridas son accesibles y están en el umbral de la consciencia, y el/la cliente está dispuesto/a enfrentarlos. Menos daño colateral La ventaja de usar “momentos congelados” es que se enfoca en el momento en que alguien se sintió amenazado o traumatizado mientras el resto de su vida o entorno familiar quedó intacto. Es decir, no patologiza toda una infancia o todo un sistema familiar, sino que se centra en esos momentos o dinámicas que fueron traumáticos y los procesa. Estos momentos o dinámicas son el residuo que contribuye al síntoma de TEPT de congelamiento psíquico. Los sentimientos que no se sintieron y los pensamientos que no se pensaron ahora pueden sentirse y expresarse para que puedan ser reflexionados, comprendidos y situados en un marco o contexto más amplio de la vida del/la protagonista. Trabajar con momentos congelados también es mejor para fomentar la resiliencia, ya que las fortalezas del/la protagonista se contaminan menos por el tipo de daño colateral iatrogénico (causado por el tratamiento) que implica centrarse en todo el sistema familiar, en lugar de identificar solo las partes problemáticas y permitir que las partes felices o funcionales permanezcan intactas y sin ser cuestionadas. Si un/a cliente tiene un “momento modelo” o una especie de amalgama de congelamiento Momentos congelados: Hacer un átomo social de un momento congelado como una actividad de diario con lápiz y papel Objetivos 1. Crear una entrada fluida hacia el trabajo con trauma. 2. Examinar momentos significativos o “escenas modelo” que hayan tenido un impacto a largo plazo. 3. Traer el “entonces y allí” al “aquí y ahora”, sentir las emociones que no se sintieron, decir las palabras que no se dijeron y mover el cuerpo/mente fuera del congelamiento hacia la expresión. 4. Aclarar la semilla de posibles reescenificaciones relacionales. 5. Ser un ejercicio completo por sí mismo (es decir, pedir a los clientes que hagan un átomo social de un momento congelado y lo compartan con el grupo). Esto puede ser una actividad completa que no requiere moverse hacia la acción o la escultura. Pasos 1. Pide a los participantes que consigan papel y lápiz. 2. Pídeles: “Haz un átomo social de un momento en tu vida en el que te sentiste congelado en el lugar, herido, o como si no hubieras tenido oportunidad de decir lo que querías decir o hacer lo que querías hacer en el momento en que ocurrió algo. Puede ser un momento en el que te sentiste en shock, inmovilizado, sin palabras, aturdido, o que tuviste la sensación de salir de tu cuerpo mentalmente y flotar lejos o un momento o escena en el que no pudiste expresar lo que estaba ocurriendo dentro de ti o cuando te sentiste a un millón de millas de distancia.” 3. Luego, instruye a los participantes: “Ubícate primero en cualquier parte de la hoja que te parezca correcta. Usa círculos para representar mujeres, triángulos para hombres y cuadrados para instituciones o grupos.” 4. Continúa con: “Ahora localiza tus relaciones importantes o instituciones tan cerca o lejos de ti como sientas que deben estar y en el tamaño o proporción que te parezca correcto. Puedes incluir mascotas, suegros, abuelos, amigos, etc. Usa una línea punteada para representar a cualquier persona que haya fallecido. Escribe el nombre de cada persona junto a su símbolo.” 5. Una vez que todos los símbolos estén en el papel y los átomos se sientan terminados, los clientes o miembros del grupo pueden comenzar a compartirlos, ya sea en el grupo grande, en pareja, en pequeños subgrupos o con el/la terapeuta uno a uno. Recuérdales que estos átomos representan momentos congelados y que están eligiendo trabajar con ellos. Variaciones Simplemente hacer un átomo social y compartirlo puede ser una intervención poderosa que no requiere pasar a ninguna forma de escultura o acción. Después de que todos en el grupo hayan compartido su átomo, continuar compartiendo como grupo, todo lo que está surgiendo, es más que suficiente. Si el átomo social no se convierte en una escultura, pueden surgir pequeñas viñetas a partir de un momento congelado. Los clientes pueden hablar con un solo representante, una parte de sí mismos (por ejemplo, el yo asustado/congelado), otra persona representada en el átomo, o incluso una mascota o una institución, sin necesidad de esculpir y trabajar con todo el átomo. El átomo social puede compartirse sin moverse hacia la acción. Dibujar y compartir un átomo social es, en sí mismo, más que suficiente para crear movimiento interior y conciencia, y tiene la ventaja de ser más fácil que poner en marcha todo el sistema a través de la escultura o la dramatización. LA SEGUNDA PARTE DEL PROCESO EN DOS NIVELES: USO DEL ÁTOMO SOCIAL Y ESCULTURA EN EL TRATAMIENTO DEL TRAUMA A menudo, cuando un protagonista “revisita” su familia de origen a través del átomo, es devuelto a un estado de congelamiento del cual luego debe ser sacado de alguna manera. Lo siguiente es una descripción de un método que utiliza el átomo social y que mejora la seguridad al guiar el proceso mediante el uso de técnicas específicas. La lógica detrás de este enfoque controlado, paso a paso, es que evita que el átomo social se vuelva “en vivo” todo de una vez y abrume o incluso retraumatice al protagonista. Por lo tanto, al estructurar el átomo social como una escultura, agregando un representante para el protagonista que lo represente “en ese momento” y teniendo un yo adulto ubicado fuera del átomo que pueda seguir “pensando” (cuya mente pensante no esté en estado congelado o cerrado), la relación entre el adulto que piensa/siente y el niño congelado (adolescente, joven adulto, esposa, esposo, madre, etc.) – la parte traumatizada de la mente – puede ser regulada por el mismo protagonista con una intervención mínima por parte del director, auxiliares y observadores. Las dos partes del protagonista, la mente infantil y la mente adulta (o la mente límbica y la mente pensante) pueden, en cierto sentido, despertar juntas y encontrar su propia salida del congelamiento hacia la conciencia y el auto-reconocimiento. Esculpir el momento congelado Pasos 1. Crea un átomo social (ver arriba). La instrucción puede ser encontrar un “momento congelado” y hacer un átomo social de ese momento. 2. Usando el átomo social como mapa, invita al protagonista a elegir representaciones para todas las personas, ideas, instituciones, partes del yo, estados mentales, animales, etc., que formen parte del átomo o de su escultura. 3. Pide al protagonista que elija miembros del grupo para representar a esas personas, lugares y cosas que están representadas en el átomo. (Nota: no necesitan representar cada aspecto del átomo, pero se les debe animar a representar completamente todo lo que deseen trabajar o incluso lo que sea “parte del cuadro”. Armar la escultura forma parte del calentamiento del protagonista hacia el material que está explorando y debe hacerse, tanto como sea posible, por el propio protagonista). 4. Pide al protagonista que coloque a cada representante en el escenario, animándoles a ubicar a ellos mismos y a los demás en el tamaño, forma, distancia o cercanía que sientan como adecuada y como una representación precisa del momento, tanto como fue y cómo se sintió. Alguien puede, por ejemplo, haberse sentido enorme e imponente o pequeño y borrado, etc. Esto puede representarse en forma o distancia, o cercanía entre los representantes en su proximidad relativa. En otras palabras, las proxemias o las dinámicas relacionales no dichas pero impactantes que moldearon la situación pueden evidenciarse en la escultura. Usa todo el espacio de la zona escénica designada, incluso si algunos espacios sólo representan vacío. 5. Una vez que la escultura está formada y el protagonista ha elegido a alguien para representarlo (un “sustituto” en otras palabras), invita al sustituto a pararse fuera de su escultura contigo, el director, y a mirar la situación para reflexionar sobre cómo se siente ver todo el sistema o momento a la vez. (Nota: esto es suficiente por sí mismo como ejercicio. Simplemente mirar esta escultura y hablar sobre ella, o hablar con el yo representado en la escultura, es poderoso. Si esto es suficiente, continúa al paso siguiente y realiza la escena reconstructiva). 6. Luego, invita al protagonista a recorrer su escultura y (a) hacer doblaje de cualquier rol, incluido el suyo propio, y vocalizar lo que imagina que está ocurriendo dentro de todos los representados que no se expresó en voz alta, o (b) invertir roles con ellos dentro de la escultura, entrando así en el momento y convirtiéndose en sí mismo en ese momento. Una vez dentro de la escultura, el protagonista puede hablar con cualquier representante, invertir roles y hacer una viñeta. Como se indicó antes, al mantener el trabajo en una dramatización única (por ejemplo, hablando con una persona a la vez en lugar de mover toda la escultura hacia la acción), reducimos parte de la intensidad abrumadora que puede generar una avalancha emocional en el protagonista y enviarlo de nuevo a un estado congelado. También evitamos que egos auxiliares sobreentusiastas se apoderen del drama e interfieran con el proceso del protagonista. El protagonista está literalmente viajando en el tiempo dentro de su momento congelado. 7. Invita al protagonista a repetir este proceso con otros representantes si siente la necesidad, hasta que su trabajo alcance un punto de saturación y haya atravesado todo lo que necesitaba explorar por el momento. 8. Invita al protagonista a hablar con su “yo” desde fuera del drama (por ejemplo: “¿Qué te gustaría decirle a tu yo adulto?”). Como se indicó anteriormente, el protagonista puede invertir roles entre su yo adulto y su yo niño. En general, esto ocurre hacia el final de la sesión. 9. Termina la escena desde el rol del yo adulto o del yo testigo (por ejemplo: “¿Qué quieres decirle a tu yo en esta escena desde tu yo más maduro de hoy en día?”). La idea aquí es comenzar un diálogo entre el yo adulto y el yo niño. Nota: Con frecuencia, expresamos impulsivamente los sentimientos de nuestro yo infantil herido de forma cruda, dolida o enfadada hacia el mundo, y luego nos preguntamos por qué nadie quiere escucharnos. Entonces volvemos a sentirnos incomprendidos. En la sanación del trauma, queremos ayudar a los clientes a crear un diálogo entre su yo infantil y su yo adulto, para que este último pueda traducir los sentimientos y mensajes del yo niño en pensamientos, emociones y palabras maduras, y así comunicarse con el mundo adulto desde un lugar más integrado. De este modo, tienen más posibilidad de ser escuchados y de relacionarse de manera saludable. --- 10. Luego, la escultura puede ser reconstruida. Invita al protagonista a reorganizar su escultura de acuerdo a cómo le hubiera gustado que fuera o cómo le hubiera gustado que se manejara la situación. Pueden colocarse a sí mismos y a los otros en nuevas configuraciones que deseen haber vivido. (Obviamente esto es un salto imaginativo, ya que no ocurrió en la realidad y las personas representadas no lo hicieron así). Este momento de reconstrucción y reparación ayuda a aliviar momentos dolorosos. Los clientes pueden experimentar nuevas relaciones de rol y ensayar nuevas experiencias. También pueden reconstruir la familia o cualquier escena como desearían que hubiera sido, moviendo a los representados más cerca o más lejos, y ubicándose donde les hubiera gustado estar en la constelación. Este momento de reparación suele generar muchas emociones. Pueden sentir lo que se perdió o lo que anhelaban que ocurriera y nunca ocurrió. El cliente puede simplemente observar la nueva constelación y hablar sobre lo que siente al verla. Luego pueden cerrar la escena diciendo lo que desearían haber dicho en ese momento, desde el lugar de madurez que poseen hoy. --Variaciones Otra manera en que el protagonista puede configurar la escultura es invirtiendo los roles con cada personaje, y mostrando o demostrando el tamaño, forma y distancia relativa desde sí mismo según lo representado en el momento. De este modo, el protagonista demuestra cada rol desde su punto de vista. --Esto permite al protagonista mostrar, en lugar de explicar, a los representados cómo aparecen en la escultura y les da a estos una idea del papel que están representando, así como un “entrenamiento en rol”. También permite al protagonista usar menos palabras y explicaciones para comunicar la esencia del personaje. (No suelo pedir a los protagonistas que den frases cortas a los personajes, ya que lo considero muy reductivo. El trauma no es tan simple, y las personas son complejas y dicen muchas cosas contradictorias). En algún punto del tratamiento, también puede prestarse atención a lo que el yo adulto necesita comprender y hacer para cuidar de sí mismo, y así poder cuidar de estas partes más jóvenes de su ser. CONSTRUIR FUERZA Y RESILIENCIA: ESCULPIR UN MOMENTO DORADO Otra escultura que puede hacerse en tratamiento es la de “momentos dorados”. Un “momento dorado” puede ser: 1. Un momento en que el cliente sintió haber contactado con una fortaleza interna. 2. Un momento de revelación (“¡ajá!”) en que algo se volvió claro. 3. Un momento en que una puerta se cerró y otra se abrió. Se sigue el mismo procedimiento que para el átomo de “momento congelado”, pero aplicándolo a un momento de satisfacción, empoderamiento, bienestar o alegría. --INTEGRAR EL ÁTOMO SOCIAL CON LA LÍNEA DEL TIEMPO DEL TRAUMA: EXPLORANDO MOMENTOS A LO LARGO DEL CONTINUO DEL DESARROLLO Hacer un átomo social en papel es una herramienta poderosa de autodescubrimiento y puede ser conmovedora para el cliente. No es necesario pasar a la acción para que sea una técnica efectiva y sanadora. El átomo puede influir en el genograma, pero su ventaja es que permite incluir generaciones de una familia según como fueron experimentadas por quien escribe el átomo. ¿Esa persona era grande o pequeña en relación con el cliente? ¿Estaban cerca o lejos? ¿Cómo interactuaban con otros? ¿Era una madre más cercana a otro hijo que al protagonista? ¿Hay díadas o clústeres que el cliente siente como inclusivos o excluyentes? El átomo social también puede incluir grupos o relaciones significativas que no son familiares, como niñeras, pastores, mascotas, vecinos o amigos. Es un retrato fluido de las relaciones de rol a lo largo de la vida. Se puede hacer para cualquier etapa que haya sido significativa. Incluso puede explorarse el átomo social de otra persona (madre, padre, pareja) para comprender mejor su mundo relacional y su impacto. Por ejemplo, Jane puede hacer el átomo social del mundo de su madre al momento de su nacimiento para entender las fuerzas que rodeaban su llegada al mundo.
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